Rafael Argullol
Delfín Agudelo: Te refieres al retrato realizado por Piero Della Francesca.
R.A.: Maravilloso retrato y maravillosa representación de lo que actualmente diríamos un hombre duro, pero un hombre duro aplicado a lo que era la Italia renacentista, a lo que era los hombres de lucha de guerra del siglo XV. Montefeltro es, para mí, la representación máxima de lo que se llamaba los condotiere, que en nuestros días serían los señores de la guerra que luchaban unos contra otros de manera absolutamente codiciosa, pero que curiosamente en medio del tumulto dieron lugar a una de las brotaciones más prodigiosas del arte de todos los tiempos. Montefeltro es un tipo duro con un perfil sinuoso, un perfil difícil. En ese sentido no hay idealización alguna por parte de Piero Della Francesca. Además hay una anécdota que marca el proceso de ese retrato: durante muchísimo tiempo los intérpretes y conocedores de arte del renacimiento, incluso más concretamente de Piero della Francesca, creían que en la nariz del duque de Montefeltro había un desgaste de la pintura, o se había producido una ruptura que explicaba esa sinuosidad de la nariz del duque. Pero en lo que se ha comprobado en los últimos tiempos es que no hay ni error ni desgaste, sino que el duque efectivamente tenía esa nariz porque se la rompieron en una pelea callejera cuando era joven. Por tanto ahí nos encontramos a un hombre que fue uno de los próceres del renacimiento, un gran mecenas, representado como si fuera un boxeador del cine negro, con la nariz rota y como saliendo de los bajos fondos.