Rafael Argullol
Somos
lo que un ventrílocuo
dice que somos.
Creemos
que es nuestra voz,
pero es la suya.
Creemos
que es nuestra identidad,
pero es la que él nos da.
Creemos
que es nuestra memoria,
pero es la que él ha simulado.
Creemos
que es nuestra existencia,
pero es la que él nos ha atribuido.
Somos
lo que un ventrílocuo
dice que somos.
De este modo transcurren
las horas y los años,
siervos de una voz ajena.
Hasta que llega el día decisivo
en que la fatal representación
se nos revela de repente.
Es entonces
cuando matamos al ventrílocuo
y empieza nuestra vida.