Rafael Argullol
Entre un sí y un no
transcurre nuestra vida.
De dilema en dilema
vamos perdiendo la inocencia:
en la Edad de Oro no había encrucijadas.
Entre un sí y un no
caen nuestras horas sobre la tierra.
Bienaventurado el que al final de sus días
no tiene ya que elegir,
y puede dar un paso hacia adelante
tranquilo, sin dudas, sin culpa.
Más allá de todo sí y de todo no.