Rafael Argullol
Hay una escalera invisible
encaramándose hacia el cielo.
La materia de sus peldaños son
las pequeñas obras bien hechas
de los pequeños seres humanos,
los placeres del regalo y la compasión,
las suaves horas de la amistad,
y también aquellas, tempestuosas, del amor.
Tras las pequeñas obras de los pequeños hombres
otros escalones pertenecen
a las grandes obras de la naturaleza,
a la rosa, al león, al cedro,
al mar que besa con fervor los acantilados,
y al desierto, que todo lo conjura.
Más allá de las pequeñas obras y de las grandes obras
la belleza del firmamento,
fría como el mármol,
se encarga de esculpir los últimos peldaños.
Y Dios -el único dios concebible-
sube y baja por su escalera
con la loca alegría del niño
al que por fin han obsequiado
aquel juguete que tanto deseaba.