Rafael Argullol
Un cielo entre terciopelo y sangre,
un mar azabache,
un barco colgado en la línea del horizonte
como un funambulista que recorre lentamente
la inacabable arista del mundo,
un alegre pensamiento de partida,
unos párpados entreabiertos
por los que escapa una mirada hacia el enigma,
un suspiro sin nostalgia,
un deseo en busca de encarnación.
No postergues más el viaje:
allá, como intuyes, te esperan.