Rafael Argullol
Dominaba lo oscuro, lo siniestro.
Los rituales eran de sangre.
A merced del caos, con el rostro pegado a la tierra,
los hombres imploraban a la deidad negra
la gracia de la supervivencia.
Sin embargo, luego, lentamente, con un esfuerzo infinito
que se grabó en muchos siglos,
los hombres alzaron la cabeza
para mirar cara a cara la existencia.
Así bautizaron sus sensaciones
con nombres que se hicieron pensamientos.
El caos reculó, sorprendido
por aquellos seres insignificantes pero decididos,
y el sol iluminó las lagunas sangrientas.
Nombre a nombre, en duelo con el terror,
se construyeron los castillos en el aire
donde mirar al cielo desde más cerca.
Con todo, el peligro siempre acecha.
Si los nombres huyen de nosotros
caerán aquellas frágiles fortalezas
y, como en los tiempos del fango,
dominará lo oscuro, lo siniestro.