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Velocidades y lentitudes

Por 8 de junio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Algunos de nuestros hábitos han cambiado aceleradamente. Desde que nos avisaban con gran alarma porque teníamos una conferencia telefónica (“¡Señorito, señorito! ¡Le llaman por el aparato desde Palma de Mallorca!”, gritaba inevitablemente una doncella en las comedias de Alfonso Paso), hasta el actual delirio de los móviles, la conversación incorpórea se ha transformado en muy pocos años.

Antes era frecuente ver retorcerse de dolor a los enfermos. Una imagen que casi ha desaparecido de los hospitales y las clínicas. Si algo hay que agradecer a las multinacionales farmacéuticas, posiblemente las empresas más desalmadas del mercado, es su aportación a la eliminación del dolor inútil.

En cambio otros apenas han cambiado. Son saurios paleolíticos que se arrastran por nuestros barrios como si no hubiera pasado un millón de años. Estoy pensando en un alegre e inmisericorde comentario de Vani sobre los Grandes Almacenes.

Contra la imagen que de sí mismos exhiben, ni son modernos, ni son imaginativos, ni son actuales, ni hacen otra cosa que repetir rutinariamente la fórmula que aplicaron en su nacimiento. Los Grandes Almacenes siguen exactamente igual que cuando se inauguraron en 1852, fecha de apertura de Le Bon Marché, el primero en su género.

Creado por Aristide Boucicaut (y señora) la historia de Le Bon Marché viene minuciosamente descrita en una novela de Zola, Au Bonheur des Dames. La novela es mala, como casi todo lo que escribió Zola. Mala quiere decir, escrita de cualquier manera, en un francés rasposo. Leerlo produce la impresión de las chirlas mal lavadas. Esa arenilla…

Sin embargo, la documentación es fenomenal y sigue siendo la mejor introducción a las prácticas mercantiles de los Grandes Almacenes. Porque no han cambiado ni un milímetro.

Ya entonces mostraban en los bajos del escaparate unas chucherías que llamaran la atención de los niños, para que, al detenerse, las señoras repararan en las lujosas mercancías situadas en altura. Ya entonces diseñaban el recorrido interno del almacén de manera que el curioso hubiera de pasar delante de una buena selección de productos tentadores antes de llegar al que estaba buscando.

Ya entonces vendían a precio ruinoso alguna mercancía muy buscada (la seda, en aquel tiempo), de manera que atrajera público a precios de dumping. Sabían que el cliente compraría otras cosas cuyo precio inflado compensaría las pérdidas. Ya entonces su mayor enemigo era el pequeño comerciante, cuyo envidioso desdén se traducía en posiciones políticas ultraconservadoras, explotadas por los políticos populistas.

Ya entonces el mayor gasto proporcional del almacén era la publicidad, con la que procuraba presentarse como el colmo de la vanguardia, de la sofisticación, de la elegancia, del deseo moderno, de estar a la última, y así sucesivamente.

Han pasado cien años y todo sigue igual. Deberíamos considerar la publicidad de El Corte Inglés más o menos como si fuera la del Museo del Prado, o la del Arzobispado de Valladolid.

Como los grandes saurios prehistóricos, los almacenes sólo han cambiado su tamaño. De ocupar una manzana, algunos malls de Canadá y los EE. UU. han pasado a ocupar una ciudad entera.

Aplíquese este juicio a otras dos antiguallas insustituibles: el sindicato y el partido político.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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