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Vae Victis

Por 23 de junio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Numerosos testimonios indican que la cúpula del partido de los socialistas catalanes estaba persuadida de ganar el referéndum con cifras apabullantes. En una reunión privada, uno de los máximos dirigentes del PSC afirmó que si la participación bajaba del 60% los jerarcas lo considerarían un fracaso. Creían poder llegar al 70%. Nadie osó contradecirle. Todos, sin embargo, intuían lo que se avecinaba. Se quedaron con un tristísimo 49%.

Sus intelectuales orgánicos, como el errático Joan Subirats ayer en la edición de Catalunya de El País, siguen machacando que el estatuto gallego se aprobó con un 35% y que no por eso deja de ser legítimo, etcétera. Permanecer en la ceguera, cuando se han precipitado en una ciénaga, indica que están asustados por lo sucedido y no quieren abrir los ojos. Como niños ante una película de terror, se dicen: “Espera un momento, un momentito más”, y aprietan los párpados. No les queda otro remedio que abrirlos, pero prefieren hacerlo más tarde. En otoño perderán el poder.

Esta escandalosa desvinculación de cualquier realidad social es precisamente aquello de lo que se les ha acusado una y otra vez: de vivir en una burbuja. Pero como vivían en una burbuja, nunca hicieron caso de quienes les decían que vivían en una burbuja.

Nunca admitieron que la Cataluña sociológica, la compuesta por gentes de aluvión venida de toda la península y ahora de medio mundo, no tiene la menor relación con los delirios puristas y herderianos de Pujol, partidario de una Patria lo más parecida posible a una nación del siglo XIX, pero tampoco con el populismo místico de Esquerra Republicana, típico partido de herencia carlista que sólo cuenta con los universitarios y una parte de la población rural. Tanto Convergencia como Esquerra son partidos decimonónicos; de ahí la estupefacción cuando las élites socialistas adoptaron el catecismo nacionalista, tras las últimas elecciones. Sus expertos, supuestamente los más modernos de España, se habían ruralizado.

Lo interesante sería averiguar las razones de este extrañísimo comportamiento de las élites catalanas más o menos modernas. ¿Qué bicho les ha picado? ¿Por qué son tan distintas de las otras burguesías educadas, tanto españolas como europeas? ¿En qué momento se fortificaron en el búnker de una endogamia autosatisfecha que ha acabado por caerles encima? ¿Fue durante el franquismo? ¿O venía de antes? ¿De una educación sumamente elitista en colegios religiosos o en centros privados catalanistas? ¿De una formación política que ensalzaba a las vanguardias (del proletariado, de las artes, de la distinción social) y despreciaba al populus, a lo popular? ¿De una herida narcisista abierta por la indiferencia de sus colegas madrileños? ¿Un sentimiento de superioridad respecto de los restantes españoles, superioridad que no produce los beneficios codiciados?

Ninguna novela nos lo ha aclarado todavía. La mejor de todas, Últimas tardes con Teresa de Marsé, trataba con aguda ironía a estos personajes que eran entonces simpatizantes del Partido Comunista y ahora ya han sido ministros, directores generales, secretarios y consejeros áulicos, pero los miraba desde la distancia, con la retranca de un marginal. Lo apasionante sería verlos “por de dentro”. Quizás si la trilogía de Mendoza llega algún día a completarse…

Lo indudable es que ahora esa nube de vencidos, muchos de ellos técnicos eficaces que sólo han conocido el lado luminoso de la vida, tendrá que buscar una explicación para su condena. Si Montilla en verdad toma el mando, los nuevos socialistas catalanes apenas tendrán nada que ver con la generación de las Olimpiadas. Probablemente los más sensatos dan por perdidas las próximas elecciones y se preparan para un largo viaje. Camellos, arena, sol ardiente, de vez en cuando un oasis.

La reorganización del partido es fundamental si no quieren que en Cataluña, dentro de diez años, sólo queden dos formaciones, los nacionalistas de CiU y los ultras de ER, con una abstención del 60%.

Eso sin contar con que ya hay un nuevo partido, Ciutadans de Catalunya, esperando el pistoletazo de salida. Una incógnita esperanzadora.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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