Marcelo Figueras
Superman Returns se estrena hoy en los Estados Unidos, e imagino que se verá en breve en el resto del mundo. (Me pregunto a qué se deberá que Warner no haya desplegado esta vez el blitz envolvente y casi militar que sí reservó a películas como Matrix II y III, o que recientemente tuvo por eje a bodrios como El código Da Vinci.) Pero a mí, qué quieren que les diga, este Superman que vuelve me tiene sin cuidado. Y conste que hablo como fan de las historietas, y del subgénero cinematográfico de los superhéroes.
Admito que de niño alternaba las revistas de Superman con las de Batman. Nos llegaban desde México a Buenos Aires (¡gracias, México!), publicadas por la Editorial Novaro, y constituían mi cita de honor semanal en el kiosko. (Otros recordarán nombres de maestros, de compañeros de escuela y de formaciones futbolísticas; yo recuerdo el nombre de mi kioskero, ¡el señor Fernández!) El personaje aparece además en mis dibujos de entonces casi con tanta frecuencia como el Hombre Murciélago. Pero Superman no resistió el viaje hacia la madurez. Me pasa con el pobre Kal-El lo mismo que con tantas series que amaba de niño y hoy no resisten una visión completa: le hablan a la parte de mí que se quedó en el camino, en lugar de a aquella que soportó las pruebas del tiempo.
El personaje de Superman es símbolo de una cultura que no sobrevivió a la pérdida de la inocencia; ni de su inocencia ni de la mía. Yo no tolero hoy la idea de un superhéroe que se somete acríticamente al poder político de un país en particular. Si Superman Returns ubicase al personaje en su tiempo original, si se pareciese al viejo serial animado de Max Fleischer, quizás tendría el encanto al que Captain Sky & The World of Tomorrow aspiró sin éxito. Pero Superman es el héroe norteamericano por excelencia, y al recrear su historia en tiempo presente se lo convierte en blanco de la inquina que su país despierta a diario en la mayor parte del planeta. (¿Me equivocaría si conjeturase que es esta consciencia la que bajó los decibeles de su estreno mundial: la de saber que hoy Superman es un héroe sectario, y por eso antipático?).
Las razones por las que el personaje envejeció mal van más allá de cualquier lectura política. El problema de Superman es estructural a su historia: no funciona del todo bien porque carece de un drama central. Un héroe sólo es tan grande como la suma de sus contradicciones, y Superman no posee ninguna. Sus creadores lo advirtieron ya en los comienzos, lo cual derivó en la invención de la kryptonita: entendieron que un héroe sin talón de Aquiles, esto es totalmente invulnerable, carecía por completo de gracia. El tema de la doble personalidad sólo sirvió a la hora del paso de comedia. Y los encuentros y desencuentros con Louisa Lane no le quitaron nunca el sueño a nadie, porque se supone que lo de Superman es una saga y no un teleteatro. Más allá de la deconstrucción operada por la serie camp de los años 60, Batman perduró mucho mejor (¿necesito decir, a esta altura, que en esta batalla estoy ciento por ciento en el campo de Batman?) porque es un personaje con un dilema existencial. Hamlet con disfraz de murciélago, visitado a diario por el fantasma no de uno, sino de ambos padres reclamando venganza. Un hombre que se debate todo el tiempo entre la ley y la marginalidad, entre su educación y su compulsión a la violencia, entre la sanidad y la locura –y que es tan consciente de esos dilemas como el personaje shakespiriano.
Superman nunca dejó de ser un chico bueno que busca todo el tiempo la aprobación de su padre. Batman, en cambio, siempre fue un chico malo; mercancía dañada, alguien que está en diario contacto con su lado oscuro y que se alimenta de él. Y eso lo hace más atractivo como personaje. Además Gotham es una ciudad sucia y brutal, victimizada por líderes corruptos, lo cual la torna más verosímil que la Metrópolis naif y technicolor del Hombre de Acero. Y para no faltar al dictum de que un héroe sólo alcanza la estatura de su contrincante, Batman tiene en el Joker un doppelganger siniestro. El oponente más importante de Superman es Lex Luthor, un calvo que no asusta a nadie y por ende nunca logra poner a su adversario en peligro real. El Joker somete a Batman a un peligro que es doble: el de morir, y el de sobrevivir a un costo que lo impulse a abrazar por completo la locura que constituye su sombra; por algo el Arkham Asylum, el manicomio de Ciudad Gótica, perturba siempre al héroe como una promesa.
Que Superman vuelva, si quiere. Todo lo que yo espero es que el Batman rescatado por historietistas como Frank Miller y Alan Moore y por el cineasta Christopher Nolan en Batman inicia, simplemente continúe.