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Un mundo extinguido

Por 26 de enero de 2011 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

En 1819 Carl Gustav Carus emprendió un viaje a la isla de Rügen para ver los parajes que su amigo Caspar David Friedrich había pintado una y otra vez. Carus también era pintor y no de los peores, pero se había dedicado profesionalmente a la medicina y se loe tiene por un científico apreciable. De carácter sencillo y entusiasta era lo que podríamos llamar un romántico moderado, al tiempo que uno de los cerebros más lúcidos de su generación.

     Salió de Dresde y la primera etapa le llevó hasta Berlín. Tardó tres días en llegar "a través de arenas y pantanos, en aquel pequeño carruaje que atravesaba ciudades y pueblos". Estos recuerdos los escribe en 1866, estupefacto porque en ese año "se llega a Berlín en cinco horas" gracias al tendido ferroviario. De tres días a cinco horas. El encogimiento temporal lleva consigo la inexistencia del viaje en tanto que viaje; hoy no se puede ser viajero, sólo turista, piensa.

Más días le costó la etapa de Berlín a la isla de Rügen, situada en el Báltico y a donde llegó tras cruzar el mar en una embarcación que quedó detenida toda la tarde y noche por una inesperada calma. Allí cocieron unas patatas y allí durmieron, acunados por el chapoteo. Carus estaba maravillado por el denso pestañeo de millones de estrellas. A la mañana siguiente se levantó una brisa y pudieron desembarcar en Rügen. A partir de 1936 habría cruzado del continente a la isla por la autovía que construyeron los nazis y que aún hoy es el acceso habitual de llegada a los múltiples centros de esparcimiento que han surgido como hongos desde que la isla dejó de ser territorio de la Alemania comunista.

     Durante su viaje, Carus había podido observar muchas cosas, la estructura de las casas populares y las chozas cubiertas de paja por cuya techumbre se colaba el humo de un hogar sin chimenea, el taller de un herrero (hermano de Friedrich) en Neubrandenburg, la vida de un burgués acomodado de Greifswald dedicado al negocio de los jabones (el otro hermano de Friedrich), las ruinas del gótico nórdico entre un bosquecillo de árboles con un pequeño alpendre adosado, el ladrillo cocido de los edificios civiles y religiosos de Pomerania que no necesitaba mortero y reflejaba una luz especial, y así sucesivamente. El viaje era una concentrada cadena de experiencias de enorme poder emocional.

     Al redactar sus recuerdos cuarenta años más tarde, Carus ve la enorme transformación que se ha producido en tan corto periodo de tiempo. Sin ninguna nostalgia constata que se está abriendo un mundo del que él es sólo uno de sus primeros habitantes aunque todo su espíritu pertenece al viejo mundo extinguido. "Lo nuevo se caracterizará por un sentido agudamente pragmático, por la agilidad de la mente calculadora, y la búsqueda del lujo y el placer inmediato". Es asombroso que acertara de lleno en el bulto del futuro. Y es especialmente sobrecogedor, en un tiempo tan austero como el suyo, que ya en 1866 adivinara los motores de la máquina social: "el lujo y el placer inmediato". Nos profetizó.

     A veces, leyendo estos viejos libros, uno tiende a creer que en aquellos años se apagó un mundo que había perdurado desde Pericles hasta Bonaparte. Entonces, en plena oscuridad, se abrió una puerta por la que entró una luz cegadora. Desde entonces tratamos de avanzar, ciegos y pertinaces.

     (He tomado las citas de la excelente edición de Agustín López en Terra Incógnita.)

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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