Lluís Bassets
Camino de Davos, he aquí un ejercicio de imaginación retrospectiva inspirado en recientes acontecimientos que tienen como protagonista a la Unión Europea. Me ayuda en la inspiración la tradicional escasa presencia española en el Foro Económico Mundial, una especie de reminiscencia de nuestra olvidada época autárquica, de aquellos tiempos difíciles en los que las élites económicas y políticas permanecían casi enclaustradas porque el ancho mundo miraba con malos y despreciativos ojos a la España que había cultivado las amistades poco recomendables de Hitler y Mussolini y seguía empeñada en mantener la dictadura y el nacionalcatolicismo.
El ejercicio es muy sencillo. Consiste en imaginar qué sucedería ahora mismo en la Unión Europea con un régimen como el franquista en caso de que hubiera conseguido sobrevivirse a sí mismo y perpetuarse en sus impresentables e iliberales formas. La pirueta mental no es fácil, pero hay tantas experiencias de perpetuación de las dictaduras en nuestras inmediaciones, frecuentemente bajo forma dinástica, que podemos convenir en que también a nosotros nos pudo tocar este desgraciado vericueto de la historia.
Tendríamos quizás un régimen de pluralismo limitado, con asociaciones políticas del Movimiento. Nos regiríamos por las Leyes Fundamentales, apenas ligeramente retocadas. Obreros y patronos seguirían organizados en un sindicato único. Quizás, en un arrebato de generosidad, el régimen habría permitido la creación de unas mancomunidades catalana y vasca, que habrían sido emuladas inmediatamente en su misérrima consistencia, por todas las viejas regiones. Todo siempre con el permiso y beneplácito previos de la autoridad gubernativa.
¿Qué podríamos imaginar de la Corona? Dos hipótesis. Una, su acomodación tranquila al franquismo perpetuado, al que el carácter moderado del monarca habría rendido multitud de servicios en la escena internacional. La segunda, quizás más bella y novelesca, en la que don Juan Carlos haría vida en Estoril con su familia, donde recibiría a los pocos e inconformistas demócratas radicales que quedarían fuera del sistema.
Pero estamos todavía en los detalles sin importancia, en la escenografía. Vamos al meollo del asunto. Vistos los antecedentes parece claro que la Unión Europea, esta Unión Europea que realmente tenemos, no haría ascos del franquismo y estaría proporcionándole ventajas crecientes e incluso la adhesión plena. La legislación de prensa franquista no se diferencia en muchas cosas de la que ha implantado Hungría, coincidiendo con el inicio de su presidencia europea. Si el Caudillo estaba por encima de las leyes y de las instituciones, otro tanto sucede con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. Los dictadfores son bienvenidos en Bruselas, y se les tiende las mejores alfombras rojas. Partidos que simpatizan con ideas de extremas derecha, al igual que la Falange del franquismo, ya han entrado en mayorías parlamentarias y de gobierno en varios países europeos, empezando por la pionera Austria, la única que mereció un rapapolvo que ha dado pie luego a una sistemática manga ancha con quienes se burlan de las libertades y de la democracia.
Situado en esta Europa imaginada, ya en Davos esperaría yo inútilmente encontrarme con miembros de la oposición. Pero los personajes del régimen serían también aquí los protagonistas. Anda por aquí, según parece, el hijo de Gaddafi. Hay déspotas centroasiáticos que suelen ser asiduos a la cita. No faltan jeques saudís, zares eslavos, ni altos cargos del comunismo capitalista chino. Los únicos ililberales que no se acercan por aquí son los que se empeñan en identificarse como de izquierdas. Ni se les ocurre a ellos, ni se les invita. Es evidente que los franquistas, de haber conseguido sobrevivir desde la autarquía hasta la globalización, como hizo el maoísmo, serían recibidos con todos los honores, aquí y en Bruselas.