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Un abrazo para un futuro perfecto

Por 19 de febrero de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Me ha emocionado la escena. Me he sentido conmovido por esos dos emigrantes perfectamente integrados en la sociedad catalana, que se funden en un solo cuerpo y muestran su íntima solidaridad.

Veinte horas antes, me había yo temido lo peor. Cuando el camerunés se encaró con los chicos de la prensa y lanzó aquello de "si tiene cojones, que me lo diga a la cara", creí estar viendo una película de Robert de Niro sobre jugadores de baloncesto, aprendices de pistolero o pequeños traficantes; en fin, la panoplia de los héroes actuales. Y pensé: en la próxima escena, un desgraciado accidente lo va a dejar sin rodilla. O bien: va a sufrir un insólito secuestro y no podrá llegar a la final. O bien: la policía va a pillarle con una menor y no jugará nunca más.

Nada de eso ha sucedido. El desafío del inmigrante ha sido debatido, seguramente, por las dos poderosas familias y han decidido echar tierra sobre el asunto en lugar de echarla sobre el inmigrante. Por esta vez, pase, parecen haber pactado. Que se abracen. El guardaespaldas ha dado la orden de que se abracen. La prensa ha sido convocada. Los inmigrantes se han abrazado.

Sin embargo, no creo yo que esto se repita. La primera vez pilla a los padrinos por sorpresa y deben reaccionar al instante sin calcular las consecuencias. Ahora ya deben de estar cavilando qué hacer con el próximo inmigrante que se les suba a las barbas.

Porque una cosa es el escándalo en espacios tan iluminados como los estadios de béisbol, y otra muy distinta que la insurgencia tenga lugar en oscuros rincones del barrio viejo barcelonés, en los alpendres agropecuarios de Lérida, en campamentos clandestinos de las montañas de Gerona, en el reseco almendral tarraconense. Allí la insurgencia se paga muy cara. Allí si alguno de estos cameruneses o brasileños comete la imprudencia de gritar "si tiene cojones que me lo diga a la cara", se ha buscado la vida. Porque, en efecto, tiene cojones. Y se lo dice a la cara. O a la espalda, da lo mismo, porque a partir de ese momento el insurgente ya no tiene ni cara ni espalda.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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