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TINTÍN, OTRA VEZ

Por 19 de febrero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

La excusa de la escapada a París naturalmente no era una misa, era encontrarme con uno de los más viejos y queridos amigos, Tintín. Para muchos que crecimos con sus historias, que por sus lecturas recorrimos el mundo y nos dimos cuenta que el siglo XX estaba lleno trampas, espías, aventuras, guerras, engaños y otras derrotas. También por él supimos que la amistad merecía la pena, que había gente como Haddock, compañeros como Milú, sabios como Tornasol, bibliotecas y casas como la que está tras los muros de Moulinsart. El mundo era divertido, peligroso y ancho. Faltaban cosas, faltaban sobre todo mujeres, chicas, sexo, novias- porque la Castafiore era otra cosa, otro género- pero el resto estaba bastante bien. Y el futuro, si se arreglaba eso de la compañía amorosa, se presentaba bastante bien. Muchas historias vividas y una buena biblioteca para el reposo del reportero. No era un mal modelo. De mayores queríamos ser Tintín. No ha sido así, hemos sido otra cosa. Pero algo, quizá bastante, de lo que somos se lo debemos a Tintín.

Hergé, su creador, hubiera cumplido cien años. Se acaba de terminar una exposición recordando la creación de su principal criatura en el Centre Pompidou. La exposición bastante pobre, no se preocupen los que no la hayan visto, es mejor el catálogo que la exposición. Aún así, miles, decenas de miles, de ciudadanos de todas edades,  todas culturas y toda condición, esperaban largas colas para ver crecer a ese niño-hombre que fue Tintín. Que sigue siendo. Han pasado muchas generaciones y todavía sigue divirtiendo o inquietando a los niños de la generación de la “red”.

Tintín, aunque una vez se empeñaron en discutir en la Asamblea francesa en tres sesiones si era de derechas o de izquierdas, es de todos los que hemos creído que el mundo tenía esas posibilidades de ser vivido como si se tratara de una aventura con final feliz. Tintín es la parte mejor de nuestra inocencia, de nuestros deseos de ser otros, de estar mejor diseñados. Sin duda, muy mejorables, pero no estuvo mal para empezar. Tintín fue un buen modelo de adolescentes.

Una vez le dijo Charles de Gaulle a André Malraux: “Tintín es el único que puede hacerme la competencia”. Ahora espero, deseo, que Tintín sepa estar en su sitio. Que no se fíe de los políticos como Sarkozy. Ni de sus amigos en otros idiomas, en otros montes, otros valles.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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