Jean-François Fogel
Una sorpresa es imposible cuando se trata de Eric Hobsbawm, el historiador inglés. Sabemos que su mente va hacia una izquierda ubicada en el corazón marxista del siglo XX. Y tampoco habrá una sorpresa cuando Hobsbawm escribe sobre el papel de los intelectuales en la guerra de España. No importa, su artículo, “War of ideas” (Guerra de las ideas) este sábado en The Guardian, es un modelo de síntesis.
No falta la frase clásica que lo dice todo: la guerra de España es uno de los pocos casos de una historia escrita por los vencidos. Y además por vencidos que eran artistas, escritores, intelectuales. Lo que dijeron, escribieron, hicieron ha tenido una presencia duradera en la cultura. Hasta tal punto que los testimonios clave sobre la guerra, para un francés como yo, son de poetas o novelistas ingleses o americanos. Hobsbawm, citando a su propio caso de estudiante en la Universidad de Cambridge, explica muy bien por qué la experiencia española era imprescindible para los anglosajones antes de la Segunda Guerra Mundial.
Lo mejor del artículo, a mi juicio, es el papel entregado a un poeta poco conocido: Laurie Lee. Es el autor de un libro de memorias, traducido bajo el título Díptico español (Península), que es a mi juicio el gran libro sobre España en esta época, no por lo que dice de la guerra sino por una mágica caminata a través de la península. Hay muchos libros de ingleses (Pritchett, Brenan, etc.) sobre España en el momento de entrar en guerra. Lee tiene algo más: una recepción íntima del país en su corazón. Tiene que ver con España y también con su juventud, con una inocencia imposible de derrotar. Es el papel que tiene en el artículo de Hosbawm: decir, más allá de la consciente voluntad de derrotar al fascismo, cómo había en el conflicto interno entre los españoles una oportunidad de hacer “un gesto grande y poco complicado de sacrificio personal y de fe en una oportunidad que no volvería a presentarse”. Si lo leemos bien, es la definición perfecta de la juventud. Después, viene la vida del adulto. Y el tiempo de las derrotas.