Félix de Azúa
Aunque ahora mismo no se me ocurre ninguna, alguna causa habrá para que la literatura francesa se honre con espléndidos delincuentes. El último vástago de la familia patibularia de Villón y Genet, Emmanuel Loi, cayó preso en 1976 y estuvo encerrado hasta 1981 por varios atracos a mano armada. Admitió su culpa, penó, y desde entonces escribe historias de criminales, de fugitivos, de asesinos, con notable éxito. Quince volúmenes lleva ya editados. Cuando lo encerraron, Loi recordó haber leído fervorosamente los fragmentos de Spinoza que figuraban en un curso de filosofía, durante su bachillerato. Las prisiones francesas son tan hipercultas como sus escuelas y en la biblioteca de la penitenciaría figuraba un ejemplar de la Ética. Allí Loi encontró lo que buscaba, el modo de… “…no sucumbir al terror de la exclusión, no dar importancia al abandono, guardar para uno mismo una fuerza secreta (…) y, sobre todo, rechazar cualquier compromiso con las creencias inútiles, el ilusionismo de las ideologías consoladoras” (Je devrais me taire, Exils, 2004) ¿Es posible que Loi no lo conociera? Bernard Malamud ya había escrito sobre la fuerza que dispensa Spinoza a quienes viven recluidos en una soledad destructiva. Era en 1966, en su novela The Fixer, el mismo año en que Loi, nacido en 1950, leía los fragmentos escolares de Spinoza. También Gilles Deleuze citaba a Malamud en su libro sobre Spinoza, pero eso era en el año 1970, cuando Loi se dedicaba a asaltar bancos y seguramente leía lo justo. Spinoza proporcionó al recluso Emmanuel Loi el secreto de la supervivencia cuando todo invita al suicidio. Sin embargo, un amigo mío, JE, usó una estrategia distinta. Cayó preso en tiempos de Franco, unos años antes que Loi y por motivos políticos. Una vez en el calabozo de la comisaría, tuvo la misma sensación de exclusión y abandono, la misma tentación de acabar de una vez, pero llevaba consigo un remedio. No era la Ética de Spinoza, sino una pastilla de LSD que había ocultado entre los dedos de los pies. Tras su paso por Spinoza y la soledad, Emmanuel Loi se dedicó a la literatura y hoy es una de las figuras de la novela francesa. Tras su paso por el LSD y la soledad, mi amigo se dedicó a las matemáticas y hoy es un prestigioso investigador. Caminos cruzados. De la geometría moral de Spinoza, a la literatura. De la alucinación lisérgica, a la matemática. Inversiones del trayecto, cruce de caminos, reacciones químicas contrarias que se producen en el sorprendente laboratorio de la soledad. Este es el novelista convicto.