Félix de Azúa
Decía Zaratustra que pensar, pensar seriamente, no es algo que exija una gran inteligencia, pero sí un considerable coraje. Nadie vaya a creer que Kant o Wittgenstein nacieron con una inteligencia superior a la de sus coetáneos, pero eran más valientes, de eso no cabe duda. Casi toda la gente dotada de una gran inteligencia dedica su talento a forjar una buena vida, segura y confortable. Sólo unos pocos la emplean para enterarse de algo y compartir luego con sus semejantes lo que han podido saber antes de convertirse en un puñado de polvo.
Hay otros humanos también valerosos, pero cuya tarea no es la de enterarse de algo, sino dar una forma perdurable a eso de lo que se han enterado. Así, en lugar de iluminar nuestra inteligencia nos agudizan la imaginación. Solemos llamarlos "artistas", palabra que ha perdido toda dignidad, pero que usamos a falta de otra mejor. Así que un artista de la palabra, J.A. González Sainz, acaba de publicar la última de sus valientes novelas. Ésta se llama "Ojos que no ven" (Anagrama) y como en las anteriores su protagonista, una especie de Orfeo ético, nos permite visitar el infierno de la miseria moral y salir con vida.
No deja de ser escandalosa la cantidad de novelas y películas que se siguen dedicando a las atrocidades de la guerra civil del siglo pasado, frente a las escasísimas que ahondan en las atrocidades actuales. ¿De qué se nutre el odio de un inmigrante en el País Vasco, para que a los pocos años se transforme en un asesino nacionalista? ¿Cómo se soporta la humillación de vivir en una sociedad satisfecha con su vileza moral? Las causas de la degeneración ética son razones para la inteligencia, pero sus figuras, sus símbolos, sus caracteres, son formas para la imaginación.
La novela de González Sainz usa una rigurosa lengua literaria para construir un relato que en ocasiones proyecta una sombra bíblica. Quizás porque sólo el desolado mundo de las gentes aplastadas por un Dios despiadado es capaz de encarnar metafóricamente la errancia en el desierto de las víctimas vascas.
Artículo publicado el sábado 23 de enero de 2010.