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Rebelde sin cauce

Por 28 de marzo de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Cuando le conocí se llamaba Gonzalo Suárez, pero no era Gonzalo Suárez, entonces era Martín Girard. Por las mismas fechas, Pere Gimferrer era todavía Pedro Gimferrer, aunque la chica que le gustaba era la misma con la que se ha casado hace unos días. Tras las crecidas y desbordamientos de la vida, cada río acaba por regresar a su cauce y fluye confiadamente hacia su destino.

Martín Girard tenía entonces dos leyendas como dos espadas de combate. La primera, que era hijo de Helenio Herrera, el hombre más importante de España y entrenador del Inter de Milán. Que alguien llamado Helenio fuera capaz de tener hijos, nos parecía algo teratológico. Y que Martín Girard pudiera entrar gratis en todos los partidos del Barça, una tremenda injusticia que se le perdonaba porque había escrito el gran libro del siglo, Rocabruno bate a Ditirambo. Pedro Gimferrer y Paco Ferrer Lerín siempre lo llevaban en el bolsillo de su abrigo, fueran a donde fueran. Yo les imité.

La segunda leyenda llegó más tarde, cuando Martín Girard abandonó la literatura para hacer cine bajo el pseudónimo de Gonzalo Suárez. ¿Cómo pudo elegir filmar muñecos bidimensionales cuando había oído atentamente las infinitas voces sin dimensión de la literatura? Era incomprensible, escandaloso, intolerable. Para justificarlo, nació la segunda leyenda. Se dijo que en una de sus películas había logrado seducir a Jean Seberg y que su dedicación al cine obedecía a ese único propósito.

La diminuta muchacha que vendía periódicos en Au bout du souffle era nuestra actriz adorada, a una muy solemne distancia de Anouk Aimée la cual ya entonces tenía algo de ministra socialista. Años más tarde, tras el suicidio de Jean Seberg, cuando supimos lo desdichada que había sido aquella delicada miniatura y el tsunami de locura y fuego que arrasó su delicada cabecita, aún la amamos más desesperadamente. Por ella merecía la pena haber abandonado la literatura y haberse convertido en Gonzalo Suárez.

Ahora, con el título Las suelas de mis zapatos, Seix Barral ha recogido las crónicas deportivas de Martín Girard, aquel artista supremo, ignorante de que a la vuelta de la esquina le estaba esperando Gonzalo Suárez con dos espadas de combate.

Todo pincha, todo corta, todo mancha, y luego todo acaba por regresar a su cauce. Menos las bellas muchachas suicidas. Ningún cauce puede acompañarlas hasta su destino. 

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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