Félix de Azúa
Si uno es un recién nacido, tiene seis años, o incluso dieciocho, puede elegir entre innumerables modelos, todos ellos difundidos cada diez segundos por la TV, el cine y la prensa en general. Puede uno ser un niño atlético que traga seis yogures por segundo sin pestañear, o un avispado joven que se le come el bocadillo a su padre mientras el muy imbécil mira la prensa deportiva, o un adolescente ingenioso que liga con doce cervezas al mismo tiempo sin equivocar el nombre de ninguna de ellas, en fin, hay donde elegir.
Si uno es adulto y busca desesperadamente cómo comportarse y presentarse con el fin de agradar a la concurrencia y ser un buen ciudadano, no le faltan modelos. Puede ser ese hombre comprensivo que prepara la cena mientras su pareja va a clases de física quántica, el marido encantador que recuerda el día del aniversario y elige el vino más idiota del supermercado, el padre joven y simpático que lucha por las galletas con su hijo pequeño en plan guerrilla de Somalia, o esa ejecutiva que tiene un coche con embrague a puntillas y asientos de ibuprofeno y a la que miran con resentimiento bullente otras mujeres mucho más guapas y altas que ella.
A partir de los cincuenta, sin embargo, lo tiene fatal. Rara vez aparece en la tele, en los anuncios, en la prensa, un hombre o una mujer de esa edad y con los caracteres correspondientes: facciones borrosas, músculos fláccidos, barriga prominente, pechos caídos, nalgas de estopa, calvicies diversas y estratégicas. Es como si los escondieran, como si les diera vergüenza que haya gente así.
Cuando enseñan ancianos, van vestidos de payaso y bailan la rumba en cruceros de lujo para narcos. Si son ancianas, se parecen al padre de Pinocho y siempre asoma una nietecita por debajo de las sayas. Los matrimonios de jubilados sólo figuran cuando hay que repartir un queso o una fabada, lo que es un insulto para la noble gente de Asturias, y encima suelen ir vestidos como nacionalistas vascos de aldea. Un desastre.
Eso por no hablar de los galanes cadavéricos, Clint Eastwood, Harrison Ford, Sean Connery, Robert Redford. Cada vez que se mueven, suena toda la caja de huesos con la arañada entrada de violín de la Danza Macabra. A las bellas ancianas tan sólo las exhiben embadurnándose con líquidos pegajosos seguramente extraídos de fetos de mandril.
Me parece urgentísimo un Programa de Remodelación de la Imagen de la Tercera Edad (PRITE) que ayude a la gente mayor de cincuenta años a tener un aspecto decente. Gran parte de la ira islámica ha sido suscitada por esta humillante, grosera, blasfema imagen que damos de las personas mayores. Recuérdese que los árabes respetan, por encima de todo, a los ancianos. Lo de las caricaturas de Mahoma es una excusa. Lo que no pueden aguantar más es la caricatura de los viejos.