Félix de Azúa
Cambiar de ordenador, como estoy haciendo en este preciso instante, es una recia experiencia que me devuelve a la adolescencia.
Enfrentado con el nuevo objeto de deseo, pero con las piernas temblorosas, me pregunto: ¿qué le gustará? Le quito la funda. Observo. Espero a que se caliente un poco. ¿Qué significarán estos parpadeos? ¿Estará a punto?
Voy haciendo pruebas. Pulso aquí. Regular. Aprieto un poco más arriba. No hay respuesta. ¿Y si apoyo dos veces? ¡Cielos, no le gusta! ¿Será por este otro lado? Vamos a probar con este botón. ¡Dios sea loado, se ha abierto de golpe! Seguiremos por esta senda. Así, muy bien. ¿Será bueno insistir?
¡Oh, no! ¡Maldición! ¡Horror! ¡Ha vuelto a salir Error Finalizar Ahora!
Pura infancia. Algo de lo que es difícil conservar nostalgia.
Quizás sólo nos suceda a los varones, esas criaturas oximorónicas, tan inseguras como chulescas.
Seguramente por eso las chicas prefieren Apple.