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La dictadora en miniatura

Por 25 de enero de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Hoy se inaugura en La Paz la feria de Alasitas, un mercado de miniaturas que refleja los deseos de los bolivianos para cada año que comienza. En cientos de puestos aglomerados en una quebrada, los comerciantes ofrecen pequeñas imitaciones de pasaportes, dólares, euros, títulos profesionales, casitas de artesanía. Para los chicos que necesitan novia se venden gallinas de cerámica. Para ellas, gallos. Este año se suman a la mercadería bombonas de gas -por los hidrocarburos- y ordenadores que representan el trabajo.
Los bolivianos compran lo que desean recibir este año y lo llevan a otro puesto, donde lo bañan con pétalos de flores y lo colocan sobre unas estufas de carbón quemados con incienso. Así bendecidas, las miniaturas garantizan un 2006 lleno de viajes, dinero, trabajo y, sobre todo, vivienda.
Tras visitar la feria, asisto a una conferencia a cargo de Domitila Chúngara, una leyenda de las luchas sociales de Bolivia. En 1967, Domitila sufrió la masacre de San Juan, en que el dictador René Barrientos mandó al ejército contra las comunidades mineras de Catavi y Llalagua. Ella misma, que estaba embarazada, fue apresada y torturada hasta que perdió su hijo. Posteriormente ayudó en la lucha contra la dictadura del general Hugo Banzer. En la Navidad de 1978, inició una huelga de hambre que terminó por derrocar al gobierno militar. A lo largo de su vida ha sufrido persecuciones, exilios y vejaciones de todo tipo, y su valor está completamente fuera de duda. Ahora que Bolivia inicia una nueva era, ella es el rostro de la dignidad indígena.
Y sin embargo, conforme habla, ese rostro se ensombrece. La principal preocupación de Domitila es el voto cruzado. Dice que mucha gente ha votado a Evo para presidente, pero a otras opciones para las prefecturas regionales. Ella quiere acabar con esa actitud, que considera “peligrosa” para la revolución. Yo creo que el voto libre forma parte de la democracia, y que lo peligroso es suprimir esa posibilidad. Pero supongo que no es grave, que el de Domitila es un punto de vista polémico y nada más.
Sin embargo, más adelante, Domitila expresa su preocupación porque las universidades, en vez de cumplir su función social, distraen a los jóvenes de sus obligaciones con la comunidad. Y lo mismo opina de los medios de comunicación. Según ella, la televisión dirige una campaña de alienación astutamente orquestada: las telenovelas distraen a las mujeres, los dibujos animados a los niños, el fútbol a los hombres. Tras esa argumentación, defiende la necesidad de “nacionalizar” la educación y los medios junto con los recursos naturales.
Finalmente, la dirigente describe a la revolución como un reloj: según su metáfora, un reloj necesita que todos sus engranajes caminen en rigurosa organización. Si alguno de ellos avanza egoístamente hacia el otro lado, es necesario repararlo o retirarlo. Las personas y sus voluntades individuales son los engranajes. Domitila no explica quién es el relojero.
Al salir de la conferencia vuelvo a pasar por la feria de miniaturas de Alasitas. Imagino a Domitila como una miniatura de dictadora, pero no tengo claro que eso sea lo que los bolivianos han comprado para este año. Al fin y al cabo, ella no forma parte de la jerarquía del MAS.
Unos pasos más allá, en un quiosco, la prensa anuncia los primeros convenios energéticos de Bolivia con la Venezuela de Hugo Chávez. Con su oferta de asesoría técnica, un invitado sorpresa se suma a la mesa: Irán, que está desarrollando energía nuclear.
Al lado, un par de curanderos leen la suerte en claras de huevo disueltas en cerveza o en rescoldos de plomo derretido. Para Bolivia, la suerte del año que viene ya está decidida. Depende de Evo Morales que su reloj sea más grande que los primeros y peligrosos engranajes con los que se va encajando.

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