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Origen de una leyenda

Por 16 de junio de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Siempre me había hecho mucha gracia la respuesta de Rothko a un crítico que insistía en que los artistas estaban obligados a conocer el estado de la teoría artística de su tiempo.

En realidad, aunque no fuera él, tal es la posición (yo creo que muy justificada) de Arthur Danto cuando dice que cada obra de arte debe su significado a un marco teórico concreto e histórico. Así, por ejemplo, las cajas de limpiador Brillo de Warhol no habrían podido ser consideradas “Arte” antes de la Fontaine de Duchamp y sus desarrollos filosóficos.

En todo caso, Rothko, con esa indignación que sólo se les permite a los artistas que gastan bigote, que muestran una altísima conciencia moral o que aman una patria eterna y anterior a los humanos, contestó la frase que se ha repetido luego en todos los libros:

“Los pájaros no tienen por qué saber ornitología”.

¿No era Rothko? Da lo mismo. No hay crítico o historiador del arte contemporáneo que no la haya citado alguna vez, atribuida a este o a aquel pintor neoyorkino.

Como ayuda solidaria para aquellas atribuladas personas que están escribiendo una tesis doctoral, les ofrezco ahora esta nota a pie de página: la verdadera fuente de la frasecita:

La plupart des hommes qui vivent dans le monde y vivent si étourdiment, pensent si peu, qu’ils ne connaissent pas ce monde qu’ils ont toujours sous les yeux (…) par la raison qui fait que les hannetons ne savent pas l’histoire naturelle.

“La mayor parte de la gente que vive en este mundo, vive de un modo tan atolondrado, reflexiona tan poco, que desconoce el mundo que tiene constantemente ante los ojos (…) y eso por la misma razón por la que los abejorros ignoran la Historia Natural”.

Lo escribió Chamfort, uno de los escritores favoritos de Nietzsche, en Maximes et pensées, pero en un sentido exactamente opuesto al de la famosa frase de Rothko, es decir, contra aquellos que creen que pueden vivir sin conocer el marco teórico que los define. En fin, “el mundo”, porque el mundo no es otra cosa que un marco teórico.

Chamfort, plurisuicida, es uno de los personajes más crispados de la Revolución Francesa, un emocionante destructor, el amigo de todas las causas perdidas. Me extraña que Hollywood no lo haya descubierto.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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