Félix de Azúa
El tren para Reims tenía que salir a las once de la mañana, pero el panel anunciaba su anulación. Debíamos cambiar los billetes para tomar el siguiente, a las 12.30 horas. Gran enfado de cientos de personas que trabajan a una hora de París. El panel añadía que la anulación se debía a "movimientos sociales en la zona de Reims". Intrigado por la frasecita acudí a Información, donde, tras una escaramuza cortés, admitieron que estábamos ante una huelga salvaje encubierta. "Un aviso para Sarkozy", dijo mi informador guiñando un ojo.
El nuevo presidente ha anunciado que impondrá servicios mínimos en los sectores estratégicos, algo que existe desde hace años incluso en Italia. Los sindicatos aristocráticos, pilotos de avión, maquinistas de tren, controladores del transporte público, ya están afilando el hacha. Todos aquellos que, con el fin de mantener sus privilegios, no vacilan en utilizar a los trabajadores como rehenes en huelgas que para nada perjudican a los ricos, van a echar un pulso al nuevo presidente. A esta odiosa extorsión la llaman movimientos sociales. Fariseísmo de los portavoces. Es el ambiente de la Gran Bretaña de Margaret Thatcher.
Durante los últimos días, grupos de ultras han destrozado la plaza de la Bastilla, han quemado coches, han arrasado comercios. Una vez más, castigan con su ira a la gente desvalida, a los trabajadores. En aquellos lugares donde han desatado su vesania aparecen pintadas que dicen: "fachos", es decir, nuestro familiar "fachas".
Ellos creen aludir a los votantes de Sarkozy, pero están firmando sus actos. En efecto, los únicos fascistas son ellos, que no dudan en utilizar la violencia contra gente inocente con el único fin de expresar su narcisismo ideológico. Fachas, sin duda. El Partido Socialista los ha condenado, pero los pequeños partidos antiliberales dudan en dar su opinión. Conocemos de memoria esta liturgia de sacristanes.
Va a ser muy difícil enterrar los tópicos revolucionarios de hace medio siglo, pero solo quienes puedan abandonarlos sobrevivirán al siglo XX. Y mira que es fácil…
Artículo publicado en: El Periódico, 12 de mayo de 2007