Félix de Azúa
Yo no sé, no lo puedo asegurar, si aquel personaje de antaño que vivía en la poesía, dentro de la poesía y exclusivamente para la poesía, sigue existiendo o si ya sólo quedan ejemplares protegidos en parques naturales gracias a la subvención ministerial. Desde luego, yo he conocido una época en la que no diré que abundaran, pero sí que no corrían peligro de desaparición. Por lo general, les resultaba razonablemente sencillo encontrar pareja y reproducirse.
Lo he recordado al leer el muy conmovedor libro de recuerdos sobre Samuel Beckett que escribió hace un par de años Anne Atik. En España lo editó Circe con el título de ¿Cómo era? Pues era un escritor literario, o sea, poético, especie en extinción de peculiares costumbres.
Anne Atik estaba casada con Avigdor Arikha, pintor israelita que debe su importancia a haber sido el amigo íntimo de Beckett durante treinta años. Ella iba tomando nota de las conversaciones entre aquel par de artistas ebrios de alcohol y poesía. El documento es extraordinario. Describe a la perfección de qué se alimentaban los artistas antiguos, cuál era su comportamiento y cuáles sus rituales de apareamiento, lo que explica la calidad y fortaleza de sus crías.
Me emocionó muy especialmente aquella escena que se repite una y otra vez cuando, ya muy borrachos, Arikha y Becket recitan por centésima vez a voz en grito el poema Titanes de Hölderlin. En cada ocasión, de un modo inevitable, van calentándose a medida que el poema avanza hasta que llegan a la estrofa de los muertos y entonces ambos, lentamente, al ritmo del poema, van levantándose de su asiento hasta acabar aullando contra el cielo el último verso. Luego seguían en pie unos minutos, transidos, agotados, enajenados, hasta que uno de los dos podía volver a llenar los vasos.
La estrofa es esta:
Viele sind gestorben
Feldherrn in alter Zeit
Und Schöne Frauen und Dichter
Und in neuer
Der Männer viel
Ich aber bin allein
Y aunque no podría traducirlo, viene a decir lo siguiente: “Muchos han muerto. Generales, en el tiempo antiguo, hermosas damas y poetas. Recientemente, muchos hombres. Yo, sin embargo, estoy solo”.
Ambos en pie, amenazando con el puño en alto al firmamento, los ojos desorbitados, en éxtasis. Animales magníficos.