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MACHACANDO A SARTRE Y A BARTHES

Por 3 de abril de 2006 Sin comentarios

Jean-François Fogel

Hoy me pongo pesado; es decir, francés, sumamente francés para hablar de un libro de casi ochocientas páginas: Exercices de lecture (Ejercicios de lectura) de Marc Fumaroli, publicado por Ediciones Gallimard. Se trata de la recopilación de diecinueve estudios sobre obras o autores de la literatura francesa cuyas vidas abarcan desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Ya conocía varios textos. Se nota un enfoque grande en los hermanos Goncourt y en el siglo XVII que es la gran especialidad de Fumaroli.

Hay que suponer que este libro enorme (también por su tamaño), nunca se va a traducir al inglés y tampoco al castellano. Fumaroli es, hoy en día, el gran crítico francés, miembro del Collège de France y de la Académie Française, editorialista en Le Monde. Ocupa una posición de poder insuperable. La merece pues cualquier persona que lee el francés encontrará en este libro un estudio sobre la tragedia Phèdre de Racine que da mucho para pensar que no hay otro lector de tanta calidad en Francia.

Pero lo que quiero comentar no es el contenido del libro sino la introducción donde Fumaroli justifica su título: el uso de los sustantivos “ejercicios” y “lectura”. Fumaroli resucita la palabra “acedia” que se utilizaba en la edad media para describir la locura triste amenazando a los monjes atrapados en la vida contemplativa de un monasterio. Necesita aquella palabra para recordar que todo lo que ocurre en Francia, y en muchos casos sale muy mal, viene de la catástrofe de la Primera Guerra Mundial (fin de Europa) y de 1940 (derrota francesa frente a las tropas alemanas y victoria final no de Francia sino de EE. UU.). Según Fumaroli, Bataille y Blanchot, dos críticos mayores, constituyen dos casos de “acedia”. Y basta decir esto para entender hacia dónde vamos. Se cita a Bataille y a Blanchot, no a Sartre o Barthes; ya viene la polémica.

Fumaroli habla de Sartre, sí, pero vale la pena traducir unas valoraciones de su obra en el campo de la crítica literaria: es “un comisario” en “un ministerio terrorista”, el “dictador filosófico de la Letras”, tiene el mérito de nunca haber disimulado su condición de “sepia emitiendo interminables y cegadoras nubes de tinta”, tenía la “autoridad de un usurpador del imperio literario” dedicado a la “movilización general y permanente en contra de los cabrones” (aquí tengo una duda, no sé si la palabra francesa “salaud” corresponde más a cabrón o a canalla, manera sartriana de pintar a la burguesía en la literatura). Barthes recibe mejor tratamiento: Fumaroli no lo nombra pero es claro que la persona que pone el concepto de “escritura” por encima de todo para satisfacer su odio hacia la literatura es el autor del Grado cero de la literatura.

Lo que me fascina de este ataque, que pertenece a una denuncia justificada del daño hecho a la literatura en Francia por los dos maestros, es que se puede publicar ahora, algo impensable hace diez años. Prueba de esto La diplomatie de l’esprit (La diplomacia del espíritu), otro libro de recopilación que publicó Fumaroli en 1995. Es un libro magnifico donde el autor nos ayuda a entender el momento, a final del siglo XVI y principio del XVII, en que la literatura francesa contribuye a la creación de un sentimiento nacional y, a la vez, empieza a dar mas importancia a la prosa que a los versos. En la introducción Claudel y Tocqueville son citados por Fumaroli, que concluye con una frase clásica: “nuestro destino está colgado a la inteligencia de nuestra prosa”. Era un manifiesto a favor del clasicismo pero que no se atrevía a denunciar a los bárbaros del existencialismo y del post-estructuralismo. Uno tiene la sensación de que por fin se cierra el paréntesis abierto por Barthes cuando se dedicó a denunciar los libros de Gustave Lanzón de fines del siglo XIX (Histoire de la littérature française – Hachette) que se utilizaba todavía en la Universidad francesa después de la Segunda Guerra Mundial. Vamos bien. Solo un siglo perdido.

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Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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