Félix de Azúa
Algunos ingenieros se percatan de lo muy filosófico que es su oficio, frente a lo artístico del oficio de los arquitectos. La desaparición del ámbito artístico va a conseguir que ingenieros y arquitectos, que siempre anduvieron a la greña, acaben por ser la misma cosa. Sin embargo, aún no ha llegado ese momento, excepto para Norman Foster.
Desde que Novalis afirmó que tender un puente no es otra cosa que “moralizar la Naturaleza”, los grandes ingenieros construyen una ética material. Los arquitectos son más sentimentales, no buscan el respeto sino el amor. No construyen: “se expresan”.
Un ingeniero de alta graduación ética, César Lanza, publica unos ensayos (In Purezas) sobre estas cuestiones en la Fundación Esteyco, gracias a la agudeza de otro ingeniero ilustrado, Javier Rui-Wamba.
Le Corbusier decía que la arquitectura es “el juego sabio, concreto y magnífico de volúmenes agrupados bajo la luz”. Frente a él, Lanza coloca una auténtica estatua, la del ingeniero Charles de Freycinet, que fuera primer ministro de la III República francesa y para quien “toda construcción produce cuerpos, no espacios, y el volumen y demás propiedades geométricas son abstracciones a las que se llega después de excavar la materia, al despojar la realidad de su sentido físico y suplantarla por el mundo imaginario”. Una figura exacta de su tiempo, el de Julio Verne.
Le Corbu y Freycinet proponen dos puntos de vista enfrentados, aunque quizás complementarios si consideramos que ese mundo imaginario excavado en la materia también comprende el modo de habitar de los cuerpos humanos que allí se agrupan. El arquitecto tiene el privilegio de imaginar la vida de los inquilinos y dirigirlos como un domador de circo. “Este pasará por el baño cada vez que quiera ir al dormitorio; a lo mejor así se ducha. Este otro no podrá mirar por la ventana a menos de que se suba en un taburete, lo que le hará apreciar mucho más la luz del día”, y así. Cada invento de la arquitectura es una novela, la que se vive en una mansión de Palladio, en un crescent de Nash, o en las termas de Zumthor.
En cambio, las grandes obras de ingeniería, sus inventos, son tratados de ética redactados con la severa dignidad de un procónsul republicano.
Loor a los ingenieros. Amor a los arquitectos.