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El producto nacional más bruto

Por 7 de abril de 2008 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Todos los países tienen el parque temático que se merecen. Es el mejor retrato del inconsciente nacional. Lo que suele ocultarse por vergüenza o buen gusto se exhibe en el parque de un modo impúdico y orgiástico. En consecuencia, pregunté dónde estaba el parque temático de Suiza, país mas raro que un ornitorrinco. Tras varias consultas me dijeron que lo mas parecido a un parque temático, articulo desconocido en la Confederación, era la aldea de Gruyères, cantón de Friburgo, el lugar más visitado de Suiza y donde se puede ver en directo la fabricación del queso de Gruyère, monumento nacional indiscutible.

Allí me fui, intrigado por los campos de cultivo del agujero que llevan esos quesos. Para mi decepción, descubrí que el queso de Gruyère no lleva agujeros y que es un error confundir el gruyère con el emmental. Era la segunda vez que patinaba. La primera fue hacerle caso a Orson Welles y preguntar por el mejor lugar para comprar un reloj de cuco. Los amigos suizos ponían caras de consternación porque en Suiza nunca se han fabricado relojes de cuco, pero desde que Welles dijera que es lo único que el mundo debe agradecer a los suizos se ven en la obligación de importarlos por toneladas desde Alemania para satisfacer al turismo.

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La aldea de Gruyères, en efecto, es un parque temático con el detalle de ser verdadero, algo imperdonable en un parque temático. Tiene hoteles, restaurantes, castillo, visita a una fabrica de queso y cuanto exige un lugar sobre el que cae un millón de ociosos al año, pero todo es de verdad, lo que decepciona un poco. El castillo es real, el queso se come, los hoteles y restaurantes son honrados. Una calamidad. Por fortuna, hay un lugar propiamente temático: un bar y un museo dedicados a la película "Alien" porque H.R. Giger, diseñador de aquellos costillares, espinazos, calaveras oblongas y demás horrores, es suizo. No puedo describir lo que se siente al beber una pera Williams sobre fondo de cien cabezas de bebé comidas por gusanos. Piramidal. A Fernando Savater le chiflaría este cruce de queso con mitomanía, todo en el mismo agujero. El viaje estaba salvado. 

Artículo publicado en: El Periódico, 5 de abril de 2008.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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