Félix de Azúa
Una vez acabado el curso, hace ya dos interminables años, vino a verme a la salida de una clase. Estaba confuso porque había terminado la carrera, era ya arquitecto, pero no quería enterrarse en un despacho y esclavizarse como sus compañeros. Le aconsejé que viajara, que perdiera un par de años. Dudaba, pero asentía con la cabeza mirando al suelo.
“En realidad, lo que sucede es que quiero escribir”
“Mayor razón para viajar”, insistí.
Al cabo de muchos meses y cuando ya había olvidado la conversación, recibí una postal enviada desde Lochmaddy, en las Hébridas exteriores. Rocas peladas, cortinas de espuma marina, líquenes e invertebrados. Allí había ido a parar, tras un periplo tan incomprensible como el de la hormiga hacia el hormiguero. Trabajaba en un pub, cada día llevaba arenques a las focas y los pingüinos de la escollera. Leía a Shakespeare sistemáticamente.
Hoy nos hemos reunido para tomar un café. Apenas ha cambiado. Sigue teniendo la misma cara de crío, a pesar de una barba recortada en la que apuntan algunas canas. Está trabajando en un despacho de arquitectos, pero en Inverness, al pie de los montes Grampianos, no muy lejos de las focas y los pingüinos que (me temo) son su única compañía.
“No, la gente es muy amable, aunque no hay nada alrededor. Ni pueblos. Cuatro casonas no son un pueblo. Edimburgo cae a tres horas de tren. Trabajo de las ocho a las cinco de la tarde. El resto del día es para mi, para escribir y leer”.
“Habrás escrito mucho”
Con gesto augusto saca una gruesa agenda del bolsillo. Está toda ella cubierta por una letra microscópica, de una perfección agresiva, como una inscripción cuneiforme. Calculo que daría unas ciento cincuenta hojas Din A4.
“¿Es una novela?”
“Un relato. Tengo cinco como éste”
Al hojear he pillado palabras sueltas, “recortes”, “sacerdote”, “desistir”. Quedamos en que ahora lo pasará en limpio y me lo dejará leer.
Cuando se aleja calle abajo, pequeño, concentrado, tan similar a un anarquista polaco del siglo diecinueve, pienso en que me gustaría que todo quedara aquí. No leerlo. Pensarlo sí, pero no leerlo. No leerlo jamás. La perfección. Dios le bendiga.