Félix de Azúa
En el Museo de Bellas Artes de Estrasburgo hay una salita donde se muestra un sólo cuadro. No es muy grande, vendrá a medir unos 40X50, y tampoco es demasiado importante, el típico Canaletto titulado “Vista de la Iglesia de la Salute desde la entrada del Gran Canal”. Para ser ecuánimes, es un buen Canaletto, no tiene la factura plana y gris de los canalettos hechos en serie por sus obreros de taller, sino que hay pincelada del maestro. Pero la importancia del cuadro no está en la pintura.
Sobre uno de los muros de la salita, el museo se justifica. Es cierto que el Canaletto fue robado por los nazis a la familia Alttmann, judíos vieneses exterminados casi por completo. Es cierto que poco después, en 1938, lo compró en subasta pública un tal Hermann Voss, el cual, a su vez, lo vendió en 1949 a Othon Kaufmann y François Schlageter, judíos vieneses que habían huido a tiempo de la matanza.
¿Conocían la procedencia del cuadro? ¿Nunca estuvieron en casa de sus hermanos de persecución? ¿Nadie les habló de la colección Alttmann a ellos, que eran coleccionistas? ¿No sabían los vieneses de entonces quién poseía tal o cual pintura? Difícil de averiguar. Ya han muerto.
Kaufmann y Schlageter cedieron el Canaletto al museo como legado testamentario. Ahora, tras la reclamación de un superviviente de la familia Alttmann, la ciudad de Estrasburgo deja claro que ha actuado honradamente y que ha compensado al heredero.
Así deberían hacer los museos y coleccionistas que tienen obra robada por los nazis a familias judías. Es decir, todos los museos y coleccionistas, porque hay decenas de miles de piezas que pertenecen al expolio más repugnante de la historia y están en los más reputados museos y colecciones del mundo. Hace ya unos años que un grupo de detectives artísticos les sigue el rastro, pero la tarea es infinita.
Sólo a una de las innumerables víctimas, Jacques Goudstikker, marchante de Amsterdam, le robaron mil cien pinturas. Por lo menos. Son las que tenía catalogadas. El gobierno holandés se ha visto obligado a devolver más de doscientas que tenía dispersas en diversos museos estatales.