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Felices Pascuas (I)

Por 12 de abril de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Cuando yo era pequeño existía en la Argentina una revista infantil muy popular, llamada Anteojito. Cierta vez, hace ya algunas décadas pero precisamente para esta altura del año, Anteojito incluyó en su edición semanal una lámina desplegable a todo color que en su intención de celebrar las Pascuas, reproducía las estaciones del Vía Crucis. Recuerdo haberla despegado de la revista y haber buscado los fósforos. Después le prendí fuego y arrojé los restos por el inodoro.

A pesar de mi formación cristiana no podía dejar de pensar, como el niño que era entonces, que más allá de los discursos sobre la gloria del sacrificio y de la redención y la mar en coche, lo que Anteojito me mostraba a todo color era el vívido detalle de un proceso de tortura y ejecución.

A veces creo que se trató de una suerte de visión presciente sobre lo que ocurriría en la Argentina poco tiempo después, al instaurarse la dictadura. Otras veces pienso que simplemente rechazaba de manera instintiva una de las líneas rectoras del pensamiento cristiano: que es el dolor lo que le otorga sentido a todo, tan sólo el dolor, y por ende nunca la alegría, el placer, el trabajo constante y consciente o la simple esperanza.

Esta línea de pensamiento, rediviva en los últimos años por las tendencias más conservadoras (y obviamente dominantes) de la Iglesia, encuentra en la película La pasión de Cristo su exposición más clara. Lo único que yo encontré en el engendro filmado por Mel Gibson es la radiografía de una mente enferma; yo creo que se trata de la obra de un desquiciado, alguien que claramente encuentra en el dolor algo más que sentido: Gibson, es obvio, encuentra allí placer.

Nunca diría que hay que ignorar el dolor. Estoy seguro de que este es uno de los males de nuestro tiempo, huímos del dolor a cualquier precio, preferimos fracasar a sufrir, preferimos anestesiarnos a sentir –porque no hay forma de sentir sin exponerse al dolor, y ante la perspectiva del sufrimiento optamos por no sentir nada. (A veces me pregunto si es esa línea de razonamiento, la que asegura que sólo puede obtenerse la gloria mediante el dolor más terrible, la que me susurra al oído la conveniencia de mantener un perfil bajo, de volar por debajo del radar).

Pero tampoco creo que haya que glorificar el dolor. Es una realidad inescapable. A lo largo de la vida sentimos dolores físicos, dolores del corazón, dolores del alma. (Cuando leemos los diarios, cuando vemos las noticias por TV, cuando nos topamos por la calle con el sufrimiento ajeno.) Pero esto no ocurre todo el tiempo, ni mucho menos. Creo que el dolor es, simplemente. Y que cuando aparece puedo llegar a utilizarlo en mi favor, para templarme, para trascenderlo. Pero no lo busco ni lo buscaré. Por más tentadoras que resulten las historias sobre hombres desgarrados, y en especial sobre artistas desgarrados. Yo soy de los que suscriben lo que alguna vez dijo el músico Luis Alberto Spinetta: “Para crear cosas hermosas hay que vivir una vida hermosa”.

Y bien sabemos que este mundo está necesitado de cosas hermosas.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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