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Sexo en los glaciares

Por 17 de abril de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Atención padres, no se dejen engañar: estoy escandalizado por la carga sexual de la película Ice Age 2: el deshielo, un filme supuestamente infantil lleno de segundas intenciones marcadamente eróticas.

La historia comienza cuando un irresistible calor comienza a apoderarse de los animales y a derrumbar las barreras de su mundo. En un evidente símil de una adolescencia calentorra, tres de ellos parten en dirección hacia la madurez: un mamut y un tigre dientes de sable -con las caras llenas de colmillos, trompas y otros símbolos fálicos- y un perezoso llamado Sid, que es su gurú sexual.

En efecto, a lo largo del camino queda claro que el tigre y el mamut reprimen su sexualidad mientras Sid les ofrece terapias con frases como “enfrenta tus miedos” o “no atreverte es egoísta”. La cosa se agrava cuando conocen a una hembra mamut que, incapaz de asumir su identidad sexual, cree que es una zarigüeya y juguetea mórbidamente con dos minúsculos ejemplares de esa especie.

Poco a poco van quedando claras las debilidades de cada uno. El mamut y el tigre están continuamente a punto de hundirse en la perversión, simbolizada por el agua, donde dos monstruos repugnantes tratan de arrastrarlos a las profundidades. La inundación cada vez gana más terreno, y ellos tratan de llegar a la madurez sin perderse en el camino. Por su parte, el perezoso Sid congrega a una manada de perezosos menores de edad que, tras una noche de bailes desenfrenados y orgiásticos, quieren sumergirlo en un profundo agujero volcánico lleno de fuego líquido (Quizá esa sea la metáfora más facilona de la película, por cierto).

Llegado un punto, todos comienzan a superar sus traumas. La mamuta, tras un proceso de introspección, aprende a aceptarse a sí misma y se cuelga de la trompa del mamut. El tigre admite su derrota y deja de toquetear al paquidermo. Y Sid decide contener sus impulsos pedofílicos.

Cuando ya van a llegar a su destino, un gigantesco orgasmo terminar por inundarlo todo y aislar a la mamut hembra. El mamut la salva aprovechando la fuerza de los monstruos marinos, que representan su lado más oscuro. Y el tigre se libera de sus represiones y se atreve finalmente a sumergirse en el líquido con las zarigüeyas y Sid. Es el momento del clímax, cuando todos aprenden a vivir con sus perversiones.

El final, claro, es feliz. El tigre no permite que Sid se vaya con sus pequeños porque, según dice, no se pueden separar de él: “Sid es el líquido viscoso y pegajoso que nos mantiene juntos” explica claramente. La relación entre los paquidermos es saludada por una erección masiva de trompas de mamut. Y todos se van juntos y apartados a vivir su sexualidad de forma comunitaria, Sid montando al mamut, incapaz de contenerse por más tiempo. 

Yo es que no tengo hijos, pero si los tuviera, llamaría a la Sociedad Protectora de Niños, o a la Liga Moral, o a quien corresponda, porque nuestros muchachitos no pueden estar sujetos a la nefasta influencia de esta película degenerada. Cuidado, padres. Por todos lados hay lobos disfrazados de ovejas.          

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