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Artesanía del Arte

Por 17 de febrero de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Pongo dos vasitos de personalidad arcaizante un punto histérica, una cucharada de paisaje tempestuoso en el Peloponeso, un pellizco de canción folklórica balcánica y media libra de monólogo atormentado. Lo dejo hervir tres horas. Capa de barniz y a la calle. Novelón romántico.
Me admira el talento de los escritores para aprovechar fondos de despensa, eso que los vascos llaman “ropa vieja”. Valle Inclán escribía cuentos, los vendía a los periódicos, y años más tarde aparecían como escenas sustantivas de alguna novela magistral. Es imposible señalar las junturas, las cicatrices, las suturas. Parece todo tan coherente… Eso sí que es cirugía estética.
El uso de reservas o restos de nevera, produjo una estupenda confusión en Los Demonios de Dostoievsky. Uno de los protagonistas aparece a veces con el título de príncipe y otras con el de conde. Lo cierto es que eran dos caracteres distintos para dos narraciones distintas. Un buen día Dostoievsky decidió juntar ambas novelas porque el editor le exigía una más gorda, y se olvidó de unificar el tratamiento. ¡Pero el personaje es de una pieza, sólido, indestructible! ¡Sólo tiene un alma, un destino, un carácter! Es tan asombroso…
Flaubert usó una y otra vez sus escritos juveniles inéditos para arreglar, rellenar, aderezar o embellecer las grandes novelas de madurez. Hay frases copiadas palabra a palabra en dos contextos asombrosamente distintos. Una damisela del primer esbozo de La educación sentimental (1845), Lucinde, se convierte veinte años más tarde nada menos que en Salammbô. ¡Una sacerdotisa mesopotámica!
Faulkner, Scott, Hemingway, todos los americanos vendieron cuentos que luego serían fragmentos centrales de sus mejores novelas. Nadie podría distinguir dónde se produjo la fusión, dónde se insertó el fragmento, de no ser con la ayuda de los investigadores.
Son como las grandes cocineras. Con un resto de pollo, medio potaje de garbanzos, cinco calabacines hervidos y un huevo duro, hacen un zarangollo de secano o un boeuf strogonoff. Puro milagro.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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