Félix de Azúa
Un Hombre Muy Importante de Madrid me reprochaba hace poco la visión catastrofista y negativa que había yo manifestado en un articulo, en el que decía que millones de jóvenes están en el límite de la miseria, que las grandes compañías estafan a sus clientes, que los partidos sólo protegen sus propios intereses, etcétera, etcétera, y añadía que eso era mentira. Este cerebro privilegiado aseguraba que escribir estas cosas era ir contra el progreso y por lo tanto “reaccionario”.
Entre los españoles hay una obsesión por calificar. Nos encanta decir de alguien que es reaccionario, neocón, facha, progre, rojo o hermafrodita. Es evidente que ninguno de estos calificativos tiene sentido, sobre todo en una sociedad como la nuestra en la que lo único que tiene sentido es sobrevivir, pero lo hemos heredado de nuestra historia. Protestantes, viejos cristianos, de noble estirpe, hereje, maricón, judío, marrano, limpio de sangre, hidalgo, meapilas, rastacueros. En fin, la sociedad española ha sido siempre una sociedad de castas, clientelas, tribus y secuacidades viscerales. Al que no es de tu cuerda, hachazo.
Mi adversario es un molusco bivalvo de los que se agarra a la roca del poder cuando nace y ya no la suelta hasta la muerte. Sin embargo, me acusaba a mi de reaccionario porque no creo en el progreso. No se ha enterado de que lo del progreso se terminó en el siglo XVIII. Y también porque desanimo mucho a la gente diciendo lo que digo. Tendrá que enfrentarse a algo más que a un articulo en El País.
Con un notable número de encuestados, dos sociedades francesas del máximo rigor sociológico (Cevipof e Ifop) han realizado un trabajo sobre casi 6.000 personas para averiguar el tono de los ciudadanos franceses.
Un 76% cree que los jóvenes tienen menos posibilidades de salir adelante en la vida que sus padres. Esta cifra es una enormidad e indica lo negro que ve el futuro una masa de gente en Francia que podemos calificar de “crítica”. Si a eso se añade que un 52% cree que su país está «en decadencia», puede darse por seguro que la gente anda de muy mal café.
Peor aun es el 69% que afirma no confiar ni en la derecha ni en la izquierda, es decir, que rechaza absolutamente a todos los partidos. O lo que es lo mismo, que no ven quién pueda sacarles del pozo. De cada diez franceses, siete le han dado la espalda a los partidos. La democracia europea está en estado comatoso.
Es más o menos lo que yo venía a decir en mi artículo. De modo que el Hombre Sumamente Importante, más que descalificarme, debería explicar por qué casi el 80% de los franceses son reaccionarios según su sistema de medir la progresía.
Los calificativos suelen esconder mala conciencia. El hombre de convicciones débiles se escuda en ellos. Quien acusa a alguien de facha suele ser un intolerante, y el que cree insultar a otro llamándole neocón está deslumbrado por los neoconservadores de los que por otra parte apenas sabe nada, del mismo modo que quien cree que «rojo» es un insulto ha de ser porque le dan mucho miedo los rojos. Los calificativos, como estas páginas, son boomerangs que de paso califican a quien los emplea.
Los Hombres Muy Importantes de Madrid suelen andar por la vida calificando como si fueran entomólogos. Desde su altura, nos ven a los demás como insectos y les encanta poner agujitas y tarjetitas con nuestra definición: reaccionario, bolchevique, catolicón, derechista, izquierdoso.
Es cierto que somos despreciables, ni siquiera hemos aspirado a un ministerio… De todos modos, la verdad es que a este bustélido, que lo ha implorado desde que tiene uso de razón, no se lo dieron. Tampoco son tan tontos.