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Postrimería

Al acabarse un ciclo temático que empecé en este blog hace un año con un primer artículo contando mi preparación de ‘El dios de madera', lo cierro aquí mismo, estrenada ya la película, y me despido hasta finales de agosto de mis lectores, que también necesitan un descanso. Y lo cierro  -después de haber dado cabida en este acogedor ‘boomeran(g)' al diario de rodaje del film y a diversas consideraciones sobre literatura y cine-  con el artículo publicado hace un mes, bajo el título ‘Antecrítica', en la revista Letras Libres, donde colaboro mensualmente desde octubre del 2006.

 

‘ANTECRÍTICA'

       Cuando yo era niño me aficioné a leer una página, siempre la misma página, del ABC, el diario nacional que llegaba a casa junto con otro publicado en Alicante, donde vivíamos. A los doce años, había descubierto que en la biblioteca de mi padre, de apariencia jurídica y contable, había un cuerpo entero, el de la izquierda, lleno de libros de teatro; tenían todos portadas vistosas, con dibujos de arlequines y damas dieciochescas y petimetres, estando otros ilustrados por los retratos muy coloreados, casi warholianos ‘avant la lettre', de los dramaturgos nórdicos y los sainetistas hispanos. Los fui leyendo uno a uno, captando más la gracia andaluza de los Hermanos Quintero que la ‘angst' de Ibsen, y un día decidí que yo sería, como mi abuelo (a quien se debían esos libros escénicos), hombre de teatro.

   Para completar las lecturas dramáticas con una ‘illusion comique' imposible de cultivar en Alicante, buscaba la página que, cada vez que se producía el estreno de una nueva obra de teatro en Madrid, el ABC le pedía a su autor. Se llamaba ‘antecrítica', y constituía un sub-género literario en sí, pues el comediógrafo (o dramaturgo), teniendo que ser amable al menos con sus colaboradores, no podía revelar demasiado de la trama ni -aunque en eso se daban excepciones- cubrirse a sí mismo de elogios.

   Escribo ahora por indicación de Letras Libres sobre mi película ‘El dios de madera', cuando va a estrenarse en España, y me gustaría tener la habilidad de aquellos escritores de otro tiempo. Uno de los invariantes del género era cantar las dotes de la primera actriz, con un latiguillo verbal que no se me ha borrado de la cabeza al cabo de tantos años: "Fulanita de Tal, en su esplendor como actriz y como mujer, interpreta...etc. etc." El tópico se podría aplicar sin mentir a Marisa Paredes, protagonista del film, pero no creo que a ella, pese a su humor, le gustase la parte rancia del lugar común. Tampoco extiendo los tópicos de rigor a los demás colaboradores, algo que, quizá en el cine más que en el teatro, corre además el riesgo de caer en la perogrullada: las películas se hacen en un alto nivel de co-autoría con los actores, el músico, el director de fotografía, los diseñadores de arte, por no citar al resto de los equipos fundamentales. A ellos, a su acierto o error, se debe la puesta en imágenes finales de algo que para el director-guionista (que es mi caso en las dos películas que he hecho) sólo es ante un conjunto de ideas en boceto. Ensalzarlos o condenarlos sería como hacerlo con uno mismo.

   ¿Y por qué se mete un escritor a hacer películas, con la independencia, la facilidad material y la comparativa falta de sufrimiento post-parto que la literatura tiene respecto al cine? Respondo por mí, aunque sospecho, por lo que he oído y leído a escritores-cineastas admirados (Paul Auster, Ray Loriga, Gonzalo Suárez, Peter Handke o, entre los muertos, Alain Robbe Grillet, Susan Sontag, Marguerite Duras), que tal vez sus respuestas irían en la misma dirección que la mía. El cine es el imperio del desorden controlado, un mecanismo muy complejo y articulado en su manufactura que, sin embargo, está en cada minuto de su realización sujeto al accidente. La lluvia, el huracán, el sol no requerido, las caídas, las gripes de un actor, las rivalidades del temperamento en el ‘set'. El fallo humano en un mecanismo de relojería como el del cine de autor europeo no admite (estamos hablando de costes) reparación, si no es inmediata. Las ‘averías' se pagan con la eliminación o el cambio drástico de la secuencia. Ese riesgo, ese caos que hay que dominar da a la filmación de una película una épica que, para el lírico narrativo que es el novelista, puede constituir un placer o al menos un reto incomparable.

   Y luego llega el montaje, palabra que prefiero a la que se usa en América, edición, que me recuerda demasiado a los libros. Montar es proporcionar sentido al mundo de frases sueltas que son los planos rodados, nunca pegados del todo uno detrás de otro en ninguna página o pantalla de ordenador. El dar por acabada una novela tiene en efecto una similar propuesta de significación del relato, pero sin la capacidad de taumaturgia, por no decir prestidigitación, que permite el cine. Los personajes de tu relato fílmico no han sido sólo figuras de tu imaginación, como los del libro, y ya eso es prodigioso: son creados en conversación viva con la mujer o el hombre que te interpretan. En el montaje caben los juegos de mano, las mezclas no previstas, la superposición de imágenes, el fundido, la ralentización apenas vista. Y algo más, para mí esencial. Acabado todo, llega un señor (en mi caso, las dos veces, un alicantino), y le pone música a tus previsiones, a tus combinaciones de imagen y palabra. La película ya tiene alma, y se escucha, con un sonido que las novelas, al menos la de papel, aún no han incorporado.

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30 de julio de 2010
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I. El país de la impunidad

Ningún otro país que yo conozca tiene una Comisión Internacional contra la Impunidad instalada con carácter institucional, que depende más del Secretario General de las Naciones Unidas que de la autoridad del estado nacional. Es el caso de Guatemala, donde la democracia necesita muletas para caminar, según esta prueba fehaciente.

La Comisión, creada en el año 2006 mediante un acuerdo entre el gobierno de la república y las Naciones Unidas, y ratificado por el Congreso Nacional, comenzó a funcionar al año siguiente, y tiene poderes suficientes para iniciar investigaciones criminales, aún contra funcionarios públicos,  y preparar la acción penal para poner a los responsables delante de los tribunales, cualquiera que sea su pelo, color y tamaño. Estos poderes vuelven a la comisión temible, y a la vez blanco de aversiones, como puede suponerse.

Y las discusiones acerca de si la soberanía viene a quedar menguada debido a su existencia, sobran frente al hecho de que las instituciones se encuentran intervenidas desde hace tiempo. Intervenidas por las mafias organizadas, por grupos económicos poderosos, y por los carteles del narcotráfico. Todos ellos han sometido y corrompido a las cúpulas policiales, se inmiscuyen en la escogencia de magistrados, jueces y fiscales, y ponen precio a todas las cabezas.

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30 de julio de 2010
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¿Qué pasó en Guayaquil?

Expolibro en Guayaquil Leo un artículo de Leonardo Valencia sobre la pasada Expolibro de Guayaquil, y me espanto:

El Ministerio de Cultura de Ecuador decidió no apoyar a esta feria porque, en palabras de la Ministra, se ?dará a Guayaquil otra cita librera desde la visión y fortaleza del ministerio?. No hay que explicar demasiado lo que puede significar esa visión ?criterio de selección filtrados y omisión de voces críticas? y esa fortaleza ?el presupuesto y el funcionariado estatal?. Es decir, serán dos ferias. La suma, en este caso, no significa ganancia, sino resta. Resta porque, a pesar de los errores de Expolibro, se pierde un capital invertido en los años anteriores, desde 2006, cuando se lanzó esta feria que ha convocado a primeras figuras de la literatura latinoamericana. Resta también porque los criterios literarios de Guayaquil quedan marginados en aras de esa capacidad de concentración de la burocracia cultural desde el Gobierno.

Mi primera impresión es darle la razón a Leonardo. ¿Por qué una ciudad pequeña como Guayaquil necesita dos Ferias del Libro? ¿Por qué el Estado querría organizar su propia Feria, boicoteando de algún modo la iniciativa privada, en vez de aunar esfuerzos y hacer una misma Feria? Sin embargo, leo un poco más y me entero del verdadero estado de la cuestión. En este artículo se resume todo lo ocurrido, tomando la versión de ambas partes del asunto. Conozco la Expolibro de Guayaquil y sé del esfuerzo que demanda hacerla y de las ganas que le ponen todos, empezando por el anfitrión Jaime Rull. También puedo decir que el Palacio de Cristal es un lugar perfecto para la Feria y que, como limeño que sufre nuestras ferias itinerantes, envidio. Sé también que es cierto que hay poco público en las actividades, un poco de desorganización  en general y, sobre todo, la presencia de librerías y la oferta de libros es realmente muy pobre. No me tocó ver sepultureras vendiendo terrenos, ni tampoco libros piratas, aunque sí me sorprendió que en algunos stands vendían chucherías como agendas muy pasadas (una amiga me aclara que eran de 1998). Para darle la razón a Leonardo (y antes de sospechar que la razón de no participar de la entidad ministerial es el tener una ?agenda propia? que excluye voces ?incómodas?) la Expolibro tiene que mejorar en esos aspectos concretos: comprometer a librerías y editoriales y conseguir que apuesten por la Expo o no tiene sentido hacerla; no aceptar, bajo ningún concepto (ni siquiera el de cubrir gastos), negocios que no tengan que ver directamente con el comercio de libros, pues para eso hay otras ferias; y, por supuesto, tomar medidas inmediatas y drásticas si descubren que se vende piratería, como quitarles el derecho de stand. De lo contrario, por muy buenas intenciones que tengan los organizadores, habrá que darle la razón al gobierno y aceptar que no tienen por qué apoyar una feria que no cumple las mínimas condiciones para ser calificada como Feria Internacional de Libro. Y por la buena onda que percibí de los organizadores, la Expolibro merece una nueva oportunidad.

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30 de julio de 2010
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¿Arrogantes y limitados?

Rushdie ¿arrogante? La polémica sobre los Man Booker recién ha comenzado. La ausencia de los grandes nombres no parece gratuita, sino una relectura poco amable con el Dream Team británico que por años, décadas, ha dominado la literatura de ese país. Un artículo en The Guardian, que comenta las opiniones de un académico apellidado Josipovici, pone el dedo en la llaga. Ezequiel Martínez en el blog En Minúscula, resume la argumentación y traduce párrafos muy duros de  Gabriel Josipovici

Según un artículo que publicó ayer The Guardian, Josipovici condena el trabajo de estos gigantes de la novela inglesa moderna, a los que considera superficiales y que parecen ?chicos exhibicionistas de colegio secundario?, además de estar signados por la ambición. El hecho de que esos escritores hayan ganado tantos premios le resulta ?un misterio?, pero aventura que ?se trata de un público ignorante alimentado por los medios?. Dice el académico: ?Leer a Barnes, como leer a tantos otros escritores ingleses de su generación ?Martin Amis, McEwan?, me hace sentir que el mundo se ha achicado y empobrecido. La ironía que al principio nos hace sonreír, la precisión del lenguaje que en un primer momento es tan satisfactoria, el cinismo que al principio sólo se usaba para marcar la pretensión, finalmente parecen una terrible limitación, un temor a abrirse al mundo.? 

Pero no solo le cae a los británicos. También Philip Roth resulta golpeado. De él dice que nunca pone en duda la validez de su escritura, y que esta puede ser a veces solamente divertida, como un artículo de periódico puede serlo. Auch. Mientras que escritores de la talla Kafka desconfiaba siempre de sí mismo, dice, estos autores son tan arrogantes que jamás dudan de su obra. Doble auch.  La editorial Random House, que edita a la mayor parte de autores mencionados por el académico, dice  no estar de acuerdo y duda que haya respuesta de parte de los aludidos.

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29 de julio de 2010
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TALLER LITERARIO VIRTUAL.- Ricardo Sumalavia ha convertido su…

TALLER LITERARIO VIRTUAL.- Ricardo Sumalavia ha convertido su taller virtual en una auténtica aula latinoamericana, en el cual me honra participar. Se trata de un taller intensivo, durante el mes de agosto, que según la nota de prensa: ?tiene como objetivos presentar y desarrollar los elementos fundamentales en la escritura de cuento y novela. Los escritores invitados, Edmundo Paz Soldán, Andrea Jefatanovic, Iván Thays y Alejandro Zambra, impartirán charlas sobre temas como la Verosimilitud, el Estilo literario, Erotismo y violencia en la narración, Personajes y estructuras narrativas, etc.? Puede informarse visitando los distintos apartados de la página web La Cueva o escribir directamente a lacuevatallerliterario@hotmail.fr

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29 de julio de 2010
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Alberto Barrera en inglés

Fotografía de Kimba Kuzas para la carátula Bajo el título The Sickness, la novela de Alberto Barrera Tyszka La enfermedad (ganadora del Premio Herralde 2006) ha sido traducida al inglés por McLehoss Pres. En el diario Irish Times hacen una reseña muy positiva sobre el libro. Dice la reseña:

André Miranda is a doctor, well used to dealing with the ill and the dying. But when test results belonging to his father confirm there is no hope, the doctor becomes a son incapable of dealing with the inevitable. Instead of breaking the news, he decides to lie even though it is obvious his father already suspects the worst. Dr Miranda?s personal crisis reduces another problem; an obsessive patient is now no more than a mere irrelevance. This insistent, eloquent novel from Venezuelan writer Alberto Barrera Tyszka is a prose sonata that gracefully peels away every layer of human vulnerability. The patient, Miranda?s widower father Javier, has dealt with his life?s grief, the shocking death of his wife in a very public aircraft disaster. It left him alone with the then 10-year-old Andreas. Even at that age, the future doctor was already given to pragmatic curiosity and had discovered an interest in how the body works ? and doesn?t. The father and son have had a close relationship but when the father expects to be told the truth about his illness, his son, although so experienced in such matters, can not discuss the facts. It is movingly described and all too believable. Tyszka?s remarkable novel is poised and human; through his direct, exact prose, meticulously rendered into English by Margaret Jull Costa, one of the finest international literary translators currently at work, he succeeds in making father and son sympathetic as both grapple with death. (?) Tyszka is a perceptive, original writer. He has brought an unusually sophisticated understanding to a wonderfully intense, little novel. No sentimentality, no polemic, just emotion at its most resonant.

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29 de julio de 2010
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El artista y el rey

 

De todos lo que tienen como oficio atender las necesidades intempestivas de los humanos con prisa y dinero, los cerrajeros podrían ser los menos estudiados por la literatura y el cine, mucho más atentos al trajín de las urgencias de otros gremios estelares, como médicos, taxistas, prostitutas, abogados y repartidores de comida. Es tan grande la desigualdad, que casi es de temer que los expertos de guardia reclamen con urgencia justiciera algún precepto a la superioridad.

Mientras se arregla esa injusticia, cumple proclamar que los artistas de la cerrajería han dado a la humanidad grandes personajes históricos. Hubo uno en Versailles que se llamó François Gamain. Su pedigrí cerrajero remontaba al siglo XVII, cuando su abuelo llegó al suburbio atraído por los numerosos trabajos exigidos en el nuevo palacio y los hoteles en construcción. La habilidad de los Gamain en su oficio les atrajo el favor de la superintendencia encargada de mantener los edificios de Versailles. Y François Gamain ascendió a mantenedor de todas las cerraduras interiores del palacio. Así que andaba el hombre cacharreando en las puertas de acá para allá.

Un rey que no fuera Luis XVI habría ignorado al artista, pero este era un rey que tenía, no ya un palacio escamante y un rebaño sicofante, sino también una gran debilidad por la mecánica y la cerrajería fina. La fascinación ferretera le venía de su abuelo, Luis XV, que era habilidoso con las manos y pasaba reales horas torneando madera, marfil, plata y otras noblezas. 

En el desván del palacio, Luis XVI hizo instalar un taller con torno y herramientas. Allá pasó horas y años trabajando con Gamain, por quien se hacía explicar las honduras y misterios del oficio. Gamain era el típico cerrajero que, de haber sido rey, jamás habría alternado con un cerrajero. En eso, estaba de acuerdo con toda la corte. María Antonieta, que era burlona y leída, solía decir que se había casado con un Vulcano de quien no deseaba ser la Venus.

Entretanto, el rey aprendió el oficio y fabricó en su desván modelos de grúas, barcos y carros para utilidad del ejército, la marina y el comercio, cuya renovación se forjó en aquel desván versallesco. Para recompensar a Gamain, lo nombró “cerrajero de los gabinetes particulares del rey”, lo cual no pasó sin sustanciales provechos para el beneficiario.

Vino la revolución, aunque para la cerrajería todo siguió igual. El rey se fue a París, y Gamain perdió su alto cargo en el desván, aunque siguió manteniendo las cerraduras del palacio de Versailles.

Cuando, en abril de 1791, Luis XVI sólo pudo cumplir su precepto pascual de manos de un cura renegado, decidió huir de París. Como no podía llevar consigo todos los papeles y correspondencia, llamó a su antiguo compañero de trabajos manuales.

El rey condujo al cerrajero a un pasillo, quitó un trozo de zócalo de madera, y mostró a Gamain el agujero que había practicado en la pared. También una puerta de hierro fabricada por su regias manos en el taller que  había instalado en el entresuelo de las Tullerías. Faltaban los goznes, el bulón y la mortaja, labores delicadas que había reservado para Gamain. Éste se puso manos a la obra y, antes del alba, el trabajo estaba listo, el armario cerrado con los papeles dentro, y la llave escondida bajo una baldosa del fondo del pasillo.

Poco después, la revolución llegó a la cerrajería, y Damain fue nombrado miembro del consejo de la comuna de Versailles; y Luis XVI y su familia, encerrados en el Temple. Tras la proclamación de la república, Gamain recibió el encargo de “hacer desaparecer de todos los monumentos de Versailles las pinturas, esculturas e inscripciones que pudieran recordar la realeza y el despotismo”, labor que ejecutó con celo ejemplar.

Mientras tanto, el proceso contra Luis XVI encallaba. Cierto es que todos comprendían que se trataba de cortarle la cabeza, pero eso es menos fácil de lo que parece, porque primero había que armar el proceso, y no encontraban los papeles. ¡Haga usted la revolución, para que luego falten papeles  para cortarle la cabeza al rey! Era tan escandaloso que incluso Gamain, ocupado en labores borrosas, lo entendió con claridad, y se presentó ante el ministro del interior. Un mes más tarde, Gamain ascendió a oficial municipal, y Luis XVI perdió la cabeza.

El munícipe cerrajero siguió con su labor censora de estatuas e inscripciones, y denunció destrozos cometidos en el parque de Versailles en ornamentos que no eran despóticos. Su informe resultó sospechoso de connivencia con el despotismo, y Gamain fue cesado. 

Vejado y avejentado, decidió pasarse a la literatura y obtener la recompensa que pensaba merecer. Escribió una detallada petición a la Convención, donde contó la batalla del armario secreto, con un importante detalle: “En cuanto terminó el trabajo, Capeto trajo en sus propias manos un gran vaso de vino que entregó al ciudadano Gamain y le encareció que lo bebiera, porque hacía calor. Horas después de tomarse el vaso de vino, el ciudadano Gamain sufrió un cólico violento, seguido por una enfermedad terrible, que ha durado catorce meses, en los que ha tenidos los miembros baldados y ninguna esperanza de restablecimiento. Espero de vosotros, ciudadanos legisladores, que pronunciéis la pensión que el ciudadano Gamain espera tras veintiséis años de servicios y los sacrificios que ha hecho.”

El ciudadano Gamain retrasó la fecha de la ejecución del armario secreto un año, no fuera que alguien preguntara por qué tardó dos años y medio en revelar la información revolucionaria. Por fortuna, el ciudadano ministro del interior, suicidado en 1793, no podía recordarlo. La petición fue presentada por el diputado Joseph Musset, cura renegado, que predicó de maravilla: “Era poco, para el último de los tiranos, haber hecho perecer a millares de ciudadanos por el hierro enemigo. Veréis, en la petición que os voy a leer, que se había familiarizado con la crueldad más refinada y administró con su propia mano el veneno a un padre de familia, esperando ocultar así una de sus maniobras pérfidas”. 

El diputado Peyssard, del comité de Socorros Públicos y Liquidaciones, se sumó a la denuncia de la maldad del rey sanguinario: “Se le conocía cruel, traidor y asesino. El objeto de este informe es mostrarlo a Francia entera presentando con sangre fría un vaso de vino envenenado a un desdichado artista que acababa de emplear en la construcción de un armario destinado a esconder los complots de la tiranía. Pensaréis tal vez que ese monstruo había puesto los ojos en una víctima desconocida. Todo lo contrario, es un obrero empleado por él desde veintiséis años atrás, es un hombre de confianza, es un padre de familia al que asesina fingiendo interés y benevolencia. Un violento vomitivo conserva a Gamain en su familia. Su primer cuidado ha sido indicar el famoso armario. Ha cumplido su deber. Hoy, baldados todos sus miembros como consecuencia del veneno del rey, pide a los fundadores de la república los medios de sostener su dolorosa existencia.”

Los diputados aprobaron como un solo hombre el decreto cuyo artículo primero decía: “François Gamain, envenenado por Luis Capeto el 22 de mayo de 1793 (antiguo estilo), gozará de una pensión anual y vitalicia de la suma de 1.200 libras contadas desde el día del envenenamiento.”

  El artista ni siquiera era pobre, sino propietario de la casa donde vivía, en la rue de Maurepas, y de una de las empresas de cerrajería más importantes de la ciudad, en el boulevard de la Liberté, antes du Roi.


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29 de julio de 2010
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Un gol del viejo periodismo

Nadie celebra los goles del adversario. La Casa Blanca de Barack Obama acaba de sufrir un severo revés de consecuencias todavía no calibradas de manos de un portal de Internet hasta ahora poco conocido del gran público, que ha desafiado los numerosos y severos controles sobre los documentos militares del Pentágono y ha colgado en la red más de 90.000 comunicaciones internas de los ejércitos de Estados Unidos en Afganistán. El presidente y sus portavoces han minimizado el enorme roto que significa para el prestigio y la seguridad de los militares y servicios de inteligencia norteamericanos, repitiendo la obviedad de que nada de lo revelado en esta vastísima documentación era desconocido.

Aunque cada uno de los documentos no aporte novedades sobre acciones y situaciones ya sabidas, el conjunto constituye una prueba acumulativa sobre la pésima situación en Afganistán, las numerosas bajas civiles, la efectividad y equipamiento de los talibanes y el ya sabido doble juego de los servicios secretos paquistaníes, que con una mano cooperan con Washington y con la otra compadrean con los talibanes. Su publicación es un golpe propagandístico en contra de la presencia americana y occidental en Afganistán, que percute sobre un calendario en el que Obama ya había señalado la fecha de 2011 para empezar el repliegue. Por más que el presidente asegure que los documentos son el material que confirma la necesidad del cambio de estrategia que se realizó el pasado diciembre, fecha hasta la que alcanzan los documentos filtrados, será difícil que su difusión no contribuya a la impopularidad de la presencia aliada en el país afgano. La revelación es en todo caso un hecho insólito, que tiene dificil parangón en cuanto a contenidos y calibre con los tan invocados Papeles del Pentágono. El voluminoso informe secreto sobre la guerra del Vietnam, de 7.000 páginas, filtrado en 1971 al New York Times por Daniel Elsberg, funcionario entonces del departamento de Defensa, era un trabajo encargado por el propio titular de la cartera, Robert McNamara, en el que quedaba probados ?el comportamiento inconstitucional de varios presidentes?. Los 91.000 wikileaks son la mayor colección de mensajes militares internos jamás publicada sobre una guerra, que abre un nuevo capítulo sobre el acceso a la información militar, obligará a los profesionales a replantearse cuestiones cruciales de sus sistemas de comunicación y ofrece una documentación valiosísima ahora para los periodistas y en el futuro para los historiadores. Papeles del Pentágono y wikileaks de Afganistán tienen en común su enorme volumen, su efecto sobre la percepción pública de dos largas guerras en las que está involucrado EE UU y la reapertura del apasionante y necesario debate sobre la libertad de información y el papel de los medios en la preservación de la transparencia en una sociedad democrática. Ahora, como entonces, junto a quienes minimizan los contenidos de la filtración surgen las voces que invocan la seguridad para perseguir a los filtradores e imponer nuevos sistemas de limitación a la información. Pero la gran diferencia es que hace 40 años fue un periódico impreso quien recogió las rentas de prestigio y ahora es en cambio un portal digital, Wikileaks, quien ha convertido la publicación en una formidable operación de relaciones públicas. Wikileaks ha sabido jugar, además, en dos tableros. De una parte, como en sus muchas filtraciones anteriores, ha funcionado en la línea de los wikis, es decir, portales informativos nutridos por las aportaciones del público o crowdsourcing. Pero de la otra, ha utilizado a tres grandes medios de comunicación de prestigio en los tres países políticamente de mayor peso e influencia para convertir su acción en un golpe informativo de primera magnitud. Con este doble camino, aparentemente contradictorio, ha reafirmado las virtudes de la web 2.0, que pone los contenidos de la información en manos del público o si se quiere de la demanda, convertida en fuerza de tracción y de organización de los medios, pero, a la vez, ha valorizado al viejo periodismo clásico de oferta, en cuyas manos ha dejado la tarea de jerarquizar, analizar y transmitir al gran público. En su golpe ha demostrado que ambos caminos no tienen por qué ser contradictorios. Wikileaks ha realizado la tarea más sucia de recibir los documentos y colgarlos en bruto de un portal que por el momento se halla legalmente protegido gracias a su ubicación en Islandia y con servidores también en países a cubierto de acciones internacionales. Pero han sido los periódicos de prestigio quienes han aportado el sello de garantía y la credibilidad de la comprobación. La Casa Blanca no puede celebrar el gol, pero como en 1971 sí lo debe celebrar también el viejo periodismo.

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29 de julio de 2010
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LOS TOPOS de Sergio Bruzzone

RESEÑAS SIN PLUMAS por Iván Thays METAFORA DE LA DESAPARICION La imagen de topos escondidos bajo la tierra le sirve a Sergio Bruzzone para aludir a diversos significados. En primer lugar, nos conduce a los desaparecidos por la dictadura argentina, los hijos que perdieron a sus padres o los hermanos también desaparecidos de estos hijos. En segundo lugar, nos remiten a seres subterráneos, personajes que no han visto la luz, ciegos ante la luz incluso, pero que pueden andar muy bien en los canales construidos por ellos mismos bajo la tierra. El mundo oculto, el mundo de la no-identidad, brota desde un frontera sexual, que es el mundo travesti. La novela va insertándose en este mundo de apariencias poco a poco, pero de manera contundente, al mismo ritmo que ingresa también al de la violencia desatada. Puede resultar sintomático que no tengamos en cuenta la violencia desde el principio de la  novela, desde las primeras líneas incluso, cuando nos enteramos que el personaje es un hijo de desaparecidos y cuya novia, Romina, milita en el movimiento HIJOS, dedicada a reunir familias destrozadas por la dictadura, a pesar de no ser ella una hija de desaparecidos. Tomamos todas estas situaciones como un contexto, un referente, olvidando que son fruto de una situación concreta, real, más violenta que cualquier situación que suceda luego en la novela. Es muy significativo, además, que el narrador se niegue a militar en HIJOS, como se lo pide constantemente Romina, del mismo modo como luego se negará a amar a Romina o a tener un hijo de ella. La palabra ?aborto?, otra palabra que comulga con la violencia, aparece en el libro como anuncio de un giro hacia el origen del problema (abortar/desaparecer personas: maneras de manipular la vida). En el mundo de los topos cualquier idea de familia ha quedado destrozada y solo puede ser reemplazada por una caricatura. Romina y su amiga Ludo conseguirán ser madres solteras, amparadas por una suerte de comuna de ayuda mutua, mientras que el narrador sentirá una liberación tras las muerte de su abuela Leila, su último familiar consanguíneo, anciana obsesionada con la presencia fantasmal de otro hijo de la madre desaparecida. Un espectro que aparecerá constantemente en la novela, más allá de la muerte de Leila, como un rostro invisible que siempre encuentra la forma de salir a la superficie y ver la luz de manera insospechada pero contundente. En sus viajes hacia la casa de Romina, el narrador transcurre por una calle frecuentada por travestis. Se detiene ahí, conversa con ellos, poco a poco se va inmiscuyendo más, hasta que finalmente se involucra con uno de nombre Maira.  Si por Romina no sentía amor, quizá incapaz de creer en una relación horizontal y estable con una mujer que lo ama, por Maira empieza a sentir auténtica y arrebatada pasión. La travesti Maira también se engancha con él, aunque sin mostrarle sus debilidades ni ofrecer demasiado. Pronto, el narrador sabrá que Maira es su lado-b, su espejo oscurecido. Ella también es hija de desaparecidos y ofrece el sexo como carnada para llegar a ex militares de la dictadura y asesinarlos. A partir de Maira, la novela tiene un punto de inflexión que crece en intensidad (aunque, al mismo tiempo, la prosa se vuelve más escueta, más descriptiva) rumbo a la violencia descontrolada. El narrador abandona las pocas funciones que lo unen a la sociedad (como, por ejemplo, llevar un negocio familiar de fabricación de tortas de cumpleaños) y se obsesiona con el mundo del desapego, de los secretos ocultos, de las persecuciones y paranoias (llega a pensar que existe un complot anti-homosexual); es decir, el mundo de los topos, el de Maira y el travestismo. Los topos es una novela transgresora en su forma de relacionar el travestismo con la violencia política argentina, un engranaje donde el odio se responde con odio, y la sumisión con sumisión. Sin embargo, no es subversiva sino más bien convencional dentro del contexto de la narrativa latinoamericana al utilizar la sexualidad como símbolo o pretexto; más concretamente como metáfora política. El travestimos en la novela se asume como un modo ?desviado? de integrarse a la sociedad y de relacionarse sexualmente, una forma de ocultamiento y transfiguración que nace de la falta de identidad por culpa de ser parte del horror de los desaparecidos y víctimas de la dictadura. La identificación de los travestis con los hijos de desaparecidos, y de estos con ?topos?, incide en el código de virilidad (donde se inscribe la novela voluntariamente) donde la sexualidad bien encausada debe ser heterosexual y ?socialmente aceptada? como la que le propone Romina al narrador pero él no puede aceptar quizá porque no se considera un ser ?normal? por formar parte de ese desvío histórico de las desapariciones políticas que obliga a sus víctimas y a sus victimarios a una existencia marginal (una existencia de topo) dentro de la sociedad. El travestismo, entonces, no se manifiesta como una forma distinta, revulsiva o subversiva, del sexo, sino como un sometimiento y un ?desvío? del que participan los hijos de los desaparecidos como los militares corruptos. La de Bruzzone se suma a la lista de novelas latinoamericanas con el tópico del sexo como metáfora social y política. El narrador será abandonado por Maira (a quien encontrará luego, al final de la novela, en circunstancias distintas) y tendrá una nueva relación, esta vez no con un travesti sino con un homosexual que lo someterá a él como mujer y que será un nuevo punto de inflexión, en su vida y en la novela, pues a través de esa relación el narrador ingresará en el proceso de desaparición y nueva identidad. Así, terminará convertido en un travesti y buscará vengarse, a su vez, de un personaje violento y que abusa de su poder entre la sociedad de travestis callejeros, un ex militar apodado El Alemán. Se convierte así en el reflejo de Maira, cerrando el círculo de identificaciones, que incluye la posibilidad de que Maira sea su doble perdido, el hermano, el otro hijo de su madre, este sí desaparecido, que su abuela Leila tanto buscó hasta la muerte. ¿Se consuma finalmente la venganza? ¿O los subterráneos topos no tienen posibilidad de triunfar sobre el mundo real? La novela plantea una respuesta desoladora a esa pregunta cuando el narrador no solo se deja humillar sino incluso transfigurar por El Alemán, quien lo obligará a ponerse tetas en un paso más hacia la disolución de su identidad masculina y la asunción de su nuevo cuerpo y su nueva vida como travesti, sometido al poder brutal (y aparentemente sin límites) de su protector y abusador El Alemán. Un episodio de la novela sirve como indicativo del mundo topo y su incapacidad de realizarse en la superficie. El narrador descubre, un día, que la casa familiar vendida por su abuela está abandonada. Sin preguntarse por los compradores, ingresa en la vivienda y empieza a habitarla tratando de pasar desapercibido para los vecinos, a pesar de que contrata a una planilla de obreros para hacer algunas modificaciones en la casa vieja. La recuperación de la casa de familia, o si se quiere la ?apropiación? de esa identidad, concluye tristemente cuando los obreros descubren que los dueños son ancianos, que han muerto, que nadie va a reclamar ese sitio y que, por tanto, ellos se apropiarán del inmueble para sus familias. Expulsan así al supuesto dueño y patrón, quien no tiene más remedio que abandonar brutalmente el proyecto de habitar un lugar que pertenece a su pasado y reconstruirlo. Así, la novela transita no en los territorios del delirio, como podría creerse, sino de la realidad más brutal y dura que existe, del residuo que dejan las dictaduras y su ruptura del orden natural de los individuos y sus familias, obligando a sus víctimas a asumir una existencia ?desviada?, soterrada, vigente en el mundo de ciegos topos cuyas pequeñas cabezas, apenas intentan brotar a la superficie, son amenazadas con violencia hasta hacerlas sumergir otra vez en la realidad paralela, el submundo oscuro y de reglas retorcidas donde viven los topos. Sergio Bruzzone. Los Topos. Mondadori, 2008

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29 de julio de 2010
Blogs de autor

Aquí América Latina

Josefina Ludmer. Foto: Fernando Alcalde En una mesa redonda ayer en la FIL Lima 2010, el narrador ecuatoriano Leonardo Valencia dijo que faltaba pensar en la literatura latinoamericana con un nuevo marco teórico, de una manera más profunda y menos sometida a los dictados de la ?nueva? literatura o cualquier división superficial (pronto nos dividirán en autores nacidos en el mes de julio, en agosto bromeó Leonardo).  Me pregunto si este ensayo, Aquí América Latina. Una especulación, de la estupenda Josefina Ludmer es lo que Leonardo Valencia estaba esperando. Ayer me encontré con la noticia en el blog de Daniel Link. 

Josefina Ludmer, en el ensayo más esperado de la década, deja de lado las categorías de la teoría literaria utilizadas hasta el momento en busca de nuevas articulaciones y nociones que recorran todas las divisiones actuales y permitan entender la configuración política, económica y social de los años 2000 en América latina. El resultado es una serie de esbozos teóricos que parten de un universo ?sin afueras, real virtual?, al que llama imaginación pública o fábrica de realidad. Un universo que no diferencia entre realidad y ficción, y cuya lógica es ?el movimiento, la conectividad, la superposición y la sobreimpresión de todo lo visto y oído?. La literatura es hilo conductor de la imaginación pública y la vía por la que la especulación entra en esa fábrica de realidad. Las temporalidades y los territorios que instalan las ficciones literarias latinoamericanas de los últimos años (como las de Fernando Vallejo, Horacio Castellanos Moya, Martín Kohan, Perla Suez o Diamela Eltit) definen una forma determinada de ?realidadficción?. Un libro decisivo, de una de las figuras más lúcidas de la crítica actual, indispensable para pensar la América latina del siglo XXI.

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28 de julio de 2010
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El Boomeran(g)
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