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La muerte

Cuando tenía veintitantos o treinta y tantos años me preguntaba si las personas mayores, de setenta y tantos u ochenta y tantos pensaban a menudo en la muerte y, si lo hacían, cómo se las apañaban para vivir como si no fueran a morirse a corto plazo. ¿Podrían reír igual ahora que cuando tenía treinta años menos,  a pesar de que rieran? ¿Podían irse a veranear sin emoción especial este nuevo agosto sabiendo que apenas les quedaban unos cuantos?

 Efectivamente, ahora que me encuentro en esa tremenda circunstancia, ya próximo a los setenta años, puedo declarar que la muerte es completamente insoslayable en casi todos los proyectos; que desde la muerte es vecina se cuentan los años que quedan constantemente; que desde una fatalidad tan insoslayable como es desaparecer el presente deja de poseer la frescura o el descaro de los tiempos mozos.

Toda actualidad se llena a diario de noticias sobre defunciones de amigos, parientes y conocidos en una ristra tan larga y repetida  que pronto nos olvidamos o paliamos la memoria de quién ha fallecido, simplemente porque ¿qué otra cosa iba a pasarle pasado un tiempo?

Grandes amigos y familiares muertos han dejado tras de sí una amarga y tremebunda  huella de su ausencia pero ¿qué se puede hacer frente a ello?  La impotencia para remediarlo posee una magnitud tan gigantesca que acaba tanto con la reflexión como con la mínima la palabra. De hecho, sepultados en ese silencio sobre el morir nos hallamos ahora los que, por poco, no estamos aún muertos.

 Yo, con tantos amigos poetas, maniobrábamos literariamente con nuestra muerte o la de los otros, con las masacres y las guerras. Ahora apenas nos atrevemos a tocar ese asunto y menos a jugar con él no sea que efectivamente  explote repentinamente la bomba cuya  mecha ha alcanzado ya su último segmento. 

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16 de agosto de 2010
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A vueltas con la izquierda y la derecha

 

“Entre los alemanes, para hacer honor a un hombre, se ponen siempre a su lado izquierdo, en cualquier asiento que esté; y toman a ofensa ponerse a su lado derecho, diciendo que para mostrar deferencia a un hombre hay que dejarle libre el lado derecho para echar mano a las armas.” El apunte de Montaigne, consignado en su Diario del viaje a Italia y referido a su estancia en Constanza, es de octubre de 1580. La idea de dejarle al alemán acceso expedito a las armas para que, por ejemplo, nos apuñale con soltura y sin estorbo, parece bienintencionada, pero la tengo por improvisada y sobrevenida. Más verdadera parece la razón de que el deferente pone al godo a su derecha, que es el lado bueno, y el correspondiente a los predilectos, según inveterado rumor. Ponerse a  la derecha del gótico suspicaz sería de la misma índole que apalancarse de entrada en la presidencia de la mesa, contra el consejo evangélico de no hacerlo, sino aguardar la invitación con prudente humildad.

La izquierda de Dios, la del presidente, el lado malo… ¿de cuándo y cómo data el cuento? Tomás de Aquino, experto en orientación teológica, explica así la situación mundial: “Dextra pars mundi est australis; sinistra, vero, aquilonaris”. Que nos atrevemos a entender como que a la derecha del mundo está el sur; y a la izquierda, en cambio, el norte. Eso implica mirar a oriente, conforme a la preceptiva bíblica. Entre los antiguos griegos, se ve que era lo contrario, porque la izquierda  —“skaios” (Σκαιαὶ Πὺλαι, las celebradas Puertas Esceas de la muralla de Troya)— es occidental, de modo que se mira al norte. Para los nómadas de Asia central, la mano izquierda del mundo era la parte oriental, lo que suponía mirar al sur. Los celtas aseguraban creer que los movimientos hacia la derecha traían la fortuna y los dirigidos hacia la izquierda, la desgracia. Esto casa con la idea gótica de que quien pretende ganar el favor de alguien se pone a su izquierda, para hacerle ver que le echará buenos efluvios.

Parecida y aún mayor confusión hay con el sentido de las vueltas en torno a alguien o algo. En la Odisea, “amphipolos” designa a las servidoras de confianza de Penélope, y conlleva la idea de girar en torno a la dueña; ese mismo nombre designa también al sacerdote que así es definido como “uno que se mueve en torno a la divinidad”. Se sobreentiende un movimiento circular cumplido conforme a un rito. Porque el uso de dar vueltas a un centro cargado de fuerza y hacerlo en el mismo sentido que las agujas del reloj es antiquísimo. Se demuestra así veneración y respeto, porque todo lo sagrado y repleto de poder es tabú y peligroso. Las vueltas en la dirección opuesta tienen el efecto contrario. Por ejemplo las vueltas sinistrógiras que se le daban al ataúd, porque el muerto debe ser alejado y advertido de que no vuelva. A lo mismo apunta la costumbre de que las casas tuvieran un “camino de difuntos” que era distinto del habitual para ir a la iglesia, se empleaba para la conducción del cadáver, y quedaba a la izquierda de la ruta habitual. Al llevarlo por esa ruta, el muerto quedaba avisado: “no vuelvas”.

Todos esos requilorios con la izquierda mala y la derecha buena vienen, sin duda, de que la mayoría de la gente es diestra, y así ha sido siempre. Ahora, ¿por qué es diestra la mayoría de la gente? Urgido por tan tremenda cuestión, me bajo al hortal, invoco a san Newton para ver si descubro algo, y ahí está, la he visto y me ha mirado, es ella, la alubia trepadora, que proclama la solución. Las plantas trepadoras no se abrazan a otros tallos de cualquier manera, sino haciendo una espiral sinistrógira. El término sinistrógiro, que viene precisamente de la botánica, quiere decir que mirando a la planta trepadora desde el ápice hacia abajo, aprovechando nuestra superioridad, se ve que gira hacia la izquierda, en sentido contrario al de las agujas del reloj. 

En una torre castilluda, de esas que tienen escalera de caracol por dentro,  al subir tendríamos el eje siempre a nuestra izquierda, y giraríamos siempre en esa dirección. Ésa sería una escalera en espiral sinistrógira. 

En el caso de las columnas salomónicas, los sensibles artífices notaron enseguida que, caso de reproducir la espiral sinistrógira visible en una parra o una glicinia, quedaba una asimetría en el conjunto. Lo cual buscaban contrarrestar, fabricando otra columna pareja, pero con la espiral dextrógira. En casi todos los monumentos, portadas, retablos y baldaquinos (ver, por ejemplo, el célebre de Bernini en el Vaticano) las columnas salomónicas aparecen alternadas, para que haya tantas sinistrógiras como dextrógiras, y se produzca una ilusión de simetría tranquilizadora.

También la industria cordelera y la fabricación de sogas, arte muy antiguo, se basa en la alternancia de torsiones dextrógiras y sinistrógiras, que dan estabilidad al cordón resultante. Y la madera revirada, esa crisis de impaciencia que sufren algunos árboles y les hace crecer en espiral, también suele ser con más frecuencia sinistrógira, y a veces el árbol la alterna, según la edad, con otra fase dextrógira, también en busca de un equilibrio mecánico.

Y siguiendo con la populosa república de las plantas, se comprueba que casi todas las trepadoras tienen volubilidad sinistrógira. No todas, ahí están algunas madreselvas o el lúpulo, por ejemplo, que son dextrógiras. Pero la mayoría es favorable a la espiral sinistrógira, aproximadamente en la misma proporción que los diestros superan a los zurdos.

Esa preferencia procede de una asimetría molecular, porque las moléculas de los aminoácidos que componen las proteínas tienen el carbono central alfa asimétrico, que produce una desviación sinistrógira del plano de polarización de la luz. De modo que ya en las moléculas de los aminoácidos vitales radica el esquema de la espiral dominante.

Si nos fijamos en los movimientos de un deportista diestro, un futbolista por ejemplo, vemos que se apoya en su pierna izquierda y que todo su cuerpo gira en torno a ese eje en un movimiento sinistrógiro que imprime fuera centrífuga a su pierna derecha. Lo mismo en el caso de un lanzador diestro que da vueltas sinistrógiras para hacer que su brazo derecho dé el impulso final. Cuando un diestro salta, bate con la pierna izquierda y ataca con la derecha, y lo mismo cuando arranca a correr. Los movimientos de un diestro, en cuanto trata de golpear o impulsar con su mano o pierna derecha, son sinistrógiros, se apoyan en la izquierda e irremediablemente giran en espiral hacia ella. Así como los de un zurdo son dextrógiros.

Cuando el feto hace su primer movimiento lateral, está impulsado por la médula espinal. Ese primer movimiento que adelantará sus extremidades derechas, en particular, su mano, es sinistrógiro, se repliega hacia la izquierda, lanza la derecha, y repite el esquema de la espiral dominante. En un animal que sólo empleará las extremidades para andar, ese primer impulso sinistrógiro puede tener poca relevancia, pero en uno cuyo cerebro tiene que preparar un software específico para la mano, la cuestión es esencial, se hace diestro. Porque la extremidad que se lanza o adelanta precisa mayores y más específicos cálculos. La puntería, la habilidad, la fuerza medida, la destreza, todo se tiene en cuenta con el máximo cuidado. Esa concentración asimétrica nos hace diestros mucho antes de pensar. En el mundo sinistrógiro los diestros son mayoría.

 

 

 

 

 

 

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16 de agosto de 2010
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Eskups del antiprogre: Igualdad

Muy mal lo tiene en cuestiones de costumbres e igualdad de derechos. El cuerpo --su propia desvergüenza-- le pide soltarse, pero todavía tiene una reserva de sensatez que le retiene.

Quisiera atacar a las feministas sin ser antifeminista, a los homosexuales sin ser homófobo y a los musulmanes sin practicar la islamofobia. De ahí que se apunte a una corrección política para sí mismo: rechaza por incorrectas todas las denominaciones de sus ideas infames. Vive personalmente esta contorsión: al final él también tiene una amiga feminista, otro homosexual e incluso un musulmán a los que perdona la vida durante el instante de una charleta.

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16 de agosto de 2010
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Gilles Lipovetsky en Bogotá

Gilles Lipovetsky ayer en la Feria del Libro de Bogotá La presentación de Gilles Lipovetsky en la Feria Internacional del Libro de Bogotá es la más esperada en una Feria que no tiene país invitado de honor (se le ha rendido tributo a Colombia en el Bicentenario) y, por tanto, las estrellas literarias están del lado del Diálogo Internacional de escritores, encabezado por dos franceses (editados ambos por Anagrama): Gilles Lipovetsky y Catherine Millet. Durante toda la semana habrá un ?Seminario Gilles Lipovetsky?, así que lo de ayer fue solo una introducción, un abrebocas, un ?estado de la cuestión? que, para quienes hemos leído algunos libros suyos, era más bien una síntesis didáctica del pensamiento Lipovetsky. El tema fue el de la Cultura-Mundo en la que estamos insertos y que el francés identificó con cinco características. En líneas generales, la idea es que vivimos en una sociedad de hiper consumo, donde las reglas sociales y de convivencia tienen como modelo a las empresas  y el mercado (es decir, una lógica del capitalismo que busca la ganancia en cualquier actividad que se realice) y que no existe ninguna fuerza social, ideológica o grupo colectivo (ni la iglesia, ni la escuela, por ejemplo) que pueda hacerle la contra y reorientar a la sociedad para escapar del mercantilismo, el consumismo y el individualismo. Me interesa recalcar el rol que Lipovetsky le da a la cultura, en general, y al arte en particular, en esta Cultura-Mundo. Como el mercantilismo es un fenómeno sin fronteras, dice, ha logrado insertarse en el mundo del arte y lo ha obligado a regirse bajo las reglas de las empresas. De tal modo, se desplaza la idea del artista como un ser en estado puro, marginal, bohemio y maldito, por el paradigma del artista que está insertado en el mercado, que sabe usar los diferentes medios y agentes para conseguir el éxito (que no es ya la trascendencia artística sino la ganancia) y que reconoce que realiza una actividad que debe ser rentable, si no lucrativa. El primer artista en reconocer eso fue Andy Warhol, explica Lipovetsky, quien nunca tuvo verguenza en calificarse como artista-comercial. Ningún artista, desde luego, puede escapar ahora de la Cultura-Mundo ni evadir la lógica mercantil en que se inscriben sus obras. El arte que se veía a sí mismo como un imperio dentro de otro imperio, con sus propias reglas que implicaba el desprecio del triunfo mediático, exonerándose del mercado o las reglas del marketing, no existe más. Todo arte y toda cultura han sido colonizados por la lógica del capitalismo y no hay más imperios al margen. Por otra parte, la Cultura Mundo tiene como gran síntoma la existencia de las marcas que es síntoma de la pasión por el consumo. La pasión por lo nuevo y la renovación continua de los productos (que implica una mejor calidad de vida) han originado el reino de las marcas. Las marcas, dice Lipovetsky, han dejado de ser lo que eran antes, un lujo para grupos de alto nivel de consumo, y ahora vivimos en un mundo de marcas. Cualquier persona quiere adquirir marcas, incluso en pueblos jóvenes, sin distinción social o económica, todos conocemos e identificamos las marcas. Los centros comerciales se han convertido en sitios de peregrinación y existe el turismo comercial (tour de compras) donde no solo se trata de consumismo sino que incluso los locales mismos se han convertido en lugares para ?ver? turísticamente. Así, las marcas empiezan a tener una función distinta en la Cultura Mundo y ya no solo lanzan slogans basados en comprar, sino que empiezan a participar de ideas éticas. Actualmente, los slogans de muchas marcas son anti-racismo, anti-sexismo, o de protección al medio ambiente. Se ha producido, así, un proceso de ?culturización? de las marcas. De un lado, entonces, el arte se alinea con las reglas del mercado y lo mediático, y por el otro, las marcas se vuelven cultura. Lipovetsky rechazó una de las críticas que suelen hacérsele a la idea de Cultura-Mundo, según la cual esa existencia volvería homogéneo al mundo. Al contrario, dice él, en vez de producirse una estandarización del mundo y los productos que se ofrecen, ha sucedido el proceso inverso según el cual se rehabilitan las identidades nacionales. Es decir, en todos los países venden Big Mac, pero en ninguna es igual. La comida es una forma de reafirmación de las identidades nacionales. Y la otra es la lengua. Cada vez se defiende más el idioma propio, incluso regional, contra la posibilidad de un idioma estandarizado. La Cultura Mundo no es la tumba de la diversidad sino, al contrario, el instrumento de la consolidación de las diferencias que reafirman la dispersión (eso en literatura contemporánea es muy obvio, creo yo) y la diferenciación. Lipovetsky concluyó la presentación hablando de los problemas naturales que surgen de vivir en la Cultura-Mundo. El primero, y más grave de todos, es que no se ha podido romper con las desigualdades sociales. Seguimos aun en el mismo mundo medieval donde hay grupos de poder y grupos sometidos. La estandarización no es una democratización. El segundo problema es que el individualismo triunfante sobre cualquier colectividad,  así como la globalización a través del Internet, los blogs y las redes sociales, ha originado un mundo donde abunda la información pero no tenemos métodos para orientarnos entre esa información. El sentimiento general del hombre que vive en la Cultura-Mundo es el de desorientación. Al perder peso las instituciones, gremios o colectividades contra el individualismo, también se perdieron las reglas establecidas, no hay quien dicte cómo debe organizarse la vida privada. La confusión y la falta de orientación es clara en la abundancia de información que propicia el consumismo. ¿Cuántos libros hay en las librerías sobre cómo alimentar al bebe, cómo hablarle, cómo hacerlo más inteligente?  Y sobre dietas ¿cuántos tipos de dietas infalibles nos venden diariamente? ¿Cuánta información circula en Internet sobre los alimentos que nos dan cáncer, por ejemplo? Y lo peor de todo es que esas informaciones resultan ser contradictorias, una negando a la otra, en vez de ser complementarias. El resultado es que ya no logramos saber qué hacer, qué es lo sano y lo correcto, qué es lo útil y lo científico y lo comprobado. El individuo que vive en este mundo regido por las leyes del consumismo, y que ya no cree en instituciones, está sumido en la vorágine en la cual cualquiera es un informador, y él, por tanto, es una víctima de cualquiera. El rol de la cultura y el arte, entonces, debería ser el convertirse no solo en un deseo de alcanzar una altura intelectual o espiritual, sino una nueva regulación, una nueva síntesis, un contrapeso al consumismo. Debe mostrarles una salida a los individuos para que dejen de ser (o de considerarse, incluso) solo trabajadores y consumidores de la Cultura-Mundo.

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15 de agosto de 2010
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"La crítica literaria es más conservadora, quizá porque la literatura es más conservadora"

Josefina Ludmer Aquí América. Una especulación (Eterna Cadencia) de Josefina Ludmer podría convertirse en un referente a partir de ahora para hablar de crítica literaria latinoamericana. Un libro que, según la nota que leo en Ñ, ?(?) abandona las categorías de la teoría literaria en busca de otras que le permitan pensar la realidad económica y social de los años 2000 en el continente?. Aun no he conseguido el libro, pero espero conseguirlo pronto gracias a un chasqui que acaba de ir a Buenos Aires. Por lo pronto, les dejo algunas preguntas del diálogo que Ludmer sostuvo con Daniel Molina para la revista Ñ:

-Una de las ideas centrales del libro es la desaparición de las dicotomías que se usaron durante mucho tiempo para pensar la crítica. Cada frase es a la vez teórica-ficcional-paródica-ensayística: términos que tradicionalmente se pensaron como antagónicos.-Totalmente. La característica de la primera parte es la ambivalencia entre ficción y teoría. Por momentos se ve la parodia y por momentos es un ensayo. La segunda es más clásica.-El libro comienza proponiendo ?especular?. ¿Cómo funciona eso?-?Especulación? es una palabra que tiene varios sentidos. Yo la uso por lo menos en tres. Como adjetivo que se relaciona con el espejo y sus imágenes. También uso ?especular? como verbo: pensar y teorizar. Además, tiene que ver con calcular ganancias, como en la especulación financiera, por ejemplo. Me interesa que esta palabra tenga un sentido moral ambivalente. Además, la especulación es propia de un género que siempre me fascinó: la ficción especulativa, que se relaciona con la utopía y la ciencia ficción. La especulación es una especie de pensamiento, pero es aceptable porque no es pretensioso. Es un pensamiento bastardo, ficcionalizado, que procede por imágenes. La palabra ?especulación?, con todos sus juegos, fue la que me guió en la escritura de este ensayo. La especulación inventa un mundo diferente del conocido; es un universo sin afuera, que es ?realvirtual?. -En ese contexto surge la idea de la especulación ?económica y teórica? como herramienta para pensar.-Ya no pienso más en las categorías ?literarias? de autor y de obra. La imaginación, lo que llamo ?la fabrica de realidad?, es lo fundamental. Tanto cuando pienso la literatura como cualquier otra cosa, lo que me interesa es la imaginación. La ficción ahora invade todo, por eso ?leo? de todo: desde las series de TV al cine; incluso el periodismo, que trata casos que son más ficcionales que la propia ficción. Al mismo tiempo, esas ficciones son la realidad. Yo leo la literatura como realidad.-(?)  también falta ahora un espíritu como el que tenían Darío o Borges, orgullosos de nuestra forma de escribir en castellano.-Recuerdo que venía desde los Estados Unidos, donde todo esto se ve muy claro, y notaba que a nadie en el mundo cultural argentino le importaba en lo más mínimo. Lo que hoy se desea es ser editado en Barcelona y presentar el libro allá. La literatura hoy pasa por los aparatos de distribución y difusión, y esos aparatos hoy están en manos españolas y centrados, fundamentalmente, en Barcelona.-La lengua es un recurso esencial, ya que es la base de la sociedad, del espectáculo y del mundo de la significación.-Yo digo que es como el agua o el aire, uno de los recursos esenciales de nuestro presente y el más estratégico con vistas al futuro. Mientras los españoles ponen el acento en este tema y los Reyes van a todos los Congresos de la Lengua, en toda América latina ni siquiera se está pensando en esto. Hay alguna inversión privada en los medios, hay algunas iniciativas independientes y en una escala muy micro, pero el Estado está absolutamente ausente en este tema en el que ya hay abundante bibliografía.-Si bien su libro tiene una impronta política muy crítica, por otro lado es un texto que juega todo el tiempo con lo ficcional, como si plantease que lo íntimo también es político y que la ficción es la forma en que eso se expresa.-Trato de trabajar con fusiones. En todo el sentido de la palabra. Con-fusiones. Fusiono cosas disímiles, acerco temas que parecen alejados o antagónicos, desarmo oposiciones que creo que ya no funcionan más. Eso produce algo de confusión, es obvio. Cuando digo realvirtual, adentroafuera, públicoprivado, y otras fusiones semejantes en las que se reúnen términos que se pensaban como opuestos, es posible que la primera impresión sea de confusión. Eso no me molesta.-Su parodia del ?testimonio? académico es brutal. Las voces que aparecen en la primera parte son, a la vez, muy valiosas (incluso geniales, como lo que dice Héctor Libertella) y sumamente complejos de comprender e integrar a un sistema.-Esos testimonios comienzan con una especie de emoticón, la palabra ?felicidad? entre signos de admiración. Yo quería que ese emoticón diera cuenta de algo estereotipado. Cada uno de esos testimonios es un encuentro con escritores amigos. En el año 2000, mientras yo llevaba mi diario, les pedía que me dieran textos. Quería que tuvieran que ver con esa investigación sobre el tiempo que estaba haciendo. Pensar el tiempo es complicado porque es una materia insustancial, que se evapora, inasible. Esos textos surgieron de entrevistas. Son escrituras de otros incluidas en mi libro. A mí me pareció que al incluir estos textos de otros mi libro se abría a otras posibilidades.-Pareciera que el libro toma el modelo de la escritura hipertextual del mundo virtual.-Ya exploré en este mismo sentido en El cuerpo del delito. Acá quería dar un paso más allá al incluir la escritura de los otros a mi propia escritura. Incluso estoy yendo más hacia lo virtual, ya que estoy armando, con dos colaboradores, un sitio web, www.josefinaludmer.com, en el que habrá un archivo de todos mis artículos, una selección de entrevistas y también un blog. En el blog espero experimentar con otras escrituras críticas. El blog permite textos breves, impresiones. Si bien para algunos el formato blog ya está muerto, a mí me interesa para hacer esbozos, la idea de ese borrador que una no se atreve a publicar y en el que a veces hay cosas valiosas. También voy a poner cosas sobrantes. Por ejemplo, en el libro no hay bibliografía. El blog se va a abrir con la mención de los textos que leí para el libro, que son como veinte páginas.-El arte actual es fruto del remixado, la copia, la colaboración y la posproducción. En la primacía de esta estructura tiene mucho que ver la experiencia de Internet y lo virtual. Creo que la crítica de arte está más cerca de este proceso que la literaria.-Absolutamente. La crítica literaria es más conservadora, quizá porque la literatura es más conservadora. Lo es porque tiene el peso de la lengua. La lengua es, entre otras cosas, el reservorio de la tradición. Para este libro fue fundamental la lectura de la crítica de arte más que de la crítica literaria. La crítica de arte tiene una mirada que está más atenta a los nuevos procesos.-En su libro lee un par de textos que podrían parangonarse con las experiencias más radicales de las artes visuales. Me refiero a ?El árbol de Sausurre?, de Héctor Libertella y ?La guerra de los mundos?, de César Aira.-Ambos son textos que casi ni circularon. Completamente fuera del mercado. Más que de vanguardia, yo diría que son apuestas arriesgadas. A Aira lo califico como escritor conceptual, como se decía en los 60 ?artista conceptual?. Cada libro suyo se organiza en torno a una idea. Pero no tienen nada que ver con la vanguardia, que ya no existe más, ni siquiera como concepto.-Cuando dictó ese curso del 2000 en el Rojas le dije que con esas clases tenía material para un nuevo libro. Me respondió que ya no escribiría más. ¿Qué pasó para que esas investigaciones encontraran su texto?-Siempre pienso que cada libro es el último, porque cada vez parto de cero. Ninguno se parece al anterior ni sigue el camino que el otro abrió. Debo confesar que este libro me dio mucho trabajo. Me costó encontrar la forma de esa primera parte. Cuando descubrí esa amalgama de ficción y ensayo pude escribirlo. De ahí que esa primera parte esté surcada por las voces de los otros y por mi propia voz en primera persona. La segunda parte sigue siendo crítica, y está bien, pero quería ver si podía ir más allá de eso y creo que es a lo que apuesto en la primera parte. Me interesó ver qué podía hacer yo en un más allá de la crítica.

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14 de agosto de 2010
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para llegar a esta mujer

Black abstraction. Georgia O´Keefe

LA ULTIMA VEZ QUE LO HICIMOS la última vez que lo hicimos se volcó sobre mí náufrago y desesperado, devorado por el propio monstruo de su miseria acumulada, aterrado por haberme desamado tanto, atravesó casi muerto de sed mi laberinto de algas para llegar a esta mujer que lo amó como nadie.

Anjelamaría Dávila

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14 de agosto de 2010
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Hamsum busca el perdón

Knut Hamsum Cinco mil documentos, que según el autor decía haber incinerado, han conseguido recrear una biografía documentada del premio Nóbel noruego Knut Hamsun titulada Knut Hamsun. Soñador y conquistador y escrita por su biógrafo Ingar Sletten Kolloen. Al cumplirse 150 años de su nacimiento, el mundo ha decidido recuperar al Hamsun escritor (un escritor tremendo, un auténtico genio) y separarlo de su actividad política a favor de la dictadura nazi. Puede sonar duro, porque aun las heridas y secuelas del nazismo están ahí, vivas, y seguirán vivas por generaciones, pero también debe sonar necesario ese reconocimiento porque, de no hacerlo, nos perderíamos una de las obras fundamentales del siglo XX.  Dice la nota en la Revista de Libros de El Mercurio:

En Knut Hamsun. Soñador y conquistador , Ingar Sletten reconstruye detalladamente la conversación de Hitler con el escritor noruego gracias a las declaraciones de un intérprete alemán que tomó notas durante la entrevista. Con igual fidelidad se reproduce el interrogatorio del magistrado que juzgó a Hamsun después de la guerra por cargos de colaboracionismo y traición a la patria, así como el historial clínico y buena parte del informe psiquiátrico encargado por el fiscal para evaluar la salud mental del acusado. La ciencia médica, la justicia y el poder político habían encontrado la salida más decorosa para no llevar a la cárcel al octogenario escritor conocido en todo el mundo. ?Es una persona con permanente alteración de las facultades mentales?, dijeron dos psiquiatras en un informe que alimentó la controversia durante años. Era todo lo que necesitaba el fiscal general para declararlo inimputable. Gran parte de la culpa recayó en su esposa, Marie, quien purgó tres años de trabajos forzados. Hamsun gastó toda su fortuna en pagar la indemnización exigida por el Estado, aunque pudo conservar la querida finca de Norholm. Por su parte, la intelectualidad nórdica procuró disociar en Hamsun al artista del político. Sigurd Hoel, un autor noruego que había luchado en la resistencia antes de exiliarse en Suecia, alegó que el nazismo de Hamsun, cuando aparece, es apenas un ?ligero trazo? en su obra: ?cuerpos extraños, como piedras en un campo cultivado?. Era el camino seguido por críticos como el danés Jorgen Bukdahl, quien antes de la guerra había asegurado: ?El espíritu de su obra es todo lo contrario al nazismo, es un espíritu basado en un individualismo revolucionario y anarquista, una contundente protesta ante la coacción psicológica de lo que se conoce como comunismo o nazismo?. Sletten se limita a mostrar tales juicios sin comentarlos, aunque observa que la publicación en 1949 del último libro de Hamsun, Por las sendas donde la hierba crece , un mes y medio después de su nonagésimo cumpleaños, fue bien recibida por la mayor parte de la crítica. ?En ese momento se clavó a golpe de martillo en la opinión pública noruega la dicotomía entre el escritor genial y el político idiota?, apunta el biógrafo. Discreto, Sletten nunca expresa opiniones personales. Sin embargo, en su epílogo manifiesta: ?Si hay algo que he aprendido con este trabajo es que todos albergamos en nuestro interior contradicciones más peligrosas de lo que imaginamos?.

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14 de agosto de 2010
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Gustos púbicos

 

 

Una de las imágenes del verano en las playas son los sexos al sol. Inevitables si paseas por una playa nudista. Incluso si la playa no es nudista también es difícil domesticar nuestra imaginación, nuestra memoria y nuestro gusto por el sexo femenino. Han cambiado los coños. Quiero decir que han cambiado por fuera. Se imponen los pubis no sé si llamarlos angelicales. La moda de rasurar el vello del pubis ha llegado a todos los lugares.

También en la costa gallega parecen ganar la batalla las depiladas, a veces las rasuradas como si quisieran parecer adolescentes impúberes. Yo prefiero los pubis con pelo. Con su pelo natural o con pequeños recortes que no impidan su misterio, ni su belleza escondida. No soy radical, pero si tengo que hacer lista de coños queridos, deseados, admirados, casi siempre ganan los pubis con su vello. Sí tengo que reconocer que hay muchas clases de vellos que me gustan entre esos labios, sobre ese maravilloso paisaje humano. No tengo nada cerrado mi "modelo" de vello púbico, ni del de las cejas de las mujeres, dos formas de la belleza que no se alejan demasiado.

Estos días no solo he mirado los pubis playeros- y no me quiero tener que disculpar de nada pero no soy un mirón de playa, sí soy un indisimulado voyeur de toda la vida- sino gracias, ¿o por culpa?, de Chiqui me he entretenido en algunos de los cuadros que representan a Leda y el cisne. Sin duda una de las representaciones artísticas más eróticas de los mitos griegos, una iconografía apasionante que nos pasea por todos los estilos de la mujer en trance de amores no convencionales. Así volví a tropezar con el cuadro de Boucher sobre Leda, uno de ellos. Y ese coño abierto, con un vello no excesivo, rubio, casi transparente, con ese cisne tan cerca, es una imagen conturbadora de la belleza. Una imagen que, al menos para mí, desbanca a esa otro coño tan conocido que pintó Courbet y que llamó el origen del mundo. Ninguno de los dos me es ajeno pero me siento más dispuesto a la admiración del de Boucher. ¿Será que me estoy dejando llevar por la moda de los sin pelo? No creo.

Para saber literariamente de los coños no hay que leer los textos de Juan Manuel de Prada- aquellos primeros textos con los que se dio a conocer-, aquellos juveniles textos parecían más de un joven desconocedor, o como mucho de un lector "pajillero"- con perdón- de Gómez de la Serna, que de un conocedor de primera mano, de vista en directo y de estudio en profundidad, para saber de coños lo mejor es olvidarse de la literatura. A cada uno según sus gustos.

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14 de agosto de 2010
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Una visita a Polvos azules

Cuando comenté a mis amigos en Bolivia que iba a estar en Lima por la feria del libro, hubo algunos que me recomendaron lo típico -restaurantes, librerías, museos--, y otros que fuera a Polvos azules. Sabían que me gustaba buscar películas raras y me dijeron que todo estaba allí. Intrigado, decidí hacerles caso.

Polvos azules es un centro comercial, pero no uno cualquiera. Aquí casi todo lo que se encuentra es pirateado. Deambulé por galerías de ropa de marca -Lacoste, Hugo Boss--, me sorprendí por la calidad de los productos -hay piratas y piratas--, por lo barato de todo. Busqué una funda para iPod, y me dejé abrumar por los puestos de artefactos electrónicos, en los que jóvenes de manos hábiles desbloqueaban celulares a la vista de los clientes. Abundaban los errores y la creatividad: vi, entre otras cosas, zapatillas deportivas Pmua (¿Puma?) y energizantes Duff (la cerveza de Los Simpson).

Me llamó la atención que hubiera librecambistas ataviados con una camisa fosforescente que indicaba que compraban dólares y euros. Los encargados de Polvos azules saben que este centro comercial se ha convertido en un destino turístico y están dispuestos a hacer todo para que los turistas no tengan contratiempos. El comercio pirata ha sido institucionalizado (algo que, en mayor o menor medida, ocurre en todos los países latinoamericanos).
   
Pasé la mayor parte del tiempo en las galerías 17 y 18, dedicadas a películas. Había puestos específicos para los estrenos comerciales, una sección que ofrecía hentai (porno animé, entre las que destacaban las parodias de Naruto), y una dedicada al cine clásico e independiente. Los puestos tenían catálogos que hojeé exhaustivamente, impresionado por lo completos que eran: en uno de ellos, dedicado al cine latinoamericano, encontré incluso películas bolivianas inhallables en mi país. El vendedor atendía a cinco clientes a la vez, sabía todo de cine independiente, y no dejaba de ofrecer su tarjeta al final de la compra, pidiéndonos que volviéramos pronto.
   
Durante muchos años los mercaderes de Polvos azules debieron luchar contra el deseo de la alcaldía de combatir el comercio ilegal. Alguna vez sus puestos se hallaban cerca del palacio presidencial de Lima, pero cuando la UNESCO declaró  al centro histórico patrimonio de la humanidad, Polvos azules debió buscarse otro espacio. Así llegaron al lugar donde se encuentran ahora, por el paseo de la República, primero como mercado callejero, luego como centro comercial. Al no poder vencerlos, la alcaldía ha decidido unirse a ellos, o por lo menos dejarlos en paz.
   
El día que estuve en Polvos azules, sentí que me picaban los ojos y me raspaba la garganta. Un vendedor me explicó que eso se debía al gas lacrimógeno que la policía había tirado la noche anterior. Pregunté si los policías hacían batidas para confiscar productos. Me dijeron que sí, pero no a pedido de la alcaldía ni de los comerciantes legales, sino por cuenta propia, cuando necesitaban algo de dinero. De hecho, en general los policías trataban de resguardar el orden en Polvos azules.

Me fui a casa con treinta películas en una bolsa negra y lágrimas en los ojos.

(revista Qué Pasa, 13 de agosto 2010)

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13 de agosto de 2010
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El ?retorno? de Fidel Castro

La noticia del retorno de Fidel Castro a la vida pública, luego de cuatro años de ausencia, ha despertado fantasías e inquietudes, especialmente porque su inesperada reaparición ocurre justamente en el momento en que se aguardan con más desespero las reformas de su hermano Raúl, a quien heredó todos sus cargos desde julio de 2006. La vuelta de los famosos suele repetirse con frecuencia, tanto en la vida real como en la ficción, trátese de Don Quijote o Casanovas, King Kong, Elvis Presley o Juan Domingo Perón. Recurrente es también la desilusión de quienes comprueban que todas aquellas cosas que se van, como las golondrinas de Becker, no volverán, al menos como solíamos recordarlas. Fidel Castro no ha estado exento de ese tono desvaído que tiene el remake, de esa cuota de desespero que se percibe en quienes insisten en regresar. Este anciano balbuceante de manos temblorosas, nada tiene que ver con aquel fornido militar de perfil griego que desde una plaza, donde un millón de voces coreaba su nombre, proclamaba leyes que no habían sido consultadas con nadie, perdonaba vidas, anunciaba fusilamientos o pregonaba el derecho de los revolucionarios a hacer la revolución. Poco queda del hombre que durante horas ocupaba la programación televisiva y mantenía en vilo, del lado de acá de la pantalla, a todo un pueblo. El gran improvisador de otros tiempos se reúne ahora en una pequeña sala de teatro con un auditorio de jóvenes a leerles un resumen de sus últimas reflexiones -ya publicadas en la prensa- y en lugar de inducir aquel pavor que hacía temblar a los más bravos, provoca, en el mejor de los casos, una tierna compasión. Una joven periodista le hace una pregunta complaciente y le pide públicamente un deseo: ?Déjeme darle un beso? ¿Qué fue de aquel abismo que ninguna audacia se atrevía a saltar? Una señal significativa de que la vuelta de Fidel Castro a los micrófonos no es bien vista es que ni siquiera su propio hermano quiso hacerse eco, en su más reciente discurso ante el parlamento, de los sombríos augurios que ha lanzado sobre lo inevitable de un próximo conflicto militar, cuyo escenario puede ser Corea del Norte o Irán y cuyo fatal desenlace será ?según sus vaticinios- la conflagración nuclear. Muchos analistas apuntan al hecho de que el Máximo Líder apenas se digna a mirar los innumerables problemas de su país, limitándose a ver la paja en el ojo ajeno, ya sean los problemas ambientales del planeta, el agotamiento del capitalismo como sistema o estas recientes predicciones bélicas. Otros encuentran en su aparente indiferencia por el acontecer cubano, una velada señal de descontento. Si el César no aplaude algo anda mal, aunque no censure. Resulta impensable que él no esté enterado del apetito de cambios que devora hoy a la clase política cubana y sería demasiado ingenuo creer que él los aprobaría. Tantos años pendientes de los gestos de sus manos, de la forma en que arquea las cejas o del rictus de sus orejas, los fidelólogos lo suponen ahora imprevisible y temen que lo peor pueda ocurrir si se le ocurre despotricar contra los reformistas frente a las cámaras de la televisión. Quizás por eso la impaciente camada de nuevos lobos no quiere avivar la ira del viejo comandante, próximo ya a cumplir 84 años. Los que desde las esferas del poder pretenden que se introduzcan cambios más radicales, aguardan agazapados su próxima recaída. Mientras quienes se preocupan auténticamente por la sobrevivencia del proceso se alarman ante el peligro que representa la evidente declinación del mito que durante cincuenta años personificó a la revolución cubana. ¿Por qué no se queda tranquilo en casa y nos deja trabajar? Piensan algunos, sin osar siquiera musitarlo. Habíamos empezado a recordarlo como algo del pasado, que era hasta una forma noble de olvidarlo; muchos estaban disponiéndose a perdonarle sus errores y fracasos para colocarlo en algún ceniciento pedestal de la historia del siglo XX, donde su rostro -retratado en su último mejor momento- ya aparecía junto a los muertos ilustres. De pronto ha salido a exhibir impúdicamente sus achaques y a anunciar el fin del mundo, como si quisiera convencernos de que la vida después de él carecerá de sentido. Durante las últimas semanas, aquel que fuera llamado el Uno, el Máximo Líder, el Caballo, o con el simple pronombre personal ÉL, se nos ha presentado despojado de su otrora subyugante carisma, para confirmarnos que aquel Fidel Castro ?afortunadamente- ya no volverá, aunque por esta vez sea nuevamente noticia. Artículo publicado originalmente en The Washington Post

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13 de agosto de 2010
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El Boomeran(g)
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