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Gordon Lish no solo tacha

Gordon Lish Gordon Lish pasará a la fama por haber tachado párrafos, páginas enteras, de los primeros libros de Raymond Carver. Algunos incluso dicen que es el verdadero autor del estilo Carver, y que sin él Ray no sería nadie. Exagerados. Quienes quieren comprobar el verdadero genio de Lish no deben leer las obras de Carver, sino los propios libros que Gordon publica, a razón de una docena. Hace unos años, Periférica editó Perú. Ahora publica Epígrafe. Andrea Aguilar lo entrevista para ?Babelia?.  Aquí algunas preguntas:

PREGUNTA. ¿Por qué decidió escribir? RESPUESTA. Siempre he escrito, desde pequeño. Paré cuando tenía 22 o 23 porque me rechazaron un cuento. Luego escribí dos novelas fruto de mi experiencia en el loquero. Una se llamaba Oda a la locura -¡Dios, hasta los títulos son vergonzosos?!-. Iban a ser publicadas pero no quise hacerlo por mis padres. No volví hasta que tenía 45 o 46 años para mantener a la familia, a las exmujeres, esas cosas. P. Su primer libro, Dear Mr. Capote, era una carta, un género que retomó conEpígrafe. R. Originalmente, eran dos cartas, una dirigida a Capote y otra a Norman Mailer, y la segunda daba la vuelta al texto. Era algo ingenioso, pero a mi editor y a mi agente les pareció demasiado. Presionaron para que lo quitara y cedí. No debí haberlo hecho, era mejor el original, al menos era defendible. P. ¿Qué hace a un buen escritor? ¿Y a un buen editor? R. Como cualquier otra cosa en la vida, se trata de convicción. Tienes que estar dispuesto a jugártelo todo. Debes buscar el riesgo en la medida en que puedas. ¿Hay o no música en las frases? P. ¿Es la misma receta para ambos? R. Cuando se edita el trabajo de otro ¿qué música buscas escuchar, la tuya o la suya? El texto es como un cuerpo y la relación que tienes con él como editor o escritor debe ser entendida como una relación social. El único criterio son los arrestos, el volumen, la pervivencia de la canción. Uno quiere sacar de cualquier acto de la vida eso que necesariamente merece ser perpetuado. P. ¿Por qué escribe libros de cartas? R. Las cartas son fáciles. Puedo reconocer lo que es una buena novela en un instante. Y arreglar las estructuras o reconocer el genio en el trabajo, pero en mis escritos no sé hacerlo, no puedo copiar o imitar. P. Pero imitó a J. D. Salinger. R. Cuando estaba en Esquire publicamos el cuento For Rupert, with no promises y no iba firmado. La revista se agotó. La gente pensó que lo había escrito Salinger o Cheever o Updike. Luego se descubrió que había sido yo. Lo hice como un homenaje, y Salinger consideró que era algo despreciable. P. ¿Cómo habría editado a Salinger? R. No habría cambiado ni una coma. Es un prodigio. Su vida me parece fascinante. P. ¿Su espíritu rebelde? R. No, es el misterio. Mi hija mayor fue compañera de clase de aquella chica que vivió con él, Joyce Maynard. Uno se pregunta cómo pudo Salinger someterse a semejante ser humano y no haber visto la esencia. A Holden Caufield no se le habría escapado. Cabe pensar si en los primeros textos que publicó esta joven y que llamaron la atención de Salinger ya estaba la semilla de lo cutre y lo mediocre. P. ¿Ha sentido inseguridad como escritor por su celo de editor? R. Si fuese capaz de crear cosas como las que escriben DeLillo o McCarthy no creo que insistiera tanto en corregir. Lo que me puso en marcha fue la idea de posar primero como persona literaria y luego como escritor. P. ¿Por qué usó su nombre y el de su mujer en Epígrafe? R. El libro no hubiera existido sin la enfermedad de mi esposa, una esclerosis amiotrófica. Meter nuestros nombres subía las expectativas, convertía la escritura en una acción mucho más excitante. P. ¿Qué necesitan aprender los escritores? R. Que lo que hacen importa. P. ¿Cómo son los estudiantes hoy en día? R. No quieren ser amateurs. ¡Contratan publicistas! Siento que soy el cazador entre el centeno que impedirá que esos chicos se conviertan en un producto.

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12 de febrero de 2011
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Desislamización

Todas las revoluciones marcan un cambio de tendencias. Tardaremos en captar con precisión los componentes ideológicos que explican la actual oleada revolucionaria, entre otras razones porque todavía estamos en una fase incipiente. Pero la pregunta central y urgente, de cara al rumbo que tomen los dos primeros países que se han desembarazado de sus respectivos dictadores, es el papel que jugará el islam político.

Parece evidente que en ninguno de los dos países el islamismo organizado ha jugado un papel relevante en el origen y ni siquiera en la organización de la revuelta. En el caso egipcio, donde se halla la organización matriz y más fuerte de todo el islam sunní, los Hermanos Musulmanes, son muchos los que han deducido de su bajo perfil un paralelismo con partidos comunistas clandestinos, como el español, capaces de aglutinar e incluso monopolizar la oposición pero incapaces luego de obtener mayorías. Otras voces, más suspicaces, temen que la actual prudencia de la cofradía sea una táctica previa a un asalto perfectamente diseñado para tomar el poder y crear una república islámica. Esta teoría tiene sus adeptos israelíes, estadounidenses y saudíes, y el propio Mubarak la ha exhibido hasta el último minuto para aferrarse al poder. La percepción más común es que esta revolución árabe, no tan sólo en Egipto, está en manos de una generación nueva, muy numerosa y diferenciada de las anteriores, sobre todo gracias a la irrupción masiva de la cultura globalizada de las redes sociales a través de teléfonos móviles. Hay abundancia de mujeres descubiertas y de jóvenes con vestimenta occidentalizada. El conflicto árabe israelí no tiene relevancia alguna en la protesta. Tampoco las mezquitas han sido un especial punto organizativo ni han irrumpido líderes religiosos. Hay que tener en cuenta que el sunismo, a diferencia del chiismo, es una religión sin clérigos; un punto de diferencia importante respecto al derrocamiento del Sha en 1979, el otro paralelismo exhibido como espantajo por quienes querían evitar el derrocamiento. Hay unas incipientes e interesantes pistas demoscópicas, producidas por el Washington Institute for Near East Policy esta misma semana. Según una encuesta realizada en El Cairo y Alexandria a usuarios de móviles, entre el 5 y el 8 de febrero, sólo un 15 por ciento de los preguntados aprueban a los Hermanos Musulmanes, un 12 por ciento son partidarios de aplicar la sharia y un 7 por ciento justifican el levantamiento porque el régimen no es suficientemente islámico. Una mayoría del 37 por ciento frente al 27 quieren que se mantenga el Tratado de Paz con Israel y una proporción similar se pronuncia a favor de unas buenas relaciones con Washington. Sólo un 8 por ciento se han unido a la protesta porque consideran al régimen demasiado proamericano. Venimos de dos décadas de intensa reislamización, lo que ha significado una regresión en los procesos de laicización de las sociedades y la aparición de un Islam globalizado muy impregnado de la identidad más tradicional. La actual oleada revolucionaria, en cambio, emite señales de una desislamización incipiente. Olivier Roy, uno de los mejores conocedores de la evolución del Islam político, ha explicado en este mismo periódico que estas señales se deben a la aparición de una nueva generación postislamista y a la evolución de muchos islamistas hacia la democracia, en la estela de la experiencia turca. Una novedad de esta revuelta es la sintonía entre la ciudadanía de todos los países árabes, en una especie de panarabismo aglutinado por la abominación de las dictaduras, no por el antiimperialismo ni el antisionismo. De confirmarse la tendencia, ésta sería la señal mayor de la superación del islamismo político por una solidaridad árabe con recorrido hacia la sociedad laica y plural.

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12 de febrero de 2011
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Melania Mazzucco entrevistada

Melania Mazzucco Melania G. Mazzucco estuvo en España para presentar su nueva novela, editada por Anagrama, La larga espera del ángel. Una novela biográfica (parece que está de moda eso de recrear vidas célebres) sobre la agonía del pintor Tintoretto y el repaso de su vida y de su época. Alberto Ojeda la entrevista para El Cultural. Aquí algunas respuestas: 

Pregunta.- Reconoce que hace unos años no sabía apenas nada sobre Tintoretto. ¿Cómo surgió su interés por este pintor?Respuesta.- El interés se me despertó cuando vi en la iglesia veneciana de la Maddonna dell?Orto su cuadro Presentación de la virgen en el templo. Me conmovió mucho cómo un pintor del Cinquecento presenta el destino de la niña y cómo se ocupa del mundo femenino, porque el cuadro está lleno de mujeres. Me desconcertó porque yo tenía una idea muy diferente de Tintoretto. En la escuela me habían dicho que eran un pintor manierista, de la contrarreforma? Nada que ver con lo que estaba viendo. Entonces empiezo a investigar más sobre él, a viajar a Venecia a menudo, y me compruebo que la niña del cuadro es Marietta, su hija ilegítima, una mujer fascinante, también pintora, de la que se había perdido su rastro, y con la Tintoretto mantuvo una relación de amor absoluto. P.- La relación de Tintoretto con esta hija ilegítima que nació de su relación con una prostituta alemana trascendió lo estrictamente paternofilial?R.- Fue una relación muy compleja; una relación entre creador y criatura, se podría decir. Tintoretto marcó casi todos lo pasos de esta hija. La obligó a casarse con quien él quería y también fue él quien le enseñó a pintar. Ella fue seguramente su mejor alumna, pero acabó renunciando a su libertad por seguir las exigencias paternas, hasta quedar prácticamente disuelta en la excesiva protección de Tintoretto. Es algo que llama la atención, porque él tuvo otras cuatro hijas legítimas, pero nunca se preocupó por ellas tanto como por Marietta. En esa época las hijas ilegítimas eran, por lo general, abandonadas a su suerte. Fue una relación de amor absoluto, en la que él deseo también estaba presente. P.-¿Por qué decidió contar la historia con la propia voz de Tintoretto, en primera persona? R.- Eso ha sido una de las cosas más difíciles en la escritura de la novela. Tintoretto era un pintor muy temerario, le gustaban pintar cuadros que le plantearan alguna dificultad o algún desafío. Era un hombre que se arriesgaba en sus decisiones, estéticas y vitales, y yo creía que si escribía sobre él también me debía arriesgar, para intentar estar a su altura. También lo creí necesario porque Tintoretto fue el creador de la historia de su hija Marietta, él contó y escondió lo que quiso. En realidad, fue como su biógrafo. P.- En su opinión, ¿qué cualidades hacen de él un pintor especial? Decía Sartre que fue ?el primer cineasta?. R.- Fue un pintor muy avanzado para su tiempo, muy moderno. Su pintura te impacta en cuanto la ves: sus cuadros y sus personajes son los que te observan a ti, y no al revés. Además fue capaz de pintarlo todo. Ha pintado a Jesucristo y muchas escenas religiosas, la mitología griega y muchos retratos de sus contemporáneos. Pinta príncipes, nobles y obispos mirándoles cara a cara, sin intimidarse por su cargo o por su estatus social. Los miraba simplemente como a seres humanos. Fue también un pintor muy intelectual, que manejaba textos condenados por heréticos. Estaba continuamente investigando sobre la religión. Era una mente muy inquieta, siempre a la búsqueda. No en vano, se le definía como el cerebro más terrible de la pintura. 

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11 de febrero de 2011
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¿Quién será el próximo?

Y van dos. No ha transcurrido ni un mes desde la caída de Ben Ali y la revolución árabe ya se ha cobrado la segunda pieza. Esto además es caza mayor. El tunecino, a fin de cuentas, era un policía corrupto casado con una peluquera ambiciosa. Mubarak es un general, héroe de guerra, que ha suscitado elogios y apoyos a diestro y siniestro. El tamaño y peso político de ambos países, no hablemos ya de su emplazamiento estratégico, no permiten ni siquiera las comparaciones. Si la ola sólo se hubiera llevado a Ben Ali estaríamos ante un fenómeno interesante pero muy limitado. Con la culminación egipcia, el vendaval adquiere una envergadura histórica y promete seguir creciendo y amenazando ahora a otros regímenes.

Ya van dos, y enorme paradoja, los dos eran máximos dirigentes de unos partidos-estado que no han sido expulsados de la Internacional Socialista hasta bien avanzada la revuelta. ¡Qué vergüenza! Derecha e izquierda se han comportado con idéntica bajeza con esos dos dictadores. Alguien deberá dar una explicación, o al menos aprender la lección. Pero ahora el asunto importante es seguir mirando hacia delante. ¿Quién será el siguiente en caer? ¿Será un monarca? También hay otra posibilidad. Que se produzca una segunda caída en Egipto. Omar Suleiman es tan responsable como Mubarak de la situación a la que ha llegado el país. Con un agravante: el responsable directo de los mayores abusos de la policía y de los servicios secretos es Suleiman. Si juega tan fuerte en este envite, es porque se siente muy apoyado por quienes han sido los aliados de Mubarak hasta ahora, concretamente Estados Unidos e Israel. Pero está por ver que los jóvenes egipcios se conformen a una transición liderada por alguien tan comprometido con el régimen. Aunque el rumbo de la transición sea todavía incierto, hay un hecho incontrovertible, y es que la caída de Mubarak dará mayor impulso a la ola revolucionaria y animará a los jóvenes de todo el mundo árabe, e incluso de otros países, a seguir el ejemplo. Esta es una de las mejores aportaciones de la revuelta. Las dictaduras están algo menos prestigiadas en el mundo después de la caída de máscaras en Túnez y Egipto. Además de dictadores sin escrúpulos, todos ellos han robado como locos, mientras sus conciudadanos vivían cada vez peor. Donde hay dictadura hay crimen y hay corrupción, una obviedad más conocida y difundida después de este triunfo revolucionario.

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11 de febrero de 2011
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Salinas en sus libros

El lector no tiene porqué conocer al editor de los libros de su autor favorito. Tampoco es preciso que los cinéfilos sepan el nombre de los productores capaces de financiar las películas más amadas, ni los galeristas que lanzaron a Bacon o Basquiat o Miquel Barceló son señalados más allá del círculo cerrado de la trastienda del arte. El mismo día de la semana pasada en que supe la noticia de la muerte, a los 85 años, de Jaime Salinas, recibí un libro que celebra el Premio Nacional de las Letras Españolas concedido recientemente a otro gran editor (y ensayista) superviviente, Josep Maria Castellet, de quien, con tal motivo, Península reedita su antología ‘Nueve novísimos poetas españoles' añadiendo las semblanzas de Castellet escritas en anterior ocasión por los propios ‘novísimos', yo mismo incluido. Más joven que ellos es Jorge Herralde, quien, con sólo 75 años de edad, anunció hace un mes la venta gradual a Feltrinelli de su firma, Anagrama, de la que seguirá al frente cinco años más, hasta el retiro (provisionalmente) definitivo.

    Guardo un recuerdo muy grato de mi primer editor, Carlos Barral, prematuramente fallecido en 1989, y espero seguir publicando mientras mi inspiración me asista y Anagrama me acoja en la excelente colección Narrativas Hispánicas donde han aparecido la mayoría de mis novelas. Hoy quiero, sin embargo, evocar aquí a Jaime Salinas, con quien sólo publiqué un libro en mi vida (en el sello Alfaguara que él relanzó y llevó a su cima más alta), pero representó para muchos escritores y lectores y colegas suyos de este país un modelo y un punto de referencia.

   Jaime había regresado a España en 1955, después de un exilio en el que siguió a su padre, el poeta Pedro Salinas, y al resto de su familia, en circunstancias muy bien descritas en sus memorias ‘Travesías', un apasionante libro lleno de verdad y lucidez, galardonado en el 2003 con el Premio Comillas y publicado por otra de las grandes editoriales de este país, Tusquets. Trabajó primero en Barcelona, dentro de Seix Barral, que dirigía su co-propietario, el citado Carlos Barral, y en la que tuvo de cómplices y amigos a gente de la talla de Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater. Instalado (ya para siempre) en Madrid, Jaime fue en 1966 el impulsor, junto a Javier Pradera, de la fundamental colección del libro de bolsillo de Alianza Editorial, antes de ponerse al frente en 1976 de Alfaguara, un sello languideciente entonces tras su fundación por los hermanos Camilo y Jorge Cela Trulock. En las elegantes y austeras colecciones de novela y clásicos que creó en Alfaguara, el editor no sólo atendía al rigor y la variedad (sobre todo en la elección de autores extranjeros), sino también a detalles tan importantes como el respeto a los traductores, a quienes por primera vez puso en la portada de sus libros, la calidad del papel y el cuidado de los textos de solapa.

     En 1982, con más sentido del deber que vanidad, Salinas aceptó el ofrecimiento de Javier Solana y pasó a ser Director General del Libro del primer Ministerio de Cultura socialista, un puesto en el que pudo mostrar el espíritu culto y regeneracionista de la Institución Libre de Enseñanza y la República, que tan afines le eran, creando y dotando bibliotecas en un país deficitario en ellas. En 1985 volvió a la edición y en ella terminó su vida laboral, sin abandonar, hasta su muerte hace pocas semanas, la curiosidad literaria y el amor al libro bien hecho.

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11 de febrero de 2011
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IV. A ninguno perdonó la historia

El fuego seguía pasándose. Las manifestaciones de respaldo a los movimientos rebeldes en los otros países centroamericanos empezaron a recorrer las calles de Managua, y Somoza cometió la imprudencia de convocar para el 4 de julio una demostración popular en respaldo a las tropas aliadas, con lo que quería congraciarse con Estados Unidos en el propio día de su independencia.

            A pesar de la salvaje represión, y con las cárceles llenas de presos políticos, cuando Somoza intentaba pronunciar su discurso, la rechifla y los gritos de protesta, exigiendo su renuncia, lo obligaron a bajar de la tribuna. Parecía llegado su fin, pero logró maniobrar, y se salvó. Todavía la quedaban más ardides que ejecutar para mantenerse en el poder, golpes de estado, y pactos políticos con reparticiones de cargos y curules, hasta que las balas de un poeta, Rigoberto López Pérez, acabaron para siempre con sus ambiciones el 21 de septiembre de 1956. No obstante, logró heredar el poder a sus hijos, y ya sabemos el resto de la historia.

            El general Ubico murió en su exilio de Nueva Orleans en 1946. El general Carías murió de viejo en su cama en Tegucigalpa, a los 94 años de edad, en 1969. Igual que Somoza, el general Hernández Martínez no tuvo la suerte de una muerte apacible. Tenía 84 años cuando en 1966 su chofer Cipriano Morales lo asesinó de 17 puñaladas en el comedor de su vivienda del poblado rural de Jamastrán en Honduras, donde vivía exiliado.

            Dictadores en cadena, a ninguno de ellos los perdonó la historia.

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11 de febrero de 2011
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El lenguaje de Wolfang Schäuble

Me refería en la pasada columna a la actitud, crítica pero finamente resignada, de los legisladores americanos frente a las agencias de notación como Standard and Poor y Moody's Investors Services ,  pero podría haberme referido a algo que a los españoles nos toca directamente:

El día mismo en que la plana mayor del gobierno alemán visitaba España, el ministro Federal de finanzas, Wolfgang Schaübe, publicaba en Le Monde un artículo en el que anunciaba que los estados desobedientes de la zona euro iban a "ser obligados (sic) a seguir una política presupuestaria y financiera responsable[...]No toleraremos  (resic) que por una  mala política minen su propia capacidad competitiva".

 El señor Schaüble no recurre siquiera al  lenguaje diplomático: tanto el "pobre"Portugal, como el "rico" (pero poderoso) Luxemburgo deberán- es un ejemplo- renunciar a que los salarios (mínimos incluidos) sigan el ritmo de la inflación. Si publicamente  Schaüble habla de obligación y no tolerancia, ¿qué le habrá dicho en privado a su colega española?  y sobre todo ¿qué le habrá dicho su jefa al presidente Zapatero? En cualquier caso nuestro presidente debe saber que la prolongación de la edad de jubilación o la supresión de los 420 euros constituyen sus reformas. El quizás no  estaba en condiciones de evitarlas, pero si estaba en condiciones de decidir que  no sería el instrumento de las mismas. A diferencia de todas las demás cosas del mundo, los seres de palabra  no estamos exhaustivamente determinados. Si los políticos dejarán de hacer sólo lo que está mandado, de inmediato la idea de libertad tendría concreción social.

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11 de febrero de 2011
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¡Despedida!

carátula de la saga La creadora de Crónicas vampíricas (The Vampire Diaries), una saga de novelas y una serie de TV, L.J. Smith, ha sido despedida por Harpers Collins. La saga será concluida por otra autora. Así estamos ahora. Ya no se compran libros sino personajes, conflictos y locaciones. Las editoriales son las dueñas del proyecto.  Dice la nota:

Mientras que Smith fue quien concibió los personajes, su mundo, y las reglas, HarperCollins tiene la propiedad del proyecto y sus derechos de autor. Al parecer, el conflicto surge cuando HarperCollins considera que Smith se está alejando en los últimos libros del carácter de la original de la saga por lo que decide despedirla. Sin embargo, es la propia Smith quien en su página web sugiere a los seguidores de la saga que sigan leyendo sus libros y que no se sientan mal en su nombre. ?Quiero pedir a nadie intente boicotear a Harper?s. Simplemente no tiene sentido. A pesar de que yo quería y todavía quiero más que nada poder seguir la serie ?The Vampire Diaries?, no tiene sentido no publicar nuevos libros?, explica en su web. Y recuerda que a los fans de Bonnie, Damon, Stefan y Elena les pueden gustar los ?nuevos libros?. La serie de televisión -con el mismo nombre- aparentemente no se ha visto afectada por esta noticia.

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10 de febrero de 2011
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Juan Marsé regresa a la novela

Juan Marsé Caligrafía de los sueños (Lumen) es la nueva novela de Joan Marsé, la primera después de ganar el Cervantes. Una novela que tiene como protagonista a Ringo, un adolescente cuya vida puede asimilarse a la del mismo autor.  Una entrevista de Sergi Doria en el ABC nos trae estas preguntas:

?Esa evocación de sus padres adoptivos, del anticlericalismo paterno y la madre enfermera, el taller de joyería y el tostadero de café donde trabaja el joven Ringo? ¿Estamos ante su novela más autobiográfica? ?Me gustaría decir que todo es inventado. Me gustaría jurarlo. Porque tendría más mérito, y a menudo, más solvencia. Porque en este país, después de lo visto y oído ?y lo que nos queda por ver y oír, me temo?, yo doy más crédito a la ficción que a eso que llamamos realidad. Pero sí, algo de eso que todos hemos convenido en llamar realidad testimonial está en algunos episodios de la novela. Algunas situaciones retocadas, reinventadas, otras tan verídicas y asombrosamente vividas que a mí mismo me cuesta creer que ocurrieran. ?El padre de Ringo es anticlerical y está obsesionado por combatir a las «ratas azules» que infestan la posguerra; pertenece al bando de los vencidos pero su hijo se niega a compartir esa conciencia de la derrota y busca su propio futuro? ¿Rompe esa actitud con anteriores novelas? ?No lo sé. Si mis anteriores novelas fueran claramente autobiografías enmascaradas ?lo son sólo hasta cierto punto?, quizá podría distinguir esa diferencia. Pero creo que no es el caso. Mi padre constituye en varias de mis novelas un cierto subtema: el de una ausencia, una no presencia que de algún modo se nota. El padre ausente está siempre ahí, es una constante, pero nunca el tema central. En «Caligrafía de los sueños» está más presente y activo, pero sigue siendo un personaje del que no hay que fiarse mucho, aunque es un hombre de palabra. En realidad, sigue siendo un fantasma, pero se deja ver más, y sus actos son menos de fiar que sus palabras. Fue un «comecuras» inofensivo, y sobre todo un hombre que estimuló mi imaginación. ?Han pasado diez años desde «Rabos de lagartija», su última incursión en el territorio de la memoria. ¿?Caligrafía de los sueños? es una forma de recapitular su imaginario? ?No me planteé ninguna recapitulación. Volver, por el gusto de hacerlo, a escenarios transitados alguna vez y recrear atmósferas y personajes y algún que otro suceso que ya fueron visitados, no me apetecía en absoluto. La verdad es que yo quería hacer algo distinto, en cada novela me propongo algo distinto? aunque trabajando siempre con lo que alguien llamó «materiales de derribo», de modo que el resultado siempre se parece. Es como aquello de la cerveza de barril embotellada que contaba mi amigo Bryce Echenique: es la misma, pero distinta.

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10 de febrero de 2011
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Paz celestial o liberación

Hay dos explicaciones extremas de las claves de la historia. A un lado, quienes buscan los resortes de los acontecimientos en las secretas palancas movidas por expertos y sabios, con frecuencia crueles y sin escrúpulos, desde búnkeres ocultos. En el lado opuesto, quienes atribuyen a la voluntad y los deseos de la gente, los pueblos, los ciudadanos, la capacidad para desatascar los engranajes gripados y redistribuir para más o menos tiempo las cuotas de poder acumulado en pocas manos. El mito de los arcanos del poder en el primer caso y el de la revolución popular en el segundo.

Ambas concepciones se reflejan en los análisis periodísticos o en los tratados y manuales históricos, pero todavía tienen un reflejo más vivo en la acción política. Nótese que la revolución por excelencia, la rusa, sintetiza ambos mitos. Conspiración bolchevique que arrastra al pueblo hambriento. No es el caso de la actual oleada revolucionaria, sin partidos y con mucha tecnología, y necesariamente pacífica, gandhiana. Pero no importa: una parte de la opinión, sobre todo la más conservadora, seguirá considerándola fruto de oscuros e insensatos designios destinados a perjudicar a sus intereses e ideologías. Mientras que otra la acogerá como se acogen las revoluciones, al menos al principio, con una gran simpatía. Que hay una revolución en Egipto parece fuera de toda duda. Muchas cosas han cambiado y nunca volverán a ser como antes. Pero la pelota de tenis todavía está corriendo sobre la red y no se sabe de qué lado va a caer finalmente. Mubarak ya es una momia. No resucitará, pero es el símbolo, la última carta que soltará Omar Suleimán antes de intentar hacerse él personalmente con la jefatura del Estado. Suleimán no es un hombre de transición, al contrario: es Arias Navarro, defendiendo al rais e intentando reproducir su sistema. Quiere la continuidad del régimen sin Mubarak. Lo mismo que quieren Israel y los otros regímenes amigos árabes: un Gobierno militar, que garantice la estabilidad y que mantenga intangible el tratado de paz forjado en Camp David. Lo contrario de Túnez, donde la revolución ha triunfado por la huida precipitada del dictador: allí el primer ministro Ghanuchi es Adolfo Suárez. En El Cairo se está acercando la hora de la verdad, que es una bifurcación: a un lado Tiananmen, que significa puerta de la paz celestial en mandarín; pero es el símbolo de la represión a sangre y fuego y de la recuperación de la iniciativa y del control por parte de la dictadura, como sucedió en esta plaza pequinesa en 1989 después de casi 50 días de ocupación. Del otro, la liberación, Tahrir en árabe, con la apertura de la transición que todavía no se ha producido: exilio del rais, levantamiento del estado de urgencia, amnistía para los presos políticos, disolución del Parlamento, Gobierno provisional y convocatoria de elecciones constituyentes. La biografía de Suleimán le señala como el hombre para el primer camino, el de la sangre, a pesar de que Israel y los amigos occidentales, también Washington, parecen apostar por él todavía para cualquiera de los dos. El segundo camino no tiene líderes, a menos que se acuda a personalidades como Amr Musa o Mohamed el Baradei para salir del paso. Esta revolución es parte del desplazamiento de poder que se está produciendo en el mundo y dentro de las mismas sociedades. A favor de todo lo emergente, sean continentes y países o tecnologías y generaciones. Washington demuestra su poder declinante: no puede ni sabe cómo echar a Mubarak. Hace unos años no hubiera sucedido. Sus aliados de la zona le presionan para que no lo haga, los europeos están en sus cosas (velinas, vacaciones tunecinas y egipcias, broncas domésticas). Y su socio y rival chino piensa con escalofríos en Tiananmen: en que no se repita. Lo más esperanzador de Tahrir es que cada día que pasa sin que mengüe la protesta es más difícil que se convierta en Tiananmen. Y si Tahrir no termina como Tiananmen entonces el mensaje que nos está mandando la juventud egipcia es enormemente esperanzador para todos. Aquel mandarinato chino fascinante que denuncia y teme Felipe González, expresión máxima de los arcanos de la historia controlados por una oligarquía cruel y corrupta, ha recibido un golpe mortal desde el mundo árabe y con ello la eventualidad de que las democracias se vayan rindiendo ante la fuerza de un nuevo capitalismo enormemente eficaz gracias a su autoritarismo. Lo que está sucediendo no será una revolución para el gusto de los más cautos e hipnotizados por el mandarinato. Pero es lo mejor que le ha sucedido a la humanidad desde la caída del muro de Berlín en 1989. Solo por eso los tunecinos y los egipcios, pronto todos los árabes, pueden estar de nuevo orgullosos. No con el viejo orgullo de las glorias pretéritas, poco útil y fuente de resentimientos, sino con el orgullo joven de la libertad conquistada que levanta la admiración de todo el mundo.

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10 de febrero de 2011
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