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La actividad instintiva de la mente civilizada

La editorial Lumen ha publicado una selecta antología de artículos y ensayos del poeta T.S. Eliot, comentados por el autor de la edición, Andreu Jaume, con un abundante aparato de notas.

El último texto del volumen, Criticar al crítico, es una reflexiva aunque liviana consideración sobre unos colegas que no pueden dejar de interrogarse una y otra vez sobre la finalidad de lo que hacen. Como la intención de Eliot es ordenar las clases de crítica literaria que hay entre nosotros, se apresura a distinguir las que pueden "incidir en el gusto del público, despertar su interés y promover la valoración de las obras que comentan".

Con una convincente pero no por ello menos sospechosa humildad, el autor de Tierra baldía rinde tributo a la crítica literaria como "actividad instintiva de la mente civilizada".

Eliot menciona en primer lugar al Super Reseñista, que normalmente es el crítico oficial de alguna revista o periódico y "no necesariamente un novelista fallido".

Luego está el crítico del gusto. Un educado esteta que se ofrece como abogado de autores olvidados o injustamente menospreciados pero que quizá por ello ayudan a descubrir "nuevas vetas de goce en la literatura".

Entre los críticos de origen académico y los autorizados eruditos Eliot incluye al crítico filosófico y al moralista.  Finalmente, alude al crítico que también es poeta y precisa que entre ellos "tímidamente me incluiría a mí mismo".

Estas cautelas, tan notorias en la alta esfera literaria, inspiran una entrañable ternura. No hay que olvidar que Eliot escribe este texto cuando ya era Premio Nobel y cuando, con 73 años, le faltaban tres para fallecer. Aun así se siente impelido a sosegar a sus adversarios con una empecinada modestia.

Hay algo en sus palabras que suena a remordimiento. Eliot aprovecha la ocasión para aludir a su larga trayectoria de crítico literario y confesar lo que pudo haber en su vida de ofensa a los demás. Recuerda al joven e impetuoso lector que fue y lamenta "la ocasional nota de arrogancia, la exagerada vehemencia, la bravuconería que el hombre normalmente pacifico lanza bien pertrechado tras su máquina de escribir".

¿Hay que hacerse viejo para comprender con lucidez nuestro encarnizado combate por la subsistencia (literaria)?

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9 de noviembre de 2011
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Cuenca sin exotismos

Joao Paulo Cuenca Joao Paulo Cuenca es un escritor brasileño, escogido para el Bogotá39, quien no ha sido leído en castellano aún pero que pronto, gracias a Lengua de Trapo, podremos leer con la novela El único final feliz para una historia de amor es un accidente. Estuvo presente en el VivAmérica y además tuvo una entrevista digital en El País. Aquí algunas de sus respuestas:

El problema es que la producción cultural brasileña es enormemente más rica y compleja de lo que llega a Europa. El cliché de lo exotico es poco, muy poco, para representar la cultura y la realidad brasileira. Mi esperanza es que la fuerza económica de Brasil en este momento también sirva para enseñar al mundo que somos más que playa, bikinis y sonrisas.  (?) Creo que es un problema que tiene más que ver con una cuestión editorial y de mercado que con la calidad de la literatura brasileña contemporánea. Infelizmente, todavía es más fácil ?vender? Brasil por el camino de lo exótico o de lo místico, lo que es tremendamente empobrecedor. Hay escritores singulares de mi generación como Carola Saavedra, Michel Laub, André Sant´Anna o Daniel Galera que escapan al estereotipo de lo que se espera de un ?esolarado? Brasil y que merecen ser leidos por aquí.

También comentó la novela que saldrá pronto con Lengua de Trapo:

El único final feliz...? es una novela que cuenta dos historias de amor que se entrecruzan, la historia de una muñeca erótica y su creador, un viejo poeta, y la historia del hijo de este poeta, un joven ejecutivo, con una camarera rumano-polaca. Mientras cuento estas historias, intento hacer una reflexión sobre la representación y el mundo repleto de imágenes donde vivimos hoy.

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9 de noviembre de 2011
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I. La urna de votos como botín

Me contaba Luis Yáñez, quien vino a observar las elecciones de este domingo en Nicaragua a la cabeza de la misión de la Unión Europea, que una vez le tocó cumplir un trabajo semejante en una de las nuevas repúblicas que habían surgido al desmoronarse la Unión Soviética. El viejo líder supremo del partido se había cambiado de disfraz y se presentaba como candidato a presidente porque no tenía más alternativa que jugar a demócrata ante los nuevos tiempos.

            El día de las votaciones le tocó a Luis ir a un área rural bastante alejada de la capital a ver cómo andaba el proceso, y a la hora en que se acercaba el escrutinio llegó a una escuela donde el profesor, que era el presidente de la mesa, se negó a dejarlo entrar. Le mostró su credencial, insistió, el otro se resistía, y de pronto el hombre lo que hizo fue tomar la urna de votos y salir corriendo con ella por un pasillo hasta encerrarse en su oficina. Luis entró tras él, y se encontró con que había vaciado todas las papeletas en el suelo, y con la urna vacía en las manos lo miraba con sonrisa triunfante.

             El destino de la democracia en aquel país, con los votos desparramados en el piso, quedaba así ilustrado mejor de lo que pudiera decirlo cualquier informe técnico,. Por supuesto que el viejo líder ganó las elecciones, y luego lo sucedió su hijo, seguramente porque los presidentes de mesa siguen huyendo, llevándose como botín las urnas con los votos.

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9 de noviembre de 2011
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Thomas Pynchon en "Los Simpson"

Matt Groening Excelente la nota de Rafael Cipollini sobre el día en que Pynchon, el hombre que no permite que nadie le vea la cara ni sepa nada sobre él, decidió aceptar una invitación para poner su voz a un personaje -que lo representaba- en la serie Los Simpson. El escritor más experimental y anti-sistema de Estados Unidos revalidaba así la importancia de ese programa de TV y de la cultura mass-media norteamericana. Y además un juego de representaciones (Cipollini cita la intervención de Mario Bellatin en París con ?escritores falsos?) Una buena manera de entrarle a Vicio propio, el libro de Pynchon que llegó a las librerías peruanas hace poco en Tusquets. La nota aparece en la Revista Ñ:

En el año 2003 los guionistas de Los Simpson empezaron a delirarse con la posibilidad de invitar a Thomas Pynchon para que interviniera con su voz en uno de los episodios. Les aseguré ?soy lo suficientemente adicto a Pynchon como para saber que no vendría ni en un millón de años?. No hubo caso, insistieron en intentarlo. Lo cierto es que quedé sorprendidísimo cuando me anunciaron que había aceptado. ¡Era la cosa más grande que pasaría en la historia de Los Simpson ! Pronto me di cuenta de que, debido a su notoriedad y prestigio, tenía total sentido que aceptara hacer algo tan absurdo como participar en el programa?. Tal cual: el que habla no es otro que Matt Groening. Redundemos: además de creador de la tan famosa como disfuncional familia de Springfield (que ya lleva 23 temporadas en el aire), Groening es fan confeso del autor de la recientemente publicada Vicio propio . ?Pienso, como todo el mundo, o toda persona interesada en la ficción literaria contemporánea, que cada vez que Pynchon reaparece con un nuevo trabajo es un evento mayor en la cultura?, agrega, como si hiciera falta, desde su casa en Los Angeles, en pleno otoño boreal. Hagamos un poco de historia: enorme fue el alboroto entre sus maniáticos seguidores (dos términos que, tratándose de quien se trata, parecen absolutos sinónimos) cuando, luego de más de cuatro décadas del más hermético silencio, comenzó a circular el rumor que daba por hecho que el blindadísimo Thomas Pynchon colaboraría con su voz en una de las historias de la serie animada. Sigamos redundando: una de sus más eficaces armas de seducción es su intransigente privacidad. Jamás concedió una entrevista y los únicos (y escasos) retratos suyos conocidos son por lo menos diez años anteriores a la publicación, en 1963, de V , su primera novela. Por supuesto, si tenemos en cuenta que sus (casi siempre) voluminosos libros están repletos de conspiraciones, sociedades secretas, complots, intrigas y conjuras de todo tipo, que permanezca oculto no hace más que incrementar su mito. ¿Por qué, entonces, quebrar la regla en Los Simpson ? En un texto que oportunamente circuló mucho por Internet, Erik Ketzan, del sitio Modern World, señaló que para los tantos fans ardientes de Pynchon, aquellos que analizan frase por frase de una novela como El arco iris de gravedad buscando una revelación, finalmente escuchar su voz fue comparable ?a ver descender a un Moisés surrealista de los Estados Unidos de su Monte Sinaí?. (?) Volvamos a Los Simpson . El murmullo de su incursión creció y enseguida cundieron toda clase de especulaciones: ¿en qué contexto aparecería en la serie? No fueron pocos quienes apostaron por una revisión de cierto dato biográfico: El colonizador inglés William Pynchon (1590-1662), su más pretérito antepasado americano, formó parte de la flota del vehemente puritano John Winthrop y fundó Springfield (Massachusetts) en 1630. Nada menos: un antecesor del novelista fue quien erigió la ciudad de Los Simpson . Era muy sugestivo, pero no. Thomas Pynchon hizo su primera aparición en el show de la familia de Homero en el episodio titulado ?Diatriba de un ama de casa loca? o ?Sátira de un ama de casa fastidiada?, según las traducciones, que se estrenó en Estados Unidos el 25 de enero de 2004. En él, Marge escribe una novela romántica (?de 286 páginas a doble espacio?) inspirada en Moby Dick y titulada ?Corazón arponeado?. En la imaginación de la autora, encarna mediante su álter ego, Templanza Burroughs, a un ama de casa decimonónica por cuyo amor compiten un brutal marinero que imagina como Homero y un delicado y musculoso caballero a quien fantasea como Ned Flanders. Para promocionar su libro, la editorial convoca a Tom Clancy y a Thomas Pynchon con el fin de procurarse algunas líneas de promoción. Es entonces cuando irrumpe su caricatura con una bolsa de papel en la cabeza y un signo de interrogación dibujado sobre los agujeros por donde asoman sus ojos. Lo vemos hablando por celular y dictando el siguiente veredicto: ?a Thomas Pynchon le gusta este libro casi tanto como las cámaras?. Y de inmediato, con un cartel-sánguche que lo identifica, comienza a promocionarse junto a los vehículos que pasan. A un costado, un gran cartel luminoso anuncia ?Esta es la casa de Thomas Pynchon. Venga, entre?. Todo episodio de Los Simpson avanza a partir de una ininterrumpida artillería de gags. Citas de citas de citas. En el universo Simpson todas las citas están enloquecidas, alteradísimas y ese es su estado de gracia. Por el contrario, en el universo Pynchon toda referencia conecta con una conspiración. Como si Tlön estuviera en todas partes, multiplicándose indefinidamente. La narrativa Pynchon se alimenta de la exhumación y análisis de planes: la Historia del planeta se devela en la dinámica de infinitas políticas secretas, atravesando todos los tiempos, los espacios, los saberes y las ciencias. La voz narrativa de Pynchon es la de un demiurgo que tiene acceso a todos los expedientes reservados de la humanidad. Un servicio de inteligencia planetario en estado de combustión. ¿La aparición de Pynchon en la serie animada banalizaba su hermenéutica? ¿El Gran Corpus Pynchoniano jibarizado en gag? Fue genial: pudimos seguir de cerca las distintas fisonomías de los lectores pynchonianos. Sus credos y lecturas. Desde antes de la emisión los devotos del escritor nacido en Long Island (Nueva York) estaban divididos. Por un lado, aquellos que no vieron en su participación más que transigencia, una forma de ceder a los intereses promocionales de sus editores. Para otros tantos devotos, no existía ningún espacio más adecuado para que Pynchon rompiera su silencio. Si estaba decidido a romper su silencio ¿en qué otro lugar iba a hacerlo? No se trataba de una situación inédita. Como trascendió, en 1997 la CNN pudo filmarlo sin su consentimiento, por lo cual logró negociar una entrevista y evitar que se difundiera su imagen. Partes de este informe puede verse en Youtube. Pero esta vez era distinto: no existía presión. Esto era lo que más irritaba. Elegía sumarse a la troupe de seres amarillos. ¡Cuánto aprendimos sobre las diferentes ideologías ?y no sólo estéticas? de los lectores de Pynchon! De sus guerras internas, no sólo de sus fans anónimos sino de reconocidos críticos. Ketzan trazó el mapa: para algunos, no fue más que promoción mediática, y de ser así el interrogante es ¿por qué no lo hizo antes, cuando Los Simpson tenían más audiencia? Fervientes pynchonianos como el artista Zak Smith (autor de una extensa obra gráfica inspirada en El arco iris de gravedad ), Steven Weisenburger o Tim Ware (estudiosos de su obra y creadores de diversas guías de lectura y sitios de análisis) no sólo festejaron la intervención televisiva (?¡pudimos escuchar su voz!?) sino que hasta se lamentaron de la brevedad de su aparición. Otros lo vieron como un cuestionamiento a cierto tipo de crítica literaria y a sus preconceptos sobre Pynchon. A todo esto, ¿qué es lo que pensaba Matt Groening? ¿Cómo había vivido esta experiencia? Groening: ?Después de tanta expectativa, cuando al fin se concretó la participación yo estaba de viaje y debido a eso no pude verlo, no pude estar en el momento en que le puso voz a la animación. Tal fue mi frustración que insistí en escribir una nueva parte para poder conocerlo. ¡Y volvió a aceptar! Conclusión: Pynchon estuvo en Los Simpson dos veces? Bueno, ya era el colmo. Pynchon no sólo había accedido a participar en el show televisivo ¡sino que reincidía! (?) El episodio con la segunda participación de Pynchon se emitió en la televisión norteamericana el 14 de noviembre de 2004. En Latinoamérica lo conocimos con el título ?En la guerra todo se vale? (sic). Otra vez es Marge la que lleva la escena. Luego de refaccionar su cocina y parafrasear a Virginia Woolf (?toda mujer necesita un espacio propio?) se inscribe en un certamen de cocina. Previamente, pone a prueba sus artes culinarias preparando wasabe y alitas de pollo y ofreciéndolas en un banquete eclesial. Entonces irrumpe Thomas Pynchon en estado de dibujo animado, ataviado exactamente igual que en su aparición anterior y se abalanza sobre los bocados de la cocinera. Cuando ésta lo consulta por sus dotes, Pynchon le responde: ?estas alitas están deliciosas. Pondré esta receta en mi libro La gravedad del arco iris? (sic). En la ficción, Marge Simpson ingresaba en el más celebrado opus del novelista, aunque en verdad estaba sucediendo exactamente lo contrario: era Pynchon quien estaba siendo simpsonizado. A todo esto, Groening conseguía lo imposible: conocer en persona a su héroe literario. Mientras tanto, a través de un colaborador de Fox, se negó a dar más detalles. ?Llegó el día y pude conocerlo en persona, en el estudio de grabación. Un hombre very gracious (cortés, elegante, gracioso). Por supuesto, fui con mi amigo pynchoniano de los tiempos de la universidad, Richard Gehr. ¡Y le llevamos una pila de libros para firmar! Estuvo muy contento de ver mi edición de Mason & Dixon. Le pregunté en qué estaba trabajando y me contó que estaba embarcado en un libro bien gordo y que su mayor preocupación era que su dead line era ese año. Eso me sorprendió mucho, me impresionó que hasta Thomas Pynchon tuviera dead lines . Hasta me corrigió la forma de pronunciar su apellido, pynchón. No sé si conocer a mi ídolo tuvo que ver, pero lo cierto es que leerlo ahora me resulta más fácil. También lo encuentro más gracioso. Por supuesto, le pregunté por las cartas de Wanda Tinasky, por todos los rumores y especulaciones al respecto. Me dijo que no era él. Ahora que lo pienso, me arrepiento de haber llevado para que me firme una copia tan hecha mierda de El arco iris de gravedad .? La novela que Pynchon concluía por esos días (su libro gordo, de casi 1.400 páginas) era Contraluz , que se publicó en inglés en 2006 tras una década de gestación y se tradujo al castellano recién cuatro años más tarde. Las críticas estuvieron divididas, muchas no fueron buenas, como las de Louis Menard (otro especialista en conspiraciones, pensemos en su Club de los Metafísicos ) en The New Yorker y de James Wood (profesor de Harvard y novelista) en The New Republic. ¿Pynchon se repetía? ¿sus excesos ya eran rutina? Lo cierto es que deberíamos replantear los términos: ¿qué significa, qué implica abordar hoy la obra de Pynchon? Se siguen multiplicando los foros y sitios donde se analiza su obra, donde se la desmenuza y problematiza (muchas veces con argumentos tan desorbitados como los esgrimidos por los personajes de nuestro novelista) hasta el más mínimo detalle de sus mundos. La enumeración podría fatigarnos, hay para todos los gustos: The Pynchon Wiki, Thomas Pynchon punto com, Thomas Pynchon Portal, San Narciso College Thomas Pynchon Home Page, Thomas R. Pynchon Spermatikos Logos y tantos otros etcéteras. La situación resulta tan paradójica como pynchoniana: si los ojos del Gran Evadido parecen registrarlo todo (la enumeración de lo referenciado en las cientos y cientos de páginas de sus extensas novelas sin duda es tan voluminoso como ellas mismas), sus exégetas no descansan en la indagación de cada uno de sus enunciados. ¿Qué es y qué no es fruto de su invención en sus páginas? Como si poco fuera, y como tantas otras mitologías de ficción, los vasos comunicantes proliferan aquí y allá. Por ejemplo, el personaje favorito de Matt Groening: Seaman Pig Bodine, quien aparece por primera vez en ?Tierras bajas?, un relato de 1960 compilado en Un lento aprendizaje , para regresar en V , El arco iris de gravedad , Mason & Dixon y Contraluz  En junio pasado, Ñ publicó una nota del escritor galés Richard Gwyn titulada ?De Pynchon a Amis?, toda una generación borgeana. En ésta, confesaba que su tributo favorito a Borges se encuentra en El arco iris de gravedad . Conocida es, por cualquier lector argentino de Pynchon, la referencia al habla de los argentinos, a su hipótesis de cómo el Estado se entromete en nuestros modos de pronunciar, así como sus citas al Martín Fierro y al anarquismo gaucho. El lector también sabe que Gwyn se refiere a uno de sus personajes, Squalidozzi, que junto a un grupo de argentinos se apoderan de un submarino nazi. Y más especialmente a un supuesto poema (del que sólo se aventuran dos versos) que supuestamente Borges le dedicó a una de las miembros del grupo, Graciela Imago Portales: ?El laberinto de tu incertidumbre / Me trama con la inquietante luna?. Esta mención nos sirve para señalar la utilidad y también las dificultades de convertir a un autor en un género, es decir, la posibilidad de ir más allá de una mera evocación para instalar un conjunto de singularidades, de rasgos de estilo. Pynchon no constituye una excepción, sino todo lo contrario: es un ejemplo claro de cómo la traslación de atributos se transforman en un estorbo de lectura. ¿Acaso ?lo borgeano?, como ?lo pynchoniano? no constituyen más que supuestos y estorbos en su inevitable reduccionismo? ¿Cuántos elementos determinan ?lo pynchoniano?? ¿sus sagas excesivas, ultrainformadas y repletas de personajes reales e imaginarios? ¿su voluntad política? ¿su ficcionalización y poetización de discursos científicos e históricos? ¿Su aversión a ser filmado o fotografiado? ¿Acaso su reincidencia en exhibir su voz con posterioridad a su experiencia en Los Simpson en el book-trailer de su última novela no nos sugiere algún parecido al proyecto performático de Mario Bellatin, cuando hace ocho años sustituyó a cuatro escritores mexicanos (Margo Glanz y Salvador Elizondo, entre ellos) por dobles que se hicieron pasar por ellos? ¿Qué es la identidad de un autor, sus marcas de estilo, sino una puesta en escena (voluntaria o no) entre otras? Estoy convencido, sin embargo, de que esas poéticas autorales son provechosas cuando se conciben como maceración de influencias. ¿Qué son sino los modos de incorporar todas aquellas lecturas o experiencias que nos son indispensables para realizar nuestro nuevo rompecabezas? La identidad también puede ser, al mismo tiempo, un modo de reelaborar los metabolismos de nuestro aprendizaje. Mientras escribo estas líneas, recibo un mail de mi amiga Agustina Picasso, esposa de Groening, quien tanto tuvo que ver con esta nota. ?Me dice Matt que se le olvidó mencionar que Pynchon, junto a Kurt Vonnegut, Joseph Heller y Terry Southern, fueron inspiraciones muy grandes para él, que se alimentó mucho de esa literatura a la vez oscura y humorística. Que ellos le enseñaron que el humor y la seriedad pueden estar mezclados y convertirse en obras maravillosas. Y que nombra ese grupo de autores ya que son los novelistas con los que se crió en los años sesenta.? Cómo, entonces, no concluir, por más obvio que parezca, con el desenlace del prólogo de Un lento aprendizaje , donde Pynchon dice: ?Al fin y al cabo, lo más atractivo de los jóvenes son los cambios, no la foto fija del personaje terminado sino la película, el flujo del alma. Tal vez este apego a mi pasado sólo sea otro ejemplo de lo que Frank Zappa llama una pandilla de viejos amigos reunidos para tocar rock?n roll. Pero, como todos sabemos, el rock n? roll nunca morirá y también el aprendizaje, como Henry Adams dice siempre, avanza continuamente.?

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8 de noviembre de 2011
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¿Justo el resultado?

El ejercicio de puntuar un debate electoral como el de anoche entre Rajoy y Rubalcaba, al que todos nos hemos librado a placer como si fuera una disciplina olímpica, es una de las operaciones más enigmáticas y absurdas que se pueda concebir. Con el matiz de que todo lo que desaconseja la razón lo recomienda el espectáculo: ¿qué sería de una confrontación entre dos personajes políticos sin marcador y sin puntos? El periodista deportivo omnipresente siempre termina su interrogatorio con la misma pregunta: ¿justo el resultado?

Si hay disciplinas deportivas cuya puntuación pertenece al mundo enigmático de los arcanos arbitrales, como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada, ¿qué decir de la eventual puntuación de los debates electorales? Solo en casos de flagrante meteduras de pata, capaces de arruinar una campaña y una biografía política, cabe imaginar que un debate, además único, sea decisivo. En situaciones normales, un debate apenas puede reforzar posiciones o desplazar ligeramente algunas opiniones volátiles. Captar estos efectos es algo que escapa a los instrumentos inmediatos de medición. Hay una puntuación posible que es meramente técnica, estrictamente sobre el desempeño de cada uno de los contendientes en relación a sus propósitos y a sus expectativas. Ni siquiera los comentaristas suelen acogerse a este frío y neutro guion, que nos permitiría señalar al menos dos fallos garrafales, uno a cada uno, en el debate de ayer noche. Rubalcaba dio por hecha la victoria de Rajoy, quizás para reforzar el efecto miedo del programa oculto del PP, adoptando así los modos del jefe de la oposición que finalmente aspira a ser. Rajoy leyó mucho, demasiado, en un exceso inadmisible en quien aspira a ser el jefe del Gobierno y claro síntoma o de inseguridad o de pereza, o lo peor de todo, de ambas cosas. La puntuación que funciona no es técnica sino directamente política. El público vota en la noche del debate, al igual que lo hará el día de las elecciones. No vota a quién ha ganado, sino vota a quien quiere que gane. Cada uno se dirige a su parroquia y convence a sus convencidos. Muy bien. Olvidémonos del debate y digamos que nos hemos servido un aperitivo electoral, siempre apetitoso para las generaciones formadas en la politización y profundamente inútil y tedioso para los jóvenes ajenos a la transición. Estos últimos cada vez son más numerosos y cada vez cuentan más. De ellos, los que no vieron ni siguieron el debate, va a depender en buena parte el resultado.

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8 de noviembre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica XI

XI El saber que hizo posible lo que envuelve nuestras vidas

Vivimos rodeados de ordenadores, aparatos de telefonía móvil, reproductores de música  digital, los llamados ipod,  paneles que aprovechan la energía solar, susceptibles de ser instalados en la propia casa. Desde que en los años setenta, la fibra óptica empezó a sustituir a la transmisión eléctrica, las posibilidades  de comunicación rápida entre los seres humanos han  experimentado un progreso quizás mayor que en todos los siglos anteriores. Forman ya parte del lenguaje cotidiano, términos como semiconductor, laser, amplificador, o fotodetector...que para algunos hará evocar el viejo efecto foto-eléctrico que se haya de hecho en su origen. Estas mismas personas se hayan relativamente informadas sobre el hecho de que  los efectos físicos que hacen posible ese complejo entramado técnico, que  literalmente codifica  y acota nuestras vidas, son un reflejo de que, a nivel microscópico,  la naturaleza responde a lo descubierto- en ocasiones con gran estupor- por los pioneros de una disciplina, la Física Cuántica, a priori muy alejada de la experiencia cotidiana de los hombres. La descripción  del comportamiento de los electrones en el seno del átomo  resulta que   hace inteligible algo como la fotosíntesis, de lo cual cabe inferir que esa disciplina, focalizada en principio sobre la naturaleza elemental (Física y  no Biología),  abre una vía de acceso a la comprensión de la vida, e incluso, como veremos más adelante,  una vía de acceso a la comprensión del papel de la conciencia.

La Mecánica Cuántica puede (como tantas otras cosas interesantísimas, el arte en primer lugar) jugar el papel de comodín para espíritus  perezosamente adictos a la esperanza, pero asimismo puede incentivar la inclinación a retomar la interrogaciones mayores del espíritu humano, aquellas que se fraguan en la transición de la in-fancia a la humanidad cabal, que los griegos archivaron y exploraron y que hoy constituyen el contenido legítimo de lo que damos en llamar Filosofía.

De ahí que el caso paradigmático de hermenéutica de nuestro tiempo sea el de las llamadas interpretaciones de la Mecánica Cuántica. Algunas de ellas se deben a los creadores mayores de la disciplina. Sin embargo ninguna  es fundamental a la hora de efectuar experimentos o avanzar protocolos que permiten innovaciones tecnológicas. Por decirlo con toda nitidez: la diferencia entre una u otra interpretación es irrelevante desde el punto de vista del progreso de la física.  ¿Quiere ello decir que es irrelevante simplemente? Todo depende de si  se considera que el hombre tiene como destino el control de la naturaleza o si lo suyo es más bien la interpretación de la misma  la cual se revela indisociable de una interpretación de su propio ser.

El 14 de diciembre del año 1900, en una conferencia en la Sociedad Alemana de Física  (Deutschen Physikalischen Gesellschaft) en Berlín, hablando de un modelo de resonadores por él concebido para  intentar dar cuenta del rompecabezas que significaba la radiación efectivamente constatada a partir del objeto físico conocido como  cuerpo negro (la cual contradecía todas las previsiones conformes a las leyes físicas de la época) Max Planck pronuncia la siguiente frase:  

" Si el monto de energía E es considerado un continuo infinitamente divisible, la distribución de tal monto puede ser considerada de múltiples maneras. Consideraremos sin embargo- y este será el punto esencial de los cálculos que siguen- que E se haya compuesto por un número bien definido de partes iguales y consideramos además que la constante h  (de naturaleza igual a 6.55 multiplicado pr 10 elevado a menos 27 ergios por segundo) multiplicada por la frecuencia de los resonadores nos da el elemento  de energía epsilón. Cabe la posibilidad de que la energía total E sea un número entero de elementos de energía, pero de no ser exactamente así consideraremos en entero P más próximo y diremos que se dan  P elementos epsilon de energía"

 

La trascendencia filosófica de esta declaración reside en el paso entre las dos palabras subrayadas por mí: de hablar del continuo se pasa a hablar de un elemento. Se estaba abriendo la puerta a la más trascendente modificación de los conceptos en los que reposa nuestra concepción de la naturaleza.

Planck era un físico teórico y no exactamente un experimentalista,  pero  como en tantos otros casos, el experimento seguiría. De hecho la conjetura ya había sido verificada en el momento de esa conferencia para las grandes longitudes de onda. Pero no es correcto pensar que la techné sólo corresponde al experimento. En la medida en que se trata de dar  cuenta o razón la techné empieza  ya con la conjetura y el experimento es prolongación de la misma.

En la senda marcada por Planck siguieron los Einstein, Bor Heisenberg, Schrödinger, es decir todos aquellos a los que estás asociada la gran aventura de la Mecánica Cuántica

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8 de noviembre de 2011
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El rapto de Europa

La doncella pasea por la dehesa hasta que descubre un toro blanco; se aproxima a él y lo acaricia. El animal responde con un suave bufido. Confiada, ella trepa en su lomo. El toro emprende una feroz carrera hasta la costa y continúa a toda velocidad sobre las aguas. Al llegar a Creta, la bestia revela su verdadera identidad y no duda en violar a la joven. Que el Viejo Continente y la muchacha seducida por Zeus compartan el mismo nombre resulta ideal para tejer una maliciosa comparación entre los dos, sobre todo si recordamos que la escena ocurre en Grecia.

Abducida y mancillada, la Europa de 2011 trastabilla y sangra por todas partes. Durante años, sus líderes lograron dar vida a esta quimera, en cuyo seno han convivido algunas de las sociedades más justas y libres de la historia, pero sin impulsar una unión política completa. Como nueva deidad impenitente, la actual crisis -otra palabra griega- ha terminado por exhibir sus emplastos y remiendos.

Los llamados países periféricos -aquellos que más se enriquecieron con el boom de los noventa- han sido las primeras víctimas de la recesión: Irlanda y Portugal, que ya han tenido que ser rescatados, y a continuación Italia y España, cuyas economías apenas se sostienen. Pero el verdadero talón de Aquiles de Europa -nunca mejor dicho- es Grecia.

Este pequeño país, de apenas 11 millones de habitantes, donde nacieron la idea de Europa y la democracia, no sólo se encuentra al borde de la quiebra, sino que amenaza con precipitar en su caída a toda la eurozona, y acaso a la Unión Europea en su conjunto. Funcionarios poco escrupulosos, tanto en Bruselas como Atenas, fueron incapaces de darse cuenta de que sus cuentas públicas no cuadraban hasta que su déficit se volvió inmanejable y su deuda se disparó a grados nunca vistos.

Frente a esta catástrofe, los líderes de la UE han reaccionado tarde y mal. La falta de cohesión fiscal y política se sufre más que nunca. Por un lado, resulta imposible tomar las medidas económicas habituales -la devaluación de la moneda-, pues Grecia pertenece a la eurozona y Alemania jamás lo permitiría; por el otro, los 27 no han sido capaces de atajar un problema que no es ya coyuntural, sino que obedece a la falta de una mayor unión entre ellos. 

Hace justo un año, Alemania y Francia anunciaron un "ambicioso" plan de rescate para la hija descarriada, que contemplaba la aplicación de brutales medidas de ajuste, enormes recortes sociales, el despido de 150 mil funcionarios y la rebaja de los sueldos. El remiendo resultó insuficiente. El pasado 27 de octubre, Merkel y Sarkozy aprobaron un segundo plan de rescate para Grecia: a cambio de la quita del 50 % de su deuda, los griegos deben someterse a nuevas dosis de ajustes y recortes.

Su primer ministro, el socialista Yorgos Papandreu, sorprendió a propios y extraños al anunciar que sometería este rescate a un referéndum. Antes, los dioses solían reunirse en el Olimpo; hoy, reunidos en Niza, los dirigentes del G-20 no dudaron en llamar a cuentas al rebelde. Entretanto, los mercados -nuevo Hado- respondieron a su apuesta con idéntica furia.

Grecia es la cuna de la democracia directa. La idea de un referéndum no era mala por sí misma, como se apresuraron a tronar Merkel y Sarkozy: a fin de cuentas, serían los ciudadanos griegos quienes decidirían si querían permanecer en el euro -como dicta la ortodoxia de Bruselas- o si preferían enfrentarse al default, como hicieron en su momento Argentina o Islandia y como aconsejan, desde el otro lado del Atlántico, figuras como Paul Krugman o Nouriel Roubini.

En esta ocasión, Papandreu se valió de este instrumento sólo para aumentar su margen de maniobra, sin pensar en sus electores. Amenazado por los Olímpicos, quienes no dudaron en prometer una era de caos para los griegos que votasen por el no, y acosado por las pugnas internas de su propio partido, Papandreu terminó por dar marcha atrás en una actuación que, de no ser tan irresponsable, pasaría ya del terreno de la comedia.

Pero el episodio griego no es sino un síntoma más del estado de la UE. En política exterior, sus 27 miembros no logran ponerse de acuerdo ni siquiera en temas sensibles, como Libia o Palestina. La ausencia de una fiscalidad y una política económica comunes paralizan a la eurozona, dependiente de los oráculos de Berlín. Y los países endeudados se ven sometidos a feroces medidas de ajuste dictadas por líderes de otros países.

La UE ha sido uno de las mayores aventuras de nuestro tiempo. Por desgracia, hoy se muestra atenazada por dirigentes cada vez más populistas -más cercanos a Pisístrato que a Solón- y por una ortodoxia económica que condena a la mayor parte de sus economías a una larga parálisis. Si sus ciudadanos no quieren que la UE fracase o se desgaje, deben exigir a su clase política la única solución que se ha revelado satisfactoria para sus sociedades en más de dos milenios de historia: más Europa. Es decir, reactivar lo que ahora parece imposible: una auténtica unión política y económica de la UE. 

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8 de noviembre de 2011
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Juan José Saer y el extrañamiento

"Viene de golpe. Es un sacudón --pero no es un sacudón-- brusco --pero no es brusco--, y viene de golpe. Por medio de él sé que estoy vivo, que esto --y ninguna otra cosa-- es la realidad y yo estoy dentro de ella enteramente, con mi cuerpo, atravesándola como un meteoro. Sé que ahora estoy completamente vivo, y no puedo eludir eso. Pero no es nada de eso tampoco, porque eso ya ha sido dicho, muchas veces, y si ha sido dicho no es esto. Me ha venido muchas veces el extrañamiento, pero nunca este extrañamiento, y éste no podía venirme sino ahora. Porque cada milímetro del tiempo está desde el principio en su lugar, cada estría en su lugar, y todas las estrías alineadas una junto a la otra, estrías de luz que se encienden y apagan súbitamente en perfecto orden en algo semejante a una dirección y nunca más vuelven a encenderse, ni a apagarse".
 
(Cicatrices, 1969)
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8 de noviembre de 2011
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Martín Caparrós, premio Herralde

Martín Caparrós. Foto: Alejandro Guyot ¡Bravo! Seguro Martín encontrará alguna manera de renegar por esto, de no estar de acuerdo, pero en el fondo está feliz: El ganador del premio Herralde de Novela 2011, de la editorial Anagrama, es Martín Caparrós con Los Living (presentada con el título de La vida nueva y el pseudó-nimo de Alberto de Santos). La nota de prensa anuncia el tema de la novela:

Nito nace en Buenos Aires el día en que muere Juan Domingo Perón, julio del 74. Su infancia es una infancia como tantas, retorcida, inclemente, hecha de amores posibles e impo-sibles, aprendizajes y terrores, contra el fondo de la turbulenta historia argentina. Sus primeros años quedan marcados, además, por la muerte confusa de los suyos: su padre, su abuelo. Y Nito se siente cada vez más fascinado por ese tránsito, más acosado por las dudas: ¿cuál es nuestra re-lación con los muertos? ¿Se puede mantener el contacto con ellos? ¿Siguen entre nosotros? Años después, cuando se encuentre con el Pastor y se vuelva su arma más afilada, el invento de los living le permitirá aventurar una respuesta ?provisoria, frágil? a esas preguntas sin respuesta posible. Con Los Living, el gran escritor argentino Martín Caparrós se adentra en nuestra relación con la muerte, con los muertos y su desaparición de nuestras vidas. Los Living es una historia que va de la farsa a la tragedia ?y viceversa? sin perder nunca la mirada afilada, la emoción, la prosa sorprendente. Una novela osada, deslumbrante, llena de humor y de tristezas, que nos propone una ácida visión del mundo contemporáneo, de sus dobleces y desconciertos, de sus silencios fundamentales. Imprescindible.

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7 de noviembre de 2011
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Novela: instrucciones de uso

 

La falta de acuerdo respecto a lo que es una novela literaria y la reticencia a definir sin rodeos los rasgos de la literatura industrial hacen cada día más atractiva la idea de componer un manual que ayude a desenvolverse con soltura entre las novelas que vale la pena leer. Podría titularse así: "Novela: instrucciones de uso". Si los electrodomésticos llevan sus estúpidas indicaciones, ¿por qué no van a venderse
con un artefacto tan endiabladamente complejo?

El Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk fue invitado en 2009 a impartir algunas lecciones sobre el arte de la novela, en el reputado ciclo de las Conferencias Norton de la Universidad de Harvard, y tal como las publica ahora Random House podrían formar parte de este manual.

Orhan Pamuk quiere que sus conferencias sean un ensayo o una meditación sobre el arte de la novela y encuentra muy acertado considerar cómo clasifica Schiller a los poetas para entender no sólo a los autores sino también a sus lectores.

Schiller, nos recuerda Pamuk, distingue a los poetas ingenuos de los sentimentales. Los ingenuos son calmados, crueles y sabios. Escriben sin pensar en las consecuencias de lo que dicen y les trae sin cuidado lo que piensan los demás. Los sentimentales, por su parte, son racionales, gramáticos y desconfiados. No creen en la inspiración y son metódicos cuando cuestionan la sugestión de sus sentidos.

El arquetipo demuestra ser de utilidad para comprender el punto de vista de los lectores. Los ingenuos, dice Pamuk, no dejan de ver rastros autobiográficos en las ficciones del novelista. Los sentimentales, siempre tan huraños, consideran la ficción como una arbitrariedad imaginativa.

Pamuk considera que el gran logro del novelista es existir en la mente del lector y describe las operaciones que permiten retener en nuestra cabeza las impresiones de una buena novela.

No dejamos de respirar la atmósfera creada por la narración, transformamos incesantemente las palabras en imágenes, no dejamos de discernir qué puede ser cierto o fruto de la fantasía, no dejamos de buscar similitudes y correspondencias con nuestra propia vida, nos enredan los problemas y placeres del estilo, rehuimos el juicio moral -que es el lodazal inevitable de la novela, ("A la novela no le toca juzgar, sino entender"); surge intimidad, confianza y complicidad con el autor -aunque a veces molesten sus apariciones personales; se retienen con vivacidad los detalles de la narración pues en la novela bien construida todo está en relación con todo y, finalmente, comprendemos que nuestra ocupación principal es buscar, y encontrar, el centro secreto de la novela. La intención no obvia que rige, atraviesa y sostiene el conjunto de la trama y la personalidad de sus personajes.

Las reflexiones de Pamuk sobre la novela son originales aunque prefiere aludir a sus propios hábitos más que alardear de ruidosas teorías. Una de mis opiniones más contundentes, dice, es que las novelas son en esencia ficciones literarias visuales. "Una novela ejerce su influencia sobre el lector apelando a su inteligencia visual".

Pamuk subraya la importancia de las palabras que movilizan nuestra imaginación visual y se interroga sobre las cualidades de una prosa que consigue describir los esplendores del mundo visual imaginario.

El breve ensayo de Pamuk nos recuerda además cómo deben ser los lectores que necesita un novelista: perspicaces, tolerantes y diligentes.

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7 de noviembre de 2011
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El Boomeran(g)
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