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La carta estercoraria

 

En la corte de Luis XIV vivía una duquesa gorda importada de Alemania, que se llamaba Charlotte Elisabeth von der Pfalz —‘Lieselotte’ para sus primas y admiradores—.  A los diecinueve años, la trajeron de Heidelberg y la casaron con el viejo duque de Orleans, el hermano de Luis XIV, cuya pasión por los hombres guapos, en particular su amantísimo caballero de Lorraine, era pública y notoria. Los dos formaban la pareja más dispar imaginable. Él, bajo y rechoncho, cubierto de puntillas y sobre tacones desmesurados, parecía una marioneta obesa. Ella, fuerte y recia, tenía el aspecto y los andares de un granadero bávaro. Bajo los títulos oficiales de “Monsieur” y “Madame” residían los dos en el Palais Royal, y hacían vida separada desde 1676.

Las pasiones de la duquesa eran la cerveza, las salchichas, la caza a caballo con perros, y la correspondencia epistolar donde daba noticias a sus primas de la corte versallesca. Por ejemplo, lo que zampaba Luis XIV: “A menudo he visto al rey comerse cuatro platos de distintas sopas, un faisán, una perdiz, una fuente de ensalada, dos grandes lonchas de jamón, un plato de ternasco adobado con ajo y acompañado de consomé, otro plato lleno de pasteles, y luego frutas y huevos duros.” O bien lo aburrida que era la corte:  “El juego del billar es una cosa aburridísima. Van a una mesa y se echan tripa abajo, sin que nadie diga una palabra. Y allá están amontonados, hasta que el rey ha jugado una partida. Luego se canta una vieja aria de ópera que ya hemos oído mil veces.”

En los peritajes que hacía de sí misma tampoco empleaba la lisonja: “Mi talla es simplemente monstruosa, soy cuadrada como un dado, la piel es de un rojo mezclado con amarillo, mi cabello ha empezado a grisear, la nariz sigue estando torcida como antes, pero ahora está festoneada por la varicela, igual que mis mejillas, y tengo los dientes hechos polvo.”

La duquesa Lieselotte escribía en alemán con mucha gracia, pero no pensaba pasar a la posteridad literaria. Un día, cuando ya llevaba escritas más de tres mil cartas, supo que su correspondencia era retenida en la frontera, traducida al francés y enviada al rey, lo que ocasionaba un retraso importante. Decidió entonces escribir en francés, a fin de evitar tanto circunloquio. Para su estreno, escogió un ejercicio de estilo que, de paso, le permitió vengarse de su cuñado Luis XIV, y pasar a la posteridad como una de las cumbres del género estercorario. Su celebrada carta del 9 de octubre de 1694 a la electora de Hannover  enmarcaba  estas fragantes reflexiones: 

“Vos sí que sois dichosa, que podéis ir a cagar cuando os parece; cagad, pues, y quedaos ancha. Aquí no es el caso, y me veo obligada a guardar mi  cagada hasta la tarde; no hay reposaculos en las casas del lado del bosque, y yo tengo la desdicha de vivir en una, y en consecuencia la molestia de ir a cagar fuera, lo que me fastidia, porque querría cagar a gusto, y no cago a gusto cuando mi culo se apoya en nada. Además, todo el mundo nos ve cagar; pasan hombres, mujeres, chicas, niños, curas y suizos. Ya veis que no hay placer sin menester y que, si no cagásemos, yo estaría en Fontainebleau como pez en el agua. Es muy penoso que mis placeres se vean interrumpidos por cagadas. Me gustaría que el primero que inventó el cagar no pudiera cagar, él y toda su estirpe, más que a bastonazos. ¡Es terrible que no se pueda vivir sin cagar! Aunque estéis en la mesa con la mejor compañía del mundo, basta que os dén ganas de cagar, para que tengáis que ir a cagar. Aunque estéis con una chica guapa o con una mujer que os guste, basta que os dén ganas de cagar, para que tengáis que ir a cagar o reventar. ¡Maldito sea el cagar! No conozco cosa más vil que el cagar. Si veis pasar una persona linda, bien guapa y relimpia, os decís: ¡Ah qué bien estaría si no cagase! Yo se lo disculpo a los golfos, a los soldados de guardia, a los porteadores de sillas y gente de ese calibre. Pero es que los emperadores cagan, las emperatrices cagan, los reyes cagan, las reinas cagan, el papa caga, los cardenales cagan, los príncipes cagan, los arzobispos y obispos cagan, los generales de orden cagan, los curas y los vicarios cagan. ¡Reconoced, pues, que el mundo está lleno de gentuza! Porque, en conclusión, se caga en el aire, se caga en la tierra, y se caga en el mar. Todo el universo está lleno de cagones, y las calles de Fontainebleau, de mierda, principalmente de mierda de suizo, porque ellos evacuan grandes cagadas, como vos, Señora.”

Esta fue la primera carta de la duquesa que, conforme a su cálculo, llegó a manos de Luis XIV en versión original, y así pudo decir con propiedad que llegó a cagar en manos regias.

Por su parte, la electora de Hanover, que la leyó después del rey de Francia, también quiso estar a la altura y contestó en excelente francés:

“Bonito razonamiento de mierda que me hacéis sobre el cagar. Me parece que no conocéis bien los placeres, puesto que ignoráis el que produce cagar […] Espero que os retractéis de haber querido dar tan mal olor al cagar y estéis conmigo de acuerdo en que no se puede vivir sin cagar.”

Con su carta estercoraria, la duquesa Lieselotte ingresó en la fragante tradición francesa de lo escatológico, y obtuvo su destacado lugar después de Rabelais y antes del marqués de Sade. Epígonos suyos fueron Bataille, con su escatología defecatoria metafísica y angustiada, y Flaubert, quien anotaba en su correspondencia que su siglo había perdido la salud y consciencia del propio cuerpo, lo que se traducía en una pérdida de simpleza de lenguaje, mientras en Aristofanes “se caga en escena”. Algo después, a finales del siglo XIX, E. de Goncourt escribía en su diario: “Dios, en su bondad, tendría que haber concedido a la mujer excrementos en forma de bosta caballuna o de boñiga de vaca, o incluso, de haber estado en sus mejores días cuando creó a la mujer, excrementos semejantes a las cagarrutas almizcladas de la gacela, y no caca de hombre. Confieso que el pensamiento de encontrar una hacedora de mierda en la criatura angelical ha enfríado siempre mis exaltaciones sentimental-amorosas.” 

La fragancia de la carta estercoraria de la duquesa Lieselotte atravesó los siglos y saturó las narices del delicado Gautier, quien elucubraba así sobre Luis XIV: “Siempre comiendo y cagando […] una fístula en el culo y otra en la nariz”. E. de Goncourt, que anotó la reflexión en su diario (23 de agosto de 1862), recuerda que Gautier, sin duda embriagado por los efluvios estercorarios, parecía en su furor querer “lapidar a Luis XIV a cagada limpia”, mientras Claudin volvía la cabeza, “aturdido como un niño que viera cagar sobre su catecismo”.

La carta estercoraria de la que el editor Brunet, que publicó la correspondencia de la duquesa en 1855, aseguraba “hemos dudado si reproducir las dos cartas siguientes, que se encuentran en francés en el volumen alemán aparecido en 1789”, fue luego reproducida por los Goncourt en su diario, y para que cada su siglo dejara su huella particular, Edmond reemplazó culo y cagar por c… 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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10 de enero de 2012
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El biógrafo de Charles Dickens

Charles Dickens, 200 años Bajo el título de El observador solitario (Edhasa) se ha publicado la biografía casi definitiva (el ?casi? es porque siempre puede haber algo más) de Charles Dickens, quien este 2012 cumple el bicentenario de su natalicio. El suplemento El Cultural le ha dedicado el número al gran escritor británico, y entre varios artículos destaca la entrevista que Nuria Azancot hace a su biógrafo, Peter Ackyord.  Aquí algunas preguntas y respuestas:

Ha escrito la biografía más célebre sobre el autor de Oliver Twist, en la que combina investigación con ficción, historia y crítica literaria, pero, ¿cómo definiría su Dickens. El observador solitario? -Me gustaría pensar que se trata de un Dickens definitivo y total que aglutina los aspectos realmente significativos de su vida y su personalidad, teniendo en cuenta que al novelista le costaba distinguir la realidad de la ficción, y que personalmente podía resultar un hombre muy difícil porque lo anteponía todo a la creación. -En su caso concreto, ¿cómo comenzó todo, como lector? ¿Cuándo comenzó a interesarse por el autor de David Copperfield? -Desde que puedo recordar Dickens siempre me ha apasionado porque es, sin lugar a dudas, el mejor ejemplo de lo que podríamos denominar la tradición utópica de las clases sociales menos favorecidas de la Inglaterra victoriana. -¿Y sabe ya cuál es su secreto? ¿Por qué sigue seduciéndonos hoy?-Porque se trata del novelista inglés más extraordinario y ambicioso que haya existido jamás. En su obra, como explico en mi libro, ?lo real y lo irreal, lo material y lo espiritual, lo concreto y lo fantástico, lo mundano y lo trascendente conviven en precario equilibio, sólo resuelto por el vigor de la palabra creada. En eso consiste su magia?. -¿Los autores ingleses más jóvenes de hoy en día comparten su pasión dickensiana?-No puedo contestarle: no lo sé, porque tampoco le reconozco en ningún autor joven de nuestro tiempo, la verdad.  (?)-Dedicó varios años a su Dickens y lo publicó, en su versión original en 1990. Ahora el lector español va a conocer una versión reescrita y reducida de 700 páginas, pero ¿cree que queda algo por descubrir de la vida del autor de Grandes esperanzas? ¿Algún secreto oculto quizás?-Sinceramente, me temo que no. Todo está ya estudiado? y no hay más secretos por desvelar? -A pesar de todo lo que descubre en su libro, ¿cómo se explica que perviva en nuestros días el mito de un Dickens filántropo, casi una especie de revolucionario radical?-Porque Dickens era esclavo de sus contradicciones, siempre lo fue, era a la vez un filántropo y lo que hoy llamaríamos un conservador radical. -¿Podríamos considerarlo un hombre moderno, incluso uno de los nuestros?-Me temo que no: Dickens era sobre todo un hombre del siglo XIX. Fue toda su vida un victoriano de primera hora, por razones tan contundentes y definitivas como ?su sensibilidad y entusiasmo, por su radicalismo, por sus genuinas aspiraciones de reforma social. La emoción que acompañaba a cada descubrimiento, la fe en el progreso, y la largueza de espíritu son otros rasgos distintivos. En su apasionamiento, en su histrionismo, incluso en su vulgaridad, Dickens es un hombre del siglo XIX?.-Es imposible, si hablamos de la sociedad victoriana, no mencionar David Copperfield; ¿es, a su juicio, la novela más autobiográfica de Dickens?-Desde luego, es la que refleja con mayor severidad, sinceridad y tristeza sus peores experiencias infantiles, aunque es más contenida y recatada respecto a sus sentimientos que libros anteriores. Dickens trabajó en el libro sin descanso y fue, sin duda alguna, el que le impresionó más profunda y personalmente mientras lo escribía. Él mismo llegó a confesar que la novela llegó a apoderarse de él hasta tal punto que ?nunca? se sintió ?capaz de abordarla con serenidad?. -Quizá por eso, muchos críticos la consideran su mejor novela? ¿Es también su favorita?-Le confieso que no. Prefiero La pequeña Dorrit. -Y, sin embargo, es imposible separar a Dickens de Londres: ¿cree que el retrato que traza de esta ciudad es una visión romántica, que sólo responde a un cliché de la época? -El cliché es culpa de los demás? Ése es el gran defecto de las adaptaciones de sus obras al cine y la televisión. El Londres dickensiano es una creación profundamente imaginativa, y tiene un extraordinario poder simbólico que supera con creces cualquier otra descripción de una ciudad realizada por ningún otro escritor contemporáneo de Dickens o no. 

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10 de enero de 2012
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Las otras víctimas

Desde que fui madre, algo se modificó en mi paisaje neuronal. Pertenezco a ese porcentaje de débiles espectadores que no podemos ver películas de niños que sufren, como si un sentimiento cosmogónico nos instara a conjurar el peligro, la alegoría de aquel caramelo envenenado del que los abuelos nos advertían, que incluso podía ofrecernos un malvado disfrazado de monja. También recuerdo cómo me removía, comiéndome los dedos, en la butaca del cine viendo Sleepers o Babel, incapaz de tomar distancia con la pantalla ni de desactivar mi ingenua compasión. A razón de qué convertir un rato de ocio en un puñalada en el pecho cuando frente a este asunto mi pensamiento complejo se inhibe. Edgar Morin ideó una teoría según la cual la realidad se comprende y explica simultáneamente desde todas las perspectivas, de la biológica a la espiritual, la cerebral, la lingüística, la sociocultural. Tanto la realidad como el pensamiento son complejos, pero no acierto a explicar la más abyecta de las realidades: hacer sufrir a un niño. Save the Children calcula que anualmente entre 100 y 200 millones de niños presencian escenas violentas entre sus progenitores. Un gran porcentaje también sufre daños físicos y psicológicos en su casa. Entiendo las susceptibilidades que levantó Ana Mato cuando, en sus primeras declaraciones como ministra, utilizó la expresión «violencia en el entorno familiar» para referirse a la violencia de género. Pero lo cierto es que alrededor de un crimen machista a menudo están los otros, los hijos, quienes a menudo suelen encontrar el cadáver de su madre; los que aseguran que con el paso del tiempo siguen escuchando los gritos. Ahí están las noticias sobre asesinos de esposas e hijos que cobraban la pensión de viudedad desde la cárcel, o de padres maltratadores que siguen manteniendo la custodia. El programa electoral del PP incluía la consideración de los niños como sujetos activos que necesitan protección (en la actual ley figuran como población vulnerable que sufre, de forma colateral, la violencia contra las mujeres). La ministra Mato ha dicho que la lucha contra la violencia de género ?término discutido filológica e ideológicamente, pero aprobado por las Naciones Unidas? será su prioridad. Ahora tendrá que ver si el problema radica en la articulación de una ley que tanto se ha criticado desde sus filas, o en una necesaria modificación del Código Penal, como ha venido pidiendo el Consejo General del Poder Judicial, para que el de haber ejercido la violencia en «el entorno familiar» sea un factor esencial al asignar la custodia en un divorcio. Mientras, las llamadas al Teléfono del Menor denunciando malos tratos y abusos sexuales aumentan cada día, ajenas a discusiones filológicas o ideológicas y necesitadas de apoyo, de red social, de medidas efectivas.

(La Vanguardia)

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9 de enero de 2012
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El estetoscopio del doctor Fukuyama

El doctor Fukuyama, de sólida formación filosófica, llegó en nuestro auxilio después de 1989 con su estetoscopio a la escucha del pecho del mundo con su polémico y mal comprendido diagnóstico sobre el fin de la historia. Habituados ya entonces a las tragaderas posmodernas en boga, hubo quien creyó que nos quedaríamos colgados de un limbo sin acontecimientos que terminaría con cualquier pasión ideológica o política. Ni era la intención de nuestro médico ni era exactamente este el diagnóstico.

El diagnóstico del doctor tenía que ver, de un lado, con el fin de las ideologías que ya habían dictaminado otros pensadores muchos años antes, desde Daniel Bell hasta nuestro castizo Gonzalo Fernández de la Mora. Era su parte más reaccionaria y adaptada, atención, a la tecnocracia. La otra, la más interesante ?y socialdemócrata?, era que tras la caída del comunismo solo quedaba una forma política al alcance de los humanos y esta era la democracia liberal, idea en la que difería radicalmente de otro doctor de cabecera del mundo como fue el ya fallecido Samuel Huntington, profeta de una guerra de civilizaciones que ha venido fascinando tanto al antioccidentalismo islamista o confucianista como al supremacismo occidentalista que está en su origen. Las revueltas árabes han demostrado que el ojo clínico del doctor Fukuyama era más bueno que el del doctor Huntington, aunque en este tipo de asuntos ya sabemos de la dificultad de dar con diagnósticos definitivos con un enfermo, el mundo, especialista en girar y en ofrecer ángulos de sombra y de luz opuestos: unos verán confirmada en la Primavera Árabe la aspiración universal a organizarse a partir de la libertad y la democracia y otros el inevitable regreso al oscurantismo islamista que arrojan los resultados de las urnas. Mientras se sustancia este debate, cosa que puede llevar algunos años, nuestro médico de cabecera acaba de lanzar, en la revista 'Foreign Affairs' de enero, un nuevo diagnóstico, provocativo en el título 'El futuro de la historia', con un guiño en forma de desmentido a 'El Fin de la Historia'; y provocativo en su contenido: las clases medias occidentales se hallan en peligro y la culpa de que esto suceda es, entre otras cosas, de que la izquierda se ha quedado sin programa y sin ideas. Francis Fukuyama empieza su artículo extrañándose de que la reacción a la crisis financiera global, hija del capitalismo desregulado, no haya provocado una fuerte reacción izquierdista en Estados Unidos, sino todo lo contrario: "Cabe pensar que el movimiento Occupy Wall Sstreet ganará tracción, pero el movimiento populista más dinámico actualmente es el derechista Tea Party, cuya principal diana es el Estado regulador que intenta proteger a la gente normal de los especuladores financieros". Demuestra su artículo el evidente crecimiento de las desigualdades ya no en el mundo sino dentro de Estados Unidos, que ejemplifica con las cifras comparativas entre 1974, cuando el uno por ciento de la cúspide de la riqueza acumulaban el 7 por ciento del PIB, y 2007, antes de la crisis, cuando este uno por ciento posee un 23.5, que muy probablemente será mayor cuando termine. Además de la globalización de la fuerza de trabajo, de la liberalización del comercio mundial y de las políticas fiscales derechistas, Fukuyama considera "que el malo de la película es la tecnología": "los beneficios de las oleadas más recientes de la innovación tecnológica han aumentado desproporcionadamente para los ciudadanos con más talento y formación". Y de ahí la paradoja que lamenta el doctor. La válvula de escape populista de derechas contribuye a empeorar las desigualdades, precisamente porque "hace años que nadie en la izquierda ha sido capaz de articular, primero, un análisis coherente de lo que está ocurriendo en la estructura de las sociedades avanzadas en relación al cambio económico y, segundo, una agenda realista que tenga alguna posibilidad de proteger a la clase media". Clara la enfermedad, y más clara la medicina: es cuestión de ideas, no de personas.

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9 de enero de 2012
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Lista

Me pidieron de ‘Babelia', como es costumbre, mi lista de mejores libros del año, y por (voluntario) imperativo legal la envié. Aquí la reproduzco, y puesto que este género de juegos meta-literarios son o tendrían que ser apodícticos, nada añado, excepto la aclaración de que nunca puntúo ni incluyo, por decencia torera, libros narrativos de autores hispanos vivos (y mucho menos en un año, como es el 2011, en que yo mismo había publicado uno). Con los poetas hago excepción, nada difícil cuando uno puede señalar a escritores de la gran calidad (y el reconocimiento aún insuficiente) de Jorge Gimeno.

 

Lista mejores libros del  2011                                                                 

1.  Variaciones sobre un tema romántico, de Juan Benet (Lumen)

2.  El refugio de la memoria, de Tony Judt (Taurus)

3.  Deshielo a mediodía, de Tomas Tranströmer (Nórdicalibros)

4.  Correspondencia, de Carmen Martín Gaite y Juan Benet (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg)

5.  Pulso, de Julian Barnes (Anagrama)

6.  Una vida sin ti, de Jean Rhys (Lumen)

7.  La tierra nos agobia, de Jorge Gimeno (Pre-Textos)

8.  Renacida (Diarios 1947-1964), de Susan Sontag (Mondadori)

9.  La familia Máshber, de Der Níster (Libros del Silencio)

10.  La larga espera del ángel, de Melania G. Mazucco (Anagrama)

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9 de enero de 2012
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López Obrador, iluminado; Peña, espuma

Empieza 2012 y el año electoral mexicano. Aquí, mis perfiles de los candidatos oficiales a la presidencia por el PRI y el PRD.  La semana próxima, sobre los precandidatos del PAN.

 

 

LA SENDA BÍBLICA DE LÓPEZ OBRADOR

 

Todo empieza con el Éxodo. Tras largos días peregrinaje, guiados por un líder tan severo e iracundo como Moisés, los manifestantes por fin llegan a la tierra prometida: el Zócalo de la ciudad de México. En torno al profeta, unos cuantos discípulos  desentrañan sus murmullos. Su cabello aún no ha adquirido el tono plata que habrá de distinguirlo, pero están ya ahí el tono imperioso, el habla pausada y la beatífica convicción del mártir. Estamos en 1994, y el joven político ha convencido a sus seguidores de marchar desde Villahermosa hasta el DF para denunciar el fraude que le ha arrebatado la gubernatura.

En germen, podemos detectar en este primer acto los rasgos que definirán la imaginación política del tabasqueño. Los mandamientos de su agenda pública: su amor por esa entidad abstracta que reverencia como el pueblo, su apuesta por la justicia aun en contra de la legalidad, su talante de padre generoso o atrabiliario y su carácter de víctima propiciatoria en toda suerte de conspiraciones.

No deja de llamar la atención que el líder más relevante de la izquierda mexicana sea nuestro político más hondamente religioso. He aquí uno de los grandes malentendidos recientes: López Obrador no es, en realidad, un hombre de izquierdas -baste observar su conservadora agenda moral, tan cercana a los principios de la Iglesia-, sino un político de inspiración cristiana, mucho más cercano a Rafael Correa que a Hugo Chávez.

Su carrera se despliega, así, bajo los lentes del sermón y el sacrificio. No sorprende que la tozudez defina su carácter. Todo su relato político gira en torno a la reparación de la injusticia: una injusticia ancestral, sufrida por el pueblo mexicano en su conjunto, qué él se ve obligado a expiar con su sacrificio. Por ello, en los momentos de mayor tribulación, sus palabras adquieren el tono enfebrecido del Antiguo Testamento.

            Tras el Éxodo, el libro de los Reyes. Elevado al poder como jefe de Gobierno de la ciudad de México, López Obrador se convierte en un monarca sereno y generoso. No es que se haya moderado, como afirman algunos: la eficacia de su mandato, reflejada en sus pactos con los poderosos -fariseos y zelotes- emula la unidad conseguida por David o Salomón. Pero, en cuanto se renuevan las insidias en su contra, López Obrador regresa a su papel de chivo expiatorio.

La narrativa funciona: el burdo intento de Fox de apartarlo de la carrera presidencial mediante el desafuero lo transforma en la obvia víctima de una conjura orquestada por los impíos. Porque, en su visión del mundo como una feroz lucha del bien contra el mal, López Obrador sólo puede verse a sí mismo como un justo -a veces, el único justo-, elegido para combatir a los malvados.  

            Y son precisamente éstos -la mafia- quienes lo retratan como un enemigo para México y quienes propician el nuevo fraude electoral. Sólo que esta vez López Obrador no se conforma con otra peregrinación, sino que se empeña en obtener lo que es suyo mediante la escenenificación político-religiosa más abigarrada de los últimos tiempos: el plantón en Reforma y luego la investidura, en el Zócalo, de su presidencia legítima. La ceremonia con la cual inicia su Nuevo Testamento.

            Muchos piensan que López Obrador enloqueció en esa encrucijada. Se equivocan: alguien que ha trazado su vida como una senda bíblica necesita desesperadamente de los símbolos. Tenía que recibir la banda presidencial a cualquier costo: sólo así podía convertirse en el ungido, incluso si la mitad del país -fariseos y zelotes- habrían de desconocerlo. Nosotros sospechamos que, si en vez de inventarse un México donde él es presidente -Sancho Panza en Barataria-, hubiese acabado por aceptar el triunfo de Calderón, hoy tal vez encabezaría las encuestas. Él en cambio no se arrepiente de sus ataques contra las instituciones: la tarea primordial de un profeta es denunciar a los perversos.

            A lo largo de estos cinco años, López Obrador ha deambulado solo en el desierto. Ha visitado cada villorrio y cada provincia, convencido de su misión evangelizadora. Y, gracias a su fe en sí mismo, ha alcanzado su objetivo: convertirse otra vez en candidato. Para conmemorarlo, pronunció su particular Sermón de la Montaña. Errará quien busque el contenido de su República amorosa: no se trata un programa político, sino de la señal de que Moisés ha dado paso a Cristo. En un país desgajado por la violencia y el odio, él se presentará ahora como la sola fuente de paz y reconciliación.

Pero será difícil que logre convertirse en presidente: al dejarse imponer esa banda presidencial en el Zócalo, López Obrador no sólo le hizo un daño irreparable a la izquierda que ahora vuelve a ampararlo, sino que provocó que los priistas capitalizaran todo el descontento hacia el Gobierno. A veces un profeta es, sin saberlo, un falso profeta. Y quien le susurra al oído no es dios, sino el diablo. Al ofuscarse en su papel, el mismo López Obrador terminó por entregarles las llaves del Reino a los demonios.

 

 

PEÑA, ESPUMA

 

Jorge Volpi

 

Los miembros del Estado Mayor se retiran discretamente, comprobando el rumor que circula de mesa en mesa: el presidente Felipe Calderón no llegará al banquete de Los 100 -la reunión anual convocada por la revista Líderes mexicanos-, con lo cual el gobernador del Estado de México se convertirá en el único orador de la tarde. Enrique Peña Nieto no quiere desaprovechar la oportunidad y, en vez de leer el breve discurso que tiene preparado, improvisa uno que se prolongará durante cerca de una hora.

La expectativa es enorme: el aspirante del PRI a la presidencia podrá detallar sus propuestas frente a un auditorio inmejorable. Conforme los meseros traen y llevan los platillos, los rostros de los invitados pasan de la curiosidad al aburrimiento y de la decepción a la ira. A lo largo de esos inagotables minutos, Peña no hace sino exhibir la vetusta retórica priista, ese newspeak perfeccionado a lo largo de 72 años que consiste en enhebrar vaguedades, eufemismos y anacolutos.

Frente a algunas de las figuras más relevantes de México, Peña no articula una sola idea original, un solo planteamiento brillante, un solo destello de lucidez que escape al lugar común. Al final de la comida, las mismas preguntas flotan entre los comensales. ¿Éste es el joven líder que se presenta como el renovador del PRI? ¿Éste es el político que encabeza las encuestas?

Por supuesto, cualquiera puede tener un mal día. Parecería justo concederle el beneficio de la duda y contrastar ese discurso con sus intervenciones posteriores. La tónica se mantiene: una retahíla de oraciones subordinadas carentes de sustancia. Sin duda, Peña recibió lecciones de oratoria -esa disciplina que floreció en el priismo a través de concursos municipales y estatales-, y es capaz de memorizar largas parrafadas, conservando un tono arrebatado y vehemente, pero las ideas originales brillan por su ausencia.

Si no en sus apariciones públicas, quizás éstas podrían encontrarse entonces en su libro México, la gran esperanza. Un Estado Eficaz para una democracia de resultados, justo el que presentó en la FIL cuando no pudo mencionar los tres libros más importantes de su vida. Aquí la retórica priista ha sido maquillada con un lenguaje pretendidamente moderno, barnizado por algún experto en políticas públicas. Pero, si uno lo revisa con cuidado, la espuma es aún más escandalosa: un regreso al anquilosado presidencialismo priista, enmascarado bajo un alud de encuestas y tecnicismos.

 Según Peña, México posee un "estado ineficaz" por culpa de 12 años de panismo, sin recordar que ese estado fue creado por el PRI y que las reformas estructurales que éste ha necesitado desde el 2000 han sido bloqueadas por el PRI. Un ejemplo: su visión de la seguridad pública (a la cual dedica 15 páginas de 212): Peña culpa -correctamente- a Calderón por el incremento de la violencia, pero olvida decir que la gran mayoría de los estados donde ésta se recrudece se encuentran gobernados por priistas. Y concluye: "La meta es reducir la violencia, recuperar la seguridad ciudadana, construir un país más justo, hacer de imperio de la ley una contante para garantizar las libertades, el orden y la tranquilidad de nuestras familias". Otra vez, espuma.

Sólo se me ocurre un descargo a su favor: sin darse cuenta, Peña representa la quintaesencia del PRI contemporáneo: ese partido que, una vez derrotado en el 2000, jamás supo hacer autocrítica, jamás pidió perdón por sus abusos, jamás se renovó, jamás supo encontrar el papel que le corresponde en el 2012. Hoy resulta imposible discernir cuál es la ideología de la organización política que podría ganar las elecciones de julio. Ni derecha ni izquierda. Un pragmatismo reconcentrado que aspira a vencer por una sola razón: el desgaste del PAN y la fallida estrategia de Calderón frente al narcotráfico, aunque sin proponer ninguna alternativa.

De ahí la estrategia que Peña y el PRI han seguido hasta ahora: no decir nada, mantenerse en el vago reino de la oratoria y, sobre todo, tratar de no cometer errores. Dejar que sean los hechos -los horribles hechos que nos hostigan a diario- quienes derroten al PAN. Si somos sinceros, este silencio intencional es la única razón por la cual Peña acumula tal ventaja. Porque su pose de galán hollywoodense o el estar casado con una estrella de Televisa no son más que burbujas que serán reventadas en cualquier confrontación medianamente seria con sus adversarios.

Sin embargo, la indefinición y la cautela que Peña ha escenificado hasta ahora han comenzado a hacer agua. Sus deslices no son simples errores o lapsus: son las fugas que demuestran que el zepelín retórico del PRI está pochado de antemano. Si Peña no emprende una sólida crítica del pasado priista, si no apuesta por ideas y apuestas claras y si no escapa de la posición de niño bonito que lo ha llevado a adelantarse en las encuestas, la espuma que lo rodea terminará por asfixiarlo. Y el camino del PRI hacia Los Pinos, que hoy parece tan claro, terminará por convertirse en otra de sus frases sin sentido.  

 

twitter: @jvolpi

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8 de enero de 2012
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Después de Iowa

 

El caucus de Iowa dio inicio esta semana a las elecciones primarias del partido Republicano. Mitt Romney ganó por apenas 5 votos, pero el gran vencedor fue Rick Santorum, quien, después de languidecer entre los últimos de un grupo caracterizado por la ausencia de figuras verdaderamente carismáticas, se convirtió en el favorito de los votantes evangélicos. El tercero, Ron Paul, él único que ha logrado atraer a votantes nuevos, independientes, estuvo lo suficientemente cerca como para ser considerado una alternativa importante en las siguientes elecciones primarias.

Ninguno de los candidatos logró conseguir un 25% de los votos, con lo que el panorama se muestra complejo para los republicanos: a estas alturas, se puede hablar de un partido dividido en tres, incapaz de agruparse detrás de un político. Los neoconservadores y los preocupados por temas económicos están con Romney; los votantes religiosos le han dado su apoyo a Santorum; y los "libertarios" aislacionistas y antigobierno han conseguido mantener a Paul en la lucha. El partido todavía no ha encontrado su identidad en la era post-Bush; la aparición del Tea Party radicalizó a sus votantes de base y los divorció de un establishment más pragmático. Así, se ha dado la paradoja de que, en un año propicio para el triunfo de la derecha gracias a la debilidad de Obama, casi todos los políticos más centristas, menos estridentes, prefirieron pasar de largo y dejar el circo a los más extremistas.

Romney es el que tiene más capacidad financiera y de organización para aguantarlas; se ha posicionado como el tecnócrata del grupo, el "manager" que sabe cómo administrar una empresa (o un país), lo cual le augura buenos resultados en un año en que la economía es el tema principal. Sin embargo, es un candidato poco querido por su ideología tan diluida, por su incapacidad para mantenerse fiel a sus principios; no ha logrado convencer ni a los populistas ni a los conservadores ortodoxos. Santorum apenas tiene organización, por lo cual no le irá bien en las primarias de New Hampshire la próxima semana, pero luego viene Carolina del Sur, ideal para su discurso cristiano-evangélico; sin embargo, ¿puede un candidato que se opone a cualquier tipo de control de la natalidad llegar muy lejos? En cuanto a Paul, algunas de sus posiciones -legalización de la droga, no intervencionismo- son un anatema para los republicanos tradicionales.

El establishment conservador soñaba con unas elecciones rápidamente definidas en torno a un líder, para ahorrarse la batalla interna y centrarse en Obama. El sueño se ha convertido en una pesadilla fascinante: cada nueva primaria no hará más que exponer las debilidades de los principales candidatos. Bachmann ya se bajó de la carrera y es probable que Perry renuncie, con lo que todavía quedarían Gingrich y Huntsman. No se los debe descartar: estarán allí, agazapados, esperando que la lucha desangre a los favoritos. Gane quien gane, los demócratas han recuperado el optimismo. El grupo de republicanos que les ha tocado en suerte este año se muestra débil para un Obama que, aunque no ha sido un gran presidente, sigue siendo un político brillante y un candidato de primer nivel. 

(revista Qué Pasa, 6 de enero 2012)

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6 de enero de 2012
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II. El hijo de la montaña sagrada

Según la hagiografía oficial, Kim Jong-Il vio la luz en el monte Paektu, precisamente el mítico lugar donde se sitúa el milenario surgimiento del reino de Corea, y su nacimiento fue anunciado por una golondrina, mientras en los cielos aparecía una nueva estrella, y un doble arcoíris se abría frente a los sabios ojos del niño. Nació en una rústica cabaña guerrillera, pues su padre dirigía entonces a las fuerzas de resistencia contra la ocupación japonesa, y no sería nada extraño que hubiera tenido por cuna un pesebre. El único pequeño detalle que altera el mito, es que el infante predestinado a la gloria, y a los altares, nació realmente en la Unión Soviética, donde su padre estaba entonces exiliado.

Ahora su ascenso a los cielos ha sido marcado también por señales divinas. Como es el tiempo en que el crudo invierno desata sus peores furias sobre Corea, a la hora de su muerte se detuvo la tormenta de nieve que azotaba el sagrado monte Paektu, doblemente sagrado pues a través de la historia de los siglos vio nacer un reino y al heredero de ese reino. Entonces, al cesar la tempestad, el cielo ya completamente radiante se encendió de rojo.

En Hamhung, a la hora en que el Líder Supremo expiraba a bordo de un tren, una grulla de Manchuria, entre graznidos lastimeros, voló en círculos desesperados alrededor de la gigantesca estatua de Kim Il-Sung, luego se posó en un árbol, inclinó la cabeza en señal de profundo respeto, y reemprendió su vuelo. Fue allí en Hamhung, precisamente, donde el Líder Eterno puso en ejecución uno de sus grandes inventos, pues también era científico: una fábrica que producía hilo para fabricar ropa, sacado de las piedras.

 

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6 de enero de 2012
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Jennifer Egan: La forma es el fondo

Con El tiempo es un canalla (2010), su cuarta novela, la escritora norteamericana Jennifer Egan ha ganado premios tan prestigiosos como el Pulitzer y el National Book Critics Circle Award, superando a autores conocidos como Jonathan Franzen y David Grossman. Egan se merece todos los elogios; su libro es una curiosa y muy lograda combinación de realismo convencional y experimentación con la forma. Egan está tan dispuesta a conseguir varias cosas dispares a la vez que El tiempo es un canalla puede leerse como una novela y también como una colección de cuentos con personajes interrelacionados entre sí. Incluso en sus influencias, el libro se inclina ante el altar de Proust -los dos epígrafes le pertenecen, al igual que el tema central del paso del tiempo--, pero, para su estructura, Egan ha confesado que una serie televisiva -Los Soprano- fue su modelo principal (la idea era "escribir una novela que tuviera la misma sensación lateral de una serie televisiva -la misma clase de movimiento en todas las direcciones, no siempre hacia adelante. El movimiento de los personajes centrales hacia los periféricos de temporada a temporada o incluso en la misma temporada").

El tiempo es un canalla recorre cincuenta años -desde los convulsos años 70 hasta la distópica década del 2020- en la vida de varios personajes asociados a la industria musical; los más importantes son Bennie Salazar, un ejecutivo de una compañía musical que alguna vez fue músico punk, y Sasha, su secretaria, una cleptómana compulsiva llegada a Nueva York con sueños de triunfo. Su historia no es contada linealmente: por dar un ejemplo, si en el primer capítulo Sasha tiene 35 años y ya no trabaja con Bennie, en el segundo, ella todavía es su secretaria y lo acompaña a ver a un grupo musical del cual la companía quiere deshacerse. La novela explota luego en múltiples historias, cada una narrada desde una perspectiva y un tono diferentes, y aparecen, entre otros, Lou, un productor musical mujeriego, con cuatro hijos y las ganas de llevarse el mundo por delante, Mindy, una estudiante de Berkeley que es amante de Lou ("Safari", el capítulo/cuento que relata su historia, es uno de los mejores), y el "magnético" Scotty, un cantante de "baladas de paranoia y desconexión" a cargo de narrar el capítulo más cómico (cuando visita a Bennie en sus oficinas lujosas con un pescado muerto en la mano).

Esta estructura desordenada de la novela no es gratuita. En El tiempo es un canalla, la forma es el fondo: Egan trata de captar la relación no lineal del individuo con el tiempo. En un párrafo, la novela puede congelar la acción del presente y proyectar a los personajes dos o tres décadas en el futuro, para luego volver al presente. La música, constante en la novela, es ideal para esos viajes en el tiempo, para que Sasha y compañía se den cuenta de que las capas se han ido sedimentando, de que se están convirtiendo en historia. El título tiene ese sentido: nadie está libre de la destrucción del tiempo; Lou, que en su momento triunfal llega incluso al desafío de decir que nunca envejecerá, termina un par de décadas después en una cama de hospital, agonizante.   

La novela aspira a narrar el momento actual como si fuera histórico, registrar la sensibilidad del presente. Sacudida por transformaciones dramáticas, la industria musical en torno a la cual giran los personajes de El tiempo es un canalla es ideal para que Egan explore los cambios durante el medio siglo en que transcurre la acción. Por un lado, la novela puede leerse como una crítica de la forma en que la digitalización tecnológica está produciendo películas, canciones y fotos tan precisas y perfectas que carecen de vida: "un holocausto estético", piensa Bennie, que, sin ironía alguna, está a cargo de crear esos productos culturales que detesta. Pero esa misma digitalización también crea instrumentos que, usados de manera creativa, pueden ser liberadores. El capítulo más arriesgado, un diario de alrededor de cien páginas que Alison, la hija de doce años de Sasha, lleva allá por el 2020 en formato Powerpoint, encierra una de las metáforas principales de la novela: los gráficos, las flechas y los círculos que se repiten una y otra vez representan cuán conectados estamos todos en la era digital.

(Babelia, El País, 31 de diciembre 2011)
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5 de enero de 2012
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Seguridad cultural

Está en el catecismo del buen maoísta. Hay que buscar la verdad a partir de los hechos. ?Buscar la verdad? es Qiushi en mandarín, el nombre de la revista teórica del Partido Comunista de China, fundada naturalmente por Mao Zedong. No es fácil buscar la verdad sobre China por las escasas facilidades, no tan solo lingüísticas, que tienen los observadores exteriores. El último número del órgano intelectual comunista, por ejemplo, publica un resumen de la intervención del máximo dirigente del régimen, Hu Jintao, en el último pleno del Comité Central, que ha recibido una especial atención por parte de quienes pretenden enterarse de lo que se cuece entre los sólidos muros de Zhongnanhai, el Kremlin chino. Tiene su lógica, porque del mencionado cónclave del partido único, celebrado en octubre, apenas se destilaron noticias, y de la intervención del secretario general nada se supo hasta ahora en que nos llevamos la sorpresa: el líder máximo del mayor partido comunista del mundo dedica su artículo a la cultura.

Hu Jintao está preocupado por la cultura china y escribe que ?la fuerza del conjunto de la cultura china y de su influencia internacional no se corresponde con el status internacional de China?. Cree que ?la cultura internacional de Occidente es fuerte mientras que nosotros somos débiles?, a pesar de ?la grandeza de la cultura china?, y plantea la necesidad de una escalada en la confrontación cultural con Occidente, apoyada en la idea del soft power o poder blando. ?Debemos ver claramente que las fuerzas internacionales hostiles están intensificando su estrategia para occidentalizar y dividir a China, y los campos ideológicos y culturales son las áreas centrales de esta infiltración a largo plazo?, asegura. Hu Jintao cumple 70 años este 2012, año decisivo en que cambiará la cúpula dirigente. La ventaja de la sucesión china, a diferencia del Partido Republicano americano, es que ya se sabe quién será el secretario general y quién el primer ministro, es decir, los números uno y dos del régimen. Y se sabe desde 2007, cuando Xi Jinping, 59 años y próximo secretario general, fue ascendido, junto con Li Keqiang, 57 años y próximo primer ministro, como miembros del exclusivo Politburó, donde se sientan los nueve hombres que mandan en China. Como Hu Jintao en su día, Xi Jinping saldrá elegido primer secretario general en el XVIII Congreso que se celebrará a finales de 2012; en 2013 el Congreso Nacional del Pueblo, que hace las funciones de un Parlamento, le elegirá presidente de la República, e inmediatamente después se convertirá en presidente de la Comisión Militar, auténtica almendra del poder en China. La sucesión de 2012 será la primera que completará el ciclo generacional entero sin percance alguno entre dos líderes y dos equipos seleccionados por el mismo y oscurantista sistema. La anterior sucesión, por la que Jiang Zemin pasó el testigo a Hu Jintao, fue el primer ensayo exitoso de relevo tranquilo en un partido donde lo normal eran las purgas e incluso la liquidación física. Hubo, sin embargo, unos últimos codazos entre los líderes viejo y nuevo por la silla más preciada del imperio rojo, la mencionada presidencia de la Comisión Militar. Víctima de aquella pelea fue Zhao Yan, un periodista chino que trabajaba en la oficina del The New York Times y que fue condenado a tres años de cárcel bajo la acusación de obtener y filtrar ilegalmente la información sobre el caso. A cada generación le corresponde un pensamiento propio, un eslogan que marca y orienta su época. A Deng Xiaoping, el auténtico fundador del comunismo capitalista chino, se debe la ?teoría del socialismo con características chinas?. A Jiang Zemin, ?las tres representaciones?, que sitúa la clave del éxito en juntar ?las fuerzas avanzadas de la producción, las fuerzas avanzadas de la cultura y las fuerzas de las amplias masas populares?. De Hu Jintao, a punto de preparar su legado teórico, conocemos la ?teoría del desarrollo científico? para conseguir la ?sociedad armónica? a través del ?ascenso pacífico?, a la que se añade ahora la guerra cultural que plantea en la revista Qiushi. Buscar la verdad a partir de los hechos y aprender de la experiencia. Todo está en el catecismo. En 1989 consiguieron a duras penas que no les sucediera lo mismo que a la Unión Soviética. En 2011 han conseguido que no se repitiera 1989. La persecución de los disidentes, la frenética actividad de la policía digital, la sesión del comité central dedicada a la guerra cultural y ahora la lucha contra los programas de entretenimiento se explican por la preocupación ante la primavera árabe y el potencial uso político de las redes sociales. Ahora, en 2012, quieren culminar la sucesión sin que las filtraciones perturben los consensos unánimes del partido y pasar a la ofensiva ante su competidor geoestratégico, en nombre de la ?seguridad cultural?, un concepto de alcance mayor, que incluye el proteccionismo nacionalista, la censura y una incruenta guerra cultural con Occidente.

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5 de enero de 2012
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El Boomeran(g)
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