Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

"Decidí usar mi propio cuerpo como guía"

Paul Auster en Barcelona. Foto: Anagrama La presencia de Paul Auster en España no ha pasado desapercibida en ningún medio. Todos se han arrojado hacia él buscando una entrevista, una primicia, lo que sea, del escritor norteamericano que acaba de publicar la autobiográfica (y en segunda persona) Diario de invierno (Anagrama), que presentado ayer lunes en Barcelona.  Una nota en El Cultural de ?El Mundo? comenta así su presentación:

Delgado, casi enjuto, con una cabeza de singular perfil, tan elegante como su prosa y poblada por una cabellera gris peinada hacia atrás, Auster hace su entrada en el barcelonés CCCB como una estrella del rock, parapetado tras unas gafas oscuras de las que no prescinde ni para las fotos. ?Estoy resacoso?, se disculpa con una vozaguardentosa que delata una noche intensa. Aunque tanto su porte como el dibujo de su cuerpo le dan un aspecto bastante juvenil, el escritor norteamericano afronta el invierno de su vida bajo una escalofriante pregunta que recorre, implícita o explícitamente, su último libro: ?¿Cuántas mañanas me quedan??. ?Sí, me hago esa incómoda pregunta cada día de mi vida desde hace algún tiempo. Soy muy consciente de que me quedan menos años por delante. Si dividiéramos la vida en cuatro partes es evidente que yo ya me encuentro en el invierno. Y no me asusta admitirlo. Es más, intuyo que se acerca el momento de ser abuelo y me hace ilusión. Mi hija Sophie, que se autodefine como ?judiruega? debido a los orígenes noruegos de su madre mezclados con los míos, judíos, tiene ya veinticinco años, o sea que cualquier día me da la noticia?. Afirma encontrarse sereno y sentirse más sabio a medida que pasan los años, aunque el haber entrado en la tercera edad le impone respeto, no puede negarlo. ?Ahora ya soy más viejo que mi padre cuando murió, y eso no deja de impresionarme?, añade. ?En este libro introspectivo decidí usar mi propio cuerpo como guía -continúa-, investigando y explorando lo que ha representado vivir en su interior durante estos sesenta y cinco años. Está planteado como un dietario sensorial, en el que reviso mis cicatrices corporales y me desinhibo al desnudarme emocionalmente, aunque ésta no ha sido la primera vez que lo he hecho. Ya transité de modo parecido en El cuaderno rojo y en A salto de mata?, aclara. ?Y esto no responde a la idea de que yo me considere un personaje interesante, ni mucho menos -añade con modestia-, sino que estas páginas son un ejercicio de investigación casi científica, en las que me observo como si fuera una rata de laboratorio y el investigador (en este caso el propio autor) ha decidido plasmar el resultado de lo que ha visto en un libro?.Aferrado al recurso estilístico de la segunda persona para poder establecer un diálogo más franco y más desnudo Auster, casi transmutado en un copyright que convierte en oro todo lo que lleva su firma, transita con emoción por el episodio de la muerte de su madre, de igual modo que en La invención de la soledad recorrió la experiencia de la pérdida del padre. Los recuerdos y las vivencias se suceden, unos tras otros, extraídos directamente de la memoria ?ya que nunca he escrito un diario como tal que me haya acompañado durante toda mi vida -explica. Aquí he rebuscado en mis recuerdos, sin recurrir a la ficción puesto que se trata de un libro autobiográfico. Es interesante recordar y analizar las conexiones que se producen entre los episodios que guardamos en la memoria. Por ejemplo, relato el momento en que un rayo cae sobre un niño, un recuerdo infantil, y lo relaciono inmediatamente con el trueno que sonó con gran estruendo en el momento en que Siri y yo nos estábamos casando. Durante la boda, en ese preciso instante en que pronunciamos el sí, esa imagen vino inmediatamente a mi cabeza ?. Auster empezó a escribir Diario de invierno el 3 de enero de 2011, durante un gran temporal de nieve y frío que sumió Nueva York en un caos que duró varios días. ?En realidad no fue nada premeditado -cuenta-, sino que la idea de componer un diario surgió de modo espontáneo. El impulso de escribir se apoderó de mí y me dejé llevar. Enseguida tomó forma y ya desde el principio lo concebí como una composición musical, una fuga o una sonata para piano en la que las notas suben, bajan, avanzan y retroceden. Este libro no es un relato sino una sucesión de experiencias que se suceden con un ritmo y aparecen tal y como las tengo almacenadas en mi memoria. Y en ellas mezclo la descripción de las casas donde he vivido, un accidente de coche, las marcas de mi piel, el descubrimiento del sexo o un partido de béisbol. Escribí muchísimo ya desde el principio, y luego tuve que seleccionar lo que iba a incluir en este dietario?. Como conclusión a este emocionante viaje introspectivo, escrito con sinceridad pero sin sentimentalismos gratuitos, el autor destaca ?el empate?: ?Me ha gustado verme delante del espejo durante todos estos meses. He repasado mi historia interna, mis luchas, mis gozos, mis frustraciones, mis miedos, mis dichas? y puedo afirmar que en mi vida ha habido un empate entre las cosas malas y las cosas buenas. Me parece una conclusión valiosa?. 

Por otra parte, también La Vanguardia comenta la presentación: ?Me he observado a mí mismo como una rata de laboratorio? y en El Periodico.com dice: ?Los jóvenes demuestran que nuestro proyecto fracasó?.  En El País destacan la frase: ?Trato de construir lo que en música se llama fuga?. Y en el ABC dice ?La escritura no sirve para curar heridas?.

Leer más
profile avatar
21 de febrero de 2012
Blogs de autor

La canción de los niños perdidos

Quien más manda, mandando mucho, manda en realidad muy poco. La democracia es la difusión del poder. Todo lo contrario de la autocracia que lo concentra en unas manos solas. La difusión del poder está mal vista en nuestra época de crisis y de decisiones veloces. Las autocracias emergentes pueden resolver sus dificultades con una celeridad y una eficacia inauditas en comparación con las democracias occidentales. Las decisiones monetarias, los recortes sociales o las inversiones públicas más discutibles y discutidas son siempre más fáciles en Rusia y en China que en Europa o Estados Unidos.

No sabemos qué parte de la crisis corresponde a las dificultades de un poder excesivamente difuso, pero puede que sea toda entera. Basta observar la lentitud de las decisiones y la profundidad de las divisiones entre los 27 socios europeos a la hora de resolver la crisis griega, vieja ya de cinco años, para ilustrarlo. O que se lo pregunten a Obama, con sus dificultades para implantar la reforma sanitaria, aprobar los presupuestos o recortar el déficit mediante impuestos. En un caso, la parálisis es por la fragmentación del poder europeo, muy bien descrita por José Ignacio Torreblanca en su libro del mismo título, y, en el otro, por la mayoría republicana de un Congreso polarizado y hostil al presidente. Ambas son situaciones inestables, que en el caso de Estados Unidos deberá conducir a un desenlace en las elecciones de noviembre y en el europeo ya se ha traducido en una especie de 'putsch' permanente del socio más poderoso, que se apropia de la soberanía ajena y vigila ahora los movimientos de todos los otros socios, amparado en la ayuda y compañía de la solícita Francia. Esta nueva correlación de fuerzas no es fruto de fortaleza interior alguna, al contrario, como demuestran los más recientes acontecimientos que han liquidado al presidente de la República Federal, Christian Wulff, sino estrictamente de las debilidades ajenas: unas instituciones europeas erosionadas y sin protagonismo, con unos dirigentes que son los más grises de su historia y unos gobiernos atizados por los efectos sociales de las crisis y sin apenas márgenes para tomar decisiones. Alemania, a pesar de los ensueños de algunos, no es una potencia emergente. Basta con observar su débil y avejentada pirámide demográfica. Sus fortalezas competitivas y exportadoras son debilidades de los otros. Lo mismo sucede con la capacidad de mando. Tiene al frente a una canciller cada vez más desgastada, que ha ido perdiendo apoyos, derrochando bazas y recortando su mayoría. Este es el segundo presidente federal que se le cae del trono, sin que se atisbe ahora la posibilidad de dictar de nuevo el nombre de quien le sustituya, como hizo en dos anteriores ocasiones. Su coalición con los liberales hace aguas. Ha ido perdiendo casi todas las elecciones regionales una detrás de otra. Y está claro que teme perder también al presidente Sarkozy que le acompaña en su labor de mando, porque sería un peldaño más en su descenso y la dejaría sola frente a un François Hollande fresco y recién elegido, dispuesto a terminar con una relación tan asimétrica e instrumental como la que mantiene ahora. Los cánticos soberanos en un momento de máxima difusión del poder son música para ahuyentar fantasmas, cancioncillas que entona el niño perdido para darse ánimos mientras busca la salida del bosque. Es lo que hace Sarkozy al reivindicar una Francia fuerte cuando todos sabemos que los Estados-nación serán cada vez más débiles. O el presidente catalán Artur Mas, cuando dedica su tiempo a predicar sus ansias de independencia catalana ante la prensa internacional. Y caben en el mismo capítulo las exhibiciones de poder de Alicia Sánchez Camacho, que manda en Cataluña sin necesidad de votar a favor de los presupuestos, o las bravatas de José María Aznar sobre la acumulación de poder de sus correligionarios: "Mandáis tanto y sois tantos mandando que me llevaría demasiado tiempo saludar a todos", les dijo el sábado en Sevilla. Con que mandara un saludo a Merkel, que es quien manda a los mandados, bastaría. Ella es la que más manda, aunque a pesar de todo mande tan poco y tan mal.

Leer más
profile avatar
21 de febrero de 2012
Blogs de autor

El trabajo… ajeno

  "Se arguye que, abolida la propiedad privada cesará toda actividad  productiva y reinará la más absoluta vagancia. Según esto, ya hace mucho tiempo que se habría hundido en la vagancia una sociedad como la burguesa en la que los que trabajan no se enriquecen y los que verdaderamente  se enriquecen son precisamente los que no trabajan".

En estos momentos devastadores para las conquistas sociales, oía hace unos días a un tertuliano que  se refería a la reforma laboral en curso criticando a sus detractores. Uno de sus argumentos fue que la nueva norma  molesta sobre todo a aquellos que estaban siempre  pensando en la indemnización por año de trabajo, la cual a  juicio del tertuliano era tan generosa como injusta. Los responsables políticos y representantes de la patronal visten de manera menos burda la cosa, pero no dejan de sugerir lo mismo, en el convencimiento de que toda medida  que no incentive el darwinismo social lo que hace es fomentar la tendencia a la vagancia de los ciudadanos.

 De ahí la conveniencia  de rememorar ciertos análisis de Carlos Marx. Así los  del Manifiesto Comunista en los que  el pensador desmonta los argumentos según los cuales la realización del ideario revolucionario llevará a privar a los ciudadanos de poder adquirir bienes y servicios. Marx precisa en efecto  que el único objetivo sería impedir  que tal posesión de bienes y  servicios se convierta en instrumentos para hacerse propietario del trabajo ajeno, y es en el contexto de tal reflexión aparece  el tan  sabroso  como irónico párrafo que citaba al principio.

Y en el momento en que el banco central europeo da dinero al uno por ciento a los bancos privados para que estos compren deuda de los estados a intereses que en ocasiones superan el siete por ciento, tampoco es ocioso citar este otro párrafo del programa teórico  expuesto en el mismo Manifiesto:

"Centralización del crédito en el estado por medio de bancos surtidos con capital del estado y régimen de monopolio."

Y en estas oigo en la radio que el ministro de economía se felicita del supuesto apoyo de los ciudadanos a las recientes medidas económicas del gobierno, declarando que España muestra así ser "un país serio del que se fían los inversores". Sospecho  que  en lo que está realmente afirmando es la conveniencia de que seamos un país genuflexo del que se fían los especuladores.

"¡Siervo ruin y perezoso!" es el anatema que, en la parábola bíblica,  lanza su amo al pobre diablo que no ha sabido hacer fructificar  el talento único que le ha prestado; un amo  que se reconoce a sí mismo como Señor que exige dónde no ha dado y recolecta dónde no ha sembrado.

Leer más
profile avatar
21 de febrero de 2012
Blogs de autor

Novísima Guía Amorosa

 
El Comercio de Lima me pide 500 palabras para celebrar el cumpleaños 73 de Alfredo Bryce Echenique, y les he propuesto volver a sus novelas como a un ABC amoroso.
 
No porque sea hora de sentar cabeza, sino porque estas novelas se deben, en buena medida, a lo que seguramente es el gran tema narrativo de nuestro tiempo: la Comedia de la pareja. Menos divina, y más que humana, esta saga da forma y sentido a su obra.
 

Se trata, claro, de la pareja improbable (el siglo XIX se ocupó de las probables) e irresoluble, cuyo encantamiento enciende al lenguaje y cuyo desencanto lo apaga. Entre uno y otro canto, lo dicho es una de las formas de la dicha, y el desengaño desdice al desdichado.

"Nuestro inexistente futuro como pareja normal" (El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz) puede ser una reafirmación romántica; pero la declaración “Desde que te casaste con otro, nuestra relación ha mejorado” (La amigdalitis de Tarzán) sugiere la ironía de los pactos resignados. 

"Haciendo camino al hablar", Martín Romaña testimonia en Octavia de Cádiz  su búsqueda de la Chimera. Pero el "amor loco," víctima de los códigos burgueses, es más bien una historia de exaltación y emotividad que demora el fin de la pareja, ese retorno de lo real como literal; esto es, como muerte. Porque la virtud de la pareja es su capacidad ilusa, ese tercio incluido que configuran juntos. Quien muere, entonces, es esa tercera instancia.

Separados, los amantes son viudos de sí mismos. Sólo les queda el luto de una prologada frecuentación.  

Si la oralidad en La vida exagerada de Martín Romaña era digresiva, y disolutiva del sujeto, en Octavia de Cádiz  la escritura es la minuciosa indagación por la pareja, ese yo/tú que se separa en el nos-otros.  Abriendo las heridas en el recuento, la escritura es de una lucidez por ausencia. 

Maniática, histriónica, desbordada, la escritura es pre-formal, se diría, como si se resistiese a ser parte del rigor de una novela, de otro libro entre los libros.  Demora y aplaza las resoluciones, entre versiones de la historia, siendo ella misma sublimación y enmascaramiento. El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz es una gran novela amorosa, a pesar de la pareja. En esta utopía del discurso amoroso, Bryce Echenique parece decirnos que fuera del amor, el lenguaje no tiene mayor oficio que convocarlo siempre, para seguir inventándonos.

El "excelso exceso" recorre su obra como una demanda imperiosa. Acerca del amor todo ha sido escrito, nos dice. Pero, felizmente, cualquiera cree decirlo todo de nuevo.  El mejor lector, nos enseña Bryce, es el lector de La cartuja de Parma.

El antihéroe amoroso, al final, ha sido abandonado por todas sus mujeres. Y se ha divorciado de cada una de ellas con entusiasmo. Porque hasta el divorcio es un camino a la memoria heroica de los amantes que se sobreviven como testigos mutuos.

Es cierto que suele ser un camino muy largo a la amistad, pero esa es otra novela.

 
Leer más
profile avatar
21 de febrero de 2012
Blogs de autor

Space Invaders y Martin Amis

Excelente la sección del blog ?Papeles Perdidos? de El País llamada Letras en 360%, escrita por Virginia Collera. Se trata de una revisión a vuelo de pájaro de distintos temas (más bien curiosos) sobre obras y autores de todo el mundo, y que concluye con autores españoles. Ahí encontré este dato genial de la revista The Million y que lleva el atractivo título ?El libro que Martin Amis no quiere que leas? Dice:

¿Quién no ha renegado alguna vez de su pasado? Martin Amis era joven -estaba en la treintena-, le gustaban los videojuegos y, probablemente, no le venían nada mal unos ingresos extras mientras terminaba Dinero, por eso escribió Invasion of the Space Invaders: An Addict?s Guide to Battle Tactics, Big Scores and the Best Machines, cuyo prólogo firma Steven Spielberg. Al parecer, el británico siempre ha sido reacio a hablar de esta obsesión de juventud por los videojuegos y el libro estaba descatalogado. Había rumores de su existencia pero, por lo demás, caso cerrado. Hasta ahora. El periodista Mark O?Connell descubrió un ejemplar en una biblioteca de Dublín y no ha escatimado en páginas escaneadas -como la fotografía que ilustra este post- para a) despejar de una vez por todas las dudas de la existencia del libro y b) argumentar que en esa obra de juventud se pueden encontrar las claves para entender las posteriores novelas del autor de Campos de Londres. El desenlace da para varias moralejas y un desacierto: a Amis le falló el olfato cuando predijo que los días de Donkey Kong, el primer gran éxito de Shigeru Miyamoto, ?tenía los días contados?. (vía The Millions)    

Leer más
profile avatar
20 de febrero de 2012
Blogs de autor

Lección pasada de moda

El título que se ha elegido para esta colección de artículos tiene algo de guiño cómplice dirigido al buen entendedor. Si tenemos en cuenta que ya en el siglo I a. de C. se produjo en Grecia un movimiento llamado aticismo que pretendía preservar la pureza  de la lengua tal y como se hablaba en el periodo de máximo esplendor (siglos V y IV a. de C.) bien se puede considerar pasado de moda cualquier intento de preservar la pureza de una lengua, en este caso la castellana,  en pleno siglo XXI.

 

Repasando la cincuentena de artículos seleccionados por el editor,  Alexis Grohmann, se advierte que no se trata de un mero recurso para salir del paso (por ejemplo cuando llega la hora de entregar la colaboración semanal y no hay “tema”) ni tampoco una manía personal recurrente a lo largo de los años.  Al fin y al cabo Javier Marías no sólo vive del idioma sino que basa gran parte de su prestigio en el buen uso que hace del mismo, tanto en su faceta de escritor como de  traductor.

Ello le lleva a salir reiteradamente a la palestra para dar unas lecciones que además de pasadas de moda entrañan un riesgo evidente para quien las ofrece. En palabras de Manuel Seco, “una lengua es patrimonio de una comunidad, y quien la hace y la deshace es la masa, la mayoría”. En ese sentido, pretender apoderarse de una lengua y querer  dirigirla es un empeño tan censurable como desentenderse de ella y dejar que se corrompa. Pero quien se decida a romper lanzas a favor de una lengua hará bien en delimitar muy claramente dónde queda la frontera que separa el dirigismo abusivo de la permisividad igualmente abusiva. Y como no es una tarea fácil, el propio Javier Marías ofrece numerosos ejemplos de lectores que se sienten agredidos por las opiniones del articulista y así se lo hacen saber, bien directamente o bien mediante cartas al Director.

El asunto de la frontera entre dirigismo y pasotismo es de suma importancia porque, como queda dicho, la lengua no es de nadie y es de todos, con la particularidad de que en su misma esencia radica la facultad de variar, crecer, aceptar nuevos conceptos y – lo cual es maravilloso – dar origen a otras  lenguas a partir de la degeneración de la original. Y ahí están todos los brotes que le salieron al latín cuando la decadencia del Imperio rompió los lazos que vinculaban a los diversos pueblos y cada uno buscó sus propias vías de expresión.  Por lo tanto, que una lengua evolucione no es malo en sí mismo y los usuarios tienen todo el derecho del mundo a reivindicar sus hallazgos y a esperar que no les fustiguen los puristas acérrimos. Pero como al mismo tiempo asistimos diariamente a las múltiples agresiones que sufren las lenguas, es lógico que haya voces que se alcen en su defensa, por más que en numerosas ocasiones sea como una prédica en el desierto.

El mayor peligro de corrupción suele venir de la lengua dominante, actualmente  el inglés. Por pereza, desconocimiento o servilismo de los receptores, las lenguas dominantes imponen  nuevas palabras que no siempre implican una mejora y que muchas veces podrían ser reflejadas en vocablos  propios  y cuyo uso ha quedado sancionado por la tradición. El peligro es evidente en el caso de la jerga relativa a los negocios y la economía, pero es extensible al idioma cotidiano debido a los coladeros que en ese sentido son los libros, los periódicos y revistas, el cine y, sobre todo, la televisión. Javier Marías ofrece incontables ejemplos de supuestos neologismos que son en realidad fruto de una mala traducción o de un uso defectuoso del idioma, muchas veces del opresor pero muchas veces también por desconocimiento del idioma propio.

El dirigismo, el intento de apropiarse de un idioma para usarlo como arma política (nacionalismo) o los intentos de imposición que surgen de los propios grupos sociales están a la orden del día y defenderse de ellos es una tarea casi titánica.  Ahí está, por ejemplo, el caso de “lo políticamente correcto”, que si bien puede surgir de unos intentos bienintencionados de facilitar la convivencia (defensa de las minorías, igualdad de géneros, no menosprecio por razas y tantos otros) pueden acabar en verdaderas aberraciones.  Con el agravante de que, al uniformizar la forma de hablar, se priva al oyente de una fuente de información fundamental acerca de la verdadera ideología e intención del interlocutor. El tema, como verá el lector que se adentre en este peliagudo laberinto de dimes y diretes en el que Javier Marías se mueve con envidiable soltura y humor, daría en realidad para bastante más de los cincuenta artículos aquí reunidos.

 

Lección pasada de moda

Javier Marías

Galaxia Gutenberg

Leer más
profile avatar
20 de febrero de 2012
Blogs de autor

Helenistas

A los helenistas del mundo, seis preguntas:

¿Es casual que Aristóteles atribuya el origen, en la antigua legislación ateniense, de lo que el llama lacra de la homosexualidad legislada a la influencia de Taletas (variante dórica de Tales) de Gortina?

¿Es casual que en el llamado “Certamen”, todas las ediciones desde el Renacimiento hasta hoy mantengan la corrección que introdujo el editor Stephanus en las líneas 32-33, que convirtió la errata ἀδιανοῦ en  Ἀδριανοῦ, impidiendo hasta hoy la lectura del original ἀδινοῦ, que es un adjetivo que solo aparece en la Odisea?

¿Es casual que en el llamado “Certamen” diga que Altes (anagrama de Tales) era el nombre de Homero?

¿Es casual que Asclepio y Calipso tengan las mismas letras que Opíleks, diosa desconocida hasta hoy?

¿Es casual que Telefo, héroe preiliádico, sea anagrama de Ofelestes escrito en Lineal C, según se lee en la inscripción hallada en Pafos?

¿Es casual la semejanza entre Velena, nombre micénico de Helena, y  Dvelona, nombre de la guerra en latín arcaico, y las demás diosas indoeuropeas de la guerra, Velinas (lituana), Varuna (védica). Vellaunos (gala), Valis (hitita)?

Leer más
profile avatar
20 de febrero de 2012
Blogs de autor

Sociedad de bajo coste

Más de una vez, a lo largo de esta eterna crisis, nos hemos preguntado si al deterioro del sistema, social o económico, cultural y político, no correspondía también un empeoramiento en la calidad de las personas.

En la dialéctica de toda la vida unos creen que es la sociedad quien decide el valor de los individuos y otros que son los individuos quienes perjudican a la sociedad. La política penitenciaria en Estados Unidos cree que debe aislarse y hasta eliminar al sujeto que daña a la comunidad mientras en España, por ejemplo, la doctrina es que son unas malas condiciones sociales quienes lo malean y, en consecuencia, la culpabilidad ha de buscarse en la organización social. Con la primera idea los individuos merecen la pena de muerte y con la segunda merecen la oportunidad de su reinserción.

¿Fue la codicia y la ignominia de los agentes financieros quienes desencadenaron esta gran crisis o fue el sistema neoliberal quien arrolló los pilares que habían proporcionado estabilidad y prosperidad durante más 10 años seguidos? Lo cierto es que una y otra juntas se sintetizan en una época donde la insignia viene a ser el low cost. Un bajo precio de las cosas unida a su mala prestancia, una corta obsolescencia de los artefactos debido a su deliberada fabricación sin rigor. Y, en paralelo, una corta duración de las amistades, los amores, los vínculos que a su brevedad suman la propensión a la avería.

Igualmente, una a una, las personas inmersas en esa atmósfera poco limpia también ellas se manchan o contagian de algún hollín moral y no se trata solamente de que parezcan más egoístas, menos dignos o de pobres conocimientos, sino que fallan como escopetas de feria en una proporción seguramente coherente con la lasitud de la feria en general.

Un ejemplo significativo que salió hace poco a flote fue la vergonzosa conducta del capitán del Costa Concordia, que abandonó el barco sin cumplir con sus deberes para el salvamento del pasaje. No todos los capitanes han perdido la honra, pero miles de políticos y empresarios han dejado de lado la honradez. Ni parece que haya leyes eficaces para evitar que la sociedad se degrade como pedía Aristóteles en Ética Nicomáquea, ni los preceptos religiosos que armaban la conciencia interior de los creyentes, son cosas de un tiempo donde la relajación hace negocios por todas partes, desde los conciertos a los gimnasios, desde las sesiones de masaje a la medicina natural.

El episodio del Costa Concordia podría ser, exagerando, la metáfora de un naufragio de la condición actual de las personas. No todo el mundo es malo pero muchos han contraído el mal. No va a terminarse el mundo, pero cuando se trata de esta coyuntura financiera casi nadie duda en referirse al "borde del abismo" o al Apocalipsis de san Juan.

A la inmoralidad esencial del sistema económico se añade la carga de la débil moral cívica o personal. Una se encarama en la otra y trabadas se hunden en un momento en que cumplir con la palabra, comportarse con dignidad, respetar a los demás y a sí mismo ha ido perdiendo importancia.

La pérdida de importancia de la integridad es la pérdida de importancia del mundo (y de lo inmundo). Frente a la justicia la lenidad, frente a la honradez la trampa. El peso que han perdido hoy casi todos los objetos conocidos, desde el teléfono a la máquina del tren, se corresponde con la ligereza en que se tienen las categorías que antes pesaban tanto. Pesaban tanto como para cimentar una personalidad respetable y contaban tanto como lo que ahora, como un patrimonio raro, se llamaba la reputabilización.

Se llamaría así, dentro de lo económico, a la confianza que hoy, excepcionalmente, posee un banco o un político. Pero, en general, la reputación fue una condición que hace medio siglo decidía el destino común y sobreentendido de las relaciones, privadas o colectivas.

Una malla con agujeros

Si la irresponsabilidad ha sustituido en buena medida al sentido del deber, la especulación ha hecho lo mismo con el sentido del crédito. No hay producción en la especulación como no hay asiento en la firme personalidad del otro. De ello se deduce una malla social que se agujerea o deshilacha fácilmente y de cuyo desarreglo brotan los individuos tarados. Tipos incapaces de responder ante su extraviada conciencia y sin su sanción, sin acuerdo civilizado la comunidad se desciviliza o, justamente, se envilece.

Esta gran crisis puede llegar a ser, por tanto, una crisis de civilización. A la degradación general de los materiales, la mala calidad de los tejidos, la calculada obsolescencia de los aparatos o la artificial elaboración del pan, sigue, en coherencia, la pérdida de consistencia en las personas. ¿Cómo no pensar, pues, que si el sistema ha colapsado es por efecto de sus materiales revenidos y los defectos de su infame construcción?

Bien, admitámoslo como hipótesis: las gentes de ahora son de peor calidad que las de antes. Pero ¿por qué? Una explicación darwiniana vendría a exponer que ese peor no es otra cosa que una nueva cualidad para sobrevivir en la actual realidad del medio.

Físicamente, cabría decir que una persona íntegra (entera) se aviene mal con un mundo complejo (no integrado) y fraccionado. La gente no sería de este modo peor en sentido absoluto sino que la notaríamos desigual con el paso del tiempo.

La buena persona o la persona honrada, se caracterizaba porque alteraba poco o nada su composición y a esto lo llamábamos ser fiel a sus principios. Poseíamos un retrato de ella y el retrato constituía su único y fiable repertorio. Un retrato de ese "de cuerpo entero" puesto que era así como se definía al ser ejemplar: "un hombre o una mujer de cuerpo entero", "un hombre o una mujer de la cabeza a los pies".

La honradez perfecta amazacotaba el valor (tanto como amazacotaba la miga del pan candeal) hasta hacer una sola pieza uniforme. Seríamos acaso diversos en el carácter, pero seres con alma de oro macizo. Un búnker metálico-moral que precedería al plástico capitalismo de consumo proclive a la flexibilidad.

Los dos factores importantes del sistema de consumo, la novedad y la flexibilidad, el fraccionamiento y la adaptabilidad se oponen a la integridad y la inalterabilidad. Todo ser compacto pesa más e incluso repitiendo su ser se hace mostrenco. Un modelo, tótem en la cultura tradicional, inservible hoy en la cultura del cambio.

La máxima de ser igual a sí mismo, base de la honradez, será opuesta a la novedad sin tregua. Individuos y objetos dejan de ser indivisibles y se hacen transformers ya sea en las relaciones personales, en las laborales o en las morales. La consideración positiva que se confiere a la innovación en todos los ámbitos es consecuente, por tanto, con la inconsecuencia de las personas. Es decir, a su inestabilidad antes que a la permanencia de sus principios básicos.

Las que vemos pues hoy como personas de mala calidad, gentes que, como los objetos, no mantienen su composición deviene en la imposibilidad de fijar en ellas la confianza, y hace obsoleta o la fidelidad. Son el efecto, en suma, de la movilidad incesante que exige la supervivencia. Para todos y para todo.

La paz y las tías

Pero ha de haber alguna explicación más. Las buenas personas fueron la base de nuestra paz. Ahora parece que ese tipo de gentes se han quedado ociosas o demediadas; y día tras día cuesta tropezar con este género de cuya actitud derivaba una bonanza casi vecinal. Podía confiarse en las buenas personas como soportes a través de cuya emulación se sanaba por contagio. Esos pilares actuaban, además, con la mayor naturalidad y era precisamente su real benevolencia, su capacidad de perdón y su asistencia la que decidía el relativo bienestar de los pueblos.

No era necesario que numéricamente fueran legión, pero eran relativamente tantas que constituían una atmósfera o un dominante olor. Tías, antiguas compañeras, primas... Casi siempre estas buenas personas coincidían con ser mujeres, pero también había algunos y principales hombres buenos que en frecuentes ocasiones cumplían como alcaldes, notarios, médicos o abogados que nos ayudaban generosamente y nos asesoraban bien. La pérdida o la fuerte reducción de las buenas personas ha dejado por tanto al grupo social enflaquecido o deshilvanado porque estas gentes en las que convergían muchos otros actuaban como una hilación dentro de cuyo círculo vivíamos más confiados y liberados del inevitable temor de cada relación.

Hace muchos años, cuando no teníamos la televisión, los videojuegos, los vídeos, el cine y hasta la radio, los adultos y los ancianos se distraían mirando a la gente pasar. Los balcones con vistas a la calle mayor, las terrazas de los cafés, las ventanas que daban al paseo o, en general, todo puesto que permitiera contemplar el discurrir de los vecinos eran claramente apreciados.

De la observación y el comentario había, claro está, buenos y malos especialistas. Ojeadores pacientes que con su finura ataban cabos y ligaban historias secretas. Y comentaristas con liderazgo que, en frecuentes ocasiones, lograban difundir sus consideraciones y elevar sus conclusiones a categoría.

Las personas se entretenían así con las personas. Las personas se entretejían así con las personas. Se constituía así un genuino tejido social porque lo excitante consistía en hilar de modo tan fino y audaz como para hacer pasar el hilo argumental de la escena callejera a la escena hogareña y sus ocultos entresijos. Numerosos libros se escribieron a partir de este mínimo punto de vista entre visillos, pero lo importante fue, sin duda, la gigantesca biblioteca romántica (trágica o cómica) que numerosas personas, sin otros medios de distracción, obtenían de otras personas transformadas en actores de películas, novelas o cuentos en vivo.

¿Se amaba la gente más entre sí? No es seguro. Sí resultaba, no obstante, cierto que se necesitaban más. Más en casi cualquier aspecto, desde la sanidad a la compañía, desde la admiración a la envidia, desde la investigación al entretenimiento. Y dependían entre sí mucho más para brindar contenido a las múltiples horas del día y su particular modo de ponderar al personal.

De hecho, las personas se dividían entre las que demostraban fundamento y las que no, siendo la fundamentación igual a la cimentación y la cimentación sinónimo de un arraigo en lo cabal.

En coherencia, el linaje significaba un arraigo en la historia de la herencia familiar. La sangre provenía de arriba como de un manantial que se derramaba desde el cielo y traspasaba la historia a través de los cuerpos bañados por su corriente.

Las familias se desplegaban en el tiempo y los abuelos veían en sus nietos una continuidad vertical que provenía desde sus ancestros y se hundía en la tierra siempre prometida y comprometida ¿Qué ocurre sin embargo ahora? El conocimiento no recibe una inspiración vertical y honda a la manera de los libros, sino que el saber procede de las superficies de las pantallas, de los panoramas de los viajes, de las fachadas de los edificios.

Igualmente, el linaje puro y vertical se reemplaza por la mancha en horizontal. Las familias no trazan una línea de descendencia sino de evanescencia por cuya realidad el valor vuela, se pierde o se transforma. Lo sagrado pesa, es tabú, es débito a la probidad y la honra. Lo laico, poco a poco, tiende a desarticularse, gana velocidad y se deshace en aguas tan libres como turbulentas.

Leer más
profile avatar
20 de febrero de 2012
Blogs de autor

El lienzo vence al ladrillo

Hay que tomar la distancia necesaria entre la preocupación nacional y nuestro codo o nuestro páncreas. Nosotros no somos la crisis. La bicha es impersonal, también transversal, aunque en su plural mayestático se incluyan apellidos financieros y corruptos. También los de un mercado voraz que ha convertido lo nuevo en viejo a la velocidad de la luz. Pero vivimos bajo el áspero manto de la crisis, como si asistiéramos a un vertiginoso empequeñecimiento parecido al del País de las Maravillas. Una España que no halla su verdadera medida y que carece de la imaginación de Lewis Carrol para hacerla reversible. Alicia, harta de ser pequeñaja, se bebe la pócima con excitación y llega a crecer tanto que ni pasa por la puerta, hasta que se come una pasta y su tamaño se reduce al de un insecto. Pero traza un plan de acción: volverá a su verdadera estatura y entrará en aquel precioso jardín. Y gracias a una oruga y una seta lo consigue: recobrar su identidad y vivir su fantasía. Ayer cerró la 31 edición de Arco, en la que mucha gente acudió deseosa de pagar 43 euros de entrada a fin de adentrarse en el jardín de las maravillas contemporáneo. El del arte que cuenta para el mercado. Porque, como dice Vicente Verdú recordando a Aleixandre, «el poeta que hoy escribe para sí mismo muere por falta de destino». Lo mismo que el artista. El dinero, valor troncal de la vida en sociedad, arrasó con el último mohín de purismo. Y ahí está un legitimado engranaje que cotiza mucho más que el ladrillo, una inversión segura que aporta glamur y enmascara sutilmente sus patrañas para convertir un excremento en obra maestra. Aunque aún quedan los puros. Como la artista Concha Jerez, muy valorada hoy en Alemania o Austria, que abandonó durante casi once años el mercado y salió del circuito a fin de desarrollar su obra sin presiones y definir su escritura artística. Perdió algunos trenes, pero dice que volvería a hacerlo. En una edición con menos stands institucionales y más compradores internacionales, el letrismo ha florecido de nuevo con mensajes reivindicativos. La crisis se ha estampado en el lienzo, y el arte emergente sigue dispuesto a fluorizar el paisaje. «Pintar no era una manera lo suficientemente directa de luchar contra las armas nucleares», escribió John Berger, explicando su dimisión de los pinceles y su entrega al folio. Pero hoy hay más política en Arco que en el Congreso. Y aunque la lógica del arte sea terriblemente conservadora y los galeristas ?en realidad vendedores? se hayan reconvertido en venerados agentes culturales, el ansia por embellecer la realidad posee un eficaz efecto placebo. En muchas paredes se dejaban admirar visiones del mundo y ante los Tàpies recordé su ilusión de la pincelada única. Una sola, la más elevada sencillez para expresar todo el universo. Y para reventar el mercado. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
20 de febrero de 2012
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.