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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Crisis en el mundo del libro

El vulnerable mundo editorial en crisis. Ilustración: Obra de Quint Buchholz. / VEGAP Una bomba (una bomba que se va soltando de a pocos, cada cierto tiempo una nueva explosión aparece en los diarios: una peligrosa astilla que siempre queda flotando en el aire) es la que ha soltado Winston Manrique Sabogal en El País. ¿Qué va a suceder en el mundo del libro en medio de la crisis económica que afronta Europa? Dice la nota central:

El ecosistema del mundo del libro y la lectura está en riesgo. El panorama de recortes es un problema nuevo y determinante que se suma a otros tres al irrumpir en el cambio de paradigma: la crisis económica global por lo que tiene que ver directamente con el bolsillo del lector-comprador y los reajustes empresariales en editoriales o librerías; la reinvención apresurada del sector hacia la convivencia de un mundo dual, analógico y digital, que conlleva en sí mismo muchas transformaciones y traumas; y el duelo competitivo al que se enfrentan las editoriales en España con las empresas globales que han desembarcado aquí. Son aspectos que han alterado la cadena de valor del libro, jubilado un modelo de negocio centenario, amenazado con empobrecer la producción académica y científica y, sobre todo, puesto en peligro la continuación del hábito lector y su retroceso en un país con cifras bajas (apenas un 45% dice leer semanal o mensualmente, en contradicción con la alta cifra de publicaciones: 80.000 títulos al año). La inquietud sobre esta crisis en el mundo del libro, más allá de cualquier efecto inmediato como del 10% menos en las ventas, tiene que ver con su proyección a mediano y largo plazo. Porque si bien es cierto que la industria editorial es en su gran mayoría privada, las ayudas y subvenciones están dirigidas, especialmente, a renglones que buscan el fomento, la divulgación y la promoción de la lectura, es decir, de creación de nuevos lectores, de personas que con su lectura compren libros y por tanto dinamicen el sector. Y, ahora mismo, lo que estaría más en riesgo con los recortes son las bibliotecas, las campañas de lectura y los diferentes encuentros, ferias y citas literarias. A todo ello se suma la piratería digital, la unificación del IVA al del papel, que es del 4% mientras el digital es del 18%, y los riesgos de posiciones monopolísticas. El sector del libro es el punto por donde cruzan los actuales caminos peligrosos o llenos de incertidumbres o poblados de miedos agazapados que han surgido en los últimos tiempos.

Además, editores, distribuidores, libreros y revistas culturales relatan cómo afrontan la crisis y proponen alternativas. También se menciona el problema de las bibliotecas que, al igual que las librerías, empiezan a cerrar. Y un video-entrevista del editor de Hiperión, Jesús Munárriz, donde dice que no le queda muy claro si el libro electrónico será la solución. Mientras tanto, Manrique Sabogal hace un apunto del oscuro futuro que le espera a los autores:

De las incertidumbres e inquietudes de todo lo que rodea a la cultura no escapan los autores. ?La idea de la cultura como lujo sobrante conduce a la pérdida de la dignidad del ser humano?, sentencia Antonio Gómez Rufo, vicepresidente de la ACE (Asociación Colegial de Escritores de España). Una premisa que para el autor de libros como El secreto del rey, sirve para entender lo que está pasando. ?Si bastante grave es la integración de la Cultura en un ministerio multidisciplinar, aún más es la desaparición de la Dirección General del Libro y su inclusión en Industrias Culturales, que parece privilegiar al sector industrial (a las grandes editoriales) y seguramente suprimir las ayudas a la traducción y a la difusión exterior de la obra de los autores españoles. Además, la supresión anunciada de fondos para Bibliotecas y Archivos, con la promesa de dedicar esos fondos a la cinematografía, desatiende la necesidad ciudadana de lectura, pone fin a las campañas de Fomento de la Lectura y abandona la recuperación y conservación del patrimonio archivístico español, con la excusa de que ese dinero irá al apoyo público al cine desde la Administración, que finalmente tampoco es cierto? A todo ello, añade Gómez Rufo, hay que sumar el cambio de modelo de negocio editorial inminente con la digitalización de obras, la ofensiva de los e-books, los precios de venta de descargas digitales a precios excesivos y la crisis global, ?el futuro del libro no es optimista. La industria podrá sortear la crisis, tal vez, pero los creadores quedan otra vez, desprotegidos. Justo en el momento en que el índice de lectores en España sobrepasa el 60%, los que al menos leen una vez año, es decir, cuando el esfuerzo por la difusión de la lectura había empezado a dar sus frutos?. Todos comprenden la delicada situación de la economía, a la que la cultura es muy permeable, y los ajustes que se deban hacer, pero invitan a al Gobierno y a las instituciones que suelen apoyar la cultura a que, como dice Manuel Ortuño de la Asociación de Revistas Culturales (ARCE), reflexionen sobre la idea de un país en penurias económicas y a su vez desolado creativamente, sin impulsar sus manifestaciones artísticas, que aunque parecen cuestiones menores, comparados con la salud o la educación, no lo son tanto porque dicha presencia y motivación mantienen vivo el interés por el propio país y psicológicamente ayuda a sobrellevar mejor los malos momentos. ?Si hoy las prioridades absolutas pasan y deben pasar por políticas activas el empleo, la sanidad y la educación, las políticas públicas en I+D y cultura son imprescindibles a corto y medio plazo, especialmente en un país de las características del nuestro, donde la cultura tiene un papel predominante en todos los órdenes. Desde el punto de vista público y privado, la cultura es un elemento fundamental de cohesión social, política y territorial?.



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15 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Chile mexicano

Cada año, en el mes de febrero, hay una pequeña ciudad del sur de Chile que se convierte en un pueblo de México. Durante esos días, sólo se escuchan rancheras y serenata. Por la calle andan tipos vestidos de charros cargando guitarrones y mujeres de vestidos largos y coloridos. El lugar se llama Chanco, y la razón del cambio es el Festival del Cantar Mexicano Guadalupe del Carmen. Una fiesta de tres días donde los chanquinos parecen dar rienda suelta a un sueño muy peculiar: ser mexicanos por unos días.

-Acá vienen artistas mexicanos de todo Chile -dice Osvaldo Waddington, uno de los organizadores del certamen, desde atrás de unos antejos con todo el aumento posible. Y agrega:
-Es cierto, la gente de la Embajada de México no se aparece por acá y este año no hay ningún artista nacido en ese país. Además, no tenemos las comodidades de un gran evento, pero igual no nos falta nada porque llevamos a México en el corazón.

Waddington se encarga de acomodar a los artistas en uno de los colegios-internado de este pueblo sin hoteles. De hecho, el Internado N 328 se ha transformado en el alojamiento oficial de este certamen. El taconeo de las botas negras retumba en todos los pasillos y dormitorios. Una y mil veces se repiten a la vista ponchos recargados de colores, sombreros de charro, botones dorados, lentejuelas y corbatines. El lugar del alojamiento no es cómodo, pero pocos están dispuestos a reconocerlo. Un cartel donde decía "Aula 8" ha sido modificado previamente por los alumnos del internado, y dice: "Jaula 8".

En medio del revuelo, Eliana Maureira, alias la Gran Chaparrita, descansa su sobrepeso en un banco. Comenzó a cantar mexicano a los cuatro años, y ya tiene sesenta y dos. Y dice que nunca va a parar:

-No me invitaron al festival, pero igual vine por las mías. Agarré al Charro Guadalajara, nos subimos a un bus en Quilpué, después nos tomamos otro en Santiago, llegamos a Cauquenes y de allí a Chanco. Ojalá nos dejen actuar -y le lanza un beso a un hombre de pantalones ajustados y bigote finísimo, mucho más joven que ella, que sin duda debe ser el mentado Charro.

El beso de la Gran Chaparrita hace que el tipo se acerque:

-¿Sabes quién es ella? Estás ante la mejor cantante de rancheras del país. Ella ha salido en la tele y ha cantado fuera de Chile. Yo soy sólo el Charro Guadalajara. En realidad me llamo Manuel Corro, pero el otro es mi nombre artístico, con el que actúo en Valparaíso -dice él, con una cara que recuerda a Johnny Depp interpretando a Ed Wood.

 

Pese a la notoria diferencia de edad, la Chaparrita y el Charro son pareja hace cuatro años. Juntos hacen pequeñas giras por restaurantes de Valparaíso. Él cree mucho en la carrera de ella y ella lo aconseja para que él no desperdicie su "enorme talento". Son una dupla de armas tomar. Están dispuestos a todo para subir al escenario del Festival de Chanco. Sienten que es su gran oportunidad de sentirse en México.

En realidad, no sólo ellos piensan lo mismo. Buena parte de la industria charra criolla viene hasta acá con el mismo objetivo: potenciar sus carreras como cantantes mexicanos. Por eso han viajado toda la noche, para aparecerse en este introvertido pueblo a setenta kilómetros al sur de Constitución, el balneario más famoso de la zona y donde de niño veraneaba el escritor Juan José Donoso.

El festival se realiza desde 1988, y es un homenaje a Guadalupe del Carmen, la chanquina más famosa de la historia.
-Guadalupe fue la cantante de rancheras más exitosa que ha tenido Chile. Algunos dicen que Augusto Pinochet es el chanquino más famoso, pero en realidad él no nació acá. Toda su familia y antepasados son de Chanco, pero él nació en Valparaíso. Por eso, Guadalupe es lejos la más renombrada -dice Olga, una lugareña de sesenta y un años que tiene una hospedería y cuyo orgullo máximo es haber visto a Guadalupe en tres ocasiones. Dos veces cantando en Chanco, y una en Cauquenes.

México en la cabeza

Estar en Chanco la semana que se transforma en México era una clara señal de que el México real estaba cerca. Sabía que sin ir al Distrito Federal  nunca iba a terminar el proyecto de los hoteles España. Venir a Chanco podía ser visto como un ensayo general de aquel viaje que nunca llega. Sin embargo, recorriendo las calles del pueblo y viendo a los artistas venidos de todo el país y durmiendo en un internado dentro de un pueblo sin hoteles, la principal sensación terminaba siendo otra. Había propuesto escribir sobre el Festival del Cantar Mexicano Guadalupe del Carmen porque me parecía una historia interesante y divertida. Pero ya se sabe que uno propone los temas que le son propios. Recién en Chanco descubría el porqué quería estar aquí: la mayoría tenemos a México en la cabeza, sin haberlo conocido. De pronto me siento participando de una alegre, colorida y escondida fiesta, en un perdido pueblo del sur de Chile. Una gran convención de personas que han decidido, sin importar donde estén, vivir en México.

-¡¡Buenas noches, Chanco!! -grita en la sesión inaugural Julio Videla, una vieja gloria de la televisión chilena, hace varios años alejada de los focos y los camarines de los canales.

Julito, como le gritan las mujeres que repletan el estadio, se ve entusiasmado. Se nota que es de esa especie humana que se alimenta del aplauso, de los micrófonos, aun cuando se trate de un festival perdido en mitad de la séptima región. Algunos pocos le gritan insultos, le dicen que ya no tiene trabajo en la tele, y hasta se oye un estruendoso "¡fracasado!", pero gana el aplauso de los cuatro mil espectadores. Videla puede haber perdido las cámaras y los buenos contratos, pero nunca las mañas. Recita un poema al público, "especialmente dedicado a las hermosas mujeres de Chanco", y uno parece ver el gesto en que agarra con su mano al público y se lo guarda en el bolsillo.

-Veo que están con ánimo -dice Julito, después de la ovación por su recitado, y enseguida agradece a las autoridades, solicita un aplauso para el alcalde y otro para los concejales. Así comienza la fiesta. Que suenen las trompetas. Y los guitarrones.

Los concursantes del festival vienen de todo Chile: Antofagasta, Santiago, Temuco, La Serena, Osorno, Cauquenes, Rancagua y, por supuesto, Chanco. Álex Herrera es el crédito local. Tiene treinta y seis años, cuatro hijos y un trabajo de guardabosques en la empresa forestal Celco. Álex vive todo el año en el centro de un bosque, a veinte kilómetros del pueblo. Su canción, que escribió especialmente para el festival, está dedicada a Guadalupe. El día en que le toca actuar, llega a los ensayos vestido de charro, montando la moto Honda de su trabajo. Parece una escena sacada de la película El mariachi, pero Álex no es el actor Carlos Gallardo. Álex es más bajo, tiene los ojos claros, el pelo duro y una timidez capaz de generar sus propios aplausos. Es primera vez que anda de charro motorizado y, cuando pasa por el centro de la ciudad, la gente sale a mirarlo, le tocan la bocina, algún borracho le grita "ridículo" y varios lo aplauden.

-Se ríen, pero no me importa. Es una aventura que va a durar tres días y después tendré que volver al bosque -dice con la serenidad de un pistolero mexicano al que no le entran balas.

En el otro extremo del estadio está el Charro Guadalajara, el novio de la Gran Chaparrita, que intenta que los metan al show. Una y otra vez le toca el hombro a Osvaldo Waddington, el organizador, para que los dejen subir al escenario. Al final consigue unos minutos para ambos, pero en diferentes días.

Guadalajara sube al escenario durante la primera jornada. Canta El rey y la concurrencia se remece cuando los asistentes repiten el coro. "El público está superrico", dice el Charro al bajar del escenario. La Gran Chaparrita sonríe con orgullo. Chanco tiene festival.

-Es bonito que todo esto sea en honor de mi comadre -dice la Chaparrita, que de chaparrita no tiene nada. Debe andar por el metro cincuenta y los cien kilos.

Pese al éxito y las superventas de Guadalupe del Carmen, su vida artística era tan marginal como la de la Gran Chaparrita. Pocas veces estuvo en la televisión, casi no recibió reconocimientos en vida y sus actuaciones solían ocurrir en modestos circos en las afueras de las ciudades. La Chaparrita la recuerda:

-Éramos muy amigas. Una vez, yo estaba en el Circo Timoteo y me llamaron del Circo Venezuela. Entonces le pedí a ella que me reemplazara. Lamentablemente, ahí murió. Pero murió actuando, igual como a mí me gustaría. Algunos dicen que ella se fue en la decadencia, en lo peor, pero es mentira. Mi comadre tenía dos taxis y una casa rodante. La gente le inventó cosas de pura envidia. A ella se le murió un hijo de quince años y a mí se me murieron tres hijos para el terremoto del 75, en Valparaíso. En ese sufrimiento también fuimos parecidas.

Durante la segunda noche, se repiten los problemas de la primera: los artistas se pasean sobre el escenario esquivando los acoples de sonido, los cables esparcidos sobre el piso y las caprichosas velocidades que le imprimen a las canciones los componentes de la orquesta Los Cariñositos. Cuesta hacer una buena performance en el escenario de Chanco.

-Este año hay elecciones municipales, por eso el alcalde trajo a Julio Videla para animar. Se la está jugando para la reelección. Eso pasa: con estos festivales se olvidan los problemas y toda la gente queda como tonta -dice Pedro Ruiz, un chanquino de cuarenta y cinco años que, pese a sus reservas, es uno más al aplaudir el show.

En esta segunda noche La Gran Chaparrita logra subir al escenario. Ahí, entre dos canciones, desafía con un vozarrón que sale firme de su cuerpo ya cansado: "Ahora voy a cantar El macho y necesito que salga un macho para bailar. ¡Venga, señor alcalde, al escenario!". El edil, un gordito de gomina y bigotes gruesos, se niega. El monstruo de Chanco despierta. Las radios que transmiten se alertan con la polémica. "Que baile, que baile", gritan los cuatro mil asistentes, sin ganas de aflojar. La máxima autoridad del pueblo no se levanta. La Gran Chaparrita, que ha llegado hasta el escenario a fuerza de insistencia y empujones, no se aguanta: "Por algo no quiere venir a bailar. ¡Tal vez el alcalde no sea tan macho!". El aplauso satura la mesa de sonido. Los organizadores palidecen. Si hay reelección, es poco probable que la Chaparrita pise nuevamente este escenario. A un costado de ella, en la oscuridad, el Charro de Guadalajara aplaude orgulloso, admirado, flaquito.

Pura ranchera en Radio colina

-Aquí comienza Mi Chanco querido, su programa favorito de radio Buena Nueva -le dice Margarita Venegas al micrófono, con una exagerada modulación. Y, de inmediato, anuncia la primera canción de su espacio: Cartas marcadas, de Guadalupe del Carmen. Los tres minutos del tema le dan tiempo para hablar de su pasión por las rancheras:

-La gente adora a todos los que cantan música mexicana, no sólo a Guadalupe del Carmen. Yo creo que es por las letras, que son sufridas, dolorosas, tristes, desgarradoras, igual que la vida de los chanquinos -dice fuera de micrófono, pero con el mismo sonsonete radial.

Las radios populares son el principal aliado de las rancheras. Por ellas esta música se difunde y también por ellas se venden miles de copias de artistas sin difusión televisiva. Iván Gutiérrez se pasea por el centro de Chanco con botas, chaqueta de cuero negra, sombrero vaquero y unos audífonos gigantes. Tiene cuarenta años y en esta ocasión, aparte de "locutear" para radio Colina, participará junto a su hija en la competencia.

-Este festival tiene buena cobertura radial, y los mejores premios del género. Son mil quinientos dólares al ganador, ocho cientos al segundo y cuatrocientos al artista más popular. Y cabe la posibilidad de que el ganador pueda grabar. Por eso quiero ganar -dice mientras echa una moneda en un teléfono público.

-Estamos aquí, transmitiendo en directo a todo Quilicura una nueva versión del Festival del Cantar Mexicano. En estos momentos está sobre el escenario el conjunto mariachi Calicanto, y el público está muy contento. Escuchen -dice Ernesto Herrera y enseguida acerca su grabadora a uno de los parlantes. Ernesto no está transmitiendo en directo, pero pretende lanzar la cinta de una sola vez cuando vuelva a su radio, en una comuna popular de Santiago.
Herrera es flaco, tiene diecinueve años, está peinado a lo príncipe valiente, lleva la uña del meñique más larga que el resto y se declara fanático de las rancheras. Sin sacar su grabador de los parlantes, dice:

-Esto es para un programa de rancheras en la radio de Quilicura. Es increíble cómo a la gente le gusta, pero no hemos podido tener auspiciadores. No sé qué pasa.

Aunque cambien los artistas, los alaridos y los gritos no dejan el escenario. Sentado en primera fila, Luis Campos, hijo de Guadalupe del Carmen, alza una mano llena de anillos para saludar a la multitud. Aquí la familia de Guadalupe es la familia real, y Luis, el primogénito, es seguido y admirado como un príncipe. Un príncipe que vive de su propia botillería. El local, que queda en la comuna santiaguina de San Miguel, se llama Guadalupe del Carmen y tiene los mejores precios en licores, vinos y cervezas, dice Luis en una entrevista.

La clausura del festival es el domingo, día que se inicia con una misa a la que van todos los artistas del evento. La iglesia de San Ambrosio (santuario de la Virgen de la Candelaria, patrona de la ciudad) se ubica a tres cuadras de la Plaza de Armas. Construida hace más de cien años, está pintada con un celeste que contrasta con el ropaje de los artistas.

-A la Virgen de Guadalupe y a Guadalupe del Carmen, quien cantó por tantos lugares -se escucha en parte del sermón, atentamente seguido por artistas con bigotes de charro y pistolones de verdad al cinto. Algunas mujeres llevan cinturones con balas cruzados al pecho, como la combativa líder de la Revolución Mexicana Juana Gallo. Otras llevan flores en la mano. Todas llevan grueso maquillaje.

-Que el arte de ustedes sea un verdadero apostolado para el pueblo -dice el sacerdote, antes de dar paso a la comunión, que tiene a Las mañanitas como música de fondo.

En la plaza, Iván Gutiérrez, de la radio de Colina, se fuma un cigarrillo y se acomoda el sombrero. El hijo de Guadalupe se pasea saludando a la gente y dice que ahora sí, que este año traerá los restos de Guadalupe del Carmen, enterrados en Santiago. La radio local no ha parado de transmitir. Hay fotógrafos de Santiago. Todos están ahí. O casi. La Gran Chaparrita y el Charro Guadalajara han dejado Chanco sin ruido, de la mano, quizá pensando en su próxima actuación. Puede ser en el Festival de la Cebolla, en Viña. A la Gran Chaparrita le cuesta caminar, pero Guadalajara la espera, le toma el brazo, como si ellos fueran los únicos pilares donde sujetarse para seguir en esta carrera.

La patrona de Chanco

Guadalupe del Carmen en realidad se llamaba Esmeralda González Letelier. Nació en Chanco en 1931 y su nombre artístico lo tomó de las patronas de México y Chile (Virgen de Guadalupe y Virgen del Carmen). De niña su familia escuchó canciones mexicanas y a temprana edad acompañaba a su padre a ver películas de Jorge Negrete.

En 1952 obtuvo el primer disco de oro que haya obtenido un artista chileno, con la canción Ofrendas. De esa época son sus giras a estadio repleto, su matrimonio con Marcial (el menor del dúo folclórico Los Hermanos Campos), y el posterior nacimiento de sus tres hijos hombres. Su éxito ha marcado una verdadera leyenda en el cantar popular. En esos años de gloria, en un accidente, murió uno de sus hijos. Conocida como "Golondrina de la Vida", Guadalupe no solo tiene un festival en su honor. En el número 22 de la calle Freire de la ciudad de Chanco hay un museo que la recuerda: es modesto, tiene piso de tierra, pero hay fotos de sus apariciones en televisión, están sus vestidos, cuadros, trofeos y discos de oro.

En 1985, cuando su carrera ya era crepuscular y el DF se venía abajo por un terremoto, falleció de un ataque al corazón en el camarín del circo Timoteo, una carpa que recorría los barrios periféricos de Santiago y donde la mayoría de los números eran interpretados por travestis.  Guadalupe jamás visitó México.

Publicado en la revista "Domingo" de El Universal de México

twitter:  @menesesportatil



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15 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Presidente, juez y verdugo

¿Puede el presidente de un país ordenar en secreto la ejecución extrajudicial de uno de sus conciudadanos? Esta es una pregunta cuya simple formulación repugna a cualquier persona, sobre todo en países donde no hay pena de muerte y el poder de los gobernantes se halla limitado estrictamente por las leyes. La historia, sin embargo, nos responde que sí puede y que así es como sucede donde no tienen vigencia el Estado de derecho, la división de poderes o el control de legalidad de los actos del poder ejecutivo.

El poder soberano, que en su origen es absoluto, se caracteriza por el derecho a disponer de la vida de los otros; una potencialidad que la evolución del Estado moderno ha ido atemperando hasta reducirla a cero. A nadie se le ocurre formular esta pregunta con relación a Angela Merkel o Mariano Rajoy, a Mario Monti o David Cameron. La interrogación tiene más sentido, en cambio, si hablamos de Putin o Lukashenko, de Raúl Castro o de Kim Jong-un, incluso de Hu Jintao o de Abdalá Bin Abdulaziz Al Saud. La pregunta, en cambio, tiene toda su vigencia, en Estados Unidos, democracia ejemplar por tantos conceptos, y superpotencia admirada, entre otras cosas, por su historia constitucional y su protección a las libertades individuales. Sabemos a ciencia cierta que el actual presidente, Barack Hussein Obama, dio la orden secreta de matar al ciudadano estadounidense Anwar Bin Nasser Bin Abdullah al-Aulaqi, nacido en 1971 en Las Cruces, Nuevo Mexico, que se ejecutó el 30 de septiembre de 2011 en forma de un ataque con misiles, lanzados desde aviones no tripulados y teledirigidos por la CIA. Como suelen hacer todos los presidentes antes de tomar una decisión que puede ser controvertida, la Oficina de Consejo Legal, dependiente del departamento de Justicia, fue requerida para que elaborara un documento en el que se garantizara los fundamentos jurídicos de tal decisión. También Bush contó con memorandos del mismo tipo para la apertura de Guantánamo, la legalización de la tortura, las detenciones extrajudiciales o las entregas extraordinarias a terceros países de combatientes enemigos sin Estado, denominación acuñada para eludir las convenciones de Ginebra sobre prisioneros de guerra. Así fue como un año antes de la ejecución de Al Awlaki, dos empleados de la oficina, los abogados David Barron y Martin Lederman, elaboraron un memorando también secreto de unas 50 páginas, en el que sostienen la legalidad de la orden, en pleno acuerdo con la Constitución y con la Quinta Enmienda que exige el "proceso debido" (due proces) al dictar una pena de muerte. Desde la Casa Blanca y desde el departamento de Justicia nadie ha desmentido ni confirmado la orden secreta de ejecución, como tampoco la existencia del memorando. Pero el periodista Charlie Savage, reportero de The New York Times, apenas ocho días después de la muerte del dirigente de Al Qaeda, publicó una extensa información en la que se recogía el contenido del memorando gracias a fuentes anónimas que lo habían leído. La empresa editora exigió a continuación el acceso al documento acogiéndose a la legislación sobre libertad de información denominada FOIA (Freedom of Information Act), pretensión inmediatamente rechazada por el departamento de Justicia. La argumentación legal se ha conocido en toda su extensión gracias a un discurso pronunciado por el fiscal general y responsable del departamento de Justicia, Eric Holder, el pasado 5 de marzo en la facultad de Derecho de la Northwestern University en Chicago. Veamos: EE UU está en guerra. El presidente tiene los poderes del Congreso para librarla. Los escenarios bélicos no se circunscriben a Afganistán, sino que cambian debido a que el enemigo no se identifica con un Estado. Ejecutar a los jefes enemigos, en este caso los comandantes de Al Qaeda, no difiere del ataque en 1943 contra el almirante japonés Isoroku Yamamoto, responsable del ataque a Pearl Harbour y de la batalla de Midway, abatido en vuelo por EE UU. Holder califica de desafortunada la circunstancia de que un jefe enemigo sea ciudadano estadounidense, cosa que no constituye una excepción a la hora de constituirse en objetivo de un ataque si representa una amenaza inminente, su captura no es factible y cabe liquidarlo según "los principios de la ley de guerra". El historiador Garry Wills, profesor también de la misma universidad donde Holder pronunció su conferencia, sostiene en su libro Bomb Power (El poder de la bomba) que toda esta argumentación es factible gracias a los poderes militares excepcionales que tiene el presidente de EE UU, por encima de la Constitución y de las leyes. La clave está en el arma nuclear, que sustrae el poder de matar de los militares y lo traslada amplificado al presidente. Gracias a esta operación, Wills considera que "el presidente se convierte en prisionero de sus propios poderes" y la administración Obama llega a confundirse con la de su antecesor George W. Bush.



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15 de marzo de 2012
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Ni milagro ni ciencia ficción

Describía  en la columna anterior el caso de una partícula A  que ha dejado propiamente de ser tal, como resultado de haber sido sometida a una medida de Bell junto a otra partícula B que se hallaba previamente entrelazada a una tercera C. Y tras referirme al proceso mediante el cual C hereda el estado perdido de A,  sostenía que todo esto  nada tiene que ver con las especulaciones en las que se complace la llamada ciencia ficción.

Indicaba en primer lugar que no se da   tele-transporte  de materia ni de energía, lo cual desde luego sería un envite considerable para cualquier concepción del orden natural. Entraríamos realmente en el terreno del milagro,  derrota definitiva para la idea misma de una ciencia física. Pero ciñéndonos a lo que sí es tele-transportado, a saber el estado por el que se hallaba determinada A, la polarización de un fotón por ejemplo, sólo hay tal cosa, o al menos sólo tenemos conocimiento de que la haya, gracias a algo que consideramos  de lo más natural (puesto que supone un transporte de masa o energía), a saber,  la información.

 Cabe en efecto demostrar matemáticamente que si  al  observador que se encuentra  en C no se le informa de  aquello que ha ocurrido entre los fotones A y B, si no se le dice  que estos han sido sometidos a una medida que les entrelaza, y que el resultado matemático de la misma es tal o tal, entonces... dicho observador no tiene modo alguno de constatar que C ha heredado el estado que antes correspondía a A.[1]

Ahora bien: tal información se efectúa de forma clásica, mediante fax, teléfono, paloma o mensajero humano. Medios todos ellos que suponen un transporte de masa o de energía,  y en consecuencia  obedecen a las leyes de desplazamiento por continuidad, las cuales recuperan así un protagonismo.

 


[1]             Ateniéndonos al caso de polarización de fotones, evocado en anteriores notas esta impotencia del observador no informado puede resumirse así. Supongamos para mayor sencillez que la polarización de A cuando tenía estado propio era horizontal. Tras la pérdida por A de su separabilidad, A y B quedan entrelazados en uno de los cuatro estados posible de Bell que tienen correspondencia en un estado separado susceptible de ser heredado por C. La probabilidad que tiene cada uno de los estados de ser el que refleja el entrelazamiento es la misma,  por consiguiente, también lo es la probabilidad de los estados posibles separables que hereda C. Dado el punto de partida, a saber que la polarización de origen era horizontal, los vectores separables posibles se reducen a horizontal y vertical.  Supongamos que el observador  Oc del fotón C,  fija una base ortonormal   +g -g  donde g  es un ángulo arbitrario, y midiendo C en tal base computa  la probabilidad de que salga +g o -g. Pues bien:

                Si no es informado del resultado obtenido en el entrelazamiento, la probabilidad es en ambos casos1/2,  lo cual no autoriza discriminación alguna.

                Si por el contrario Oc es informado del resultado del entrelazamiento, puede proceder a una transformación unitaria (es decir conservadora de la linealidad) que confiere a C exactamente la polarización que tenía A. En el  caso horizontal P (+g) =coseno cuadrado de g, P(-g)= seno cuadrado de g. En el caso de polarización vertical tendríamos P (+g)=  seno cuadrado de g, P(-g)= coseno cuadrado de g.

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15 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El instinto del paladar

Esta Crisis es, en cuanto calamidad gigante, un cementerio sin lindes donde los muertos vuelan ya. Muertos y enfermos, inválidos y desamparados, partículas rotas y desintegradas del montón.

La generalidad del mundo occidental que sufre este embate adquiere la apariencia de un cosmos o esfera en descomposición cuyos componentes desaparecen como cenizas unos, y otros se desgajan del conjunto, salen del sistema y evolucionan errabundos en busca de una nueva identidad.

En el mundo de la cultura se detecta cada vez más esta evolución del sistema decadente. Los bloques que formaban parte del universo cultural, desde la escritura a la arquitectura, desde la música a la moda, van deshaciéndose del conglomerado Cultura para adquirir una vida aislada, no muy próspera pero independiente del sistema que antes la reunía como un peñón social.

Ahora se puede ser culto en numerosas materias que jamás se enunciaron en la escuela. Pero, a la vez, no se es más culto hoy con más libros, más sinfonías o más pinacotecas en la memoria. La memoria, paralelamente, ha quedado descalificada. Y no porque no contribuya a establecer relaciones y a gozar de los recuerdos más hermosos, sino porque se ha dejado almacenar artificialmente y hoy vale más un Google que mil nemotecnias a disposición. Toda nuestra Historia fue destilando memorias y ahora, sin embargo, su miel enfrascada como una compota, se colmata en los depósitos de no se sabe qué.

De este modo, pues, no se es más culto acumulando más saber. En verdad, no cabe hablar de alguien culto o "de peso" puesto que la blenda cultural se ha dispersado entre millones de emisores y millones de receptores como una metralla sin fin.

Ser culto fue un concepto plenamente estático, acorde con tiempos de meditación. Pero ahora, presentarse como alguien culto evoca al dueño de una caja de plomo donde se hacina un conocimiento sólido y difícil de desplazar.

En vez de culto, el individuo vale más en cuanto es un creativo. Puede que sea más creativo gracias a lo que aprendió anteayer pero ni un paso más. En cuanto el creativo hunde sus inspiraciones en profundidades filosóficas, por ejemplo, sus proyectos huelen a naftalina y no debe descartarse que lo despidan del cargo.

Ser un valioso creativo conlleva ser un dinámico, veloz y provisto de una elasticidad que le permita cambiar sin rendir mucho tributo a lo convencionalmente adquirido. Efectivamente, la cultura pudo tenerse por una sagrada convención pero se trataba, además, de un monumento sagrado. Todos los feligreses que parecían más doctos en cuanto más cultura tenían fueron también los mayores dignatarios en sus Iglesias respectivas.

Lo culto aupaba. ¿Puede ser, entonces, que ahora lo culto achaparre? Puede ser. Porque hallándose el saber repartido por los supermotores de búsqueda que lo encuentran enseguida todo, hallarse perdido no es tanto la ignorancia de las grandes verdades como el desconocimiento del dispositivo clave.

La moda, la novela, el cuadro, la película van desprendiéndose de la masa culta y de sus casas matrices para aglutinarse en el contenedor del entertainment. Mientras la esfera cultural de tradición va quedándose pues sin contenido real, aumentan los departamentos de creación que juntos, cada uno a su aire, cada uno sin definición cabal construyen (creativamente) el nuevo ámbito del placer intelectual. Un gozo que carece de firme dirección y nombres propios. Un disfrute desordenado y ligero, al fin, que, como ocurre en la cocina de fusión, posee sabor variante, sorprendente y desconocido. Un sabor del saber que jamás habría soñado hace poco el alma pura, la libido más encarnada y el amarillo instinto del paladear.



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14 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un alma tierna que dispensa daño

Fans canadienses de Messi en Montreal. Foto: Austin H. Kapfumvuti Mi nuevo post en VANO OFICIO en El País es una reseña del libro Messi de Leonardo Faccio.

Para muchos lectores y críticos literarios, los cronistas latinoamericanos, los autores de no ficción, representan la mejor literatura que se origina en esta parte del mundo. Y aunque es cierto que la crónica convoca autores extraordinarios (varios de ellos reunidos en un par de antologías recientes) también lo es que a veces nos encontramos con demasiado ruido para pocas nueces. Me ha sucedido que una crónica, cuyo título o resumen me hace agua la boca, termina defraudándome como esos juguetes chinos a baterías que a veces me pide mi hijo: los primeros diez minutos funcionan, las luces y el sonido crean expectativa, si es un helicóptero vuela y si es un robot camina, pero luego fallan irremediablemente y una hora más tarde los encuentro arrojados en una esquina y sé que no tendrán más vida que esos prometedores diez minutos iniciales. Ambicionaba la biografía de Lionel Messi tanto como mi hijo uno de esos juguetes. Ver la carátula del libro que Debate le ha publicado al argentino Leonardo Faccio, después de leer el avance que apareció en Etiqueta Negra, me generó una felicidad anticipada. Pero cuando terminé de leerlo, supe que este artefacto chino iba a quedar arrimado en un rincón del librero. No voy a decir que me aburrió, porque nada que esté relacionado a Messi me puede aburrir, pero sí que no llenó mis expectativas. Faccio no es un mal cronista y ha hecho bien su tarea, así que cabe preguntar ¿qué puede haber ocurrido para que el libro no despertará más que un mediano y decreciente interés en un fanático del fútbol, y de Messi en particular, como yo? El libro tiene como eje tres momentos claves de la relación del cronista con su personaje: una entrevista de no más de diez minutos en el 2009, un comercial de televisión para botines Nike (2010) y la ceremonia de entrega en el 2011 del último Balón de Oro a Messi. Salvo en la entrevista, Faccio no logra interactuar con el futbolista. E incluso en la entrevista, lo que consigue de él son apenas algo más que monosílabos. Desde luego, la vida de Messi no está exenta de situaciones polémicas, aunque la mayoría de ellas bastante conocidas para quienes lo seguimos. Así, comparecen en la crónica un agente que ha sido borrado del mapa y está en juicio con la familia por estafa; la oveja negra de la familia (el segundo hermano agresivo y probablemente metido en drogas); la idealizada abuela materna muerta que lo llevaba a los entrenamientos y a quien Messi le dedica los goles; otros abuelos, los paternos, ancianos y pobres, olvidados en su tienda barata armada en un barrio de mal aspecto; una perdurable novia de infancia; los amigos de barrio que no triunfaron en el fútbol; un doble que Messi ningunea porque ha adquirido mucha fama a costa suya; la historia de las inyecciones para superar un problema de crecimiento; los difíciles años iniciales en Barcelona donde convive solo con su padre; sus primeros triunfos y sus primeros contratos millonarios; los chismes sobre escapes con vedettes o fanáticas. Por otra parte, Faccio insiste en subrayar la paradoja (que no es tal) de que el Messi que bate todos los récords futbolísticos con tan solo 24 años, sea un chico tranquilo, que rehuye las miradas, que prefiere las siestas a las discotecas, que pasó desapercibido en su infancia, que era mal estudiante, que no lee, que la TV lo aburre, que llora en el camerino cuando pierde, que es fóbico social y que no tiene la pasta de líder que le reclaman. ?El chico que siempre llegaba tarde, y hoy es el primero? reza el subtitulo y sobre esa frase gira, insistentemente, toda la crónica. Un genio autista, dice Faccio, un líder silencioso. Y el problema es, justamente, ese silencio. A diferencia de Maradona, que podría llenar decenas de biografías, Messi no es un personaje épico ni dramático, y es apenas lírico. No tiene un gran conflicto en su vida (que no juege bien con la camiseta Argentina solo es un conflicto para los argentinos) así que como argumento es pobre. Por más esfuerzos que hace Faccio para hacernos creer que estamos ante una historia interesante, compleja y con matices, lo cierto es que no ha logrado sacar a Messi de lo rutinario y lineal que es su biografía: la historia de un chico que siempre quiso jugar al fútbol, que se esforzó para lograrlo y lo logró. Lo extraordinario es que Messi es un genio comparable solo a los más grandes, Pelé o Maradona. Pero eso se ve en la cancha, no en su anodina vida. ¿Vale la pena escribir la crónica de un personaje así? No, salvo que el cronista sea un mago que saca conejos improbables de una chistera ya conocida (pienso en Caparrós o en Villoro), y tal no es el caso del correcto pero intrascendente Faccio. Resulta mucho más interesante narrar un partido de Messi que contar su biografía. Por ello, la frase más atractiva del libro es una cita que Faccio traduce de una crónica deportiva de The Guardian, luego de que el Barcelona le ganara la última Champions League al Manchester United con gol de Messi. El cronista inglés lo califica como: ?un alma tierna que dispensa daño?. Esas seis palabras resumen de manera más precisa, forman una imagen más viva y retratan mejor al personaje, que todo este atado de naderías con que Leonardo Faccio se empeña en convencernos de aquel chico que cuando gana su tercer Balón de Oro consecutivo afirma que no tiene nada que decir, en realidad sí tiene algo que decir fuera de las canchas.



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14 de marzo de 2012
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La carrera de la vida

Resumir en una página lo que vales sin literatura. No lo que eres. Huir de egobiografía y transmitir convicción y solvencia. Interesar, incluso sorprender, aunque mesuradamente. No cometer errores técnicos y ponderar la expresión prescindiendo de los adjetivos. Evitar despedirse con un «feliz lunes» o un demencial «gracias por tu tiempo y que te vaya bonito». Ser cronológico y lineal pero con la habilidad de crear tempos, eso es, lograr que por un instante al otro lado los ojos que ahora tienen la llave se detengan en un renglón de tu historia. No es el relato que querrías contarle a quien admiras o temes, ni mucho menos a quien deseas amar. ¿Útil?, sí, aunque hoy en día un currículo vital sólo sirva para no extraviar el hilo de la memoria. Las etapas que estructuran tu pasado en experiencia académica y experiencia profesional y que hoy más que nunca deben ser imborrables, porque sin ellas, te dices, también borrarías tu identidad. Tú eres uno de los miles de CV que llegan al día a las redacciones, oficinas o supermercados. Uno más de los que emiten un grito de socorro. Si el receptor guarda un destello de aquella anacrónica sensibilidad, cuando aún se sentía con el deber moral de descubrir talentos y ofrecer oportunidades, de ejercer el maestrazgo acompañando en los primeros pasos al debutante, percibirá el tamaño de la súplica. «Un curro perdido como un arca para una redactora latina que busca su lugar en el siglo», «no me tires a la basura», «es muy importante que leas esto», «te propongo un win-win». Las señales, muchas de ellas ya emitidas en la casilla de «asunto» del correo, arrastran la misma dosis de desesperación que de desconfianza. Optarás por un directo y lacónico «currículum», o si para ti pedir trabajo nunca ha sido un trago fácil, elegirás un suicida «sin asunto», acaso incluso provoques una ráfaga de misterio. Puedes ser de los directos que escriben en gerundio “buscando trabajo”; de los apremiantes, «candidata a empleo y prácticas» o de los emboscados «consulta», «buenos días… importante»; incluso de los atrevidos: «conocernos personalmente» acompañado de una foto sexy. Pero antes de dar a enviar ya has tirado la toalla. Sabes que sólo se contrata en Finlandia o Qatar. Que tienes tantas posibilidades de conseguir un contrato fijo y digno como de que te toque la lotería. Así es, el trabajo hoy se ha convertido en un juego de azar. Hubo un tiempo en que la expresión latina currículum vitae (carrera de la vida) sí contaba lo que eras. Se acuñó en contraposición a cursus honorum, que resumía la carrera profesional de los magistrados romanos. Entonces importaban los matices, y la suma de experiencias era un grado. Hoy, si buscas en google «currículum vitae», el buscador te devuelve 2.720.000 resultados, la mayoría guías de cómo diseñarlo, modelos, plantillas, software, aplicaciones… Porque a pesar de la ingenuidad de tu acto, mandar tu currículum consiste en tu tarea diaria, la tenacidad con la que quieres tranquilizar a tu familia, la persistencia con la que ahuyentas las fantasías de abandono. Es difícil que visualices un lugar para ti, aunque heroicamente no has perdido del todo la fe en el futuro. Al enviar el currículum lo personalizas, estudias la empresa, incluso envuelves la frialdad técnica del documento con un carta adjetivada, aun sabiendo que la idoneidad pasa por la dignidad. Porque ni tus cum laude, tus cuatro idiomas, tus másters, tu experiencia, incluso tus contactos, son garantía de nada. Los currículum representan el fantasma de la inutilidad, y aun así los continuarás enviando, porque claro que hay una buena noticia: mañana amanecerá de nuevo. (La Vanguardia)

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14 de marzo de 2012
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I. Una idea obsesiva en la historia

Me asomo intrigado a la historia de Nicaragua y me encuentro ante un país que con tenaz persistencia ha atado su historia a una idea obsesiva única, la construcción de un canal interocéanico. Desde la marginalidad y la pobreza, desde las discordias incubadas en el atraso de la cultura política, esta idea fija regresa continuamente al escenario y parece siempre nueva, como recién inventada, aunque detrás arrastra una cauda de repeticiones, y por tratarse de un proyecto siempre imposible, de frustraciones.
El paso entre los dos mares, que desde los tiempos del descubrimiento habría de llevar hacia las tierras de Catay y Cipango. Cuando Colón navegaba por la costa del Caribe de Nicaragua en su cuarto y último viaje en 1502, fondeó sus carabelas frente a la desembocadura del río San Juan, que nunca vio, y tampoco pudo saber que ese río llevaba al Gran Lago, la Mar Dulce como después la llamarían los conquistadores, separado por un breve istmo de las aguas del océano Pacífico. El sueño estaba a la mano y levó anclas sin tocarlo; pero luego, a lo largo de los siglos venideros, aquella ruta, más que un sueño, se volvería una maldición, origen de guerras e intervenciones extranjeras. Todo fue que comenzara en 1848 la fiebre del oro en California, y miles de buscadores de fortuna emprendían el viaje desde la costa este desde los Estados Unidos hacia las nueva tierra de promisión.
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14 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los candidatos y el mayor Colvin

Hoy callan, obligados por las leyes. Tras semanas de intervenir en decenas de actos de precampaña, al fin callan. El problema es que, en medio del griterío, también callaban, y todo indica que lo seguirán haciendo hasta la elección. Su silencio sobre el problema central del país es lo más significativo de su conducta. Si uno se limitase a reproducir sus dichos, parecería que no han dejado de hablar, pero allí está lo terrible: palabras huecas que enmascaran su silencio. Porque, hasta ahora, ninguno se ha atrevido a tocar el fondo del conflicto: la legalización de las drogas. Temerosos ante la ira de las élites o la ojeriza de los gringos, los candidatos se atrincheran mientras miles de personas -inocentes o no- mueren ante sus ojos. Se rasgan las vestiduras afirmando que combatirán al crimen, que serán duros e implacables. Eso resulta fácil. Pero sus lances belicosos sólo ocultan la espinosa complejidad del un problema que ellos, torvos o pusilánimes, prefieren rehuir.

 

Ahora que callan, quizás valdría la pena que los candidatos se sentasen frente al televisor (recomendarles leer es mucho pedir). Tienen suerte: como ha señalado Robert McKee, hoy la mejor escritura se ha trasladado del cine a la televisión. Podrían comenzar, por ejemplo, con Boardwalk Empire, la serie auspiciada por Martin Scorsese en donde un soberbio Steve Buscemi encarna a Nucky Thompson, un político corrupto de Atlantic City durante los años de la Prohibición (1919-1933). Así observarían, en directo, las consecuencias de la decisión que criminalizó la venta y distribución de alcohol en Estados Unidos el 17 de enero de 1920. Las mismas razones esgrimidas hoy contra las drogas aparecen allí, en voz de la Liga de Mujeres Cristianas por la Sobriedad.

Sobre todo, los candidatos se darían cuenta de cómo la prohibición no hizo desaparecer el alcohol -en una escena memorable, Nucky celebra una fiesta etílica la noche previa a la entrada en vigor de la Ley Volstead-, sino que lo convirtió en un mercado más rentable. Hoy ocurre lo mismo: pese a la guerra contra el narco, bastan tres llamadas, sea en Atlantic City o en México City, para conseguir cualquier droga. Cuando en 1933 al fin se eliminó la Prohibición, uno de sus defensores, el senador John D. Rockefeller, Jr., admitió su fracaso: con la prohibición, "el consumo se incrementó [...], el respeto a la ley decreció y el crimen se incrementó hasta niveles nunca vistos"

            Provistos ya con esta perspectiva histórica, los candidatos podrían sumergirse en The Wire, escrita por David Simons y Ed Burns, acaso la mejor serie de televisión jamás realizada (con Los Soprano). Este ambicioso retrato de la vida en Baltimore quizás sea la más profunda puesta en escena de los problemas que el narcotráfico y el crimen suponen para nuestra sociedad contemporánea. Si los candidatos no tienen la paciencia o el coraje de ver la serie completa, les recomiendo la tercera temporada.

            Ante la cercanía de las elecciones, los políticos de la ciudad -Baltimore, no México- exigen a sus fuerzas policíacas una disminución en el número de asesinatos. Cuando la presión se vuelve intolerable, un viejo policía, el mayor Bunny Colvin, pone en marcha un experimento de tácita legalización de las drogas. En su distrito limpia los puestos de venta clandestina y reubica a los traficantes en una zona de tolerancia, a la que denomina Hamsterdam. Los resultados son pasmosos: por un lado, una disminución radical del número de homicidios y otros crímenes; por el otro, una zona donde los narcos negocian libremente, y adictos y prostitutas deambulan en condiciones lamentables.

Por fortuna, los escritores de The Wire no ofrecen soluciones moralistas, sino que indagan en el dilema humano representado por esta medida. ¿Qué es mejor, una ciudad donde la droga ilegalizada genera cientos de homicidios o una en la cual es legal, con la consecuente disminución de la violencia, pero a cambio de las condiciones infrahumanas de los adictos? Cuando el experimento de Colvin sale a la luz, sus jefes no tardan en desmantelarlo, sin que los políticos atisben su verdadero sentido.

En cierto momento, Colvin lanza un sólido alegato contra la militarización del combate al narcotráfico: "Si uno dice que hay una guerra, muy pronto [los policías] empiezan a actuar como guerreros. Piensan que están en una cruzada y se imponen a fuerza de esposar gente y contar muertos. Pero en una guerra se necesita un maldito enemigo. Y de pronto casi todos en cada esquina son el maldito enemigo. Y después el barrio que uno debe vigilar se convierte en territorio ocupado. [...] Todo eso no sirve para proteger un barrio. Lo peor de esta guerra contra las drogas es, en mi opinión, que arruinó este trabajo."

            Candidatos: en vez de contonearse por los estudios de televisión -y de apoyar a sus magnates-, sería mejor que pasasen unas horas frente a la mejor televisión. La Atlantic City de Boardwalk Empire o la Baltimore de The Wire no están tan lejos.

 

twitter: @jvolpi



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14 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Listas: la lista de Orwell

George Orwell Como he dicho muchas veces, me encantan las listas. Y gracias a unos amigos del FB he descubierto este blog en inglés (Lists of Note) dedicado, simplemente, a recuperar las listas de lo que sea de una serie de personajes (muchos de ellos escritores). Cada cierto tiempo voy a poner alguna de estas listas, que me parecen magistrales. Hoy, para comenzar, una lista de George Orwell con seis reglas para escritores. La lista fue publicada originalmente en Politics and the English Language. Never use a metaphor, simile, or other figure of speech which you are used to seeing in print. Never use a long word where a short one will do. If it is possible to cut a word out, always cut it out. Never use the passive where you can use the active. Never use a foreign phrase, a scientific word, or a jargon word if you can think of an everyday English equivalent. Break any of these rules sooner than say anything outright barbarous.



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13 de marzo de 2012
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