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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El escritor transgénico

Transgénico. Foto: Víctor Bautista ¿Existen los escritores puros, los nacionales, los escritores que son la cepa de la tierra patria? ¿O somos todos escritores transgénicos? Un nuevo post en mi blog VANO OFICIO de El País, con un homenaje final al recordado Antonio Tabucchi.

Transgénico: 1. adj. Biol. Dicho de un organismo vivo: Que ha sido modificado mediante la adición de genes exógenos para lograr nuevas propiedades. Hace unos días leí las memorias, aún inéditas, de un célebre escritor peruano (una fama que casi no ha traspasado fronteras, aunque en Argentina es considerado un autor de culto) donde comenta que la división entre escritores criollos y andinos, que tanta bulla hizo hace unos años en el corral literario peruano, es una tontería. La diferencia que sí existe, sostiene, es la de los escritores transgénicos y los escritores nacionales. Los escritores nacionales -entre los que se considera a él mismo- nacen de la profundidad del suelo patrio y se duelen por los temas que realmente importaban al país; los otros son autores sin raíces, creados en laboratorios de escritura para la lobotomización de una sociedad inculta y esnob, y luego ofrecidos por las editoriales transnacionales en las góndolas de los supermercados. Recordé entonces una clase en mis años de estudiante universitario, donde un entusiasta profesor de literatura afirmó que Guillermo Cabrera Infante era un escritor más cubano que Alejo Carpentier. La razón: el segundo era un escritor afrancesado, barroco y pedante, mientras que el primero era ?coloquial? y sus personajes hablaban como cubanos. De nada sirvió quejarme y exigir explicaciones más contundentes. Cuando el entusiasmo hablaba los demás debíamos quedarnos callados. La frase también me hizo recordar un artículo que publiqué en enero del 2008, en la revista ?Babelia?, titulado ?¿Quién quiere pertenecer??, donde comentaba la bronca entre los escritores A y B. Decía entonces (y si lo cito aquí es porque lo sigo pensando): Ya es bastante complejo tratar de entender qué une a un país con una geografía tan variada, una sociedad tan dividida e incluso multilingüe como Perú. ¿Cómo podría entonces alguien decir que tal autor representa inequívocamente a la literatura peruana? La ambición por apoderarse de la totalidad de la representación literaria del país (de cualquier país, pero sobre todo de uno como Perú) es anacrónica no sólo por darle la espalda al mundo que nos tocó vivir sino, sobre todo, por ir contracorriente de la noción de antitotalitarismo con la que hemos crecido. Porque querer representar al país y convertirse en la única voz autorizada es de un absolutismo insufrible y manifiesta un deseo dictatorial sólo justificable por las nociones políticas maoístas con que se educaron algunos de esos escritores. En un mundo donde cada vez existen más libertades individuales y más minorías reconocidas, donde estamos aprendiendo a reconocer al otro por sus diferencias, y donde la literatura mundial muestra una pluralidad como nunca antes, ¿por qué alguien querría escribir la Gran Novela Peruana o Latinoamericana y silenciar a los demás? Desterremos la palabra ?tolerancia?, muy del agrado de estos escritores dispuestos a tolerar con buen humor a los que consideran minorías hegemónicas o excluidas, y propongamos a cambio ?pluralidad?. Y en vez de pelearnos por estar falsamente unidos en torno a una obligación, hagámoslo por defender la diferencia de los demás. Luego de dejar el manuscrito donde encontré esa división tan curiosa, busqué el significado exacto de la palabra ?transgénico? y descubrí que, en realidad, la analogía del escritor es equívoca; hubiera sido más preciso declarar la existencia de escritores nacionales e importados, como si fueran insumos para un escabeche. Pero gracias a ese error, ha dado justo en el clavo. Es cierto que existen los escritores transgénicos y, creo yo, esos son los únicos que vale la pena leer. ¿Quién no quiere ser modificado a través de elementos exógenos (lecturas, películas, viajes, amigos, vidas ajenas) para lograr nuevas propiedades? Es más, no imagino ningún escritor al que no pueda considerar ?transgénico?. El aporte de Kafka para crear la modificación Borges, el aporte de Beckett para crear la modificación Coetzee. Frente a estos escritores transgénicos, los supuestos ?nacionales? o ?puros? (imposible no pensar en el fascismo existente detrás de esta idea), aquellos que no aceptan ninguna influencia externa, me resultan no solo mediocres sino incluso imposibles. ¿Quiénes son? El único nombre que se me ocurre es el de Pedro Camacho, aquel personaje inventado por Mario Vargas Llosa que no leía para que no le malogren el estilo. Es curioso cómo algunos escritores se dan de pañuelazos para ocupar un lugar en el Centro, la Hegemonía o la Representación, y cómo otros más bien consiguen no pertenecer a ninguna parte, huir hacia las márgenes, desmarcarse de cualquier atributo que simplifique su obra o lo convierta en fórmula. ?¿No se siente fuera de juego?? le preguntó Manuel Rivas al recordado Antonio Tabucchi. ?Bueno, ¿sabe usted?, el fuera de juego es una posición que me conviene. En el fondo, todos los escritores están un poco fuera de juego, y sobre todo están fuera de juego los que creen que ocupan el centro del campo?. Estupenda respuesta de ese escritor italiano que vivía en Lisboa y se dejó modificar por Pessoa. Uno que en su prólogo al Tríptico de carnaval de Sergio Pitol llamaba a desconfiar de los escritores que no desconfiaban de sí mismos. Desconfiar de los nacionalismos, de las ideas hegemónicas, de los escritores ?puros?. Antonio Tabucchi, escritor transgénico. Un justo epitafio.



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28 de marzo de 2012
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Galletas de barro

En el desierto de Atacama hay que aprovechar la más mínima oportunidad para sobrevivir. Cierto es que la sensación de derrota lo invade todo; soñar es una palabra improbable, mientras que el futuro se desdibuja igual que una pisada sobre la arena. Las únicas huellas del tiempo, aquí, las marca el dolor, mientras que la belleza mítica del entorno rompe cualquier conexión con la realidad. Porque el padecimiento envejece, se infiltra bajo los párpados, tuerce la sonrisa, carga las espaldas, revienta las tripas. Es imposible adivinar la edad de un grupo de mujeres del desierto: aparentan cuarenta, pero apenas han cumplido los dieciocho. Creen que no les corresponde nada en la vida, aceptan que su obligación consiste en sobrevivir a cualquier precio. Me sobrecoge el testimonio de una de ellas, el de una mujer que pasó toda la noche recogiendo las gotas de agua que caían de un rosal silvestre. Una a una. Paciente e insomne. Hasta que consiguió llenar un vaso para calmar la sed de sus hijos. Tal vez una parte de la memoria abdique en favor de la amnesia voluntaria para que los recuerdos dejen espacio al hilo de vida que queda, hermosamente testarudo. Como esa chica que en el campo de refugiados de Dadaab, entre Kenia y Somalia, montó un puesto para cargar móviles con un atrotinado generador eléctrico heredado de su abuela. Y pudo comer. O como el agricultor que empezó a sembrar un huerto, aprovechando el agua que se pierde al abrir los grifos de las tuberías que canalizan los pozos de agua construidos por la cooperación internacional. Las que me cuenta la gente de Intermón-Oxfam son historias en positivo, aunque las protagonice parte de los mil millones de personas desnutridas del mundo ?como América del Norte y Europa juntas?. A veces el organismo está tan hambriento que llega a comerse a sí mismo, marasmo lo llaman. Para engañarlo, vale todo: en Haití comen galletas de barro. Sí, una mezcla de lodo con agua, algo de aceite y sal que mastican lentamente para llenar sus estómagos vacíos. La hambruna crece, pero en algunos países como España se podan radicalmente las ayudas para el desarrollo. Un 60%. Casi mil millones. Aparentemente la crisis lo justifica todo, pero cabría preguntarse por qué en el Reino Unido no recortan los presupuestos para cooperación, sino que los aumentan, por qué en Italia se crea un Ministerio de Cooperación Internacional o por qué China tiene su libro blanco de ayudas al desarrollo. Tal vez, ahora sí, las oenegés empiecen a protestar con argumentos, lejos de adoctrinar en la ética. Menos victimismo y más pragmatismo: «La desigualdad es un riesgo para la economía, que tiene que abrir nuevos mercados». «Hay que ver más allá del año contable; la solidaridad debe formar parte de la marca España», reflexiona Verónica Hernández de Intermón-Oxfam, coincidiendo con el lanzamiento del informe La realidad de la ayuda 2011. En verdad, son insostenibles las islas de riqueza rodeadas de un mar de pobreza porque detienen el progreso. ¿Qué es el hambre extrema?, le pregunto. «Es decidir si morirás hoy o mañana, si te comes hoy las semillas que te quedan o las siembras; es decidir a cuál de tus hijos tendrás que dejar morir en el camino para salvar al resto». El sufrimiento es persistente, y en lugar de colarse por el desagüe crea círculos concéntricos. Porque no es sólo la ausencia de guerra lo que define la paz: la discriminación, la explotación o la pobreza en el nuevo desorden internacional provocan que cada tres segundos muera un niño de hambre, lo que demuestra que no puede haber paz sin justicia social. Y para quien no entienda este lenguaje, existe otro mucho más sencillo: invertir en desarrollo es invertir en futuro.

(La Vanguardia)

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28 de marzo de 2012
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I. Uno que se extraña de elecciones limpias

Estuve en San Salvador hace unos días por razones de mi oficio literario, pero con los muchos amigos con quienes me encontré, fue imposible dejar de hablar de la situación política, todo un hervidero de opiniones en un ambiente y un tono muy centroamericano. Cada quien conoce la verdadera versión, sabe los secretos mejor guardados, maneja a su propio sabor los chismes que se incuban en los mentideros, y tiene a mano el análisis correcto.

Los distintos criterios bullen de manera más animada porque recién han pasado las elecciones legislativas y municipales, y he podido pulsar en vivo lo que piensan de ellas tirios y troyanos. Para mi sorpresa nicaragüense, todos aceptan que se trató de unas elecciones libres, limpias y honestas, en las que los votos fueron contados a cabalidad y de manera transparente. Sin sombra de dudas.

El Tribunal Supremo Electoral está compuesto por representantes de los partidos políticos, como en Nicaragua, y su presidente actual es miembro del FMLN, antigua fuerza guerrillera, igual que el FSLN en mi país, ambas ahora en el poder. Pero ese hecho no ha quitado credibilidad a las elecciones. Allá nadie, me dicen mis amigos con unanimidad de criterio, se atrevería a meter papeletas marcadas en una urna antes de que se abran las votaciones, a falsificar un acta de una mesa, a manipular el sistema de transmisión de datos. ¿Y negar cédulas a los ciudadanos?, pregunto yo. Tampoco.

 

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28 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Leopoldo Brizuela entrevistado

Leopoldo Brizuela ayer en Buenos Aires Diversas entrevistas a Leopoldo Brizuela logran hacer el retrato del autor y el origen de la novela Una misma noche que ayer ganó el premio Alfaguara 2012. En entrevista con Francisco Peregil, para El País, dice: ?Se empieza a hablar en Argentina de cosas de las que nunca se habló?.  Dice la nota también:

Leopoldo Brizuela tocaba el piano una noche de invierno de 1976 cuando entraron en su casa varios matones de la dictadura militar argentina. Vestían de forma muy elegante. Llamaron al timbre, no rompieron nada, pero portaban cada uno una especie de metralleta en el costado. Brizuela, que entonces tenía 12 años, siguió tocando el piano. La patota, el grupo de sicarios, llamó también en otra casa del barrio y secuestró a una vecina. Más de treinta años después la misma casa fue asaltada por varios policías ladrones. A Leopoldo Brizuela le sobrevino el clic de que todos los vecinos recibieron en su día la visita de los sicarios. Y cada uno calló o lo expresó de una forma distinta. Él nunca se había atrevido a contar nada a nadie sobre aquella noche, ni siquiera a sí mismo. Hasta que hace más de un año comenzó a escribir Una misma noche, novela con la que ganó ayer el Premio Alfaguara 2012. ?Decía Roberto Bolaño que la verdad literaria es la que sale de aquello que uno no le cuenta ni al psicoanalista?, comenta el autor. ?Yo seguí tocando el piano y no me acordé nunca de eso. Pero eso nunca dejó de suceder. Sólo dejó de pasar cuando pude contarlo. Y solo he podido relatarlo a través de la escritura, que como ya le he dicho a mi psicoanalista, tiene un poder mucho más fuerte que la palabra hablada?. En 2008, cuando volvieron a asaltar la vivienda donde un día secuestraron a una mujer, Brizuela le preguntó al dueño de la casa: ?¿Usted sabía que aquí ya había entrado la policía en 1976??. El vecino no sabía nada. ?Y quise indagar sobre la responsabilidad que tuvimos cada uno, incluso un niño. En aquella época secuestraban a gente dos o tres años mayores que yo. Siempre se habló de la dictadura militar. Es ahora cuando se comienza a hablar de la dictadura cívico-militar, afrontando la responsabilidad civil?.

Mientras tanto, en Página12 lo entrevista Silvina Friera dice: ?No estoy hablando del pasado, es una vivencia sin tiempo?.

Diana Kuperman, la víctima del secuestro en Una misma noche, ¿está inspirada en un caso real? ?Sí, aunque está construida a partir de un montón de testimonios. No puedo decir que la novela sea autobiográfica, no me pasó a mí. Pero es cierto que trabajé con materiales de la memoria, especialmente con textos que no podía cuestionar, datos concretos. Me interesaba ser absolutamente fiel a lo que me acordaba de esa época, lo que había hecho el vecino de la otra cuadra, lo que decía. Cuando vino a casa la patota, no vino en Falcon como era usual, sino en Torinos. Y llevaban gabanes muy finos color té con leche. El único recuerdo absolutamente autobiográfico es que cuando hicieron la requisa en casa, en toda la cuadra, yo estaba tocando el piano. A mi mamá la llevaron para un lado y a mi papá para otro. Y yo tocaba el piano con un tipo al lado con una Itaka. Y seguí tocando. No recordé este hecho durante veinte años porque me parecía muy impresionante ?ahora me doy cuenta?, hasta que leí la novela El silencio de Kind, de Marcela Solá, en donde la protagonista hace algo parecido y muy distinto también. Ella es una concertista que da un recital para los milicos con el objetivo de poder hablar cara a cara con un jerarca y preguntarle por la suerte de su hermana. Cuando leí eso, volvió como un flashback lo que yo había hecho. Y no pude dejar de preguntarme por las razones que me habían impulsado a tocar el piano en una situación como esa. (?) ?¿Qué significó para usted escribir una novela que tiene como tema la dictadura? ?Una gran liberación; es una alegría poder liberarme. Es muy extraño y gratificante apreciar cómo sacar afuera temas tan pesados y amenazantes puede significar una reparación, algo que sentís que está para ser dicho. Una de las cosas que me pasó mientras escribía la novela es que conocí al historiador Emmanuel Kahan, que trabaja con la colectividad judía en la dictadura con un punto de vista muy revulsivo, y se entusiasmó tanto que pude sentir que somos muchos más, como si hubiera algo en la sociedad que quiere decirse y tiene que ser dicho para que toda la sociedad se libere. Puede parecer pedante o grandilocuente, pero es estrictamente la vivencia que tuve. La literatura te escribe o uno está diciendo algo que viene de atrás y pone en palabras. ?¿Escribió Una misma noche contra quienes postulan que ya está todo escrito sobre la dictadura, que ya no hay nada más que hablar? ?Sí, totalmente. Yo creo lo contrario: cada vez hay que hablar más sobre la dictadura. Siento que se dijo muy poco y que hay un montón de vivencias y de interpretaciones que treinta y seis años después es aún poco tiempo para digerir. No estoy hablando del pasado; para mí es una vivencia sin tiempo que opera en el presente. El pasado es una parte del presente que te interpela. (?) ?Pero ahora se puede hablar sin pudor; puede contar abiertamente que cuando tenía 13 años un milico lo apuntó con una Itaka mientras usted seguía tocando el piano? ?Sí, es cierto. Una misma noche es una novela muy de la época kirchnerista, con la que yo acuerdo; pero también trata de pensar ciertas cuestiones desde una profundidad distinta. Me refiero a no tirarle el prontuario en la cara a la gente desde un lugar de absoluta pureza y heroísmo. Lo más difícil es asumir la conexión con el mal, que está en todos. La novela habla de eso, de un poema de (Fernando) Pessoa que irónicamente dice: ?¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?/ Admitirán que las mujeres no los amaron,/ aceptarán que fueron traicionados ?¡pero ridículos nunca!?/ Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,/ ¿Cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?/ Yo que fui, literalmente vil,/ vil en el sentido mezquino e infame de la vileza?. Descubrir el mal en uno, o el lado oscuro, es algo muy dramático. Es mucho más fácil tirarle el prontuario al otro en la cara que ver el propio. A veces creo que se está trabajando con mucha frivolidad estos temas. ?¿En qué sentido? ?Una vez le dije a un cura católico que debe ser fascinante confesar porque en el momento en que la gente confiesa sus pecados debe bajar un poco el copete. El cura me respondió que era lo más aburrido de este mundo porque la gente más que confesarse hace una transacción. La mayor parte negocia y vuelve a hacer la misma cagada. Y juzga al que no se confiesa (risas). El mal en uno es algo que muy poca gente puede mirar. Quizá lo que disparó la escritura de la novela es una frase de Roberto Bolaño: ?La literatura se hace con aquello que ni le contás al psicoanalista?.



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27 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La belleza instantánea

El nuevo Porsche 911 (unos 100.00 euros, 4 cilindros y hasta 400 caballos) apenas ha modificado la pureza de su diseño exterior pero en su cuadro de mandos aparece como extraordinaria novedad un pequeño pulsor que se comporta a la manera del punto G en el quehacer del sexo.

Este dispositivo que apenas se ve tiene por misión hacer desaparecer una membrana aislante y permitir la escucha, dentro de la carlinga, del rugido del motor que hizo famoso y apasionado este modelo en las ediciones anteriores a 1997.

Por entonces no había reglas sobre contaminación sonora ni patrullas de policías para multar infracciones ecológicas por el estilo. Toda la imaginada testosterona del órgano motor brindaba la sensación de un vibrante poder, rudo y masculino, poderoso y turbador.

Acaso no sea hoy posible mantener mucho tiempo conectado ese mando o climax sin arriesgarse a una multa de tráfico pero de cuando en cuando el conductor puede probar el regreso a la juventud de ese motor y al clamoroso atributo de esa máquina que, nacida en 1963, ni siquiera el type 991 ha conseguido superar en rendimiento.

El nuevo 911 pesa 40 kilos menos que su precedente y pasa de 0 a 100 kilómetros en 4 segundos. Pero, sobre todo, pasa en un solo instante desde su madurez a la fisonomía rugiente de su juventud inmortal.

Así sucede en una parte de la industria del automóvil pero este caso calca, no por casualidad, el proceso más reciente en la evolución general de la cosmética. De hecho, prácticamente todos los nuevos productos de belleza en forma de sérum o cremas añaden a la promesa de sus efectos rejuvenecedores la exaltación de su acción inmediata.

La instantaneidad en la desaparición de las manchas y rojeces, líneas de expresión y arrugas de la edad, junto a la reconquista del brillo y la expresión lozana sin rastros de estrés, es la base central de su oferta. Todos los posibles clientes, antes que elegir cualquier producto que, a la larga, procurará resultados más consistentes, prefieren aquel otro que opera de inmediato, broncea enseguida, embellece en segundos o, como el nuevo champú de L'Oréal consigue producir en el cabello, gracias a sus partículas perladas, un efecto gloss como antes se logró para los labios.

La juventud retorna como en el Porsche 911 a una velocidad más que ultrasónica y al cabo con una presencia enérgica que es, al cabo, lo que cuenta.

Contaba precisamente Michel Serres en una entrevista publicada en Libération en noviembre de 2011 que la verdadera razón por la que en los tiempos premodernos los cónyuges hacían el amor sin desprenderse de los camisones, a oscuras y valiéndose de un orificio estratégico en la prenda femenina, no era a causa de un mandato moral sino por imperativo de la fealdad carnal.

De hecho, los cuerpos soportaban desde muy pronto toda suerte de sevicias, se desdentaban, por ejemplo, a los 50 años y acarreaban sobre la piel toda clase de cicatrices, granos y pústulas que no curaban nunca y trataban por ello de no dejarse ver.

La cosmética aplicable en el trance de la circunstancia amorosa consistía no en el disimulo del estrago crónico sino en su ocultación sin más. La mirada no hallaría aquella carnalidad indeseable y el cuerpo entero, en consecuencia, se tapaba.

Todo lo contrario de la cosmética que desde Sisleÿa a Vichy, desde Clarins a Givenchy se ha propuesto devolver el esplendor, masculino o femenino, a la lozanía perdida. Se pulsa el dispensador y como en la activación del punto mágico del flamante Porsche 911, regresa el vigor, la luminosidad y la juventud al cuerpo. Son tan solo pantallas, apariencias, películas finas, efectos especiales. Pero, ¿quién no ama desesperadamente el cine?



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27 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La agenda de Zambra

Alejandro Zambra El suplemento cultural ADN Cultura de La Nación comenta los proyectos de Alejandro Zambra a futuro, lo que incluye reediciones (el estupendo No leer se editará en Argentina), cuentos y poemas y participará, como Mario Bellatin, en el Documenta13 de Kassel. Pero más allá de su agenda, aparece una noticia que, a quienes lo conocemos, nos parece imposible: al parecer, Alejandro ha dejado de fumar. ¿Se puede? Dice la nota:

A comienzos de año, Alejandro Zambra dejó el cigarrillo. ?Yo era un fumador excelente, pero mi principal proyecto para este año es no fumar. Y lo estoy cumpliendo, aunque eso me llevó a escribir menos. Incluso pensé que si no fumaba no podría escribir. Pero de a poco van saliendo las frases.? Precisamente sobre el hábito de fumar es el cuento, todavía sin título, que publicará pronto en un minilibro la editorial española Alpha Decay. Pero hay más. En agosto, su libro de ensayos No leer será publicado en nuestro país por una nueva editorial: Excursiones. No leer consta de crónicas y ensayos sobre literatura, ya publicados en medios de Chile y de otros países y seleccionados por el editor chileno Andrés Braithwaite. Zambra está terminando de escribir otros tres libros. Uno de poemas, cuyo título tentativo es ?Borradores?. ?También podría llamarse ?Hablar solo?, porque se trata de eso: los tres personajes se pasan la vida hablando solos. Es distinto a lo que hice antes en poesía. Está entre la poesía y el teatro.? El segundo libro es un ensayo, ?La literatura de los hijos?: ?Es como una segunda parte de mi novela Formas de volver a casa, pero con otro formato?. El tercero es el que más ocupado lo tiene. ?Yo la llamo, en broma, mi primera novela de no fumador. Aún no tiene título, por lo que me cuesta hablar sobre ella. Cuando los libros no tienen título, para mí es como si no existieran. Mi estado es como de embarazo. Llevo cien páginas escritas. Es la historia de un hombre que cuida, durante un tiempo largo, la casa de una familia. Se parece un poco a Bonsái , otro poco a La vida privada de los árboles y también a Formas de volver a casa. Pero, en otro sentido, es un libro muy distinto a cualquier otra cosa que yo haya escrito.? El autor chileno sigue dictando clases de literatura en la Universidad Diego Portales y espera el lanzamiento de la película Bonsái , basada en su multipremiada novela homónima. Viajará dos veces a Buenos Aires, dictará una conferencia en la Universidad de Stanford, lanzará en el Festival de Paraty la versión brasileña de Bonsái , participará en la edición número 13 de Documenta, en Kassel, y cerrará el año presentando Formas de volver a casa en Alemania, Francia, Italia y Holanda



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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Inédito de Kurt Vonnegut

manuscrito de Kurt Vonnegut Leo en la estupenda sección de Virginia Collera Letras en 360º del blog ?Papeles Perdidos? de El País la noticia de un libro inédito de Kurt Vonnegut, escrito con seudónimo cuando trabajaba en General Electric, y que será publicada por Rosetta Books en formato digital. Dice la nota:

A finales de los años cuarenta Kurt Vonnegut escribió una novela que tituló Basic Training y firmó con el pseudónimo Mark Harvey: por entonces trabajaba en el departamento de relaciones públicas de General Electric y temía que el pluriempleo le pasara factura. Aún faltaban muchos años para que publicase Matadero 5 y a nadie le impresionó la obra, que quedó guardada en un cajón hasta ahora, cuando la editorial Rosetta Books ha decidido recuperarla y editarla únicamente formato electrónico.

El enlace para leer la noticia completa está aquí.



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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Gobierno argentino bloquea el envío a domicilio de volúmenes de importación

Alerta! Metales Pesados Un personaje de Kafka vive en Argentina y se dedica a impedir que los libros enviados desde el exterior no lleguen a los domicilios. Se acabó Amazon. Se acabó el mandar libros a los amigos (que tendrían que pagar 50 euros e ir haste Ezeiza para reclamarlos). Y todo por culpa de los ?metales pesados? ¿Kafka dije? Se queda chico. Esta nota de El País de Francisco Perezgil es impresionante. ¿No será un hoax? Dice la nota:

Desde esta semana, cualquier argentino que desee recibir un libro desde el exterior del país tendrá que pensárselo dos veces. Varios empleados de las empresas de mensajería Fedex y DHL consultados por este periódico indicaron que ya no podrán entregar a domicilio libros y revistas procedentes del extranjero. Si el receptor vive en Buenos Aires deberá desplazarse 35 kilómetros hasta el aeropuerto de Ezeiza y pagar allí unos 50 euros al margen de lo que haya costado el envío. Y si reside en cualquier otro municipio alejado de aeropuertos internacionales, tendrá la alternativa de contratar los servicios de un ?despachante de aduanas?, es decir, un profesional autorizado a retirar en el aeropuerto productos procedentes del extranjero. El Gobierno trata así de garantizar ?la seguridad de la población? mediante una disposición emitida el pasado año por la que se establecen ?los mecanismos de control tendientes a eliminar el uso de tintas, lacas y barnices empleados en la industria gráfica con altos contenidos de plomo, y a permitir únicamente el uso de productos gráficos impresos cuyos parámetros no excedan los límites establecidos para la migración de los metales pesados?. Lo que subyace es el afán del Gobierno por controlar el déficit comercial. La medida es una más entre las muchas que ha tomado el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, para regular las importaciones y evitar la fuga de dólares. Hasta ahora, habían afectado al consumo de objetos como la ropa de marcas extranjeras, ciertos componentes de coches cuyo retraso en el ingreso al país frenaron varios días la cadena de producción, o las planchas, muy difíciles de encontrar en las tiendas. Ahora, el foco se ha puesto en los libros y revistas. La historia de esta medida se remonta a mediados del año pasado, cuando varios impresores presentaron al Gobierno un informe en el que sostenían que solo el 20% de los libros se imprimían en el país y el 80% llegaba de fuera. Varias editoriales alegaron que en realidad el porcentaje de las importaciones era del 35% y el de los impresos en el país el 65%. El Gobierno, inmerso en una carrera sin desmayo en su lucha por evitar la depreciación del peso argentino y la compra de dólares, pergeñó esta ley que restringirá el ingreso de libros en el país a aquellos que presenten en sus tintas un contenido de plomo inferior al 0,06%. El resultado será que cada vez que llegue un envío de libros, deberán someterse a las pruebas de laboratorio. Así, todo el proceso de distribución se frena y encarece. Desde Buenos Aires al aeropuerto de Ezeiza no hay servicio de tren. El autobús puede tardar más de una hora y media. Y los taxis cobran unos 60 euros más peajes. ?¿Qué ocurrirá con las suscripciones a revistas internacionales de científicos, académicos o gente de a pie??, se pregunta una escritora. ?Lo que sucederá es que empezará a aparecer una figura muy rentable, algo así como El Tipo Que Te Hace el Trámite en Ezeiza Porque Tiene Un Amigo Que Conoce A Un Tipo Que Trabaja En La Oficina De Libros Y Revistas?, señala la autora.



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26 de marzo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Moebius, el precursor

Hace muy poco leí por primera vez a Sherwood Anderson y descubrí que lo había estado leyendo hacía mucho. Anderson fue tan influyente en el desarrollo de la narrativa norteamericana del siglo XX que muchos de sus recursos fueron apropiados por escritores más conocidos como Hemingway, Fitzgerald o Faulkner. Se convirtió en una suerte de precursor invisible. Algo así me ha ocurrido con Moebius en el mundo de los comics. Durante mi niñez y adolescencia no leí nada del dibujante francés; mi formación en la historieta tenía mucho que ver con las revistas argentinas (Tony, Fantasía, D'Artagnan) y Asterix, y algo con las colecciones de superhéroes de Marvel. Una formación, digamos, precaria. En Estados Unidos descubrí la revista Heavy Metal (basada en la original francesa Métal Hurlant, una creación de Moebius), pero no era fácil conseguir la obra de Jean Giraud (el verdadero nombre de Moebius). Solo ahora que, aprendiz tardío, he entrado en contacto directo con su mundo -a través de El garaje hermético (1976) y Arzak, el vigilante (2010)--, descubro que en realidad hacía mucho que en cierta forma vivía ahí.

Las pistas me las dio Arzak. Los dibujos de los soldados de las naves espaciales se parecían mucho a los de una de mis películas favoritas de Miyazaki (El castillo en el cielo, 1986). Pensé que Moebius se había inspirado en el director japonés; en verdad, era al revés. Miyazaki no tenía reparos en reconocer que prácticamente todo el manga contemporáneo le debía algo a Moebius. ¿Y los piratas espaciales de Arzak, y los dibujos de ciertas ciudades en galaxias lejanas? Pues, se parecían mucho a los de algunos episodios de La guerra de las galaxias. Una vez más, era Lucas el aprendiz. Moebius había contribuido con el diseño de conceptos y algunos storyboards para La guerra de las galaxias V (1980). Había hecho lo mismo con una de mis películas favoritas (Alien, 1979), a la vez que Ridley Scott reconocía haberse inspirado en su obra para el diseño futurista de Blade Runner (1982). William Gibson también decía que el concepto visual de Neuromancer (1984) le debía mucho a Moebius. La mezcla de elementos futuristas con paisajes medievales de Arzak también encuentra resonancias en La torre oscura, la serie épica de Stephen King. Uno abre los ojos, y comienza a ver a Moebius por todas partes...

Quizás llame a la confusión que Arzak, uno de los últimos trabajos publicados por Moebius antes de su fallecimiento semanas atrás, sea posterior a todas las obras citadas de Miyazaki y compañía. Ocurre que Arzak es muy deudora de Arzach, la historieta con la que Moebius se hizo conocer a mediados de los setenta, en las páginas de Métal Hurlant, y ya en Arzach se encuentran las marcas de una forma de concebir la historieta que el francés desarrollará sin descanso en las décadas siguientes. Arzak puede leerse como la condensación del estilo de Moebius (que es, digamos, el estilo visual triunfante del cine de ciencia ficción de hoy). Así, uno encuentra en Arzak esos momentos intimistas tan propios de Moebius, junto a su deslumbrante sentido del espacio, capaz de evocar en un dibujo sin palabras toda la maravilla de un planeta desconocido. También está el humor algo absurdo (que desconcierta en esa improvisación incoherente llena de chispazos geniales que es El garaje hermético), el erotismo inesperado en una historieta aparentemente juvenil, y una paleta de colores vibrantes en la que, de acuerdo al tono del relato, predomina el rojo sangre, el azul marino o el café terrestre.

Moebius dibuja el futuro como un lugar híbrido en el que lo humano y lo animal conviven naturalmente con la máquina (el pterodáctilo de Arzak es un cyborg), y lo virtual es parte intrínseca de lo real. Puede que todo eso suene familiar hoy. Pero no está demás reconocer que Moebius fue uno de los primeros en habitar ese mundo.

(La Tercera, 24 de marzo 2012)



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26 de marzo de 2012
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