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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Modesta Francia

La llegada de François Hollande a la más alta magistratura de Francia no casa muy bien con los tópicos sobre la arrogancia francesa. Esta disonancia se observa en todos y cada uno de los elementos que explican y conducen a la segunda presidencia de un socialista en la V República después de los 14 años de reinado de Mitterrand. En su personalidad de dirigente gris y subestimado por la pléyade de barones socialistas íntimamente convencidos tanto de su propia superioridad como de su destino presidencial. En su historia personal de secretario general del Partido Socialista durante 11 años, al servicio de la unidad del partido y de las ambiciones ajenas, incluidas las de quien fue su pareja y madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal. En su historia política como candidato: su carrera es lo que más se parece a una imprevisible y accidentada contienda, culminada con la caída de Dominique Strauss-Kahn a los infiernos, en la que han contado ante todo su cabeza fría y sus pies muy firmemente asentados en el suelo. E incluso en el combate final contra Nicolas Sarkozy, victoria de la humildad y la contención ante la voluntad de poder y la fuerza expansiva.

Pero la nueva modestia presidencial también se manifestó en la primera y solemne jornada presidencial, el día del traspaso de poderes en que el presidente saliente hace entrega de las claves secretas del mando, incluida la del arma nuclear. No hubo un sol radiante que acogiera al presidente electo y convocara a los franceses a vitorearle en el trayecto de su coche descapotable. Tuvo que aguantar el aguacero sin paraguas ni gabardina primero en el vehículo y luego a pie firme. Y como culminación, un rayo atravesó el avión que le llevaba a Berlín, y le obligó a regresar a tierra y tomar otra aeronave, como un aviso de los tiempos difíciles en que le ha tocado regir los destinos de Francia. A diferencia de Mitterrand, que envolvió su primer día presidencial de épica socialista y francesa, Hollande optó por cumplir con todas sus obligaciones ceremoniales sin aspavientos. De su cosecha introdujo dos homenajes, a Jules Ferry, el ministro de Educación que introdujo la escuela pública, laica y gratuita, y a Marie Curie, premio Nobel de Química y Física y emblema de la investigación científica francesa, buena lección cuando muchos países europeos están de recortes presupuestarios para la enseñanza y la ciencia. No pudo, es cierto, ahorrarse cierta solemnidad: le recibieron 21 salvas de artillería, tuvo que escuchar la Marsellesa en seis ocasiones, pronunció cinco discursos y dio una conferencia de prensa conjunta con la canciller Merkel. Pero en todas sus palabras inaugurales puede captarse el espíritu de esta nueva modestia francesa. Está en su idea presidencial, tras cinco años de un poder excesivo y asfixiante para el primer ministro y su Gobierno: ?Estableceré las prioridades pero no decidiré todo, ni en lugar de todos. De acuerdo con la Constitución, el Gobierno determinará y conducirá la política de la nación?. También en las formas: ?El poder del Estado se ejercerá con dignidad pero con sencillez. Con una gran ambición para el país y una escrupulosa sobriedad en los comportamientos?. O en los nombramientos, un clásico de los caprichos presidenciales: ?Las normas de nominación de los responsables públicos se regularán y la lealtad, la competencia y el sentido del interés general serán los únicos criterios para determinar mis decisiones para escoger a los más altos servidores del Estado?. Este es un hombre que solo muy recientemente se ha habituado a manejar la primera persona del singular después de sacrificarse detrás del 'nosotros' socialista durante cuarenta años. No es una anécdota gramatical: el narcisismo de tantos dirigentes políticos, Sarkozy el que más, es ajeno al nuevo presidente. De ahí que, en el único debate electoral, sonara tan verdadera y eficaz a oídos de los franceses la frase repetida una y otra vez en la que ya se situaba en la función presidencial: ?Yo, presidente de la República?. Su modestia es también ideológica, al servicio de los más modestos: ?No puede haber sacrificios para unos, cada vez más numerosos, y privilegios para otros, cada vez menos numerosos?. Modestia no significa falta de ambición. Hollande la tiene. Y no es únicamente francesa, sino europea y universal, en consonancia con la historia y los principios de la República que preside. Modestia no significa tampoco rigor. O al menos no solo rigor. Hollande ha pedido para Europa tres cosas: proyecto, solidaridad y crecimiento, las tres cosas que olvida la Europa de los recortes promovidos por Nicolas Sarkozy y Angela Merkel. La modestia parecía un defecto en la época de la burbuja, pero es una virtud elevada y difícil en época de crisis. En su ensayo 'Modesta España' la predica Enric Juliana para nosotros. François Hollande, presidente de una Francia tenida siempre por arrogante, la predica también para los franceses y la ofrece como ejemplo para europeos, españoles incluidos.



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17 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Falleció Carlos García Miranda

Carlos García Miranda rindiendo homenaje a César Vallejo este abril. Ayer, mientras los twetts y los mensajes de FB sobre la muerte de Carlos Fuentes copaban la red, se filtró un mensaje urgente pidiendo donantes de sangre para el escritor y profesor de la UNMSM Carlos García Miranda. Hoy amanecimos con la noticia de su lamentable muerte. La Casa de la Literatura Peruana anuncia que su muerte se debió a problemas de salud (no especificados) y da el lugar del velatorio. Da una suscinto recuento de su vida. Sin embargo, en Wikipedia podemos encontrar algunos datos extras, en especial de dos concursos literarios extranjeros donde fue finalista, en uno, y ganó en el otro gracias a un par de cuentos. La carrera literaria de Carlos García Miranda, quien muere a los 44 años, se inició con el triunfo en los Juegos Florales de San Marcos gracias a su libro de relatos Cuarto desnudo. Luego publicaría una novela, Las puertas, en el año 2000. Varios cuentos suyos aparecieron en antologías del extranjero. También publicó recientemente un ensayo sobre la obra de Antonio Gálvez Ronceros: Utopía negra. Identidad y Representación culturale en la narrativa negrista de Antonio Gálvez Ronceros No podemos dejar de lado su tarea de animador cultural, tanto en los diversos talleres de creación literaria que dirigió como a través del sello editorial Dedo Crítico bajo el cual, junto con compañeros de universidad, publicó revistas literarias y auspició a autores jóvenes con sus publicaciones. Por otro lado, la investigación literaria fue una de sus principales obsesiones y actualmente era candidato a doctor por la Universidad de Salamanca. Como fruto de esa pasión por la investigación literaria queda su blog El peso de la pluma. En Fictica pueden encontrar tres relatos del autor. En el blog Decadaesencia aparece una reciente entrevista al autor, por parte de Elías Nieto Raymundo. Descansa en paz, Carlos, y mis condolencias a su familia, sus amigos y alumnos.    



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16 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una corbata que era una llamarada

Este es el post que escribí hoy en mi blog “Vano Oficio” del diario El País sobre la muerte de Carlos Fuentes.

Foto: Luis Ramírez En una encuesta que, hace unos años, realicé en mi blog Moleskine Literario pregunté por la novela del Boom que peor había resistido al paso del tiempo. La ganadora fue Terra nostra de Carlos Fuentes. No me resulta extraño sino, al contrario, bastante consecuente que uno de los primeros narradores contemporáneos de América Latina, quien revolucionó la novela en su país y quien de algún modo diseñó la idea del escritor-boom, un profesional dedicado a escribir a tiempo completo y comprometido políticamente, se convierta unas décadas después en un anacronismo. Lo resume muy bien el escritor mexicano Alvaro Enrigue en el Twitter: “Nadie más se va a atrever a escribir un libro como Terra Nostra, y nadie se atrevería a publicarlo.” Ahora que leo incontables necrológicas, en diversos países y medios, y veo en casi todas ellas la edad del escritor (83 años) me parece imposible. No solo porque se le veía más joven que esa edad, sino porque era tremendamente inquieto. Estuvo en Madrid presentando su ensayo sobre la nueva narrativa latinoamericana, a principios de año fue al Hay Festival de Cartagena y hace unas semanas en la Feria del Libro de Buenos Aires. Y en una entrevista que se publicó hace un par de días en “El País”, comentaba que había entregado una novela a sus editores y que el lunes (un ahora improbable lunes) iba a empezar a redactar una nueva obra, para la que había tomado ya suficientes notas. Ha pasado muy rápido el tiempo, desde aquellos años en que su vitalidad fue fundamental para unir al Boom como un grupo de amigos con proyectos comunes (acogía amigos en su casa, como José Donoso; presentaba agentes literarios a sus pares y vinculaba a unos con otros; y luego, cuando era un escritor consagrado, apoyó a muchos jóvenes y comentó sus obras con una curiosidad insaciable, aunque no exenta de fobias, como Roberto Bolaño, a quien sabe dios por qué nunca quiso leer) hasta este momento en que lamentamos su muerte. El único gesto, que no pasó desapercibido para mí, fue que en la Feria del Libro de Buenos Aires se presentó sin corbata. ¿Carlos Fuentes sin corbata? Eso era imposible. Fuentes y las corbatas de seda italiana eran un clásico del Boom literario. Incluso fue motivo de una divertida parodia de César Aira en El congreso de literatura. Y Vargas Llosa, en un temprano artículo de 1967 en la revista Caretas, dijo: “(…) llevaba barba y un paraguas, botas, una larga casaca de terciopelo verde con cuatro pares de botones, y una corbata que era una llamarada.” Pero ahora, en Buenos Aires, no llevaba corbata. Debí entender que eso significaba algo, un anuncio, una señal de que la llamarada se estaba apagando. Los años, nuestros años, no eran más los de corbatas de seda. Las corbatas son otro anacronismo. Aquello que representaba Carlos Fuentes (un escritor cosmopolita, intelectual, elegante, hijo de diplomáticos, cultísimo, interesado en la política mundial y en el futuro de México -frente al cual se mostraba apocalíptico en sus novelas- y con una vida pública donde se barajaban los amores con actrices, las muertes trágicas de sus hijos y el amor incondicional de su última esposa Silvia Lemus) parecía instalado en el pasado, un protagonista viviente del museo de cera donde los escritores tenían fe en la novela total, escribían novelas complejas donde intentaba resumir lo mitológico, lo actual, lo interior y lo exterior, el lenguaje de vanguardia con el relato fantástico clásico, el amor y la ideología, la Historia con el arte pop, y donde siglos podían transcurrir en pocas páginas. Ningún escritor latinoamericano era tan versátil y, además, tenía tanta ambición. Una ambición desmedida, que establecía alambicadas relaciones entre sus libros, como si en realidad no quisiera redactar obras literarias sino construir un complejo mosaico sin límites ni bordes, donde todo debía encajar, donde novelas como la temprana La región más transparente engarzaba con el cuento más olvidado, y obras históricas con novelas autobiográficas. No, ya no hay escritores así. Cada uno de sus rasgos se han atomizado y dispersado y el cosmopolita ya no es ambicioso, el ambicioso no es elegante, el elegante no es tan culto, el culto no tiene historias de amor con actrices. Pero uno que reúna todas esas condiciones en sí mismo, de esos no hay más. Alguna vez leí que Fuentes se decepcionaba cuando alguien le decía que había terminado de leer Terra nostra. Era un libro para vencer a sus lectores, para superarlos, no para apañarlos y entretenerlos. Y pienso que sí, en efecto, era un libro para darse por vencido. Por ello me pregunto: ¿cuántos de aquellos que votaron en la encuesta de mi blog contra él habían terminado de leerlo? Muy pocos. Tengo ante mis ojos mi vieja edición de Cambio de piel, de letra minúscula, en la que empecé subrayando párrafos y terminé destacando páginas enteras. Tengo esa nouvelle perfecta llamado “Aura”. Tengo La región más transparente, La muerte de Artemio Cruz, Terra nostra, Zona sagrada. Tengo la novela que le dedicó a su amante, la frágil Jean Seberg, Diana o la cazadora solitaria. Y estoy seguro de que tengo más libros de Carlos Fuentes en mi caótica biblioteca. Libros llenos de polvo, que compré y no leí, o que leí y no pensé en volver a leer más. Es un uso común decir, cuando muere un escritor, que el mejor homenaje es leer sus libros. Pero esta vez, pienso, no deberíamos apresurarnos en asfaltar el infierno ya bastante empedarado. Pasemos mejor al hecho. Es decir, leamos o releamos esos libros ambiciosos que Carlos Fuentes escribió para retarnos y, sobre todo, para retar al tiempo.



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16 de mayo de 2012
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London Calling

«Londres estaba precioso aquel verano», así arranca Westwood, de Stella Gibbons, una novela encantadora sobre el amor y la nostalgia bajo las bombas a lo Jane Austen que acaba de editar Impedimenta con su habitual buen gusto. Abro el libro en el salón de té del Brown’s, el hotel más antiguo de la ciudad, célebre porque Franklin y Eleanor Roosevelt se hospedaron allí durante su luna de miel, y porque sus porteros ?con chistera y clavel? utilizan palabras como sensitive y leen a Kipling. La escena podría haber sido preparada al estilo Vila-Matas: tan sólo para poder escribirla después. Pero es casual. Aún no es verano pero en verdad Londres está precioso y capitalino, exultante aunque sobrio a pesar de sus banderas colgando en las calles nobles, en una especie de Navidad patria para celebrar el jubileo de la reina y después los Juegos Olímpicos. Siempre fui más de París que de Londres, de Chanel, Rodin y los macarons de Ladurée, de los perfumistas del Palais Royal, la tumba de Morrison, la Closerie des Lilas o el champán a borbotones en L’Avenue, donde he visto cenar a Polanski ?ya libre? con muchacha, y a Keith Richards en familia. Me parecía antipática la vida londinense bajo un paraguas, las calles antracitas, los días cortos, la dolorosa exhalación de la campiña con su verde violento. Pura ignorancia. Londres, con y sin sol, hoy resplandece desde sus museos, tan magníficos como accesibles, hasta sus reliquias como la zona de Clerkenwell donde vivió Dickens o la insinuante torre de Foster. Sus gentes ejercen un modélico civismo y parecen tolerarlo todo con su atemperado fair play, excepto la vulgaridad. La ciudad preferida por el dinero en la eurozona, y con una oferta cultural desbordante ?«le tout París son 10.000 personas, le tout Londres, 8 millones», señalaba John Carlin en El País Semanal?, ha demostrado su capacidad para renovarse. Esa es su gracia, la combinación de la flema británica anegada en tes y whiskies, y el barniz contracultural, tan consentido, como los ceniceros malolientes de Damien Hirst ahora en la Tate Modern. Porque más allá del famoso tiburón disecado, en esta primera antología del arte bufo destaca la afición del controvertido autor por las colillas de cigarros, de las que dice sentirse atraído por su polaridad: de la perfección del cilindro al asco y la muerte cuando se apaga. La exposición produce mareo, aturde, y tan sólo hay media tregua en la habitación húmeda con fruta madura donde revolotean unas mariposas. Al salir, hay que ir a ver los Turners en la otra Tate para recomponerse. Y seguir paladeando la excentricidad londinense, así como su proverbial elegancia, tan concentrada en los calcetines masculinos. (La Vanguardia)

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16 de mayo de 2012
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III. De la contemplación a la rebelión

La comunidad que de regreso a Nicaragua fundó en el archipiélago de Solentiname en el Gran Lago, ya no pudo ser una comunidad contemplativa donde alguna vez vendría a vivir Thomas Merton, sino que se convirtió, como no podría ser de otra manera, en una comunidad de campesinos pobres, sus integrantes sacados de entre los habitantes de las islas, luego en un símbolo de resistencia cultural que atrajo visitantes de todo el mundo, y más tarde en símbolo de resistencia contra la dictadura de los Somoza, al punto que los jóvenes agricultores y pescadores discípulos de Ernesto tomaron las armas para asaltar el cuartel de la Guardia Nacional en el vecino puerto de San Carlos en octubre de 1977.
La soldadesca de Somoza, como respuesta, incendió la comunidad, empezando por su humilde iglesia decorada con pinturas primitivas, hasta donde había llegado el año anterior Julio Cortázar, quien participó en el diálogo que siempre se habría en la misa dominical acerca del Evangelio, que esa vez tocaba acerca del prendimiento de Cristo en el Monte de los Olivos; unos diálogos muy tendenciosos, como el mismo Julio lo diría con humor cortazariano, ya cuando los ecos de la revolución que triunfaría en 1979, entraban a través de las ventanas de la iglesia.
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16 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vargas Llosa, entre otros escritores, lamentan la muerte de Carlos Fuentes

Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. La inesperada muerte de Carlos Fuentes ha dejado consternados a todos. Primero por el Twitter, luego por el Facebook y ahora a través de los diversos medios on-line vamos enterándonos de algunas frases que sus amigos, editores y lectores dejan escritas para lamentar la muerte de uno de los escritores fundamentales del Boom latinoamericano, y del castellano incluso. El primero en pronunciarse ha sido Mario Vargas Llosa, quien declaró:

Acabo de enterarme de la muerte de Carlos Fuentes y me ha dado mucha pena. Con él desaparece un escritor cuya obra y cuya presencia han dejado una huella profunda. Sus cuentos, novelas y ensayos están inspirados principalmente por la historia y la problemática de México, pero él fue un hombre universal, que conoció muchas literaturas, en muchas lenguas, y que vivió de una manera comprometida todos los grandes problemas políticos y culturales de su tiempo. Fue siempre un gran promotor cultural y trabajó incansablemente por unir a los escritores y lectores de nuestra lengua a ambas orillas del Atlántico. Era un gran trabajador, disciplinado y entusiasta, y al mismo tiempo un gran viajero, con una curiosidad universal, pues se interesaba por todas las manifestaciones de la vida cultural y política y escribía sobre todo con brillantez y buena prosa. No solo sus amigos sino también sus muchos lectores lo vamos a extrañar.

Aquí otras reacciones recogidas por El País:

JUAN GOYTISOLO. Carlos Fuentes ha muerto en la plenitud de sus dones. La suya ha sido una vida tan intensa y tan rica que solo puede producir admiración. Estoy muy afectado. Me es imposible hablar en este momento y resumir lo que son 60 años de amistad. He seguido con atención toda su obra y he escrito ensayos sobre una docena de sus libros, en especial sobre Terra nostra, para mí, su obra maestra y una de las mejores novelas en lengua española de todos los tiempos. ANTONIO GAMONEDA. Una vez mantuvimos una conversación en un hotel de Gran Vía, y otra en la Residencia de Estudiantes, donde teníamos una conferencia. Y lo estimaba como escritor, tenía una visión crítica acercadamente crítica de las circunstancias sociales y políticas tanto de su país como de España. Creo que es una pérdida importante para la literatura en lengua española. Carlos Fuentes fue en cierto modo, poco posterior al que llaman boom de la narrativa iberoamericana, era una continuidad seria de ese boom. Era frecuente colaborador en prensa y se apreciaba una unidad de criterio que entre sus colaboraciones periodísticas y las conclusiones subyacían en su obra narrativa. JUAN GABRIEL VÁSQUEZ: El magisterio de Fuentes es inagotable. Varias generaciones aprendieron con él qué carajos es la literatura latinoamericana. Hablo ahora en primera persona: con él aprendí que esta literatura es lo contrario de la literatura local, y que el novelista latinoamericano se abre al mundo, acepta todas las influencias, devora todos los temas. Aprendí a leer, también: a Cervantes, a los cronistas de Indias, a Broch, a Musil. La obra de Fuentes nos regaló una idea de la ambición, nos mostró que la vocación no es esconderse del mundo, sino llamarlo y transformarlo. Y aprendí la generosidad, que nunca lograré practicar como lo hizo él. RICARDO PIGLIA. Hay que reconocer su interés en escribir sobre sus contemporáneos. Recuerdo muy bien la impresión que me produjeron los primeros libros de Carlos Fuentes que llegaron a Buenos Aires. En especial su novela La muerte de Artemio Cruz, y posteriormente una nouvelle excelente, Aura, que para los lectores argentinos era un relato muy argentino, en la línea de las historias de fantasmas de José Bianco. Y también recuerdo con admiración los cuentos de su libro Cantar de ciegos. Después, su obra se hizo demasiado prolifica y ya no pude seguirle el rastro. Fue un generoso lector de la literatura en lengua castellana y más alla de las diferencias hay que reconocer su interés en escribir sobre sus contemporáneos (lo que no es habitual entre los escritores). Fuentes concentró en muchos sentidos la imagen clásica del escritor latinoamericano de la que nosotros ?es decir los escritores de mi generación- nos hemos distanciado siempre con entusiasmo.



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15 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Viva Fuentes

 

Como mínimo homenaje a Carlos Fuentes, reproduzco aquí este pequeño texto que escribí para celebrar su ochenta cumpleaños. Lo dedico, por supuesto, a Silvia.  

 

1. En 1958, poco antes de que las tropas de Fidel Castro entren en La Habana y de que Billy Wilder estrene Some Like It Hot -la coincidencia no es gratuita-, un joven mexicano de treinta años publica un libro que escandaliza al medio literario de su país: La región más transparente. Fuentes es ya Fuentes. Obra seminal, finca sus obsesiones posteriores -el habla urbana, el turbio vínculo entre los individuos y el poder, el tiempo cíclico, la mitología clasemediera, México y su irredimible pasión por la mentira- y anuncia sus batallas futuras. Con este libro, Fuentes inicia su larga guerra: cincuenta años de combatir contra los demonios allí convocados. Cincuenta años de batirse contra el lenguaje. Contra el poder. Y contra sí mismo.

 

 

2. La región más transparente no es la primera novela urbana mexicana. Pero en literatura el mérito no es ser el primero, ni el más original, sino el más perturbador. Los nacionalistas lo acusan, como era de esperarse, de traidor. La mexicanidad de Fuentes les parece demasiado poco mexicana. En el libro hay demasiada modernidad, demasiados guiños literarios, demasiado Paz y demasiado Reyes. Demasiada ironía. Demasiado ímpetu cosmopolita en un muchachito en la treintena. Décadas después se le acusará de lo contrario: de ser demasiado mexicano, de robarse o apropiarse de la mexicanidad (y de exportarla). Qué mayor mérito de un libro: atacarlo con tanta ceguera y tanta furia por razones diametralmente opuestas.

 

3. La soberbia del joven Fuentes es, sí, inmensa. Tras ese libro se propone sólo proyectos ciclópeos. Primero, dibujar el mapa que habrá de llevarlo, no a la escritura de una novela, un libro de ensayos, una obra de teatro, sino de un universo. Luego, formar un comando de asalto -un foco revolucionario, se decía entonces- con los mejores escritores de América Latina. Y, más importante que todo, olvidarse de que la literatura es un espejo de la realidad para convertirla en una realidad alterna. Puede reprochársele la soberbia, pero sólo a fuerza de reconocer que, a cincuenta años de distancia, triunfó en los tres casos. La edad del tiempo y el Boom, por una parte. Y, por la otra, un país y un continente que ya no pueden reconocerse sin la impertinencia de su imaginación.

 

4. El mayor experimento llevado a cabo por Fuentes ha sido consigo mismo. No se pregunta como transformar una vida en literatura Sino cómo la literatura justifica la vida.

 

5. México y Fuentes forman ­-cualquiera lo repite- un binomio inseparable. Cierto: la infancia y juventud de fuentes transcurrieron en buena medida fuera del país. Y, desde hace años, divide su celosa intimidad entre Londres y la capital mexicana. Pero en más de un sentido nunca ha escapado de aquí. De la patria imaginaria que ha elegido, no de aquella que le ha tocado. Como otros hicieron con Comala o Santa María o Yoknapatawpha, Fuentes también se inventó una extraña tierra para que la poblasen sus personajes. La llamó México.

 

6. Aura resulta inevitablemente incómoda. Sesenta y dos páginas perfectas. Y hay quien se lo echa en cara.

 

7. La edad del tiempo es el más vasto desafío narrativo intentado entre nosotros. Pero mientras la Comedia humana o de En busca del tiempo perdido se asumen como universos coherentes, el de Fuentes es el reflejo de un caos cuántico. Cada una de sus piezas contiene un holograma del conjunto. Y el conjunto no nace de la mera acumulación de sus partes, sino del orden que cada quien escoge para recorrerlo. En La edad del tiempo, el orden está determinado por el lector: no hay una guía, uno no tiene por qué empezar con Los días enmascarados o La región más transparente o terminar con La voluntad y la fortuna. La obra de Fuentes -y su interpretación final- se torna variable, arbitraria, azarosa. No es, pues, un monolito, sino una red. Única sugerencia: sus claves se hallan en su libro más arduo y portentoso: Terra Nostra.

 

 

 

 



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15 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Rumbo a lo desconocido

Navegamos rumbo a lo desconocido. No lo dice un pasajero susceptible ni un grumete parlanchín. Lo dice el capitán: "Será la primera vez que nos adentraremos en un escenario desconocido". La metáfora sirve para todos los niveles de gobierno con que contamos: para Europa, para España y para Cataluña. Pero no la utilizan los múltiples y descoordinados capitanes de la Unión Europea, ni el sigiloso y sombrío timonel que aparece al mando de la nave de España, sino el comandante del también agitado bajel catalán, en una comparecencia parlamentaria de la pasada semana que ha tenido muy escasa resonancia en los medios, eclipsada por el alud de noticias que nos llegaban de Bruselas, de París, de Atenas y sobre todo de esa balsa de Medusa en que se ha convertido el naufragado sistema financiero español.

Es una frase curiosa. La primera obligación del patrón de una nave es saber a dónde lleva su barco y su gente. No debiera permitirse frivolidades de augur o de observador distanciado. Si tiene dudas sobre el feliz final de su viaje debe callárselas para sí mismo. Sembrar el desconcierto entre la tripulación y el pasaje subrayando su desconocimiento sobre lo que se le viene encima es todo lo contrario a lo que se espera del capitán de un buque. Pero tiene razón y eso es lo grave. El presidente catalán, Artur Mas, ganó las elecciones con la promesa de un "nuevo pacto fiscal en la línea del concierto económico vasco", expresión suficientemente larga, matizada y compleja como para que podamos saber a qué se refiere exactamente. Aseguró que inauguraría con ello una "transición nacional", otra expresión en la que ya desgranó la idea de un viaje sin puerto de llegada claro ni preciso. Su partido, Convergència Democràtica, concretó en su congreso cuál era el puerto soñado: la independencia, es decir, la secesión de España. Este pasado jueves 19 de mayo, en sesión plenaria del Parlamento catalán, sacó una nueva carta de navegar con una ruta muy precisa, inmediata y perentoria: en julio se votará el mencionado pacto fiscal en la cámara catalana; en septiembre se le propondrá al gobierno español y se abrirán a continuación una semanas de negociación; antes de final de año, "se tomará una decisión definitiva". El diputado de Esquerra Republicana interpelante había sido muy apremiante en su petición. "Usted puede hacer un paso claro para conseguir la hacienda propia catalana (?) porque tiene mayoría en esta cámara y hacerlo es una cosa muy sencilla: que su Gobierno les diga a los ciudadanos de Cataluña dónde deben ingresar sus declaraciones de la renta y su IVA". He ahí una iniciativa de comprensión clara pero de aplicación extremadamente confusa y desconcertante, sobre todo para quienes tienen que pagar los impuestos. No es una propuesta extraña viniendo de un partido acostumbrado a gozar de las ventajas de estar en el Gobierno sin dejar de hacer oposición. Lo extraño es que le guste a un partido de Gobierno: "Yo no discrepo del fondo que usted plantea", le respondió el presidente catalán. La determinación del capitán ante el escenario desconocido es absoluta. Artur Mas aseguró que la creación de una Hacienda propia es irrenunciable. "Cataluña tendrá hacienda propia por la vía del pacto o por la vía, digamos, de la propia decisión", señaló. Algo que "nunca se había planteado de esta manera por parte de ningún Gobierno de Catalunya", subrayó para convencer al diputado de ERC. Es la vía del unilateralismo, la decisión autónoma e independiente de cualquier otra instancia o nivel de gobierno europeo o español. Hay mucha experiencia sobre los rumbos solitarios, Sonderweg le llaman los alemanes. Mas cree que es un camino desconocido. Historiadores acreditados dicen que no lleva a ninguna parte. "Generalmente hemos dicho basta en el peor momento, cuando la coyuntura no era desfavorable, cuando había pasado el punto dulce de nuestra fuerza o de nuestra razón. Tiene la culpa de esa falta de acuerdo, sin duda, el debilitamiento del seny en las clases dirigentes". Fue Vicens Vives quien escribió estas frases en Noticia de Cataluña, hace más de 50 años. Acaba de reditarse en castellano (Destino) y sería muy conveniente que algunos la releyeran y otros la leyeran por primera vez.



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15 de mayo de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El monarca apresurado

El presidente que elige Francia cada cinco años es un monarca apresurado. Que es monarca aunque sea de una República no ofrece duda alguna a los franceses, que cuentan entre las excepciones que diferencian a su país la de elegir a un presidente dotado de la pompa y circunstancia, los poderes e incluso los privilegios de un auténtico soberano reinante. Que es apresurado lo demuestra también la rapidez con que se resuelve la sucesión de un presidente al otro, en abierto contraste con la demora de la república que ha sido siempre espejo y a veces contraste de la francesa.

Estados Unidos elige a su presidente el primer martes después del primer lunes de noviembre y hasta el 20 de enero siguiente no suele producirse la solemne toma de posesión, The Inauguration, de forma que la primera potencia mundial se encuentra durante más de dos meses en una situación de transición de complejas repercusiones políticas. Basta saber, estadística en mano, que es el periodo de mayor riesgo para el país, sobre todo internacional. Francia resuelve su transición presidencial en 10 días. Si pudiera, todavía utilizaría menos, tanta es la premura del tiempo. En la noche de la victoria, apenas proclamados los resultados, todos los espadachines están ya en campaña para las elecciones legislativas que se celebrarán los días 10 y 17 de junio. El presidente entrante quiere una mayoría de su propio color, que le permita aplicar su programa; mientras que los amigos del presidente saliente quieren mantener su vieja mayoría para forzar una cohabitación que ate las manos del que se acaba de instalar. La urgencia del calendario no deriva únicamente de la política interior. La fecha electoral coincide con uno de los picos anuales de la reunionitis internacional. El G-8, el G-20, la OTAN y la permanentemente agitada y reunida UE llenan el calendario del recién elegido sin darle respiro en cosa de 15 días. En pocas horas hay que cambiar de chip y pasar de las promesas electorales y los achuchones populares a las expresiones medidas y los saludos protocolarios de la alta diplomacia. En el caso de François Hollande, que no ha formado parte de ningún Gobierno ni ha pisado hasta ahora las gruesas alfombras de la escena mundial, el contraste es más acusado. La expectación ante el desconocido es enorme. Sobre todo por la dimensión de los rompecabezas que encontrará ante sí, empezando por la crisis europea, con el brazo griego inflamado y el español infectado por el agujero de Bankia. Pero donde toda Europa le observa con atención y suspense es en su relación con Angela Merkel, a la que deberá convencer de que los europeos no devolverán nunca sus deudas si no crecen y no crecerán si solo se les sigue recetando una y otra vez la fórmula del dolor y del recorte. El monarca apresurado tiene que darse prisa.



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14 de mayo de 2012
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Un presidente ?normal?

La socialdemocracia, porosa y agrietada por una crisis de liderazgo, ha empezado a exfoliar sus pieles muertas. Ahí está, al fin, el apoyo al matrimonio gay por parte de Obama que le ha valido el respaldo de los jóvenes y de las celebrities (en casa del galán y activista Clooney recaudó 15 millones de dólares). Aunque todo empezó a finales de abril, en la tradicional cena de corresponsales donde es habitual que el presidente se ría de sí mismo. Acusado por los extremistas republicanos de ser un peligroso «socialista» y «un infiltrado», aprovechó la oportunidad para lanzar un titular al estilo de El Mundo Today: «Barack Obama, el candidato que quiere imponer el socialismo a nuestros perros americanos». Señalado por los conservadores con mohín antimulticultural porque comió carne de perro durante su infancia indonesia, Obama decidió sacarle jugo al asunto: «¿Cuál es la diferencia entre una hockey mom y un pitbull?, se preguntó. Que el pitbull está delicioso». Contaba la anécdota la corresponsal de Le Monde, Corine Lesnes, días después de que el aún candidato Hollande ?antaño flamby, ya saben, softpower? manifestó en Londres que él no era un «hombre peligroso». Y lo remató afirmando que sería un presidente «normal». La expresión nos evocó aquella confesión de Zapatero que alertó a propios y extraños: «¿Tú sabes, Sonsoles, cuántos españoles podrían ser presidentes de gobierno?». Porque presidir un gobierno es una auténtica anomalía. Puede que muchos franceses que se sientan normales y socialistas, como Hollande, y también sientan una especial predilección por Léo Ferré y Benjamin Biolay, que sus colores sean los del Olympique de Marsella o que tengan Germinal como libro de cabecera, pero nunca aspirarían a presidir la V República. Ni un «presidente normal» diría: «Las finanzas son mi enemigo» hasta el punto de hacer palidecer a las grandes fortunas prometiendo unas tasas del 75% para las rentas superiores a un millón de euros. Hoy, el hombre tranquilo, como le apodan algunos, el que aguardó paciente en la sombra, el gordito feliz que adelgazó once kilos y se aligeró las gafas, ha desafiado la austeridad de Merkel afirmando que las finanzas no pueden pretender el dominio de la economía real. Libération ilustró la cruzada del relanzamiento económico a escala europea que anuncia y le dedicó una caricatura en la que, a modo de Sísifo, empujaba una inmensa roca con la bandera de la UE. Pero Hollande aún no ha tenido tiempo de demostrar la astucia de Sísifo, ni, por supuesto, de ser castigado por los dioses; aunque mañana se entrevista con Merkel dispuesto a cambiar la hoja de ruta para gestionar la crisis, y a representar el fin de la era Merkozy. Lo más paradójico es que muchos de sus adversarios ideológicos desean que no fracase en el intento. Qué gran responsabilidad la suya: lograr que la exfoliada piel de la socialdemocracia resplandezca.

(La Vanguardia)

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14 de mayo de 2012
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El Boomeran(g)
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