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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Y la Oca del señor Obama

Hace cuatro años ya de La Oca del señor Bush, el libro que publiqué en la recta final de la campaña presidencial que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca. Se iba un presidente calificado por un amplio panel de historiadores como el peor de la historia de los Estados Unidos y llegaba por primera vez, coincidiendo con una crisis económica pavorosa, un ciudadano afro americano a la Casa Blanca, una mansión que fue construida por esclavos negros. Mucho ha cambiado el mundo y mucho también, aunque no tanto, ha cambiado Estados Unidos desde entonces. Pero hay algunas cosas que no han cambiado o que si lo han hecho ha sido incluso a peor: Bush nunca llegó tan lejos en el uso de los drones o aviones no tripulados para la ejecución extrajudicial de los enemigos de Estados Unidos en el extranjero; su actitud bélica tan resolutiva, sobre todo en la guerra preventiva de Irak, nunca pudo llegar tan lejos como Obama a la hora de liquidar a Bin Laden en Pakistán, país aliado en el que penetraron las fuerzas especiales que protagonizaron la operación sin permiso ni comunicación alguna a las autoridades locales; y, finalmente, el actual presidente ?acaba de superar todas las anteriores administraciones en cuanto a persecución de las filtraciones? que afectan a la seguridad, según el ex director del New York Times, Bill Keller.

El contexto en que se producen estas regresiones en el derecho internacional y en la libertad de prensa es muy distinto al de hace cuatro años. Bill Keller ha señalado también la histeria de los republicanos ante las filtraciones de información sobre la liquidación de enemigos, el uso de agentes dobles o la guerra cibernética contra Irán, que son las cuestiones que han llevado a la administración demócrata a tomar medidas y al Congreso iniciativas legislativas que el ex director del NYTimes califica como Ley para Mantener al Ciudadano a Oscuras (Keep Americans en the Dark Act). Para resumir el problema: hay muchas continuidades entre Obama y George W. Bush, aunque para el candidato republicano Mitt Romney todavía son pocas. Hace unos pocos meses, antes de que los republicanos se aclararan sobre su candidato y cuando todavía prestaban una atención restringida al presidente, escribí con el título de este post, Y la Oca del señor Obama, un texto sobre las continuidades entre el presidente de la guerra preventiva y el presidente del cambio. Así empezaba dicho texto: ?No ha terminado la oca. Este es un juego que nunca termina, sea quien sea el presidente de los Estados Unidos. La regla de oro del poder presidencial es la decepción, palabra que tiene una interesante amplitud semántica por cuanto significa tanto engaño como desilusión. Hay desilusión porque hubo engaño, pero no toda la desilusión tiene su origen en un engaño. Su raíz está en la profundidad histórica de la decepción, hija directa de la esperanza. Hay decepción porque ha habido esperanza y porque han sido muy altas las expectativas levantadas. ?Así ha sucedido con Barack Obama y la audacia de su esperanza. Algunos le acusarán de engaño: ahí está la lista de las promesas incumplidas, con el cierre del campo de detención de Guantánamo en cabeza, que debía producirse en el primer año y todavía no ha acaecido. Con independencia de que sea o no suya la responsabilidad directa del incumplimiento, los cimientos efectivos de la decepción los había echado Obama mucho antes gracias a su osadía, no a sus promesas y programas electorales: nadie anteriormente con una biografía y un nombre como los suyos se había propuesto seriamente alcanzar la Casa Blanca?. Quien quiera seguir leyendo puede hacerlo en la edición digital del libro publicado hace cuatro años, que entonces no apareció en versión e-book y ahora estará a disposición de los lectores digitales a partir del 7 de septiembre. El texto en cuestión es precisamente el prólogo que he escrito para esta nueva edición en e-book, a la que los lectores tendrán acceso libre mediante la descarga del ?sample? o muestra que se encuentra ya ahora a su disposición en algunos soportes (Casa del Libro o la aplicación iBooks para iPad) aunque todavía no en Amazon.



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8 de agosto de 2012
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III. “La maldición de Collor”

Collor de Melo, más hábil como brujo que como jefe de estado, "practicaba estos rituales para neutralizar a las personas que querían perjudicarlo, y ésta era una manera de hacer regresar el mal al lugar de donde había salido", dice ella. Una especie de boomerang devuelto por la mano del poderoso Exú. Pero las tremebundas revelaciones de la primera dama no paran allí. Collor, siempre vestido de blanco, también sacrificaba cerdos, vacas, bueyes y gallinas a medianoche en los cementerios, en rituales en los que el derramamiento de sangre sobre las tumbas es grato a Exú.
La denunciante confiesa haber participado en algunos de esos ritos, aunque ahora lo dice de manera contrita, pues se ha convertido en fiel practicante de la religión evangélica; y sorpresa, la hechicera María Cecilia, antes ministra del diablo, es ahora pastora de la misma iglesia evangélica, de las muchas que abundan en Brasil.
La primera dama ha dicho que teme aún a los poderes de su antiguo marido, lo que ella llama "la maldición de Collor", quien la habría amenazado de muerte. Promete un libro de pronta aparición en el que ofrecerá más detalles acerca de la magia negra presidencial. Hay que esperarlo.

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8 de agosto de 2012
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La significación de “fin de los tiempos”

Decía que en esos inviernos de Silesia y Friburg  en el que  la reflexión de un filósofo y la meditación de un músico parecen hacerse guiños  hacía ya decenios que se había iniciado  un proceso que conduce efectivamente al fin de un tiempo. En la terminología convencional de los estudiosos de Heidegger se trataría del fin de la metafísica, entendiendo  por metafísica una larga etapa del pensamiento caracterizada según Heidegger por la reducción del problema de la verdad al problema del conocimiento, la erección de los instrumentos de control de la naturaleza (es decir, la ciencia y su correlato en  la técnica) en paradigma de la actividad del espíritu,  una concepción del lazo entre el hombre y el mundo marcada por la idea de objetividad,  el oscurecimiento del mundo mismo y con ello la  imposibilidad de una comunidad  en el sentido cabal de "ser en el mundo originalmente existente" (die Möglichkeit des Miteinander im  Sinne  des ursprünglich existententen In-der-Welt-seins,  parágrafo 23 ), y sobre todo, a la vez como matriz y expresión de todo ello, el desaparecer (verschwinden) del ser "en objetualidad y la seguridad y el aseguramiento de lo constante (in der Gegenständlichkeit und Sicherheit und der Bestandsicherung Parágrafo 22, proposición 6)" así como el olvido del mismo.

Lo que se estaría acabando es, en suma, aquello que constituiría el "círculo de la técnica" que, incluyendo asimismo a la ciencia (parágrafo 22 proposición 10), determinaría la sustitución del mundo originario por los lazos de subjetividad-objetividad y su tremendos corolarios,  tanto en la relación con el entorno natural como en las relaciones de los hombres entre sí. Pues, "una vez que el ser ha quedado olvidado, el paroxismo y el arrebato del hombre ya pueden comenzar (Der seinsvergessene Taumel und Aufruhr des  Menschen kann beginnen parágrafo 22)"

Paroxismo y arrebato vinculados por Heidegger a la primacía de la subjetividad y a la tendencia en el mundo a considerar todas las cosas como propias de la humanidad. Y así, en un mundo des-mundanizado, solo contaría " la mera cría del hombre y la elaboración y asimilación de la
tierra; el consumo y el gasto como fundamento de la institución y organización incondicional de lo objetual (parágrafo 21 titulado como  "Abandono del ser y visión del mundo  Seinsverlassenheit und Welanschauung").

Estos textos han dado lugar a comentarios discordantes,  incluso en el registro político. Ha habido una lectura que ve en ellos una invitación a elucidar la génesis de la reducción de la naturaleza y la erección de sus frutos  en fetiches, tan sólo aptos para la insaciable carencia  de un ser humano desarraigado del mundo primigenio, un mundo en el que la comunidad en el sentido verídico de la palabra  era posible; se trataría de pensar las raíces de aquello que habría conducido a nuestra civilización al nihilismo, sentando así los cimientos de una nueva etapa.

Esta lectura positiva se vería ciertamente reconfortada si este discurso sobre lo que sería urgente pensar con decisión,  no se hubiera hecho desde la universidad de un país embarcado en un feroz proyecto de aniquilación de las condiciones de posibilidad del pensar mismo, y si el protagonista no hubiera pronunciado unos años atrás y en calidad de rector de esa misma universidad de Friburg  un célebre discurso que mostraba signos inequívocos de connivencia con los aspectos meramente ideológicos del régimen que imponía tal proyecto.

Pero, indicaba Hegel, el órgano de la fertilidad y la  procreación se revela también ser...el órgano de la orina. La "ternura común por las cosas" característica de la disposición  de aquellos que aspiran a un mundo dónde la negatividad  y la quiebra estén ausentes, un mundo donde la serenidad no sea superación de la yaga, donde la conciliación no sea  re-conciliación, tal disposición de ánimo lo único que consigue es que la contradicción a la que el sujeto evita confrontarse y hasta reconocer se filtre por entero en su espíritu, reduciendo su entera subjetividad y convirtiéndola en pasivo juguete.

Mas ese pensamiento de Hegel supone asimismo que la recíproca es cierta, que tras el pensamiento perezoso y obediente puede darse un rescoldo de espíritu que tiende a la veracidad y a la libertad. Y así, al igual que tras las notas   del Cuarteto para el fin de los tiempos ( objetivamente subversivas tanto en el registro político como en el creativo) se  encuentra la subjetividad de un Olivier Messiaen,  no ya esperanzado por el discurso evangélico
sino confiado en aquellos que desde la Cúpula Vaticana instrumentalizaban tal discurso,  haciéndolo compatible con los compromisos políticos más abyectos...el cuando menos equívoco discurso de Martin Heidegger en relación a existencia de jerarquías entre lenguas (llegó  a sugerir que no todas son aptas- o al menos aptas por igual- para la expresión de determinaciones conceptuales) y entre los pueblos que son simiente para la  perseverancia y fertilidad  de las mismas, no es óbice para que en los escritos de esos años negros haya páginas de encomiable veracidad, sobre todo en relación a la puesta sobre el tapete de interrogaciones claves...aunque  no tanto quizás   en los meros esbozos de tangencial respuesta a las mismas.

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7 de agosto de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cabinas libros.- El proyecto del arquitecto norteamericano John…

Cabinas libros.- El proyecto del arquitecto norteamericano John Locke convierte las cabinas telefónicas, cada vez más inútiles con tantos celulares (salvo en las películas policiales gringas), en bibliotecas urbanas. Lo cierto es que tras la instalación, en el primer intento Dub 001 en apenas 6 horas desaparecieron todos los libros y en 10 días, las repisas. Para el segundo intento, Dub 002, escogió una cabina cercana a una parada de metro en Broadway y en el lomo de cada libro colocó un logo que afortunadamente hasta ahora se mantiene en pie. Pueden encontrarla en 96th Street and Amsterdam Avenue. Su proyecto se titula ?Urban Bettermen Project?   Y aquí otros proyectos similares en Inglaterra y Brasil. 



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7 de agosto de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cabot Wright vuelve a las andadas

Dentro de esa interminable lista de lecturas para el verano que por estas fechas acaba apoderándose de cualquier rincón de difusión literaria, toca ahora hacer el enésimo esfuerzo por rescatar a James Purdy, un escritor norteamericano cuyo nombre siempre  sugiere expresiones tales como "maldito", "incomprendido" o "injustamente olvidado".

Cierto que Purdy es un caso curioso, toda vez que desde sus inicios ejerció una gran fascinación en ese tipo de gente actualmente conocida como "creadora de opinión", notablemente Gore vidal, Edward Albee, Angus Wilson o Edith Sitwell. En el caso de ésta hubo que desenredar un equívoco inicial porque al leer una colección de relatos titulada Don't Call Me by My Right Name and Other Stories, la gran dama de las letras británicas se lanzó a difundir entre sus influyentes amistades la buena nueva de la aparición de un escritor llamado a "ser el más grande de la literatura actual". El equívoco se debió a que ella, al terminar de leer esos relatos recibidos por iniciativa del editor, pensó que el autor era negro. Cincuenta libros después (sumando novelas (20), recopilaciones de cuentos, piezas teatrales y demás) James Purdy seguía recibiendo reconocimiento e indiferencia a dosis iguales.

Otra de las razones para su estatuto de "maldito" hay que buscarla en un sentido del humor muy especial y que le llevó, en plenos años sesenta y setenta del pasado siglo, a abordar la temática homosexual fuera del paraguas protector del lobby  que entonces estaba surgiendo con fuerza y que defendía con agresividad a aquellos de los suyos que se atrevían a dar el paso y la cara y proclamar abiertamente sus preferencias sexuales. Pero incluso en ese tipo de movimientos sociales  hay unas reglas de juego muy claras y el recientemente fallecido Gore Vidal es un ejemplo muy claro del hombre que conoce bien dichas reglas y no osa traspasarlas. Cosa que no le ocurría a Purdy. A éste le gustaba jugar con fuego y Cabot Wright vuelve a las andadas es un claro ejemplo de ello. Cabot Wright no es un homosexual más o menos heterodoxo sino un violador que confiesa haber reincidido un mínimo de 300 veces.  La provocación, la llamada al rayo exterminador de la justa ira feminista, es que James Purdy no condena al violador a las más horribles penas de la perversión ni lo presenta como escoria social esclavizada por sus bajas pasiones. Tampoco es que pretenda buscar la complicidad del lector describiéndolo como un tipo simpático y sin culpa alguna. No, pero casi. Y aquí sale de nuevo el curioso sentido del humor de Purdy y su afición a jugar con fuego.

La trama es un bien trabado disparate en el que dos matrimonios de Chicago y un gran editor neoyorquino se apoyan y estimulan mutuamente para escribir un gran libro sobre el antiguo violador que, al parecer, al salir de la cárcel se ha instalado en Brooklyn. Con un cierto exceso de lentitud, pero con toda pericia, James Purdy va trenzando una historia plagada de equívocos y ambigüedades y dentro de la cual los personajes van descubriendo que nada de lo que hacen responde a la apariencia primera.  En cierto modo, todos están cumpliendo el deseo de otro: la esposa que parece estar animando al esposo a que haga algo con su vida pero que luego aprovecha el vacío conyugal para echarse un robusto amante negro; la amiga que sugiere la idea de mandar al marido de la otra a Brooklyn pero que luego aprovecha sus contactos con un gran editor neoyorquino para apoderarse del proyecto;  el gran editor neoyorquino que al principio se presenta en toda su magnificencia y no tarda en confesar que se le han acabado las ideas e iniciativas y se aferra al libro sobre el violador como si fuera su última oportunidad (cosa que se cumple). Y el violador mismo, un hombre al que los años de cárcel lo han dejado sordo y que encima ha perdido la memoria. Recibe con alborozo la aparición de los matrimonios y el gran editor porque está convencido de que el libro que unos u otros escribirán le permitirá recuperar la memoria y saber quién es o qué hizo.  Todo ello, como digo, bien trabado y dosificado. No es una novela de fácil lectura, pero la fina ironía de James Purdy es un aliciente más.

Cabot Wright vuelve a las andadas

James Purdy

Editorial Escalera



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6 de agosto de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cenicienta S&M

-Tienes que leerlo -le dice la chica en la fila del cine a su amiga-. Hay cosas que nunca imaginé.

            -Tienes que leerlo -le dice la joven madre a su marido mientras atraviesan el Adriático-. Es súper sexy.

            -Tienen que leerlo -le dice la abuela a sus amigas en su círculo de lectura de los miércoles.

            Cada cierto tiempo, por razones que escapan a cualquier previsión -y a los gurús de la mercadotecnia-, un libro consigue abrirse paso entre los lectores, de mano en mano y de boca en boca, hasta convertirse en una epidemia que llega a infectar millones de cerebros a la vez. El fenómeno sigue el mismo patrón: una obra atrapa a unos cuantos aficionados, los cuales la recomiendan a sus conocidos, y éstos a otros, hasta alcanzar una masa crítica que por fin despereza a sus editores. Cuando éstos constatan el crecimiento canceroso de su criatura, una repentina inyección de publicidad puede transformar un éxito local en un best-seller global. Así ocurrió con Harry Potter, con El código Da Vinci, con La sombra del viento, con la trilogía de Stieg Larsson y ahora con Cincuenta sombras de Gray y sus secuelas, de E. L. James, el pseudónimo de una antigua ejecutiva de la televisión británica que en las últimas semanas ha vendido más de 15 millones de ejemplares. Con una diferencia: el libro primero fue autoeditado en versión electrónica y sólo después apareció en papel.

            En esta ocasión no nos hallamos frente a una epopeya juvenil, ni un thriller eclesiástico, ni una aventura libresca, sino una novela porno-romántica (o romántica-porno). En una era en que las escenas de sexo se encuentran por doquier, nadie anticipaba que una historia de amor y sadomasoquismo (o de sadomasoquismo y amor) pudiese interesar a nadie, y menos a las desprejuiciadas mujeres burguesas de Gran Bretaña y Estados Unidos. Ante la magnitud del torbellino -eriza la piel que 15 millones de personas estén leyendo las mismas frases-, los analistas no han tardado en pronunciarse. Para numerosas feministas, el éxito de las Sombras sugiere un retroceso: mujeres liberales que necesitan fantasear con la dominación. Para los críticos literarios, se trata de una engañifa debido a su estilo descuidado, sus personajes estereotípicos y sus diálogos risibles (aunque hace mucho que nadie hace caso a los críticos literarios). Y para los lectores comunes, o al menos para quienes califican los libros en Amazon, hay una clara división de opiniones: 3900 reseñas le otorgan cinco estrellas, frente a 3100 que le conceden apenas una.

            La trama central de la trilogía no sorprende, en efecto, por su audacia: una joven y guapa estudiante de literatura (virgen) se topa con un joven y guapo multimillonario (S&M) que no duda en iniciarla en las prácticas de la sumisión sexual: un relato repetido en cientos de novelas románticas y libertinas. ¿Dónde se halla la originalidad? Acaso en la mezcla de los dos géneros, como si las Cincuenta sombras buscasen ser un híbrido entre la Juliette del Marqués de Sade y una novela de Danielle Steel. Mientras Gray se esfuerza en "educar" a su pupila en las delicias del látigo y su "cuarto rojo del dolor" (y le regala coches último modelo, primeras ediciones de clásicos literarios e incluso una editorial), Anastasia nunca pierde su naturaleza romántica: aunque Gray la azote y la amarre, ella no descansará hasta "domarlo" a él y convertirlo, muy a su pesar, en un enamorado común.

            La mezcla de géneros parece garantía de éxito: si Harry Potter oscila entre la novela gótica y la novela de formación, El código Da Vinci, entre el thriller y la historia sacra o La sombra del viento entre la erudición y la aventura, las Cincuenta sombras se balancean entre el romance y la pornografía. Y acaso lo peor sea que, al final, triunfa el primero: por más que Gray abuse de Anastasia, obligándola a firmar un contrato -procedimiento robado a La venus de las pieles de Sacher-Masoch-, será ésta quien al final dulcifique a su Barbazul o su Bestia, como si las 1500 páginas de la trilogía fuesen un maratón de foreplay que termina con un matrimonio en el que, más allá de sus gustos "excéntricos", sus protagonistas "vivieron felices y comieron perdices".

            Quien busque una obra más ambiciosa y arriesgada sobre el tema, podría desempolvar la Historia de O, de Pauline Réage (pseudónimo de Anne Desclos), pensada como un regalo para su amante, el editor Jean Paulhan, el cual escribiría el prólogo para la edición de 1954. Desclos también era una mujer moderna y liberada que soñaba con escenas de sumisión sólo que, a diferencia de su desvaída émula británica, llevó su fantasía hasta las últimas consecuencias, trastocando los roles sexuales de su tiempo y atreviéndose a exhibir, sin tapujos, su vocación de esclava. Por desgracia, nuestra infantilizada sociedad contemporánea continúa decantándose por inocuas historias de amor romántico... aunque sus páginas estén llenas de latigazos, fisting y bondage

 

twitter: @jvolpi

 

 



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6 de agosto de 2012
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