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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cuando Europa tenía política exterior

Es ya un tópico aceptado con resignación que la Unión Europea no tiene política exterior. Son una vulgaridad los sarcasmos sobre lady Ashton, la vicepresidenta de la Comisión y alta representante de la Política Exterior, a la que se le ha encargado pilotar un barco sin rumbo, sin velas y quizás sin casco, es decir, un artefacto que ni siquiera sirve para navegar. Desde julio de 2010 comanda un formidable Servicio Europeo de Acción Exterior, con 3.000 diplomáticos de altísimo nivel profesional, que no tiene realmente a quien servir, porque le falta la unidad y la voluntad políticas que conforman una identidad y una personalidad internacionales.

Todos los países que cuentan saben que en política exterior hay que tratar con los grandes socios europeos uno a uno, mantener unas relaciones prudentes y discretas con los medianos y pequeños, y solo atender a las instituciones europeas en las escasas cuestiones donde la Comisión todavía aguanta el tipo, como es la política de competencia. Lo saben en todas las cancillerías no europeas: las paces y los acuerdos mejor por separado, porque siempre hay otro europeo para la factura. Lo saben en Washington, lo saben en Pekín y donde más lo saben es en Jerusalén, que no es la capital internacionalmente reconocida de Israel, pero es donde está su Gobierno. Hoy habrá ocasión de contemplar, una vez más, el espectáculo de la Europa evanescente, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas apruebe la petición que presentará el presidente de la Autoridad Palestina para que el plenario de la primera institución internacional reconozca a Palestina como Estado observador, aunque no miembro. Han fracasado, como se esperaba, todos los intentos de fraguar una posición común, que debía contar con el voto de todos y cada uno de los 27 socios de la UE, y de ahí que haya empezado el desfile de los Gobiernos que han decidido tirar por el camino de en medio.

Ahora parece algo normal. La pelea europea por el dinero es tan cotidiana, los agravios y descalificaciones mutuas tan habituales y la desafección por el proyecto común tan extendida como para olvidar que las cosas no han sido siempre igual. La verdad brutal que hay que restregar en el rostro de los actuales responsables políticos es que los europeos teníamos política exterior cuando no existía política exterior. A la que hay que añadir otra todavía más cruel: lo poco que se haya podido avanzar en el camino de la paz entre israelíes y palestinos se debe a las decisiones y resoluciones que se tomaron cuando los europeos teníamos sin apenas saberlo una personalidad y una política exteriores.

La prueba de cargo contra el vacío de hoy es la Declaración de Venecia, un documento de junio de 1980, en respuesta a los Acuerdos de Camp David y a la firma del Tratado de Paz entre Egipto e Israel, en el que los jefes de Estado y de Gobierno de los nueve países miembros de la Comunidad Europa, ahora UE, se comprometían a una jugar ?un papel especial? en la obtención de la paz en la región; reconocían el derecho de los palestinos a la autodeterminación; prefiguraban ya los dos Estados, el actual Israel y otro para los palestinos, conviviendo en paz y seguridad y reconocidos por todos; y propugnaban el camino de las negociaciones entre las dos partes. Ya en aquel lejano entonces, los Nueve condenaban la política de asentamientos, que calificaban de ?serio obstáculo para el proceso de paz? y rechazaban el cambio unilateral del estatuto de Jerusalén. Y todo por unanimidad. Sin veto alguno.

Solo cuatro de los nueve firmantes de la declaración de entonces tenían asegurado el voto afirmativo para Palestina ayer por la mañana: Francia, Dinamarca, Luxemburgo e Irlanda. Era casi seguro que Bélgica terminaría decantándose en favor. Reino Unido con sus condiciones, Alemania con sus dudas y cavilaciones y Países Bajos e Italia con su negativa terminan de componer el cuadro de la desunión europea solo respecto a la época en que Europa tenía una política exterior.

Es una excelente noticia que España haya salido de dudas y finalmente encabezara la definición de lo que será la posición mayoritaria europea. Ya que desgraciadamente no hay una política exterior europea, es bueno que los intereses españoles coincidan con la posición mayoritaria. Y lo es más todavía cuando observamos cómo evoluciona el mundo. La votación de hoy será una demostración de debilidad y de ausencia de la UE como tal de la escena internacional en el momento en que se produce la irrupción de los emergentes, en los que la causa palestina tiene su mejor apoyo. La idea de un Estado palestino, tan imposible y utópica como se quiera, está cargada de futuro si observamos dos cosas muy sencillas y que son los raíles sobre los que transcurre la historia: la demografía de la región y el mapa geopolítico del mundo.



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28 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La magia del color azul

De la misma manera que es prácticamente imposible encontrar a un ser humano que no le guste el chocolate, es casi inconcebible un hombre o una mujer a quien no interesen los colores.

Con esta base tan fecunda, la edición semanal de The New York Times que publicaba EL PAÍS el jueves destinaba dos tercios de la página a lo que titulaba La naturaleza inquebrantable del azul en la naturaleza. El título es grandilocuente, pero el azul no es una cuestión menor. Esta crisis sería azul por falta de fluido sanguíneo, por el concurso de todas las hemorragias financieras que han promovido el desfallecimiento o la recesión. Género blue en evocación a la música doliente y la melancolía del desvanecimiento o la desaparición.

En realidad todo el espacio es azul. El cielo es azul, el mar es azul, el planeta es azul. Pero es azul, precisamente, durante el bienestar o la paz (la ONU es azul) por acumulación del vacío sereno. Mientras el rojo es "encarnado" y pugnaz, el azul tiende a la disolución del color. Nunca llega a perderse del todo, pero puede rozar la línea de lo muy distante. The New York Times citaba al pintor fauvista Raoul Dufi para mostrar su idea de que por mucho que se oscureciera o aclarara el azul nunca dejaba de ser azulado. Con el rojo sombrío podía caerse en el marrón y con el rojo blanco se llega inevitablemente al rosa.

El "azul muy oscuro, casi negro" ilustra la idea de que tanto negro como azul han significado lo mismo para algunas tribus que leíamos en La rama dorada, de Fraser (1854-1941), cuando éramos tan acalorados estudiantes. El negro y el azul oscuro se daban la mano en los duelos, están unidos al luto. Y ahora, Alberto Corazón tiene en Madrid una exposición (Galería Capa), alusiva a la muerte (¡cómo no!) que lo rubrica.

Pero el negro / negro siempre será algo sin igual. A diferencia del negro, el azul escapa de las manos con tanta velocidad y facilidad que llega a ser el mismísimo horizonte. El azul como el verde, escribía Oscar Spengler, son colores fríos que anulan el bulto de los cuerpos y provocan impresión de infinito o de lejanía.

Esta sería la razón de que Polignoto, por ejemplo, los evitara en sus frescos y que, en cambio, con la pintura al óleo, en la pintura de perspectiva, sean elementos creadores de espacio liberado, desde los venecianos hasta el siglo XIX.

Actúan estos tonos de azul no como primeros actores del cuadro, sino como un aroma de sustentación basal, un basso continuo en el mágico universo paralelo de la música coetánea.

Continuo y bajo de sonoridad pero muy apto, precisamente para degustar. Aunque también en esa degustación azulada (como sucede con los diazepanes y píldoras que inducen al sueño) se incluya la inconsciencia. Los franceses dicen que lo ven todo azul je n'y vois que du bleu cuando quieren expresar que no ven nada y, en alemán, ich bin blau es igual a haber perdido la conciencia por efecto del alcohol.

El alcohol, a su vez, se quema en azules, como la economía arde en una pálida y gigantesca hoguera de seres humanos sin explicación ni voz. Estrangulados por una fatalidad que ni siquiera se expresa concretamente. Porque el azul, bendito o maldito, siempre está ahí. Rodea al mundo como una formidable máscara, se comporta como una mirada absoluta (la mirada policial con uniformes azules) y se complace en sí "como una [temible o inocente] nada encantadora", decía Goethe.

El recién nacido fue tradicionalmente vestido de azul pálido si era varón y de rosa si era niña. Son el azul pálido y el rojo pálido cromos mezclados con el blanco común de la leche materna. En esta fase primera, hay concordia y sonrisa entre los dos colores a través del tono.

La vida atruena, sin embargo, cuando el rojo de los cañones y la sangre, junto al azul cianótico de la muerte, la pobreza y el desahucio, se juntan en el violeta del viático. Es decir, las ropas litúrgicas de la extremaunción y el cura que, con otros óleos -ahora sagrados-, se nos aparece por la puerta.

 



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28 de noviembre de 2012
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3. Ah, recuerda…que es falso

No conozco entre esa multitud de documentos adquiridos por la Universidad de Arizona a un vendedor que permanece en las sombras, más que aquellos que el profesor Acereda revela en su ensayo, pero él mismo advierte que "los manuscritos están en buen estado en su práctica totalidad, gracias al uso de papel grueso y de calidad, perfectamente legibles y con una notable ausencia de tachaduras, correcciones y enmiendas". Es decir, la obra de un falsificador sin imaginación, que busca imitar la caligrafía de Darío, de sobra conocida, pero no advierte que entonces, cuando se usaba tintero, plumilla de acero y secante, no se podía escribir sin borrones ni tachaduras, sobre todo cartas, y más que eso, que la letra cambiante de una persona responde siempre a los estados de ánimo, angustias, de las que Darío vivía lleno, entre ellas su siempre calamitosa condición económica, y la hiperestesia provocada por su tendencia al alcoholismo.
La joya más vistosa, entre las cartas reveladas, es la que Darío dirige a Nervo desde Nueva York, el 12 de enero de 1915, un año antes de su muerte en Nicaragua, escrita en papel con membrete del Hotel Astor, y allí le dice: "Te escribo estas cuantas líneas, seguro de que al recibo de estas mías te encuentres lleno de alegría y felicidad, de salud y bienestar: confiado en que hayas recibido el poema que recientemente, con fecha de Barcelona, Septiembre del año pasado te lo hice y dedicado como muestra de mi gran amor hacia ti, el cual titule´ "Ah! Recuerda!", como tributo al sentimiento y gran amor y pasión que nos une..." Otra vez el idioma destrozado bajo la firma, dichosamente falsa, de Darío.

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28 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El traductor.- El día de hoy se presenta la reedición, o rescate…

El traductor.- El día de hoy se presenta la reedición, o rescate sería más apropiado decir, de la novela El traductor de Salvador Benesdra, gracias a la editorial Eterna Cadencia. Recomiendo mucho leer este artículo en el blog de Eterna Cadencia, titulado ?El traductor Arltiano?, donde los escritores y críticos argentinos Alejandro Rubio, Daniel García Helder, Nora Avaro, Aníbal Jarkowski y Sergio Di Nucci hablan de El traductor, de Salvador Benesdra y el hallazgo sensacional de este escritor de culto.

?El traductor ?dice Alejandro Rubio?, es el intento de novela realista más ambicioso y al mismo tiempo más monstruoso de la década del 90. Tiene muchos detalles criticables, pero su empuje inventivo se lleva por delante todas las reservas. Crítica mordaz a la izquierda argentina, sondeo de las profundidades de un alma progresista, novela de amor loco, prosa geopolítica ligera, El traductor es tan multiforme y resbaladizo como su tema, la década del 90 en Buenos Aires y su coctelera de identidades.



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27 de noviembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La responsabilidad, declinada por Artur Mas

Hay un lector al que no les gusta que escriba sobre Cataluña en este blog. Debe haber muchos más. Les entiendo perfectamente porque yo mismo prefiero escribir de temas internacionales. E, incluso, cuando no tengo más remedio que escribir sobre política catalana me gusta buscar el ángulo más distanciado y global posible, es decir, su encuadramiento en el escenario internacional. Las actuales circunstancias me obligarán, al menos durante una temporada, a seguir ocupándome de Cataluña, por lo que ya advierto a los lectores descontentos que no tendrán más remedio que ausentarse de este blog en caso de que les siga disgustando.

Hoy lo hago para comentar la palabra de moda en Barcelona en las horas posteriores al batacazo. La pronunció Artur Mas en su conferencia de prensa del lunes, en apelación a las fuerzas que pueden apoyarle para la investidura. Corresponsabilidad es la palabra en cuestión. La explicó así: ?Asumo mi responsabilidad de forma parcial, pero no total; otras formaciones tendrán que asumir la parte de responsabilidad de gobierno que han querido los ciudadanos?.

Los más biempensantes aseguran que la transición nacional que Artur Mas imaginó requerirá ahora liderazgos compartidos, algo que es una contradicción en sus propios términos, o como está de moda, un oxímoron. Y un amigo soberanista me susurra otra palabra, que he utilizado en mi artículo de ayer sobre Mas: generosidad. No habrá salida del embrollo que él mismo ha creado sin generosidad.El problema es que la generosidad de Mas empieza por los otros. Seamos generosos, dice. Pero es Oriol Junqueras quien deberá renunciar a sus denuncias de la corrupción y a sus pretensiones de terminar con los recortes sociales para salvar la transición nacional. La presión por este lado puede ser seria, porque el chantaje moral de Mas sobre los tres partidos que le pueden dar la investidura ya está preparado y pronto servido. Si no hay un gobierno estable será culpa de los tres, empezando por el PP, siguiendo por el PSC y terminando por ERC. Y si no hay proceso soberanista, será culpa de ERC. Allá con su conciencia esos independentistas que sacrifican al patria por sus ideas sociales.

La explicación es muy sencilla. El pueblo siempre es el que decide. Cuando sigue a quien le conduce, su decisión es buena. Pero cuando no lo hace, entonces son los otros los que deben obedecer al pueblo mientras el guía se lava las manos. De ahí que Junqueras, Navarro y Sánchez Camacho deben ponerse a las órdenes del pueblo para que Artur Mas tenga las manos libres para aplicar su programa.

Artur Mas no es tan ingenuo como para decir que el pueblo se ha equivocado. Pero se deduce claramente de sus palabras y de las de sus partidarios, porque mantiene inalterable el programa que le condujo a la disolución y al desastre y asegura que lo llevará a término aunque no tenga la mayoría indestructible que necesitaba. Sobre eso no exige ni pide responsabilidades. Si el pueblo le hubiera dado la mayoría que pedía, ahora no tendría tantas complicaciones. De manera que ya saben los tres segundones del parlamento catalán: manos a la obra a las órdenes del jefe.

Las cosas deberían ser de otra forma. Generosidad, claro que sí. Mucha generosidad, pero empezando en casa. CiU debe renunciar a su hoja de ruta porque no tiene la mayoría que pedía. Debe estar dispuesta también a negociar y equilibrar los recortes sociales, porque así lo pide el electorado, sin renunciar, por supuesto, a la austeridad extrema a que estamos obligados. Debe abrir las puertas a la transparencia y a las responsabilidades en el caso Palau, en el caso ITV y en los escándalos de la sanidad catalana, también por la misma regla democrática. Si hace todo esto, seguro que es más fácil formar gobierno. Y si no es bastante, CiU debe estar dispuesta a poner la cabeza de su líder desautorizado sobre la mesa para facilitar la gobernabilidad. Declinar toda responsabilidad por sus decisiones como hace Artur Mas, para que caiga la responsabilidad entera en la cabeza de los otros cuando es toda suya, es un ejercicio de irresponsabilidad que le descalifica de nuevo en la etapa de formar nuevo gobierno después de que ha sido ya descalificado en las urnas.



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27 de noviembre de 2012
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El Boomeran(g)
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