Skip to main content
Category

Blogs de autor

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Juan Cárdenas y el pavor de la historia

            La estructura narrativa de las dos excelentes novelas del colombiano Juan Cárdenas, Zumbido (451 Editores, 2010) y Los estratos (Periférica, 2013), es relativamente similar: agobiado por una muerte en la familia o una crisis existencial de contornos imprecisos, el narrador, un hombre de la clase media-alta colombiana, abandona el espacio que le es más familiar y deambula por la ciudad hasta llegar a sus suburbios más pobres e incluso más allá (la selva). En esa deriva, el narrador "aprende" que cierto ordenamiento social, racial y de clase con el que contaba no existe más, y que un sector invade al otro y lo corroe desde dentro. Es el destino de la fracasada modernidad colombiana, parecen decirse estas novelas escritas en prosa evocativa, cargada de un enorme poder metafórico: la "fuerza invasora" no tiene "la vitalidad y el entusiasmo que se le supone a las empresas asociadas al progreso" (Zumbido); las cosas "pierden el aura... No hay objeto que resista esa cadena de corrosión, de gasto" (Los estratos). 

En las novelas de Cárdenas resuenan dos novelas latinoamericanas fundamentales: La vorágine (José Eustasio Rivera, 1924) y El astillero (Juan Carlos Onetti, 1961). La vorágine muestra, como en Los estratos, un viaje de la ciudad a la selva, una fuga de la sociedad conservadora que rige los destinos del país por parte de un protagonista "desequilibrado tan impulsivo como teatral", y es también una exploración de ese período traumático de la historia colombiana conocido como La violencia; pero, a pesar de que acabe en fracaso, el viaje del regionalismo, sin perder conciencia de la superioridad social desde donde se narra -la mirada del citadino de clase acomodada--, todavía sueña con encontrar la esencia de la nación más allá de la ciudad, mientras que en Cárdenas los narradores se hallan desde el principio a la deriva, ya derrotados, en un viaje iniciático casi sin querer, aunque incapaces de llegar a la esencia (siempre hay una capa más que los separa de ese nucleo duro quizás inexistente).

            En cuanto a Onetti, si El astillero es la gran novela del fracaso de los sueños de progreso en el continente, Cárdenas actualiza la metáfora en Los estratos, solo que en vez de proveernos de un solo espacio de condensación -el astillero abandonado de Petrus-, lo encuentra en cualquier lugar a donde se dirija la mirada del narrador: barrios al lado de manglares, terrenos baldíos llenos de "basura, pedazos de embarcaciones muertas, espinas y cabezas de pescado", parques industriales rodeados por vertederos donde se acumulan "montañas de desperdicios". El astillero ha tomado la ciudad, y no hay nobleza en ese fracaso.

            Tanto en Zumbido como en Los estratos el presente se halla sedimentado de los rastros graves de la historia, que aparecen sin cesar con su impactante carga de violencia. Hay algo inquietante en los encuentros de sus narradores con los distintos personajes secundarios, un momento en que lo familiar se desfamiliariza y se torna siniestro. Por poner un ejemplo: en Los estratos, un tío del narrador cuenta que militó a los quince años en el Partido Conservador, y un día relata su primera experiencia descuartizando a un hombre, y cómo después, "como era la costumbre, compusieron una especie de adorno floral con las partes, metiendo brazos y piernas en el agujero que había dejado la cabeza en el tronco". El hombre descuartizado se convierte en una "máquina" hecha de pedazos, y el tío comienza a escuchar un pitido que sale de esa máquina, un zumbido que nadie más escucha, "y yo quería saber qué decía, si era que decía algo. Pero con tanta carcajada no se podía oír nada y ésta es la hora que sigo preguntándome qué era esa cosa y qué era eso tan urgente que tenía que decirme".

            Las novelas de Cárdenas sugieren que a ratos sentimos que entendemos el pavor de la historia; que a ratos vislumbramos la clave de nuestra vida en un recuerdo de la infancia. Solo que esos ratos, al aguzar el oído, apenas escuchamos un zumbido.        

 

(La Tercera, 24 de marzo 2013)          



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
25 de marzo de 2013
Blogs de autor

Visitando a madame L?Oréal

El caso Bettencourt resucita. Entre la élite más refinada, la de paredes con Picasso, Van Gogh y De Chirico, bolsos Kelly y fulares estampados a mano, la anciana multimillonaria recibía por las tardes a tomar el té a sus ilustres invitados, pero acababa extendiendo cheques y ordenando movimientos en sus cuentas suizas. El viernes, la justicia imputó a Nicolas Sarkozy por abuso de debilidad de la dueña del grupo L’Oréal para obtener financiación para su partido. Pero -así es la ley, así es la vida- la acusación no radica en la financiación ilegal, que ya ha prescrito, sino en el aprovechamiento de la vulnerabilidad de una nonagenaria aquejada de una crisis de confianza entre su círculo más estrecho, y por una enfermedad neurológica degenerativa. La escena en los juzgados no tiene desperdicio: el expresidente de la República fue obligado a un careo con cuatro miembros del servicio de madame Bettencourt. Las cintas que conservaba el sagaz mayordomo que, mientras servía las tartalettes de chocolate de Ladurée, grababa las conversaciones, demostraron que Sarkozy no acudió una sola vez durante la campaña que lo llevó al Elíseo, sino que presuntamente era un visitante asiduo. El caso que ahora lo persigue se destapó cuando la primogénita de Lilliane acusó al amigo de su madre, François-Marie Banier, de extraviarle la voluntad y el patrimonio. “Yo no vivo desconfiando. Y regalo cosas a mis amigos, es mi elección”, aseguró la hija del panadero que inventó el primer tinte de pelo -nacido l’Auréale-. Lilliane se ha caracterizado por esa melancolía que siempre tiñe el rictus de las herederas, permeable ante un fotógrafo demi-mondain, listo, simpático y amigo de Paul Morand o Dalí. Tras retratar a Lilliane saltó la chispa: “Me hace reír”, confesó ella. 25 años no es nada, otra historia de joven homosexual abducido por una anciana poderosa, ¿o fue al revés? Tiene cierta tradición el amor mitómano de homosexuales más jóvenes que ellas, grandes damas: Elizabeth Taylor, Sara Montiel, Gina Lollobrigida… En La vie matérielle, Marguerite Duras escribía: “Me ha ocurrido esta historia a los sesenta y cinco años con Y. A., homosexual. Es sin duda lo más inesperado de esta última parte de mi vida, lo más terrorífico, lo más importante”. Entre ambos, 40 años de diferencia. Yann Andréa, su amante, marcó su etapa más biográfica, que los críticos denominaron “el ciclo Yann Andréa”. Cuando Duras murió, él engordó veinte kilos. A la admiración y el aprovechamiento a menudo los separa una delgada y ambigua frontera. Dicen, es un intercambio. Y lo más espectacular en la autoexculpación del ladrón de ancianas es que en verdad cree que lo esencial no es el dinero ni los privilegios que arranca, sino el hálito de vida que insufla. Qué penoso asunto el de las amistades interesadas que vulneran el acuerdo moral que debería de existir entre fuertes y débiles, jóvenes y ancianos. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
25 de marzo de 2013
Blogs de autor

Europa el paquidermo

En el año 1515 llegó desde la India un rinoceronte a Lisboa, donde estaba viviendo un amigo de Albrecht Dürer, que le contó el acontecimiento por carta. Y tan bien se lo describió, que el artista alemán grabó ese mismo año ‘Rhinocerus’, su famosa xilografía de ese animal hasta entonces desconocido en el Occidente, retratado, dijo el propio Durero, “en toda su complexión”. Alguna vez he visto en zoológicos, no siendo aficionado a la caza ni al safari de grandes mamíferos, uno de estos paquidermos tan poco parecidos, al contrario que el orangután o el pingüino, a los seres humanos. El rinoceronte, como su pariente sin cuernos el hipopótamo, son animales de belleza antediluviana, representantes de una zoología más onírica que consuetudinaria. Lo raro es que todavía existan en este mundo tan expeditivo.    Uno de sus encantos, exagerado de un modo pre-cubista por Durero, es su piel coriácea, casi una armadura compuesta de partes de distinto tamaño y textura; también se hace notar su andar parsimonioso. Por eso me acuerdo de ellos cada vez que Europa da un movimiento que nos afecta. Hemos creado en el laboratorio genético de la utopía una criatura prodigiosa de gran fantasía, pero el experimento ha fracasado, y seguramente ha llegado el momento de no prolongar más su existencia. El riesgo de que el animal inventado se revuelva contra sus creadores y los patee en una estampida general de la ciudadanía es demasiado grande.     Pensé en ello cuando Javier Solana, por quien siento, desde que fue el mejor ministro de Cultura que ha habido en nuestra democracia, aprecio, dijo una frase que quería ser constructiva. Solana le respondía a Elena Valenciano, compañera del PSOE, quien había manifestado días antes que “Europa no nos quiere, solo nos regaña”, a lo que el antiguo secretario general de la OTAN respondió: “Dejad de hablar de si Europa nos quiere o no, de si nos dicta o no… ¡Tenemos que quererla nosotros!”. Antes de que la Unión Europea dejara de ser un sueño para convertirse en pesadilla de muchos, nosotros la queríamos, y celebramos la promesa de que un gran volador de plumaje variado o una gacela adiestrada para las carreras de fondo nos iba a llevar por los aires del infinito, o al menos, todos juntos, hacia la meta de una maratón popular. No ha sido así. La Europa mercantil nos ahoga a la mayoría. La Europa jurisprudente nos vigila de un modo que sería aceptable si de esa vigilancia surgiera la salvación general, y no el ordenancismo dictado por los ‘happy few’ de un funcionariado hueco y costoso. La Europa del igualitario bienestar económico se disipa cada día más, si exceptuamos a los afortunados germanos, germanos ricos y poco hermanos de consanguinidad.     Ya sabíamos desde antes del estallido de la crisis bancaria y monetaria que Europa no servía para la política exterior, encomendada, por común consenso de cupos, a una oscura diplomática totalmente carente de la visión y el empuje que, por ejemplo, le dio al mapamundi Hillary Clinton. Las iniciativas de intervención armada tomadas en los graves conflictos africanos, tanto en el Maghreb como en el Sahel, lo fueron porque dos o tres países miembros, actuando al margen del ‘Consorcio Europa’, las sacaron adelante. Por no hablar del sangrante fracaso del largamente anunciado (y suponemos que costeado) sistema de detección de embarcaciones ilegales cargadas de subsaharianos y encaminadas a las costas del sur europeo. El sistema, según lo entendimos, estaba diseñado no para protegernos de unos inmigrantes desesperados sino para protegerles a ellos de la precariedad que les espera, del sufrimiento y, a menudo, de la muerte en el mar. Siguen llegando y siguen muriendo ahogados, y siguen hacinados por millares en playas del Atlántico y el Mediterráneo, a la espera de que los tratantes de una red criminal de explotación que no parece ser perseguida por ninguna autoridad competente se digne embarcarles a cambio de un dineral como carne de horca.   Y qué decir de una Comisión Europea en la que sigue al frente uno de los políticos más trapaceros, y de más turbio pasado, que hemos visto moverse en los escenarios del poder. ¿O es que se ha olvidado que Durao Barroso estuvo al lado de Bush, Blair y Aznar en la repulsiva foto de las Azores, en su calidad de anfitrión y cómplice de una de las grandes infamias de la historia reciente, la guerra de Irak? El mismo Durao Barroso que periódicamente propone para cargos de comisariado a fascistoides, a ver si cuelan. No coló en el año 2004 el integrista y acérrimo ‘berlusconiano’ Rocco Buttiglione, propuesto al frente de la Comisaría de Derechos Civiles, pero ha colado (las protestas quedaron amortiguadas por la magnitud de los otros frentes en crisis) el ‘halcón maltés’ Tonio Borg, nombrado a finales de 2012 Comisario de Sanidad, pese a su historial de antiabortista y homófobo furibundo. ¿No había en nómina alguien menos insano?   Hace un par de semanas, Javier Solana volvió a sacar de paseo su fe europeísta, esta vez por escrito en las páginas de opinión de El País (‘Europa y la modernización de España’). Pedía el estadista más “imaginación en la apuesta por la integración”, denunciando la “falsa y creciente sensación de que la Unión Europea actúa contra nosotros”. Yo no creo que ese artefacto engendrado con la mejor voluntad y la mayor esperanza actúe contra nosotros. Simplemente: no actúa, y, cuando lo hace, entreteniéndose en legalismos muchas veces irrelevantes. La criatura además, ha crecido con un gigantismo que, por bienintencionado que fuese en teoría, se demuestra impracticable, al convertirse en foco de nuevas desigualdades, apaños, egoísmos y sometimientos a un injusto orden mundial. No tengo, naturalmente, la solución de este monumental fracaso, y les imagino a ustedes, lectores, tanto los indignados como los resignados, igual de perplejos. Pero no me cabe duda de que la zoología fantástica, sobre la que Borges nos deleitó en uno de sus libros más ocurrentes, funciona infinitamente mejor como obra de ficción. La realidad del paquidermo europeo nos paraliza, nos desanima, nos hace andar hacia atrás, suscita odios raciales y furores nacionalistas, abocando quizá al bello animal a reunirse con los demás mamíferos amenazados en el parque de las ilusiones perdidas: un noble y muy antiguo continente convertido en reserva de especies moribundas. O disecadas.                                            ___________________        

Leer más
profile avatar
25 de marzo de 2013
Blogs de autor

Un tesoro perdido

La pérdida de cualquier memoria de la cultura deja un hueco de un tamaño que sólo el paso del tiempo vendrá a decirnos que es de verdad insondable. Destrucción de bibliotecas, quema de libros, desaparición de documentos, pinturas rasgadas a cuchilladas o desaparecidas en incendios, de eso nos acordamos siempre como golpes de los que la humanidad nunca se repone. Y ahora, destrucción de fotografías.
Hemos perdido un tesoro por la insidia de los irresponsables que destruyeron los miles de negativos que componían el archivo histórico de Daniel Mordzinski, un artista fundamental de nuestro tiempo que se ha pasado la vida haciendo que los escritores dejen las huella de sus figuras y de sus rostros en las poses, circunstancias y composiciones más singulares que nadie haya nunca imaginado. Todo un paisaje viviente de la literatura. Obras de arte que fueron enviadas a la nada.
No hay excusas suficientes para este acto, y sobre todo viniendo de la administración de un periódico como Le Monde que ha sido símbolo de la excelencia del periodismo. Es una historia de prestidigitación nefasta. Un armario sacado de una oficina, sin conocimiento ni consentimiento del dueño de ese tesoro vaciado y desaparecido, destruido. Tirado a la basura, triturado, quemado. Qué hoguera ésa de imágenes volviéndose cenizas.
A Daniel, nuestro fotógrafo imprescindible, el artista como pocos, los responsables de este atropello le deben más que una excusa. Nosotros, mientras tanto, quienes hemos comparecido delante de su cámara, le debemos solidaridad. Este es un duelo compartido. Y una protesta. Una condena.

Leer más
profile avatar
25 de marzo de 2013
Blogs de autor

Susan Orlean: encuentros sorprendentes con lo extraño y lo doméstico

No creo que haya un periodismo narrativo masculino y otro femenino. Pero muchos de los más talentosos e innovadores cronistas de la actual generación norteamericana son mujeres. Encuentro en ellas una mirada absolutamente personal, un fijarse en lo que otros no perciben, en escuchar hasta los más modestos murmullos, en percibir detalles secretos en las cosas, la gente y las historias, en contar con una mezcla atrapante de gracia y piedad.

¿Es una mirada femenina?

Yo siento que hay una mirada distinta a la mía, pero pero también tiene que ver con una forma personal de acercarse a la realidad. Eso lo encuentro en muchas páginas de periodistas norteamericanos actuales como Ted Conover o Charles Bowden. En definitiva, eso lo tiene que decidir cada lectora o cada lector.

Total, que hoy quiero hablarles de Susan Orlean.  

*          *          *

Hace una década, Susan Orlean publicó en el New Yorker un perfil de “El hombre americano a los 10 años”. Es un artículo delicioso. Se le podía haber ocurrido a cualquiera; pero se le ocurrió a ella.

Con un sentido muy acuciado de lo importante que es prestar atención a los detalles para entender los cambios generacionales, Orlean se lanza a pasar una temporada no en una guerra lejana ni con un grupo de fanáticos incomprensibles, sino con un niño de 10 años, de clase media relativamente acomodada, un niño relativamente interesado por el mundo, relativamente inteligente y sensible. Un representante de los niños de hoy, que navegan a través del bombardeo de imágenes y mensajes publicitarios, que viven las relaciones y las amistades con sus pares de forma muy distinta a la que solían sus padres, y que se comunican a través de la alta tecnología de una forma radicalmente nueva.

Colin Duffy, el niño en cuestión, invita a la periodista a entrar en su mundo, a jugar con él, a entender sus códigos. Y ella nos invita a nosotros, los lectores, de una manera tan clara y al mismo tiempo tan cargada de ironía y profundidad ligera que terminamos viendo el mundo como lo percibe la siguiente generación.

El hombre americano de 10 años ya es un clásico, sobre todo por la simplicidad clásica con que Orlean trata un tema nuevo. Así comienza:

“Si Colin Duffy y yo nos fuéramos a casar, deberíamos tener libretas de superhéroes que hagan juego. Usaríamos pantalones cortos, grandes tenis, camisetas amplias con los nombres de atletas famosos todos los días, incluso en invierno. Dormiríamos con la ropa del día puesta. Seríamos muy buenos jugando Nintendo Street Fighter II, pero Colin sería mejor. Haríamos los deberes, pero nunca sería muy difícil y siempre estaríamos acabando de hacerlos. Comeríamos pizza y golosinas en todas nuestras comidas. No tendríamos sexo, pero nos sentiríamos atraídos el uno al otro, y como por arte de magia, los bebés empezarían a aparecer en nuestra casa. Ganaríamos la lotería y compraríamos tierra en Wyoming, donde tendríamos toda clase de animales chulos”.

Y así hasta completar la primera página.  El truco es simple, tanto que es raro que no haya sido popular antes. Pero quienquiera que lo use ahora en un artículo de revista en Estados Unidos, sería una copia de Susan Orlean. El desplazamiento de los sueños, aspiraciones y forma de ver el mundo del personaje hacia el periodista provoca a la vez hilaridad, comprensión y una forma original de colocar al reportero en el centro de la acción.

Orlean pasó mucho tiempo e hizo muchas preguntas a Colin y a decenas de niños como él, obviamente, como para poder elaborar ese gran primer párrafo. A partir de allí, la escritura es algo más tradicional, y nos cuenta lo que hacen juntos, de qué hablan, cómo organiza su día y cómo ve su futuro. No hay nada de infantil, de búsqueda de un punto de vista aniñado en la prosa que usa la autora. Toma a Colin como un igual, y el resultado es a la vez divertidísimo y lleno de respeto.

*          *          *

En la gran Antología de perfiles de New Yorker, hay otra obra maestra de Orlean: Show Dog, un perro de campeonato de belleza. Y el comienzo es una variante del mismo juego:

“Si yo fuera una perra, estaría enamorada de Biff Tuesdale. Biff es perfecto. Es amistoso, guapo, rico, famoso y está en perfecta forma. Casi nunca babea. No le asusta el compromiso. Quiere tener hijos – en realidad tiene varios, y quiere muchos más. Trabaja duro y es un gran profesional, pero también sabe cómo divertirse”.

Susan Orlean, una mujer esbelta, de piel muy blanca y pelo castaño que suele llevar largo y revuelto, juega con su propia autoimágen, con el juego de la mujer que se describe a sí misma como objeto de deseo de otros y que imagina relaciones con desconocidos. Tal vez esta sea una forma femenina de acercarse a los personajes de sus textos periodísticos, ya sea un niño o un perro. Pero yo prefiero verlo como una forma muy particular de una escritora de no ficción sorprendente, que ya traspasó la frontera del conocimiento popular.

*          *          *

Buena parte de la fama de Orlean se la debe a su primera y brillante obra de no ficción, El ladrón de orquídeas, del que se hizo una película que no sigue la historia que cuenta el libro sino la investigación de la misma Orlean, representada por Meryl Streep. Con una perseverancia rayana en la obsesión, propia de todos los verdaderos periodistas literarios, Orlean se lanza a la caza de los buscadores de la orquídea perfecta. La delicadeza de esta flor única y su estética de formas y colores exagerados, que serían delirantes si no fuera que los creó la naturaleza, la llevan a seguir el camino de fanáticos orquidólogos.

El seguir a gente enamorada y obsesionada con su trabajo es una buena forma de interesar y atrapar al lector. Y en el mundo extrañísimo de las orquídeas, encuentra también Orlean, como en casi todos sus escritos, una forma de hablar de manera original de las pasiones, pulsiones y temores humanos.

*          *          *

La colección de retratos de Orlean se llama La matadora revisa su maquillaje, y la portada la muestra a ella misma en pose torera, arrastrando el capote y mirando sobre su hombro al lector, como si este – nosotros – fuera el toro. Su personaje es la torera Cristina Sánchez, mujer valiente, osada y vilipendiada en un mundo de hombres.

Entre otros, incluye los perfiles de la cantante Tiffany, de 14 años, que vendió cuatro millones de álbumes de su disco debut, junto con los de famosos y desconocidos, todos extraños y llamativos.

En todos encuentra maneras de hacernos sentir de que son tan raros como para pensemos en nosotros mismos en nuevos términos, y que son al mismo tiempo parecidos, que nos podemos identificar con ellos, incluso con el perro Biff. Lo extraño y lo cercano, el alejamiento y la identificación, y siempre el personaje de la periodista en un lugar original, inesperado. 

Leer más
profile avatar
24 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El mártir de la red

Al descubrir a su novio visiblemente abatido, Taren se apresuró a preguntarle si le ocurría algo. Aaron respondió: "Sigo con vida". Ella trató de animarlo y le aseguró que ganaría el juicio. "Será un gran año", insistió. Él se limitó a responderle: "no me mientas" y cambió la música que sonaba en su computadora por una canción titulada "Fond Farewell". Hacía semanas que él se hallaba en ese estado, incapaz de concentrarse en los proyectos que lo habían vuelto célebre en la blogosfera. Tras la confirmación de las acusaciones en su contra -y la traición de Quinn, su ex novia y antigua compañera de batallas- la depresión que siempre lo azotó se había vuelto más consistente y pegajosa. Tras una breve pelea, Taren decidió darse un baño; al salir encontró a Aaron ya vestido, con el abrigo puesto, y pensó que se disponía a acudir a la oficina. "No pienso ir", le aclaró él. Ella le propuso quedarse a su lado o dar un paseo. "No, ve tú, yo necesito estar solo". Taren accedió a marcharse a condición de que él le prometiese comer algo y no hacerse daño. Aaron accedió. Pero cuando Taren volvió al edificio por la tarde, descubrió su cuerpo colgado frente a la ventana.

            La muerte de Aaron Swartz, a los 26 años, no sólo fue lamentada por su familia -su padre llegó a afirmar que había sido asesinado por los fiscales que lo habían perseguido- sino por millones de cibernautas y activistas que lo consideraban un símbolo de la lucha por una sociedad del conocimiento abierta. Brillante y atribulado, a los 14 años ganó el premio ArsDigita, se sumó al grupo de trabajo que desarrolló el formato RSS y trabajó para el consorcio de la World Wide Web. Más adelante se incorporó a la Universidad de Stanford, que abandonó para fundar una start-up, Infogami, la cual terminaría fundiéndose con la red social Reddit, vendida luego a Condé Nast.

            Aaron no toleró la vida corporativa y, tras una nueva crisis, prefirió consagrarse a la causa de la libertad de información. Pronto se convirtió en uno de los principales adalides contra la Ley para Frenar la Piratería en Internet (SOPA), por considerarla un instrumento represivo del estado. Swartz estaba convencido de que en nuestras endebles democracias sólo unas cuantas personas -los más ricos- toman las decisiones cruciales, aunque a la vez se mostraba desencantado frente al alud de ONG's que perdían el tiempo en minucias sin transformar las políticas que dominan en el planeta.

            Esta lucha lo llevó, sin embargo, a acciones más concretas y más drásticas. En 2006 descargó y colgó de manera gratuita el catálogo bibliográfico de la Biblioteca del Congreso: como la información era pública, no tuvo sanción alguna. En 2008 descargó millones de documentos provenientes de las cortes federales; esta vez sí fue acusado, aunque al final no se presentaron cargos en su contra. Al mismo tiempo, escribió un Manifiesto Guerrillero para el Acceso Abierto, donde exigía que los ensayos académicos fuesen compartidos con todo el mundo. Y por fin, entre 2010 y 2011, descargó millones de documentos de JSTOR, la mayor base de artículos científicos de Estados Unidos.  

            Esta vez las autoridades no lo dejaron escapar y tanto JSTOR como el Instituto Tecnológico de Massachussets -cuya red había usado- presentaron una denuncia penal en su contra. El 6 de enero de 2011, Aaron fue arrestado en la Universidad de Harvard y en julio fue acusado de fraude cibernético y otros delitos por los que podría haber recibido una pena de hasta 35 años de cárcel. Semanas después los fiscales le ofrecieron un acuerdo extrajudicial: si aceptaba declararse culpable podría pasar sólo seis meses en prisión. Sin embargo, la perspectiva de convertirse en un criminal convicto era demasiado para él, sobre todo después de que  Quinn Norton, su novia de entonces, hubiese aceptado colaborar con las autoridades.

            Así llegamos al 11 de febrero de 2013, el día en que Aaron decidió colgarse de su cinturón. Aunque el gobierno estaba al tanto de su propensión al suicidio, insistió en juzgarlo a toda costa. Entretanto, millones de activistas lo veían como un héroe -y un mártir- de su causa. El celo con el cual fue perseguido por el Departamento de Justicia, con ayuda del MIT, refleja la misma visión proteccionista de los defensores de SOPA. Como escribió el propio Aaron en su Manifiesto: "La información es poder. Pero, como todo poder, hay unos cuantos que sólo lo quieren para sí mismos." En una mínima victoria póstuma, JSTOR decidió publicar gratuitamente cuatro millones de artículos académicos (con ciertas restricciones). Una pequeña conquista cuyo ejemplo tendría que ser seguido por miles de instituciones en todo el orbe. Más allá de la defensa a ultranza de los derechos de autor, la utopía de Swartz, y de millones de jóvenes como él, consiste en imaginar un mundo donde todas las personas, pobres y ricas, puedan disfrutar en igualdad de circunstancias de las conquistas intelectuales de la humanidad. 

 

Twitter: @jvolpi



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
24 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

También cambió a España

No hay disparo sin retroceso. La violencia puede terminar con la vida de quien la sufre, pero siempre modifica a quien la ejerce. También queda herida la mano que golpea. La guerra de Irak, como todas las guerras, ha cambiado a Estados Unidos. Y a cada uno de los aliados que participaron en aquella aventura, incluidos los más pequeños. Todo eso es parte de una muy vieja sabiduría, no siempre atendida, que aconseja mucha prudencia antes de tomar las armas, sobre todo si se trata de iniciar las hostilidades, de disparar primero, aun cuando sea con la excusa de evitar que dispare el otro.

Hace una década, cuando empezó la guerra, quien quiso saberlo ya lo sabía. Las armas de destrucción masiva eran una leyenda fabricada por quienes habían decidido de antemano terminar con Sadam Husein, ocupar Irak, transformar de arriba abajo Oriente Próximo y, ante todo, dar una soberbia lección a quienes habían osado atacar a Estados Unidos el 11-S o simpatizaron con el terrorismo. Los bombardeos sobre Afganistán en 2011 y 2012 fueron solo un aperitivo: en la noche de la conmoción y del pavor sobre Bagdad (shock and awe) anunciada por Bush se sintetiza la respuesta jupiterina de la superpotencia ofendida y airada.

Una vez ya estuvo en marcha, apenas importaron los motivos de la guerra preventiva y pudieron salir a la luz las enormes ventajas materiales que iban a obtenerse: el petróleo, el alivio para Israel, los negocios que iban a hacer los amigos (España entre ellos, según Jeb Bush). A diez años vista, podemos echar las cuentas de aquel cuento de la lechera: en pocas ocasiones una superpotencia se ha infligido a sí misma una derrota tan severa, en costes económicos y humanos, pero sobre todo en retroceso geopolítico en toda la región y en el mundo en el preciso momento del ascenso de los países emergentes, con China a la cabeza.

Con la guerra de Irak, José María Aznar rompió definitivamente el consenso en política exterior, identificado con un locoide ensueño de grandeza. Recordemos algunas de sus frases de justificación posterior: ?España está por fin donde tiene que estar, con las dos democracias más importantes, y se reconcilia con su naturaleza atlántica?; ?España estuvo en las Azores porque no pudo participar en el desembarco de Normandía, que es donde debíamos haber estado?; ?España asume sus responsabilidades, defiende unos valores universales como son la libertad, la democracia y el respeto a la ley, y cumple la que debe ser la ambición de todos los españoles: estar entre los grandes países del mundo?. Es evidente que la crisis actual, política y moral además de económica, es hija también del efecto de retroceso que produjo aquel disparo de Aznar tan desafortunado y del que debe todavía una explicación en forma a los españoles.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
23 de marzo de 2013
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.