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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bala de plata

El presidente se lleva el protagonismo y la responsabilidad. Su nombre es el que queda asociado a los éxitos o fracasos de la superpotencia. Aunque en muchos casos, como sucedió con George W. Bush, la decisión ni siquiera le pertenece. En otros, como está sucediendo con Barack Obama, aunque él mismo tome la decisión, al final ni su carácter ni su ideología consiguen doblegar los vectores de fuerzas que más determinan la política exterior y de seguridad de un país, como son los intereses, la correlación de fuerzas, y sobre todo la geopolítica.

No es la primera vez que sucede, pero la actual crisis siria nos ofrece de nuevo la oportunidad de observar cómo las continuidades de la política exterior de la superpotencia desbordan las diferencias entre demócratas y republicanos y terminan imponiéndose por encima de los programas e incluso de las personalidades políticas. Bush llegó a la Casa Blanca como alternativa a Clinton (no iba a practicar el nation building como en los Balcanes, por ejemplo) y Obama como alternativa a Bush (no iba a hacer guerras como la de Irak), y todos al final terminan haciendo cosas muy similares.

Todo lo que ha hecho Obama hasta ahora ante los dos años largos de guerra en Siria le ha debilitado. La idea de dirigir desde atrás, que le funcionó en Libia, no ha servido para nada en este caso, en que la revuelta democrática ha virado en guerra sectaria, suníes contra chiíes. Peor fue situar la línea roja sobre el uso de las armas químicas: aplazaba momentáneamente la necesidad de comprometerse, pero significaba citar a Bachar el Asad para que las traspasara cuando más le conviniera. Una vez utilizadas las armas químicas, la falta de una respuesta inmediata y fulminante, y esos días que siguen pasando sin que el crimen reciba su castigo, refuerzan la imagen de indecisión y debilidad.

El crimen es claro y admite poca discusión. Como máximo, algunas maniobras de distracción y cortinas de humo como las que ha lanzado Putin acerca de la autoría y responsabilidad por el uso de las ramas químicas. La gravedad de la actuación criminal del régimen de El Asad en la represión de las revueltas, convertidas muy pronto en guerra civil, tiene dimensiones y características de genocidio: 100.000 muertos, dos millones de refugiados en los países vecinos, cuatro millones de desplazados en el interior. El régimen ha cometido un acto de guerra repugnante contra la población civil, como es el uso de armas químicas en vulneración flagrante de la legislación internacional. De no mediar una reacción contundente y efectiva nada va a quedar de la responsabilidad de proteger, consagrada como principio por Naciones Unidas. A ello se suma el peligro de proliferación de armas de destrucción masiva, consecuente al almacenamiento y a la utilización impune de un arsenal de armas químicas, de la que tomarán debida nota otros regímenes del mismo cariz. Todo esto, que recoge el borrador de resolución presentado al Senado de Estados Unidos, se resume en el peligro que significa El Asad para la seguridad regional e internacional y en el daño inmenso para la comunidad internacional, Rusia incluida, que representa un precedente tan nefasto.

Ahora Obama no tiene más remedio que disparar y deberá hacerlo con la autorización del Congreso o sin ella, porque sabe que la peor de las salidas es seguir sin hacer nada. Sería como citar de nuevo al dictador sirio para que doblara de nuevo la apuesta y volviera a utilizar las armas químicas contra su propia población. Hasta que no lo haga, sigue abierto el interrogante sobre su autoridad y su fuerza. Y lo más grave es que, cuando lo haga, su autoridad y su fuerza dependerán de los efectos de la acción militar que emprenda.

Está la cuestión de la cobertura legal, insuficiente si solo la tiene del Congreso y falta la del Consejo de Seguridad, como se da ya por hecho. Pero todavía está la dificultad mayor de la eficacia de la acción que se emprenda. Este caso va más allá de la teoría del mal menor. Elegir el menor de dos males es relativamente sencillo en comparación con lo que debe hacer Obama. Su elección es entre una pasividad que le destruye ?a él como presidente y a EE UU como superpotencia con credibilidad internacional? y una acción de cuyos resultados nada sabe.

Obama se ha pedido a sí mismo una fórmula mágica: una acción limitada en el tiempo y adaptada a las circunstancias, sin poner pie a tierra, que dañe a El Asad con precisión diabólica, suficiente para castigarle y debilitarle pero no tanto como para darle el poder directamente a los grupos insurgentes incontrolados, Al Qaeda entre otros; es decir, con el resultado de debilitar al régimen y a sus alianzas sin liquidarlo, e incluso obligar a todas las partes, Rusia incluida, a sentarse en la mesa de negociación. Esa fórmula es una bala de plata para matar a un monstruo y no un acto de guerra del que solo se sabe cómo empieza y nada cómo sigue y sobre todo cómo termina.



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5 de septiembre de 2013
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Asuntos metafísicos 7 ( Revisión)

El soporte de la tesis que hace de la filosofía un universal antropológico

 Aunque con múltiples digresiones sobre muy diversos temas, la reflexión desde hace años realizada en este blog ha consistido fundamentalmente en explorar los caminos que abre cierta concepción antropológica que tiene sino arranque sí al menos cimiento firme en los trabajos de Aristóteles.
Ante la interrogación sobre la especificidad de la naturaleza humana, sobre las facultades que caracterizan al hombre como especie animal, y sobre las condiciones socio-económicas, políticas o educativas sin las cuales no hay posibilidad de que estas facultades se desplieguen, he glosado en múltiples ocasiones la tesis aristotélica de que el hombre es un animal marcado por un doble rasgo, de hecho indisociable: por un lado lo que Aristóteles denominaba "techne" (técnica a la vez que arte), una facultad que le permite completar lo proporcionado por la naturaleza con cosas que no hubieran podido resultar de una convergencia ciega de causas; cosas que, en ocasiones, ni siquiera responden a exigencias de conservación animal (frutos de la techne en el sentido de arte). Por otro lado, el hombre es asimismo un animal dotado de la facultad de efectuar razonamientos (logismois), facultad en la cual se halla intrínsecamente imbricado el lenguaje.
Esta doble capacidad marca la naturaleza del hombre, la cual entre otras cosas se reivindica como inclinación a lo que Aristóteles llama "eidenai", inclinación a activar la potencia de idear, la potencia de subsumir bajo conceptos. Dado el vínculo íntimo entre esta actividad y la condición lingüística, esta tendencia del hombre no está lejos de lo que el pensador Steven Pinker denomina "instinto de lenguaje". Si este instinto en pos de enriquecer aquello que le singulariza es de alguna manera debilitado, cabe entonces decir que el ser humano se haya mutilado en su esencia.
Por ello la defensa de la causa del hombre pasa en primer lugar por contribuir a socavar la arquitectura social que hace imposible la activación de su singular potencia, la activación de las facultades que determinan su especie. El individuo humano sólo ha de estar al servicio de aquello que en si mismo es proyección de la específica naturaleza humana, lo cual en última instancia supone tener como fin en sí el enriquecimiento (con espejo en el propio espíritu) del pensamiento y del lenguaje. Esto tiene incluso un corolario: la capacidad de pensamiento y de lenguaje puede y debe ayudar a la propia subsistencia individual, pero de ninguna manera debe reducirse a esta función auxiliar; de ninguna manera debe renunciar a sus propios objetivos.
En concordancia con lo anterior he reivindicado esa modalidad de despliegue de la naturaleza humana que es la reflexión filosófica, defendiendo la tesis de que la filosofía no es en su esencia otra cosa que asunción de ciertas interrogaciones universales, las cuales son espontánea e ingenuamente planteadas por los niños, de cuyo espíritu sólo llegan a ser erradicadas mediante una auténtica violencia a su naturaleza. Cabe decir que se da en todo humano una disposición filosófica, simplemente porque los asuntos de la filosofía conciernen a toda persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno, y en modo alguno tienen como condición el ser una persona culta y menos aún una persona erudita (la erudición alcanza su legitimidad como instrumento de la filosofía y no como presupuesto de la misma). El postulado, sin ninguna duda político, que anima este escrito es, en suma, el de que pensar constituye cosa de todos, pues en el pensar realiza su especificidad como animal. Y la concreción de este postulado consiste en un replanteamiento de algunos de algunas cuestiones que, siendo elementales y precisamente por ser elementales cabe considerar como universales del espíritu, cuestiones que cabe designar como asuntos metafísicos.

 

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5 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Te amo, pero?- Extraordinario book trailer de Amor…

Te amo, pero?- Extraordinario book trailer de Amor condicional, el libro de relatos de Daniel Rodríguez Risco editado por Planeta y que mañana presento en ?Dédalo? a las 8:00 pm. Los espero y recomiendo mucho el libro, que cumple a cabalidad con la sentencia de David Foster Wallace: ?Toda historia de amor es una historia de fantasmas?.



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4 de septiembre de 2013
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Soñar a lo grande

Un padre creativo. Primerizo, británico y diplomático. Conoció a JK Rowling en una fiesta en París y se emocionó. Más allá del autógrafo de rigor, se atrevió a pedirle un consejo para Charlie, su bebé: “No fumes, dejarlo es una pesadilla”. Rowling, que también mostró su generosa motivación, dejó un segundo mandato: “Haz caso a tu padre, a no ser que esté equivocado”. Tom Flechter siguió adelante en su empeño de dedicarle a su hijo una especie de manual de la sabiduría de la fama. Aunque la política haya perdido su capacidad para cautivar y hoy se arrastre cabizbaja, latosa, anémica, Flechter, ahora embajador en Líbano, no se cortó con Clinton, Bush padre. O Bruni. “Sueña a lo grande y no temas esforzarte por ello”, escribió Obama en estado puro. Curiosamente, lo mismo que rasgó en el cuaderno Bill Clinton: “Hay que soñar a lo grande”, y añadía “no olvides disfrutar de cada día”. El proyecto de Flecther es mediático. Le saldrá un libro resultón, entregará los beneficios a una oenegé solidaria que combata la maltrecha situación de los niños en el mundo, y puede que incluso alguna de sus divisas se convierta en el lema de una campaña. Hasta ahí, todo previsible. Pero ¿hasta qué punto las máximas, las reglas, los principios e incluso los aforismos determinan nuestra vida? La afición por los aforismos, por las cápsulas de pensamiento comprimido en poco menos de 140 caracteres, como un tuit, proliferan en tiempos de formatos breves, despieces y enunciados vitamínicos como un Red Bull. Esta querencia por las frases redondas y afiladas es reveladora acerca de nuestra condición de habitantes de los años 10. Afincados en la cultura del eslogan, deglutimos perlas y entrecomillados, reclamamos directrices y lecciones perspicaces, aunque su poder de fijación sea absolutamente dudoso. O mejor dicho, es el contexto el que hace agua porque el uso y, sobre todo, el abuso de poder no ha evolucionado desde hace más de dos mil años. Veamos, si no: “La mejor forma de gobierno es la que se basa en el equilibrio de poderes”, “quienes nos dirigen deberían poseer un carácter y una integridad excepcionales”, “la corrupción destruye a la nación” o “para obtener resultados es fundamental hacer concesiones”. Marco Tulio Cicerón los rubricó mientras César conquistaba las Galias, plantando la semilla de lo que debería de entenderse por un gobierno justo. Los recoge la editorial Ares y Mares en Cómo gobernar un país. Y produce escalofríos pensar que todo está escrito en los libros, y a pesar de ello, el sentido común y la ejemplaridad son tan esquivos como ese aforismo que enamora al oído pero se desvanece como una pompa de jabón. ¿Soñar a lo grande y vivir en pequeño?

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4 de septiembre de 2013
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La décima musa

El orgulloso y pedante marqués de Queensbury, inventor de las reglas del boxeo, indignado por la pecaminosa relación de su hijo con Oscar Wilde, alrededor de la cual la maledicencia tejía su alegre red en Londres, dejó a éste una nota de puño y letra en su club, todo muy al estilo británico, en la que escribió: "Para Oscar Wilde, ostentoso sodomita [SIC]". El poeta, de brillante ingenio pero a la vez de pasmosa inocencia, demandó por injurias al marqués y el sonado juicio, que tuvo lugar en marzo de 1895, se volvió contra el acusador al punto de que fue condenado a prisión en la cárcel de Reading, más bien un juicio de la sociedad victoriana, estrictamente hipócrita, en contra de la homosexualidad como desviación de las leyes de la naturaleza y por tanto como vicio y pecado capital.
En El perfeccionista en la cocina, el novelista Julien Barnes recuerda el interrogatorio que Wilde sufre de parte del abogado del marqués acerca de sus relaciones con Edward Carson, un tratante de efebos. Y aquí el arte de cocinar salta de por medio:
"¿Cocinaba él mismo?", pregunta el abogado. "No lo sé", responde Wilde, "nunca he comido en su casa". "¿Quiere decir que no sabe que Taylor cocinaba él mismo?", insiste el otro. "No, y si lo hacía, no me parecería mal. Más bien me parece inteligente...", vuelve a responder Wilde. "Yo no he insinuado que fuera algo malo", comenta el abogado. "No, cocinar es un arte", afirma Wilde, y el público congregado en la sala ríe. "¿Otro arte?", pregunta el abogado. "Otro arte", afirma Wilde con toda seriedad.
Para el abogado, tanto como para el público presente que ríe, un hombre metido en la cocina es necesariamente un afeminado. La cocina es el reino de las mujeres a las que desde niñas se enseña a guisar, a bordar, a zurcir, tocar el piano y cantar, a callar, y a obedecer. El arte de cocinar en la misma categoría del arte de la sumisión. ¿Un hombre escribiendo un libro de cocina, detallando recetas?
Mejor que eso, cuando en plena belle époque Rubén Darío llega en 1900 a París comisionado por La Nación de Buenos Aires para cubrir la Exposición Universal, la cocina ya hace tiempo ha sido elevada a la categoría de las bellas artes y declarada la décima musa, a la que Brillat-Savarin da el nombre de Gasterea, quien "preside los deleites del gusto". "En los clásicos latinos hay ricas cosas que despiertan el apetito dichas en bellos hexámetros; y en todos tiempos, los poetas amadores de la vida y de sus gratos instantes han sido cuidadosos de su paladar. Pues en verdad, la cocina, sí, puede considerarse «como una de las bellas artes»...", dice Rubén en su crónica Literatura y cocina.
Podemos sospechar que en León de Nicaragua no lo dejaban entrar a la cocina ni doña Bernarda Sarmiento, la tía abuela tuerta que lo crio, ni las cocineras mulatas e indígenas, dueñas de la sabiduría de mezclar los perfumes y los sabores europeos, aborígenes y africanos, pues siendo un recinto de mujeres, de su puerta los niños no pasaban, menos que se les permitiera hacer uso del cuchillo para cortar los tubérculos y verduras que iban a dar a la sopa, o meter la cuchara en el perol para probar la sazón de los guisos.
Los oficios femeninos, podían desviar la masculinidad, como le había ocurrido a Míster Carson. Ni muñecas, ni cucharones. El oficio de los hombres era sentarse a la mesa a la hora debida, donde eran servidos de primeros. Pero aun así Rubén alardeaba de conocer la manera de preparar los frijoles fritos, tradicionales de la mesa diaria en Nicaragua, y estaba en lo cierto cuando aleccionaba a su mujer Francisca Sanchez de ponerlos a cocer con una hoja de laurel y una cabecita de ajo, y freírlos luego en manteca de cerdo, volteándolos en la cazuela.

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4 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La España subsidiada, la Cataluña productiva

No voy a entretenerme en desmontar la ecuación. Cualquiera persona sensata tiene medios para hacerlo por sí misma. Si quiere, naturalmente. No tiene ningún sentido entrar al trapo de demostrar lo contrario, al igual que darle la vuelta a la interpretación de la crisis, los recortes y la incapacidad de Artur Mas para hacer un presupuesto como si fuera una película de pobres niños catalanes expoliados por los ogros expoliadores. No digamos ya en ocuparse en demostrar que históricamente España no ha ido contra Cataluña, lo contrario de lo que anuncia el congreso oficial organizado por la presidencia de la Generalitat como aperitivo para 2014. Pongamos que todo ello fuera cierto. Lo que tiene interés justo ahora es preguntarse para qué sirven este tipo de argumentos que Convergència y no Unió se dedica a difundir profusamente. Es evidente que su objetivo es convencer a cuantos más catalanes mejor para que se decanten en favor de la independencia. Y que su efecto es polarizador. Con la consecuencia de que erosiona y resta credibilidad a otros argumentos apaciguadores que también puede leerse en este mismo tipo de propaganda, respecto a nuestros deseos de amistad y buena vecindad con el Estado español en el momento en que el hipotético nuevo Estado catalán se constituya como tal, o sobre la cooficialidad de la lengua castellana en una futura Cataluña independiente.

El argumentario independentista no deja rincón por barrer y en todas las direcciones, por eso puede decir una cosa y la contraria. Tenía un primer objetivo, sobradamente cumplido, que consistía en hacer verosímil la independencia, y ahora tiene un segundo, que es ensanchar al máximo sus bases hasta crear la mayoría social indestructible que Artur Mas ya pedía hace un año. Para hacer esto es verdad que hay que sacarse los guantes de seda y hacen falta a veces algunos empujones. El resultado es que no hay fecha para la consulta, ni tenemos idea de la pregunta, pero la campaña para la votación de la independencia ya está en marcha. ¿Qué digo en marcha? Está lanzada. Basta comparar la sobria presencia del debate sobre la consulta en los medios de comunicación escoceses con los catalanes para darnos cuenta.

Tanto para obtener una cosa como otra, verosimilitud de la independencia y ampliación del independentismo, hay que adelantarse a los hechos tanto como sea posible. Si no tenemos una idea clara de cómo haremos todo esto y cómo será ese Estado futuro no haremos verosímil la idea ni la venderemos como una cuestión irreversible que solo admite ya la adhesión, apenas el rechazo y en ningún caso ya la discusión y el debate todavía abiertos. Y todo esto hay que hacerlo sin muchos miramientos, por ejemplo, de cara a la opinión pública exterior. E incluso cabe pensar lo contrario, que va muy bien la polarización y el endurecimiento en Madrid para la conformación reactiva de un bloque de opinión independentista lo más sólido posible en Cataluña.

Todo esto tiene un inconveniente. Cuanto más polarizada sea la campaña, más difícil será la salida. No está de moda recordarlo, pero hay que hacerlo. Cualquier salida, incluso la más difícil, exigirá dialogar y negociar, que quiere decir, ceder y pactar. Habrá que contar con que el interlocutor también tenga que responder ante su electorado, al que estos días vamos mandando mensajes inequívocos. Se supone que en cualquiera de los casos defenderá sus intereses con el mismo énfasis que la otra parte. Es muy fácil apelar a los demócratas de España, olvidándonos de que acabamos de decirles que nos han robado, que les estamos subsidiando y que encima han callado cobardemente ante la opresión y expolio sufrido por los catalanes.

El movimiento independentista lleva una marcha sensacional, como si fuera la parte fuerte y con ventaja de un conflicto con otro agente en inferioridad de condiciones. Es una apreciación al menos discutible que permite establecer serias dudas sobre el conocimiento que tienen su líderes de la historia y la realidad española y que se no casa con lo que ha sido históricamente el independentismo catalán, la parte débil e inerme, por más que ahora se encuentre en un momento de euforia expansiva. Carles Viver i Pi-Sunyer, ex vicepresidente del Constitucional y ahora presidente del Consell de la Transició Nacional, vino a recordanos ayer que Cataluña no tiene ni sun solo padrino internacional para esta aventura, y no dijo, aunque lo sabe muy bien, que no ha habido ni un solo caso en la historia en que haya nacido un nuevo Estado sin una gran potencia detrás. El mundo económico, el del big money sobre todo, está callado si no está en contra. No hay lobbys catalanes en el mundo, fuera de los que conforman los propios catalanes en el exterior y sus familiares. Lo más que dice la jurisprudencia internacional es que en casos como el de Kosovo, donde hubo genocidio y guerra, nada prohíbe en la legislación internacional una declaración unilateral de independencia.

Al final, incluso la independencia, habrá que negociarla con Madrid, que es quien tendrá la última palabra, al menos de la pertenencia de Cataluña a la UE. ¿España nos roba? ¿España subsidiada, Cataluña productiva? ¿España contra Cataluña?



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3 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Qué hacemos -en Formentor- con las obras maestras?

De Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare,Balzac, Dostoievski, Whitman, Borges, Camus, Bulgakov...

 Las obras maestras han contribuido durante siglos a moldear el lenguaje y criterio estético de nuestras sociedades y han sido un modelo en la educación de las generaciones que nos han precedido. La lectura, memorización y comentario de estas obras consolidan el conocimiento y sostienen una escuela de elegancia intelectual. Pero esta influencia cultural puede desaparecer el día en que los jóvenes lectores dejen de frecuentar su autoridad.

Las obras maestras inspiran el diálogo íntimo de cada escritor con los autores que conforman la historia de la literatura. En las Conversaciones de Formentor 2013 los escritores invitados comentarán las obras que han elegido como modelo de su propia imaginación literaria y compartirán con el público los hallazgos escondidos en cada una de sus predilectas obras maestras.

 



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3 de septiembre de 2013
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Dios sabe más que tú

En un reciente editorial de El País, titulado ‘Frenar la matanza', se decía, como corolario, lo siguiente: "El destino de un país como Egipto [...] ha quedado primero al albur de unos ineptos políticos como los Hermanos Musulmanes y después de una casta militar autoritaria y cruel". La llamada a frenar desde el exterior tanto derramamiento de sangre está encontrando la habitual respuesta de las ‘grandes potencias': la parsimonia, la mística del comunicado, los ‘meetings' hasta el alba de los que nace, como mucho, el ratoncillo no de un embargo sino de una ‘restricción' al envío de armas. Ni la Unión Europea, con la ineficacia global que la caracteriza, ni los Estados Unidos, atrapados en su propia geo-dinámica, se atreven a proponer a la ONU lo que sería única medida de contención y vigilancia: el envío ‘in situ' de una misión de cascos azules, sobre todo si la Hermandad prosigue sus manifestaciones públicas. Ya sabemos cómo las reprime allí la policía.

      En España, mientras tanto, y hablo ahora no del gobierno sino de los medios de comunicación y la llamada opinión pública, parece haber acuerdo en condenar sin paliativos a los generales egipcios. Casi todo lo que uno ha leído en las últimas semanas está dirigido al repudio del golpe militar y sus mortíferas secuelas, con una deplorable tendencia a olvidar la naturaleza y los objetivos de quien, en esta guerra abierta en Egipto mucho antes del 3 de julio, es el otro contendiente. Vistos por articulistas de opinión, lectores que escriben al Director y editorialistas, se diría que los Hermanos Musulmanes, por el hecho de su resistencia numantina y el número de sus mártires, han ido adquiriendo el perfil de un grupo de visionarios descaminados que cometieron errores en la administración del estado ("ineptos políticos") después de haber sido elegidos mayoritariamente en las urnas. La lista de dirigentes canallas y criminales electos ‘democráticamente' a lo largo del siglo XX en casi todos los continentes, incluido el nuestro, es demasiado larga para detallarla aquí.

     Dos libros de actualidad podrían servir, a quien desee hacer un poco de historia y lea en inglés, a la hora de entender el origen y las ambiciones actuales de la Hermandad. El primero, de John Calvert, se llama ‘Sayyid Qutb and the Origin of Radical Islamism', y en breve va a sacar una nueva edición, suponemos que ampliada, la editorial que lo publicó, Columbia University Press. El otro, muy reciente, lo firma James Toth y lleva por título ‘Sayyid Qutb: The Life and Legacy of a Radical Islamic Intellectual' (Oxford University Press). Los dos estudios se centran, es fácil de entender, en la figura de Sayyid Qutb, a quien apenas se menciona hoy cuando se habla de la Hermandad Musulmana, fundada en 1928 por el más conocido Hassan al Banna. Pero éste murió, seguramente asesinado a instigación de los jefes militares de entonces, en 1949, y la moderación que le adjudican sus seguidores, alguno tan locuaz y tan ubicuo como su nieto Tarik Ramadan (famoso en Francia por sus ‘dudas' respecto a la lapidación de las adúlteras), habría quedado truncada dentro del árbol ideológico de la Hermandad. Qutb, erudito y poeta inspirado, como muestran las citas del libro de Calvert, traductor suyo al inglés, era un socialista romántico paulatinamente desbordado por el puritanismo islámico; a partir de la anexión israelí de Palestina en 1948 y del golpe militar de Nasser, con quien en un principio colaboró y después se enemistó, Qutb se unió en 1953 a la Hermandad, radicalizando un anti-imperialismo de cuño religioso que, poco después de su adhesión al grupo, le llevaba a escribir que sólo "los Hermanos Musulmanes pueden enfrentarse a los sionistas y cruzados colonialistas".

      El intento de asesinato de Nasser en 1954, que Toth insinúa que el gobierno pudo atribuir falsamente a los Hermanos, llevó a Qutb a la cárcel, donde pasaría, con alguna breve liberación, el resto de su vida, antes de ser ejecutado por alta traición en 1966, meses antes de que Egipto, como fuerza dominante en el Oriente Medio, sufriera la humillante derrota en la guerra de los seis días. En esa década de encarcelamiento, Sayyid escribió poesía, narrativa biográfica y un comentario del Corán, formando también entre rejas las ideas esenciales de su credo político-religioso, que gira en torno al ‘dominio' (‘hakimiy-y-a'), una apelación a que los ciudadanos se sometan, por encima de las leyes humanas, a los designios del Profeta, resumida en una especie de eslogan que hizo fortuna y no ha dejado de oírse hasta hoy siempre que se contraponen lo civil y lo teocrático: "¿Quién sabe más, tú o Dios?".

      Según documentan estos dos nada sectarios estudios, Sayyid Qutb habría sido el responsable de una purga de los ‘liberales' dentro de la Hermandad, y su belicoso ideario persistió tras su muerte en sus enseñanzas. El lider supremo iraní, Ali Khamenei, tradujo a Quth al farsi, el nuevo estado de los ayatolas le conmemoró con una tirada de sellos postales, y Osama Bin Laden fue estudiante de Mohamed Qutb, hermano pequeño y seguidor ferviente de Sayyid en la escuela coránica que, exiliado de El Cairo, fundó en la Meca. Movimientos guerrilleros islámicos que practican el exterminio, en Somalia, en Filipinas (el llamado Frente Moro) y Nigeria, se proclaman ‘'qutubistas'. Y otro vínculo más pertinente aquí: el actual líder de los Hermanos egipcios, Mohamed Badie, ahora detenido, formó sus ideas junto a Sayyid Qutb cuando compartió la cárcel con él en los primeros años 1960. Badie y, también el presidente depuesto Mohamed Morsi, han expresado que la de Qutb es "la visión real del Islam que buscamos".

    Esa visión que el gobierno islámico salido de unas elecciones quiso imponer parece perder relevancia por la violencia, terriblemente desproporcionada, de los militares. No la olvidan sin embargo los millones de ciudadanos, hombres y -prominentemente- mujeres jóvenes, que salieron a la calle en la primavera árabe egipcia pidiendo democracia frente a la cleptocracia en gran medida militar que apoyó tres décadas a Mubarak, pero también pidiendo modernización, secularización, libertad de culto o de descreimiento. Ahora se encuentran atrapados entre dos males; de momento la mayoría apoya lo malo por conocer (el mandato del general Al Sisi) después de la pesadilla islamista ya probada desde que Morsi empezó hace un año a dictaminar y a prohibir. Y con mucho más que ineptitud: con deliberado intento de hostigamiento, de persecución y eliminación del disidente. Ante la queja pacífica que se llevaba oyendo en las calles de todo Egipto (por no hablar hoy de otros países como Túnez o Argelia), la única respuesta que estos santos varones gobernantes daban era siempre la misma: De tus derechos, de tus libertades, de tus modos de amar y de vestir, sabe más Dios que tú.

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3 de septiembre de 2013
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