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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El factor Siria

Los videos mostrados por los rebeldes sirios como pruebas del ataque de armas químicas del régimen de Assad son contundentes: está la niña que se convulsiona y no se acuerda de su nombre; el anciano con las pupilas dilatadas; la mujer que no para de vomitar. Los inspectores y los médicos neutrales confirman las sospechas. Aun así, muchos dudan: ya se sabe lo qué pasó con los inspectores en la guerra en el Golfo, tan burdamente manipulados por Estados Unidos e Inglaterra.

Barack Obama se encuentra en una de esas situaciones en las que no hay forma de salir triunfante. Un ataque con armas químicas es una atrocidad moral, con el peso suficiente como para convencer a la opinión pública de que, al menos por esta vez, el imperio tiene el apoyo para actuar de policía. Sin embargo, no es así. La opinión pública desconfía, se burla del guerrero premio Nobel de la Paz, sospecha de intenciones ulteriores (el petróleo árabe, la necesidad norteamericana de mostrar que su poder sigue intacto). Y queda claro el daño infligido por George Bush a la credibilidad de su país: ir a la guerra del Golfo contra Irak con pruebas inventadas hace que se dude de las intenciones de Obama incluso cuando las pruebas son concretas (algunos dirán que en eso de inventarse pruebas para justificar una guerra Bush no fue el primero y se retrotraerán a Vietnam y a otros momentos históricos infames, y estarán en lo cierto).

La revista Time ha bautizado a Obama como "el guerrero reticente". No es para menos: después de amenazar con un ataque unilateral al régimen de Assad, Obama dice que antes de cualquier ataque le pedirá autorización al Congreso. Sabemos que los presidentes norteamericanos que de verdad quieren atacar lo último que hacen es buscar el apoyo del Congreso, y peor aun si saben que ese Congreso está dominado por la oposición. Obama sólo quiere ganar un poco de tiempo para justificar el argumento del ataque a Siria y ver si así consigue más respaldo en en frente doméstico y en internacional. No será fácil: después de Irak y Afganistán, el norteamericano promedio, de por sí más dado a precautelar su burbuja que a aventuras en tierras donde se hablan idiomas raros, está agotado y le cuesta entender el porqué de una nueva aventura. Lo conmueven las imágenes que se muestran en los noticieros y el número de víctimas del ataque --1500 muertos--, pero de ahí a pensar que Estados Unidos debería intervenir dista un gran paso.

Obama se ha comprometido a un ataque del que ni siquiera él mismo parece convencido; la opinión local no lo apoya y la internacional desconfía de sus intenciones. Algunos dirán que está bien así: éste es un asunto entre árabes y mejor no entrometerse. Pero lo cierto es que el uso de armas químicas nos implica a todos y deberíamos tener salvaguardas firmes para casos como estos. Éste era el gran momento para que Estados Unidos, liderado por un premio Nobel de la Paz, consiguiera el respaldo de las Naciones Unidas, fuera capaz de construir una coalición creible, y convenciera a la opinión pública de la necesidad de mostrarle al régimen de Assad de que su ataque no quedaría impune. Lamentablemente, aventuras anteriores han hipotecado esa autoridad moral y nos encontramos con una nueva confrontación en la que, más que dudar del ladrón, dudamos de la policía. Esa duda se la tiene bien ganada la policía

 

(El Deber, 8 de septiembre 2013)

 

 

 

 



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10 de septiembre de 2013
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Asuntos metafísicos 8

Avance sobre un problema central: ¿una naturaleza independiente del hombre dónde el azar no cabría?

 

A modo de ejemplo de temas de lo que aquí nos va a ir ocupando avanzaré en tres columnas (esta y las dos siguientes) algo sobre el problema filosófico del realismo, precisando que la cuestión no será abordada de manera precisa más que al final de estas reflexiones sobre asuntos metafísicos y, espero, enriquecida por las mismas.
Citaba en una de las columnas anteriores al físico John Bell reconociendo que los físicos quisieran en el fondo "poder tener un punto de vista realista sobre el mundo, hablar del mundo como si realmente estuviera ahí cuando no es observado". Sugería que retomar este problema con todas las armas que confiere la ciencia de nuestro tiempo constituye uno de los retos mayores de la filosofía. Obviamente al ver que se cita a un científico de la talla de John Bell para evocar un problema filosófico central, eventualmente el lector puede sentirse abrumado por la complejidad de los instrumentos de los que el filósofo debería disponer. Debo insistir sin embargo en que el problema es en sí muy elemental, que todo el mundo está en condiciones potenciales de abordarlo y que probablemente ya lo ha abordado alguna vez. Todo el mundo ha visto cogido por la cuestión del realismo, al menos bajo la forma siguiente:
¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide aparentemente con la mía? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas y han sido esgrimidos como armas por algunos de los pensadores más importantes del siglo veinte...pero la pregunta sigue siendo sencillísima y cualquier persona es susceptible de sentirse interpelada por la misma, hasta el punto quizás de que, si su vida material y social se lo permitiera, acuciado por tal interrogación, empezaría a ahondar en los escritos eruditos, y se dotaría de los argumentos para entenderlos. Disposición de espíritu por la cual la erudición misma alcanzaría un sentido, pues se mostraría como instrumento para lo que realmente importa y no como fin en sí.
No es fácil desde luego ser realista, o no es fácil serlo a bajo precio. Ya Kant intentaba escapar al reproche de idealista postulando que tras las determinaciones que las cosas presentan ante nuestros sentidos (su color, su impenetrabilidad, su carácter inerte o animado etcétera) las cuales serían resultado de la configuración de lo inmediato por el sujeto del pensamiento y el lenguaje (lo que Kant denomina sujeto "trascendental") están las cosas "en sí", es decir las cosas sin esos atributos que muestran cuando nosotros las percibimos. Este expediente le parecía suficiente para contraponer el idealismo "dogmático" de Berkeley al suyo propio el cual, por prudente y razonable, no rompería los puentes con el realismo. Argumento poco convincente: la postulación por Kant de que hay cosas "en sí" que no coinciden exactamente con las cosas dotadas de propiedades (pues estas se deberían a la elaboración de las mismas por nuestras facultades) le permite salvar los muebles ante un realismo digamos poco comprometido, que se limita a sostener la existencia de algo exterior e independiente de las determinaciones que dan contenido a la percepción sensible y al conocimiento.
Pero el realismo en un sentido estricto y radical es más exigente, pues postula que ese mundo exterior se compone de objetos dotados de atributos con valores bien definidos, que pueden eventualmente ser objeto de observación y hasta de exactas mediciones, pero que de no ser medidos tienen realmente tales atributos. Es más: el realismo, de hecho, tiene tendencia a reivindicar una serie de principios ontológicos complementarios, como el determinismo, la localidad y la individuación, imbricados de tal manera que el fallo a alguno de ellos debilita a los demás. Ocuparse con cierto detalle de estos principios será uno de los objetivos centrales de esta reflexión. En la próxima columna haré una primera aproximación vinculándolos al problema del realismo e intentando mostrar que para un realista cabal (Aristóteles, pero también Einstein) ninguno de estos principios puede ser sacrificado.
 

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10 de septiembre de 2013
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El fútbol: una historia natural

Aunque el club de mi ciudad natal no ha empezado bien la liga, me voy a permitir un himno entre nostálgico y balompédico. Soy un ‘hincha' histórico del Elche CF, y esto lo tengo que explicar. No se trata de que posea desde la niñez un carnet de socio, ni de que le haya seguido en sus triunfos y sus travesías del desierto, ni he formado yo parte de ninguna excursión de ‘tifosi' que se desplazara en sus salidas. En ese sentido no soy un buen modelo de forofo del Elche, y tampoco voy a jactarme a estas alturas de ser siquiera un aficionado al fútbol. Se trata de otra cosa. Mi infancia y sobre todo mi adolescencia tuvieron la suerte de coincidir con las grandes temporadas del Elche, jugando naturalmente en primera división, y yo estaba ahí.

En esos años, y viviendo ya con mi familia en Alicante, mi plan perfecto de domingo era viajar en autobús a Elche el sábado por la tarde, quedarme a dormir en el legendario Hotel Comercio, propiedad de mi madrina de bautismo Rosa Román, y el domingo, después del preceptivo arroz con costra, ir al estadio de Altabix con mi padrino Sebastián Guirau, que era directivo del equipo. Me sabía entonces los nombres de todos los jugadores, jaleaba como el que más, y me fascinaba, en una época anterior a la extranjería turística, la idea de que en mi pueblo los ídolos de la afición eran un hondureño, Cardona, y dos paraguayos, Romero y, mi ídolo particular, Cayetano Ré. El cosmopolitismo se completaba con la presencia en el banquillo de un entrenador brasileño de nombre aún más fantástico, Otto Bumbel.

Una tarde de victoria en casa, mi padrino me presentó a Ré, y por algún lado debe de estar la foto de aquel niño con gafas y poca traza atlética que era yo posando junto al ariete.

En mi casa había un cierto caldo de cultivo futbolero. En Alicante, mi padre, por obligación profesional, iba a los partidos del Hércules, cuyo nombre de héroe grecolatino no dejaba de intrigar a ese mismo niño. Y luego estaba el Levante, el equipo de mis tíos y primos los Foix, que me llevaron alguna vez, de visita en Valencia, al campo. Mi tío Luis, el hermano de mi madre, fue vicepresidente del club. Pero yo he guardado siempre una fidelidad no ejecutiva a mi equipo del paraíso infantil, y en sus años oscuros seguía en los periódicos, con gran congoja, su puesto descendente en la tabla. Verle ahora de nuevo en primera supone para mí la vuelta a lo natural. Me siento rejuvenecer.

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9 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La fórmula Piglia

La nueva novela de Ricardo Piglia se lee como una brillante condensación de los temas fundamentales que ha trabajado el escritor argentino a lo largo de su obra. El camino de Ida (Anagrama) atrapa desde el primer párrafo y su interés no decae hasta el muy logrado final; tiene momentos ensayísticos y no hay página sin alguna disquisición intelectual, pero eso, más que frenar la historia narrada, le da un ritmo vertiginoso, porque todas las digresiones son la historia; se hace crítica desde la ficción. La fórmula Piglia sigue intacta.

            El camino de Ida está narrada por un viejo conocido, Emilio Renzi, invitado a enseñar en una universidad "elitista y exclusiva" de la Costa Este: "los campus son pacíficos y elegantes, están pensados para dejar afuera la experiencia y las pasiones pero corren por debajo altas olas de cólera subterránea: la terrible violencia de los hombres educados". En su camino se cruza Ida Brown, la profesora estrella del Departamento, formada en el mundo radical de Berkeley y estudiosa de toda una fecunda tradición de luchadores anticapitalistas, defensores del "mito de la vida natural y la comuna campesina" (desde los populistas rusos hasta los hippies y los ecologistas). La conexión es obvia: a Renzi le interesa W. H. Hudson, ese naturalista y escritor argentino-inglés que en sus libros exaltó la geografía argentina como un territorio "pastoril y violento" contrapuesto a la Inglaterra capitalista que sufría los embates de la revolución industrial.

            Hay un romance, hay una muerte, y de pronto la novela entra de lleno en la intriga policial. La clave para entender esa muerte está en Thomas Munk, un personaje basado en Theodore Kaczynski, terrorista legendario conocido como el Unabomber. Como el Unabomber, Munk es un niño genio que a los 25 años ya es profesor de matemáticas en Berkeley; cansado del sistema, deja todo para irse a vivir a Montaña en una cabaña sin agua corriente ni electricidad. Poco después, inicia en solitario su cruzada antitecnológica y se pone a enviar cartas bomba a académicos y científicos, gente que para él representa la deshumanización del sistema (toda esta sección está narrada por Renzi a partir de un informe sobre Munk que le hace un detective al que ha contratado; la vida de Munk seduce, pero desde el punto de vista de la narración es la parte más débil de la novela, porque los intereses del detective se parecen demasiado a los de Renzi).

       En su ensayo El último lector, Piglia lee "las representaciones imaginarias del arte de leer en la ficción", desde Don Quijote a Anna Karenina. Preguntarse por el lector es preguntarse por la literatura y la sociedad. Es obvia la atracción de Piglia por el Unabomber. Al igual que el Unabomber, Munk es un gran lector, alguien que se inspira en un personaje de una novela de Conrad (El agente secreto) para modelar sus pasos; la literatura es un manual de instrucciones para la vida (también ha leído a Horacio Quiroga y utiliza uno de sus cuentos para mostrar "la crueldad de la civilización"). Renzi menciona a Conrad, pero hay otro escritor no menos importante para esta novela, y es Don DeLillo, que en Mao II sugiere que vivimos en una época en que el terrorismo ha reemplazado al arte en sus "ataques a la conciencia"; los terroristas son los nuevos novelistas (Munk es también un escritor de cartas y diarios y manifiestos).    

       El presente golpeado por la historia y cruzado por ficciones que iluminan la realidad, la lectura fanática como un camino que lleva al sentido -a "establecer el nexo y reponer el contexto"-y también a la acción, la crítica al sistema capitalista, Emilio Renzi: todo Piglia se encuentra destilado en El camino de Ida. Su mirada ácida se posa en los Estados Unidos y encuentra una sociedad de individuos solitarios y despolitizados. Pero ahí, quién sabe, puede que haya un ejército de jóvenes como Munk, dispuestos a atacar el sistema; es uno de los sueños de El camino de Ida, y ya sabemos --nos lo ha enseñado Piglia-que hay que tomar las novelas en serio.      

 

(La Tercera, 9 de septiembre 2013)



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9 de septiembre de 2013
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Confianza en red

De entre las fotografías que se difundieron tras el trágico accidente ferroviario en Santiago de Compostela me impactó una en la que un hombre y una mujer se abrazaban consternados. Ambos sujetaban un objeto en su mano, que reposaba en la espalda del otro. Era un móvil. Pensé en el gesto inconsciente: el de fusionar al cuerpo, como una extensión del mismo, ese dispositivo que hoy actúa no solo como resumen de nuestro espacio social, sino de nuestra identidad. Incluso en momentos de elevada tensión emocional en los que un sentimiento irreal de pérdida paraliza el pensamiento automático hasta el extremo de ignorar si hay que avanzar el pie derecho o el izquierdo para andar, el teléfono parece el único miembro autónomo, sobradamente preparado, con autoridad.A menudo, a fin de aligerar nuestro peso, al llegar a casa nos quitamos los zapatos, los pendientes o anillos, la corbata? ?nos ponemos cómodos?, decimos. Pero, en cambio, apenas nos alejamos de los smartphones, que ahora se agarran a la muñeca en forma de reloj. Dan la hora, pero sobre todo ofrecen información y emociones. El ciudadano de los años diez practica running y a la vez en su pequeña pantalla recibe mensajes mientras corre, respira, late. Del mundo propio, el pequeño, pero también del grande, donde gracias a la red cualquier individuo puede superar el grado de confianza que mantiene con un vecino o una persona con la comparte un viaje largo en coche. El reportaje sobre la miniaturización de los móviles que publicaba La Vanguardia la semana pasada, resaltaba la siguiente hipótesis: ?el reloj puede ser sólo un paso más en el acercamiento de la máquina al cuerpo?. La fusión entre lo humano y lo digital se hace cada vez más indisociable. Ya no solo son grupos de amigos sino familias enteras repartidas por el mundo las que crean grupos de WhatsApp. Y no se conecta uno para pedir trabajo sino para encender la mecha de un nuevo proyecto. ?Internet configura el mundo real? resume Javi Creus, que fue profesor de ESADE y hoy, empujado por el pensamiento utópico, ha creado la consultoría Ideas for Change, donde ?el ciudadano colaborativo activa sus datos, capacidades o activos?. La crisis ha logrado materializar valores e incluso monetizar ?otra palabra de moda? el tiempo o la ilusión. Proliferan bancos de favores, plataformas de conocimiento abierto, el net.art con creaciones colectivas como si se tejiera un gran knut virtual. El crowfounding, como una alternativa más humana a los sistemas de crédito, ha conseguido objetivos asombrosos, y la filosofía del beneficio común se extiende y hace más generosos a los generosos convencidos, al tiempo que convence a los dudosos. Una nueva confianza va calando entre aquellos que no se quieren privar de soñar, y que aguzan su creatividad con la dosis justa de rebeldía. Un paisaje alentador frente al de la legión de parásitos que se retuercen panza al sol.

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9 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Néstor Barreto: Construir la Ciudad

 
 

  

La obra grafo-poética de Néstor Barreto (Puerto Rico, 1952) se ha ido construyendo como un proyecto, en primer lugar, celebratorio de la palabra performativa, aquella que se produce en su espacio más propio, la página en blanco como el equivalente del espacio urbano de la tecnología y el diseño; después, pero al mismo tiempo, como la crítica, sátira, cuestionamiento radical y puesta en duda de los edificios de consolación que el discurso nacional (político, social, narrativo y poético) ha ido postulando como una imagen del mundo desde su breve pero elocuente peñasco caribeño, atlántico y pan-hispano. Frente a la topologia nacional, Barreto se ha propuesto levantar un terreno permanentemente en obras, que desde la gran retórica del  Apocalipsis reconstruye la Ciudad de la Crítica, partiendo de la forma poética del diseño como una de las bellas artes del siglo XXI. Con noble furia, bravura y gusto dramático, este  artista y poeta ha pulido su intervención en el Archivo del mito puertorriqueño de la  nacionalidad irresuelta, y ha terminado proponiendo un Colectivo, que a nombre de un nosotros aloja en el idioma su química disolutiva para sumar restando y multiplicar  conjugando. Su último alegato, La actual fantasía de nosotros (Colección Maravilla, 2011) su libro más entrañable y convocatorio, prueba que su proyecto nos incluye y que es hora de tomarle la palabra para devolvérsela asumida en el diálogo con que nos reta.

 

Si la performance acontece como una poética del evento, es porque ocupa todo el presente como un verbo intransitivo, cuyos sujetos son el hablante y el oyente, en un mismo cuerpo verbal desplegados. El diseño supone la puesta en página del verbo,  diseminado como una fuerza imantadora, que corre todos los riesgos de su propio exceso fecundo; pero también como un principio asociativo, en el cual los sujetos del habla se interrogan en un catálogo pronominal, que ocupa las formas sociales de la identidad:  la pérdida del sujeto, precisamente, en las máscaras develadas como otra mascarada. Pero el diseño es también el espacio en blanco, que suma y sigue, como el contrapunto de una letanía que anega la página, saturando su espacio y, a la vez, liberándolo del lenguaje para que aparezca como verbo enunciativo, como puro lugar  de enunciación. Se trata, en efecto, de un rito de purificación agonista, según el cual para liberar al lenguaje debemos librarnos, primero, de él mismo, de su carga de  representaciones socializadas, cuya Comedia del nombre es la pérdida del nombre propio.

 

Con audacia y valor, Barreto se somete a este despojamiento y, a poco de habernos iniciado en la expulsión del lenguaje de las puertas del poema, nos deja libres para ser parte de ese Nosotros en construcción, un Colectivo del asombro compartido:

 

a nosotr@s nos asombra que esta

realidad no sea más (obvia) (diáfana)

 

que nosotr@s (es) (sea) un(a) (anhelo)

(aspiración) (meta) (telos) (objetivo) (diana)

 

Esta opción parentética produce la polisemia nominal del poema, convertido, luego de las sumas que restan, en un operativo analítico, no sólo enumerativo sino analógico; capaz, por ello, de ligar lo desacordado, y acordar lo nuevo. El diseño, por lo mismo, es el de una Ciudad por hacerse, cuyo mapa primero es esta figura o esquema. Ciudad saturada de su propia leyenda, en efecto, donde la sátira es el camino a la epifanía; donde una ciudad sin aura, puede plantearse la transparencia del colectivo:

 

revelarnos para identificarte. esa es la aspiración nuestra.

algun@s lo logramos, algun@s somos el logro mismo de ese incensal.

lava corre entre nuestras penas, queremos comunicarl@.

 

A nombre de "lo virtual" que llama "lo imaginal" este proyecto resume las exploraciones del espacio liberado por las vanguardias, un espacio intersticial en el habla; pone en práctica una sintaxis tensa y contrapuntística, que se presenta como "fractal", y remonta una crítica del lenguaje despojando al nombre de su referente para que la poesía no sea el mapa del mundo conocido sino el esquema de un mundo por nombrarse. 

 

La furia poética del arrebato verbal pasa por el cuestionamiento de la cultura nacional, de los roles asignados y las posturas identitarias, para recomenzar en una palabra desocializada. Esa fuerza de la negatividad creativa, prevista por Adorno, posee convicción pero también humor, y no se complace en su retórica sino que se resuelve en su poetica, en aquello que está por hacerse. 

 

La actual fantasía de nosotros puede, por eso, ser recorrido (que es la forma de leerlo) como un mapa de la fundación de esa otra Ciudad, una ciudad rizomática, que crece con el lenguaje sin otro centro que la palabra ¨nosotr@s", esa "fantasía", más humana por más libre. 



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8 de septiembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Las claves del paso atrás

Artur Mas dice que no se ha movido ni un milímetro, Oriol Junqueras se lamenta de que ha perdido fuerza al revelar su plan B, su estrategia. ¿Quién tiene razón? ¿Ha dado el presidente de la Generalitat un paso atrás?

Recordemos brevemente que el jueves, en una entrevista con Mónica Terribas, el presidente de la Generalitat aseguró que si en 2014 no hay acuerdo para celebrar la consulta con autorización del Gobierno español convertirá las elecciones autonómicas previstas en 2016 en su sustitutivo, lo que traducido al lenguaje del plan soberanista recibe el nombre de elecciones plebiscitarias.

A la polvareda levantada por estas declaraciones, interpretadas por los medios catalanes, españoles e incluso internacionales como un aplazamiento de la consulta, le siguió un nuevo quiebro al día siguiente, que se produjo además en un lugar simbólico de la alianza de CiU con Esquerra. En el ayuntamiento de Sant Vicenç dels Horts, ciudad de la periferia barcelonesa que tiene por alcalde precisamente a Junqueras, Mas dijo que todo seguía como estaba previsto, ni un paso atrás, con la consulta para 2014, ?sí o sí?. Pero a la vez se conocía que los canales de diálogo estaban abiertos desde enero pasado y funcionando con la máxima fluidez.

Este sábado, en el Consell Nacional de su partido, Mas ha confirmado de forma inequívoca la noticia que todos captaron el jueves, incluido Junqueras, y que solo las ensoñaciones de algunos pretendían ocultar. El presidente ha hecho dos cosas aparentemente obvias. Primero, ha mostrado ostensiblemente la llave de la disolución parlamentaria: la tiene él, no la tiene Junqueras, todavía menos Carme Forcadell, la presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, misteriosamente impulsada a la fama política, ni tampoco la tienen los entusiastas de la Via Catalana. Segundo, ha venido a recordar que preside un gobierno legalmente establecido, obligado por tanto a cumplir la ley y a hacerla cumplir.

Nada nuevo, es verdad. Pero este gesto doble, que señala la llave del poder, todo en sus manos, y el valor de la regla de juego, que no va a romper, conduce inmediatamente a una alteración profundísima en el calendario. El propio Mas lo dijo abiertamente en la entrevista: las elecciones que algunos entienden como plebiscitarias llegarán en mejores condiciones: expectativas de superación de la crisis, mejora del clima político y mayor debilidad de los dos grandes partidos mayoritarios españoles tras las elecciones de 2015.

Con este esquema Artur Mas desbarata la estrategia rupturista de Esquerra a escasas horas del 11-S y de la Via Catalana. Su estrategia es clara: hay que superar primero la crisis en vez de aprovecharla para largarse de España; y le da beneficios personales y directos: gana tiempo, descuenta ya la presión y la reacción ante la Diada, afianza su liderazgo y su dirección del proceso y reacciona ante el declive de CiU en las encuestas. Si alguien creía que iba a trabajar contra su partido, su coalición y contra sí mismo, andaba muy equivocado. Quiere ganar la partida, claro que sí, pero quiere ganarla él, no que la gane Junqueras. Algunos de sus amigos parecen no haberse enterado todavía.

Consecuencia muy seria de esta jugada. Ahora es Rajoy quien tiene la mano, a él le corresponde jugar. Si no lo hace con inteligencia, llegará algo que todavía no existe a estas horas: la internacionalización. Será después de 2016, tal como le ha marcado Artur Mas, no en 2014, como quieren los apresurados. Cualquier persona sensata sabe que España no puede dejar sin respuesta una propuesta de diálogo y de negociación como la que ahora está encima de la mesa.

Esta es una larga competición, mucho más larga de lo que quieren los que tienen prisa. En este momento estamos solo en mitad del partido de ida, que termina en 2016. Entonces empezará el partido de vuelta. Es temerario juzgar sobre el resultado final cuando hay tanto margen todavía. La lógica de las cosas lleva a que el partido se alargue más allá de las tensiones y de la atmósfera de la actual crisis. Lo tienen mal los impacientes.

Ahora corresponde a todos hacer un esfuerzo. Los corazones ardientes y los deseos desbordados están muy bien y se entienden perfectamente, pero nadie debe confundirlos con la realidad ni con los razonamientos ordenados. Cataluña ganará si se hacen las cosas bien, tal como dice querer Artur Mas. Su reconocimiento como sujeto político, bajo la fórmula que sea, está al alcance de la mano. También la recuperación de su influencia y prestigio hacia fuera, dentro de España también.

No hay que cerrar puertas, ni una dirección ni en la otra. ¿Independencia? No se puede excluir razonablemente cuando una parte tan sustancial de la población la desea y la pone encima de la mesa. Hay que hablar de todo ello. Pero sí debe excluirse como la victoria de unos y la derrota de otros, como una ruptura. Lo que sea deberá ser un acuerdo civilizado o no será. Los periodistas de cabecera del presidente ya han recibido el mensaje: él no apuesta por la independencia sino por una nueva relación.

Solo hay dos métodos conocidos: el europeo, en el que ganan todos, y el otro, que hemos conocido muy cerca en nuestro vecindario, en el que hay una parte derrotada y al final todas las partes terminan perdiendo. Artur Mas, como era de esperar, ha optado por el método europeo y sus gestos indican ostensiblemente que no está dispuesto a emprender el otro camino, que es el de los Balcanes.



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8 de septiembre de 2013
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