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Blogs de autor

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La vasta lengua de la letra Ñ

En el Congreso de Panamá, el tema fue el libro, como ya dije, y las novedades a que una industria tan antigua está sometida. Lectura y escritura tradicional, y ahora digital. Editoriales electrónicas, bibliotecas virtuales infinitas, librerías que ofrecen miles de títulos desde el espacio cibernético. Una revolución incesante que cada día presenta novedades, y que como toda revolución que afecta nuestras vidas trae consigo dudas, temores, ansiedad, incertidumbre, y también esperanzas. Porque la lectura electrónica puede llegar a democratizar verdaderamente la cultura.

Estamos frente a un formidable cambio tecnológico, como el que se vivió con la creación de la imprenta, en cuanto a las formas de leer. Mucho se habla de la desaparición del libro, pero olvidamos que más bien se trata de un proceso de sustitución. El libro impreso sustituyó al libro copiado a mano. Hoy el libro electrónico sustituye al libro impreso. Y entre ambas formas de leer habrá una coexistencia que durará largos años, de eso no me cabe duda.

Lo que más inquieta a quienes se ocupan de la lengua, es que estamos pasando de la palabra impresa a la palabra virtual. Antes escribíamos los libros a mano, o con los caracteres reales de una máquina de escribir. En ambos casos podíamos tocar las palabras, que hoy son sólo una ilusión, no sólo cuando escribimos, sino cuando el libro llega a manos del lector.  Es un libro que no existe, y regresa a la nada cuando apagamos la tableta, o la pantalla de la computadora en que leemos.

Por otro lado, todo fenómeno tecnológico afecta a la lengua. Al aparecer una invención que ahora parece anticuada, la máquina de escribir, sin darnos cuenta llegamos a depender del teclado y de los caracteres representados en el teclado. Por eso muchas de nuestras grandes obras literarias del siglo veinte se escribieron sin los cierres de interrogación y admiración, que son signos que sólo el español tiene, y que las máquinas no traían. Así llegamos a acostumbrarnos a esa desaparición, que hoy ha sido restituida en los teclados de las computadoras, pero porque defendimos su presencia, como hemos defendido que exista la ñ en esos teclados. Parece banal, pero ha sido una gran batalla por la integridad del idioma. Sin la ñ, el español dejaría de serlo, empezando por su mismo nombre.

Hoy, el español goza de una salud muy pujante, yo diría de una salud agresiva. El español conquista hablantes, mientras otras lenguas se baten en retirada. Hemos atravesado la frontera de los Estados Unidos, somos ya la segunda lengua en ese territorio. Y el español será una de las grandes lenguas de este siglo veintiuno, junto con el inglés, el chino y el árabe.

El gran reto para quienes hablamos el español, es la asimilación de la modernidad en tiempos de globalización. Hay una verdad imbatible, y es que los términos tecnológicos los pone la lengua que inventa la tecnología, y el inglés se ha vuelto una lingua franca de las ciencias y de las invenciones técnicas, y en lo que toca a este tema, de las invenciones digitales. La tarea de crear términos para una tecnología que no hemos creado se vuelve inútil. No tenemos mejor alternativa que saber recibir esos términos, que son multitud, y adoptarlos. Una lengua siempre está recibiendo y adoptando. Cuánto no recibimos del árabe en España, y cuánto no hemos recibido de las lenguas aborígenes en América. ¿Por qué no vamos a saber recibir del inglés?

Una lengua se nutre de dos vertientes, la calle, y la literatura. Ambos son espacios constantes de invención.  El reto es, entonces, no dejar de ser creativos, ni en la calle, ni en la literatura, y hay que mantener abierto el puente entre ambas. El español debe seguir siendo una lengua de invención, como lo es desde Cervantes. Saber recibir aportes literarios de otras lenguas, como nos enseñaron Garcilaso y Rubén Darío; y nunca olvidar la calle, el habla que se hace todos los días entre la gente común, que es la que crea y reinventa el idioma, junto con los escritores.

 

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6 de noviembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lo nuevo de Auster.- Anagrama publicará la nueva autobiografía…

Lo nuevo de Auster.- Anagrama publicará la nueva autobiografía ficcionada de Paul Auster, Informe del interior,  una memoria fragmentada que transcurre entre las películas que observa, los recuerdos de universidad y su infancia. En ?El Cultural? adelantan un fragmento de este libro de recuerdos por armar. Pueden leerlo aquí.



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5 de noviembre de 2013
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Asuntos metafísicos 22. Los principios rigen nuestro cotidiano lazo con el mundo

Es posible que durante un tiempo vivamos en la ilusión de que alguno de estos principios no rige, o no rige en todos los casos, pero hay razones para creer que su interiorización más o menos progresiva constituye el proceso por el cual llegamos a mantener  un lazo ordenado con el entorno. En cualquier caso el presuponerlos   constituye  un requisito  en  la disposición de espíritu que caracteriza al que  se dedica a la física, y  su eventual  puesta en tela de juicio a partir del trabajo de los propios físicos, supondría desde luego  una radical revolución.

 Y como hemos visto, a los  principios propiamente dichos se asocian conceptos sin  los cuales ni siquiera serían enunciables. Así, al  referirnos a cosas que no se hallan en relación de contigüidad estamos hablando de que mantienen una distancia espacial, y al hablar de causa y efecto estamos presuponiendo una dirección en la secuencia (de la causa al efecto y no a la inversa) que responde a  la irreversibilidad que denominamos tiempo. Además todo lo que acontece se lo atribuimos a lo que es substancial o subsistente, es decir, a lo susceptible de movimiento o de reposo, susceptible de cantidad de movimiento, substancias aristotélicas o materiales y no meras abstracciones.  El conjunto de todo ello operando de manera subyacente en nuestros juicios y razonamientos posibilita   nuestras representaciones y relatos sobre los acontecimientos en el mundo

 

Los principios expuestos son como los nutrientes que, sin reparar en ellos, posibilitan el funcionamiento de nuestro organismo. Un dispositivo que opera al menos de manera  implícita tanto en la actividad ordinaria como en el trabajo del científico volcado sobre  el orden natural. Sin embargo la física no explora este bagaje.  No lo incluye en su inventario temático porque lo considera algo preliminar  y hasta, en cierto modo, una obviedad; considera,  por utilizar los términos de Einstein, que si nuestra razón dejara de asumir tales presupuestos "la ciencia física en el sentido usual del término" sería imposible. Por ello será necesario retomar más adelante la cuestión, en especial por lo que se refiere  al principio de realismo,  que merecerá capítulo aparte, preguntándonos qué se ha hecho de estos principios, qué lugar ocupan en la jerarquía del conocimiento, dada la auténtica conmoción que para nuestras representaciones de la Physis han supuesto la física del siglo XX y en particular la Mecánica Cuántica.

 

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5 de noviembre de 2013
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El arrepentimiento

Salen de la cárcel a pesar de que, si las condenas se sumaran, se pudrirían en ellas. Las fotos de recién liberados (debería analizarse la iconografía que acompaña a quien sale de la cárcel: la sonrisa borrosa, la indumentaria de estudiante, la bolsa de deporte con lo que resume treinta años entre rejas, la comparsa obligada de los familiares…) están estos días en primera plana. Salen, pero no están arrepentidos. Ese es el gusano que carcome a los familiares de padres y hermanos asesinados por ETA o de las mujeres -hasta 78 violó Antonio García Carbonell- que no han podido deshabitar el miedo ni un solo día de sus vidas. La mayoría de presos que han pertenecido a ETA, incluso los que se han desradicalizado, aseguran que “no se arrepienten de nada absolutamente”. Así lo afirma en el libro Patriotas de la muerte la mayor parte de sus 70 antiguos militantes que entrevistó el catedrático de Ciencia Política y experto en terrorismo Fernando Reinares. “Satisfecho”, “orgulloso”, esos son los sentimientos predominantes en los terroristas. También insisten en el “contexto histórico” y utilizan a menudo la coletilla “el precio que debía pagarse”. Para ellos su lógica continúa vigente y no se permiten cuestionarse lo que significa acabar con una vida. En un principio -y pienso en Foucault- las cárceles modernas surgieron como instituciones disciplinarias con el objetivo principal de separar al criminal de la sociedad, por ser un peligro público. Pronto se le añadió a este argumento un componente fundamental: el delincuente pagaba, no directamente a las familias de sus víctimas sino, simbólicamente, al conjunto de individuos por el daño causado. Trabajaba, se formaba, encontraba su utilidad. Y, tras haber cumplido su condena y haberse reeducado, quedaba exento de toda culpa y podía reemprender una nueva vida, algo que con los años se ha demostrado, en la mayoría de los casos, una auténtica utopía. Hoy en nuestro país hay 159 presos por cada 100.000 habitantes. Vivimos en una sociedad cada vez menos violenta gracias al progreso, pero aumenta la población reclusa a causa del fracaso de nuestra política penitenciaria: los presupuestos menguan, se denuncian falta de asistencia médica y abandono de programas de reinserción… España es el país con más presos de Europa Occidental. De la misma forma que para solucionar un problema lo primero es reconocerlo, parece lógico que para expiar una culpa haya que empezar por arrepentirse. Pero ese razonamiento tan sólo es moral. El culpable, según Spinoza, no puede arrepentirse porque estaría expresando su voluntad de desligar su persona de la acción de la que, sin embargo, se considera causa. “Nadie podrá arrepentirse de una acción que haya sido incorporada a la trama de su propia personalidad”, encuentro en un diccionario filosófico en una entrada sobre la culpa. O sea, la muerte en vida. Aunque ya sean zombis. (La Vanguardia)

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4 de noviembre de 2013
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El Boomeran(g)
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