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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Orden público

Ultrajadas por la aberrante conducta de los manifestantes -esos vándalos que se han atrevido a perturbar el orden público, a provocar a la policía y a desafiar las buenas costumbres-, las autoridades han llamado a un "acto de desagravio" en el Zócalo. Según el discurso oficial, participarán en él quienes se han sentido agredidos por las ofensas contra la nación. Al final, a la plaza sólo concurren miles de burócratas y miembros de los sindicatos oficiales obligados a asistir. Los jóvenes los reciben con imitaciones del balido de las ovejas, al tiempo que ellos mismos corean "no vamos, nos llevan": el primero de los cánticos célebres del movimiento estudiantil. (Mucho después, Francis Alÿs tendrá la genial idea de recrear la situación en un video: durante varios minutos, un grupo de borregos da vueltas en torno al asta bandera.)

            En 2014 se cumplirán 46 años de que ese grupo de jóvenes radicales tuviese el descaro de marchar desde el Museo de Antropología hasta el Zócalo, de insultar al presidente y de izar el pendón de huelga donde debía ondear la insignia nacional, pero lo paradójico es que, si nuestros legisladores no cambian de opinión, aquel acto realizado el 27 de agosto de 1968 podría volver a ser prohibido -y sus participantes duramente sancionados- conforme a la nueva Ley de Manifestaciones Públicas del Distrito Federal impulsada por el diputado panista Jorge Sotomayor y recién aprobada por las comisiones unidas del Distrito Federal y de Derechos Humanos en el Congreso.

Según la nueva propuesta, podrá coartarse el derecho de asociarse o reunirse si su fin es contrario a las "buenas costumbres" y a las "normas de orden público". Asimismo, prohíbe toda apología del odio "o cualquier otra acción ilegal similar", establece que sólo se podrán realizar manifestaciones de "11 a 18 horas" (para evitar las horas pico), que no deberán ocupar "vías primarias" (y sólo un carril en las secundarias) y que la policía tiene la facultad de disolverlas si se presentan actos que "perturben notoriamente el orden público". Además, concede a las autoridades la capacidad de otorgar el permiso para celebrarlas, previa solicitud dirigida a ellas con 48 horas de antelación.

Sus defensores dirán que en estos 46 años la situación del país se ha transformado de forma radical; que no es posible comparar el régimen autoritario -o dictatorial- de Díaz Ordaz con nuestra reluciente democracia; o que los jóvenes de entonces nunca buscaron incordiar a los ciudadanos, a diferencia de los bloqueos realizados a últimas fechas, en especial el plantón de los seguidores de López Obrador en Reforma en 2006 y de la CNTE en 2013.

Quienes así argumentan olvidan que, si hoy disfrutamos de una democracia -por imperfecta que ésta sea-, es gracias a la lucha continuada de miles de activistas y ciudadanos que, siguiendo el ejemplo iniciado ese 27 de agosto de 1968, se han atrevido a desafiar a la autoridad y a arrebatarle el espacio público, hasta entonces su coto exclusivo. Lo peor que puede hacer una democracia es renegar de sus orígenes y, con el insidioso argumento de salvaguardar los derechos de terceros y proteger las buenas costumbres -es increíble la desmemoria de los legisladores al usar estas palabras-, limitar el derecho de manifestación y fijar sanciones a partir de criterios subjetivos.

  Las marchas y plantones son síntomas naturales del descontento democrático. Si generan incomodidad entre los ciudadanos, es que de eso se trata: de hacer visibles causas que de otro modo se mantendrían en la oscuridad. Por supuesto que la ley -la ley penal- debe castigar a los provocadores y a quienes cometan cualquier delito, pero ello no debe conducirnos a acotar los derechos de los manifestantes, incluido el derecho a insultar a los políticos. Imposible negar las molestias que los habitantes de la ciudad de México hemos sufrido, pero utilizar el legítimo encono de los afectados para restarle toda visibilidad a la protesta -y mantener a los manifestantes bajo amenaza- significa un severo retroceso.   

Igual que en 1968, nos corresponde salvaguardar el derecho a la disidencia. Ello no significa comulgar con las causas de los otros ni rendirnos ante quienes sólo buscan la violencia, sino estar dispuestos a padecer un embotellamiento sabiendo que, en caso necesario, podremos ocupar el espacio público en cualquier momento para protestar contra la autoridad o incluso, insisto, para insultarla.

 

Twitter: @jvolpi

 



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22 de diciembre de 2013
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Sexo en primer plano: Sorprendentes memorias del celestino de Hollywood

Scotty Bowers fue durante décadas el alcahuete de Hollywood, el “conseguidor” de sexo anónimo, de pago o gratuito, y disfrutador él mismo de los placeres lúbricos de la Babilonia de América. A los 90 y con la mayoría de los pecadores ya muertos, lo cuenta casi todo en Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood .

Este chispeante y modesto libro de chismes inicia, además, el segundo centenar de títulos de una colección memorable: la del borde gris de Crónicas Anagrama, que vertió al castellano los clásicos de Ryszard Kapuscinski, Günter Wallraff, Truman Capote y Tom Wolfe.

En homenaje a esta colección y por la agradable lectura del viejo y deslenguado Bowers, escribí esto que salió la semana pasada en Cultura/s de La Vanguardia:

*          *          *

El cinéfilo supremo Roman Gubern lo define así en la primera frase de su prólogo: “Este libro es un compendio de chismografía sexual de high class del Hollywood opulento.”

Obviamente, lo que más llamará la atención de los lectores es la profusión de anécdotas y detalles escabrosos y escondidos durante décadas, casi todos de naturaleza sexual, de los actores y actrices, directores, productores y sus amigos de la realeza y las finanzas. Pero Servicio completo es también el relato de la vida de un personaje fascinante, como salido de la picaresca del Siglo de Oro español.

Empecemos por el personaje: si hemos de creerle, el sexo fue el eje de la vida del hoy nonagenario Scotty Bowers. Nacido en una granja de Illinois, en su primera infancia en un colegio religioso ya los curas se turnaban para abusar sexualmente de él, pero en su relato no lo presenta como violación o tortura sino como el inicio de una carrera centrada en servir y hacer felices a personas necesitadas de sexo. Nada, ni la pederastia, es motivo de condena o crítica en este libro. Hasta lo más sórdido parece simpático.

En sus años como marine en el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial, hay más páginas sobre sus encuentros sexuales en sus días libres que sobre las batallas y masacres en las que participó. Y apenas terminada la guerra, comienza la farra sin frenos: Bowers consigue trabajo en una gasolinera de carretera cerca de la meca del cine, y en unos meses ya desfila por allí toda clase de buscadores de sexo ocasional.

*          *          *

El mismo Scotty proporciona lo que puede, comenzando con sus primeros ligues: el legendario actor Walter Pidgeon y el mítico director George Cukor. Aunque con los calzoncillos bajos, no parecía ni legendario el uno ni mítico el otro. Como no daba abasto, empezó a proporcionar a sus “amigos” jóvenes de ambos sexos para sus aventuras. Muchos revolcones tuvieron lugar en el baño de la gasolinera o en una caravana que un amigo le pidió que le “cuidara”.

¿Era esto prostitución? Bowers evita la definición, pero para mí como lector, esa es la palabra que aplicaría a esos encuentros rápidos entre ricos y famosos, muchos de ellos de 50 o 60 años, como el actor Charles Laughton o el dramaturgo Nöel Coward, con jovencitos pobres, donde al “encuentro por placer mutuo” sigue una jugosa “propina”. El precio usual, elevado en los cuarenta y cincuenta, era de 20 dólares.

¿Eran todos encuentros entre hombres? La mayoría, porque la represión de las homosexualidad y el cuidado de los grandes estudios por la reputación de sus actores requerían sigilo y nocturnidad. Fue recién en los ochenta, cuando el SIDA hizo saber al mundo que Rock Hudson, el galán por quien suspiraban las mujeres de medio mundo, era gay. Scotty Bowers lo sabía hacía décadas: Hudson estaba en su grupo habitual de clientes, junto con Cary Grant, Montgomery Cliff y hasta los duques de Windsor. Pero también había quien buscaba mujeres, sobre todo jovencitas.

Caso aparte eran las lesbianas secretas, como Katherine Hepburn. Mientras la Metro Goldwyn Meyer promocionaba en todas las revistas su romance con su compañero de reparto Spencer Tracy, Bowers asegura haberle proporcionado a ella cientos de morenitas (su preferencia) y a él alguna que otra noche de borrachera y sexo en su propia compañía.

*          *          *

El libro se lee de un tirón y proporciona muchas historias subidas de tono (la descripción de los gustos de cada uno es “explícita”) con un estilo elegante, reflexivo, y una sabia estructura donde el cotilleo se mezcla con reflexiones sobre lo variado e irreprimible del impulso lúbrico, una mirada sorprendente a los entretelones de Hollywood y su forma de hacer películas y crear mitos, y más en lo profundo, una reflexión sobre el extraño peso de la conducta personal en el imaginario de un país fundado en las ideas de la libertad y el puritanismo.

A esto contribuye ciertamente la maestría del co-autor Lionel Fiedberg, un guionista de Hollywood quien grabó cientos de horas de entrevistas con Bowers y las armó en esta narración no lineal. Se nota la mano del experto contador de historias, junto con la memoria prodigiosa del celestino de las estrellas, que al final de su vida sale del armario de los secretos, para regocijo de los mitómanos del cine.   

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22 de diciembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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66. Pantallas de papel, versión 2013

"como si yo fuera el protagonista de una película cómica en la que mi terror no tenía más función que producir la risa de unos espectadores invisibles"; Juan Aparicio Belmonte, Un amigo en la ciudad; Siruela, 2013. / "Aquella actitud tan desenfadada divirtió al equipo de televisión, aunque aún le sorprendió más la relajación y naturalidad con que actuaban delante de las cámaras. Sin embargo, cuando las felicitaron por ello, parecieron confusas. La mayor y más directa de todas, la señora Cheng, dijo que no sabía de qué le hablaba el director. Si se suponía que debían de ser ellas mismas, ¿a qué venía el comentario sobre su actuación?"; Yiyun Li, Muchacho de oro, muchacha esmeralda; Galaxia Gutenberg, 2013, traducción de Laura Martín de Dios. / "Esperé una ayuda del pasado, pero la realidad no empezó a temblar como paso previo a que nos succionase un flashback, tampoco nos rescató un fundido en negro, y como no me atreví a salir corriendo lo que hicimos fue sentarnos a la misma mesa"; Gonzalo Torné, Divorcio en el aire; Mondadori, 2013. / "(...) aquella anécdota se desplegó ante mí con sorprendente viveza, como una película en la que yo me sentía tan solo y desamparado como en aquel momento"; Aparicio Belmonte, Un amigo en la ciudad. / "Fueron el tono de desesperación contenido, las puntas de cabello todavía húmedas y la voluta de humo que se sacó de los labios los que me convencieron de que Helen se sentía encuadrada en la escena de uno de esos telefilmes donde la mujer indomable y rubia se decide a pelear por el bien de su hijo contra el hombre que ama"; Torné, Divorcio en el aire. / "era fácil que su cerebro se excitase por el paso rápido de imágenes y acabase proyectando en el ventanal otras a la misma velocidad: desaparecían los paisajes junto a la vía para dar paso a la película de su vida, de acelerada, la secuencia de decisiones que la habían conducido hasta aquí, puestas en orden a la ida y luego remontadas a la vuelta hasta llegar al momento original en que todo se torció"; Isaac Rosa, La habitación oscura; Seix Barral, 2013. / "Y tú que te piensas y te crees mejor que ellos, / sentado en un cómodo sofá con la nevera a rebosar / de mentiras que te llegan con un mando a distancia / que te da un cierto poder, el mandar en algo. / Pero en ese resquicio de poder una advertencia / mira tu alrededor, lee estos informativos y date cuenta / de que no tienes ni idea de nada, / de que no has entendido nada / porque ese poder es como todos, / terrenal y pasajero, el reloj sigue contando / y tarde o temprano te los encontrarás, / todas esas caras de los informativos / te estarán esperando, tarde o temprano"; Pablo Lorente, Informativos Tele Nada; Fundación Cultural Bajo Martín / Comuniter, 2013. / "Me quedé mirándola un rato (...) tratando de que no me conmoviera nada de la situación, como si yo fuese un actor secundario al que no le han dado más que un papel de extra, sin intervención hablada, un personaje que entra en una habitación semioscurecida, se sienta en un butacón, mira a la paciente que está dormida y, antes o después, posa las yemas de sus dedos en sus propios ojos, masajea sus párpados y, de repente, pierde pie en la realidad y cae hacia el lado de la inconsciencia apaciblemente"; Juan Bonilla, "Cuidados paliativos", Una manada de ñus, 2013.



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21 de diciembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Noticias del Lejano Oriente

China ha amenazado con no renovar los visados a un numeroso grupo de corresponsales occidentales, principalmente de medios estadounidenses. Las autoridades chinas, molestas con las informaciones sobre la corrupción y el enriquecimiento ilícito de sus líderes, también han bloqueado páginas de Internet e impuesto nuevos controles en forma de exámenes de marxismo a sus periodistas. El caso llegó a suscitar la intervención del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante su viaje oficial a Pekín, así como las gestiones de propietarios y directores de medios. Asia vive estos días una atmósfera enrarecida, con reminiscencias de guerra fría. El joven líder norcoreano Kim Jong-il se ha manchado las manos con sangre de su familia, concretamente la de Jang Song Thaek, esposo de su tía, liquidado en una purga que ha levantado la inquietud en Pekín. En la capital china ha caído en desgracia Zhou Yongkank, un exzar de la seguridad interior, el cuadro más alto purgado desde 1989, aunque en su caso bajo acusaciones más económicas que políticas, puesto que el represaliado y su familia controlaban los negocios del petróleo. Xi Jinping, en el poder desde hace un año, se está asentando con una autoridad por primera vez indiscreta para un régimen habitualmente sigiloso. China cabalga en solitario en la carrera del espacio y acaba de colocar en la Luna un vehículo no tripulado, 37 años después de que llegara la última nave rusa al satélite. No es tan solo una exhibición tecnológica, sino también un alarde de capacidad militar, que proyecta su sombra amenazante sobre los sistemas de satélites estadounidenses. Antes del verano, Pekín creó una nueva prefectura para incluir el rosario de islas y peñascos disputados con Vietnam y Filipinas; ahora ha ampliado su espacio de control aéreo para proyectar su irredentismo sobre las islas Diaoyu, Senkaku para Japón, que ejerce su soberanía sobre ellas. Los incidentes menores con barcos y aviones japoneses y americanos están al orden del día. Y Japón no se queda con los brazos cruzados y se dispone a incrementar su presupuesto de defensa y a revisar la limitación constitucional a su actividad militar. Nada sería peor que la caída de un nuevo telón de acero sobre China. La tecnología y la globalización reman en dirección contraria, pero es lo que demandan los peores reflejos del régimen de Pekín. Los medios de comunicación occidentales, ensimismados en las peleas de nuestro patio de vecinos, se ven tentados a entregar valores a cambio de los intereses, como ya han hecho Murdoch y Bloomberg, y a inhibirse de lo que sucede en Asia como si no fuera con nosotros. Pero allí es cada vez más necesaria la presencia de periodistas con márgenes de acción, para poder disponer de las noticias de ese Lejano Oriente donde se juega con frecuencia el rumbo del planeta. 



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21 de diciembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La natación del yo

El ser un isleño o vivir en una isla no es igual a hallarse aislados. Los habitantes de una isla tienden, por el contrario, a encontrar relaciones con casi cualquier cosa de su exterior. En cierto modo, ser un isleño fue igual a vivir en la España de Franco donde cada ciudadano que mereciera ese nombre se preocupaba, ansiosamente, por conocer las circunstancias que se cocían afuera. El humo del guiso internacional era una suerte de vaho y actualidad que aliviaba de las barreras fronterizas, entonces impuestas por la autarquía y, generalmente, en la geografía, impuestas por el mar.

Una isla es un lugar muy codiciado por los aventureros porque les permite ilusionarse con la idea de haber dejado el mundo atrás y ganar con ello el alma de la desaparición. Para un isleño, sin embargo, lo codiciado sería formar parte del mundo con o sin traslación.

La distancia que separa las costas del continente y su satélite es igual a la variable impaciencia del corazón. Paradójicamente, cuanto pasa en el continente es el contenido. Y lo que pasa en esta tierra australiana y aislada, incluso tan extensa como Estados Unidos, es un acontecer de sucursal.

Los australianos viven en la isla mayor del mundo. La llaman, en los libros, continente y, sin embargo, no terminan sus límites en su perfil. Toda isla lleva a sentirse en un patio de butacas mientras la representación discurre sobre una escena más allá. No importa que Nicole Kidman o Russell Crowe triunfen en Hollywood y demuestren con ello su integración global. Por mucho que luzca en el exterior no dejan de ser gentes de un feudo ensombrecido, fragmentado y dependiente. Pueden ser islas afortunadas, islas de esmeralda, islas de oro pero son, con ello, pendientes del oído (o la oreja) del mundo.

La subordinación es un factor que crea una influencia proporcionalmente inferior a su distancia y con ello Australia, sin importar cuánto haga, siempre será una construcción de menor publicidad.

Las islas británicas, se diía, fueron, no obstante, un imperio del marketing pero claro está que las Islas Británicas cuando fueron poderosas impusieron su archipiélago colonial en patrón supremo.Tan superlativo que ha llegado hasta este cabo del mapa austral con Nueva Zelanda en la misma esquina.

Una isla no sabe qué hora le corresponde sino en relación al continente y el continente no consulta el reloj periférico saber la hora. La hora es la hora y a la isla le corresponde un más o un menos. De ahí, acaso, la impresión de que los diarios australianos, su radio o sus periódicos no parezcan, con frecuencia, estar al día. La sensación, positiva, es que se han salido de la circulación y gracias a ello no les atropelló el criminal ferrocarril de la crisis. La sensación, negativa, es que Dios sabe que les pasará sin penalidad.

¿Liberados? Claro que no. Ni aislada puede librarse la isla de la epidemia humana. En el corazón de la inmaculada Australia se ha consolidado una excrecencia de decenas de miles de sucios y feos aborígenes con una probabilidad de contraer graves enfermedades tres y cuatro veces mayor a la media nacional. La mortalidad de un ciudadano común ronda los 82 anos pero un aborigen no pasa de los 72.

No solo están más enfermos, aislados incluso de su identidad. Porque a diferencia de los isleños de vida y corazón, no buscan, ni esperan, ni se abocan al exterior. Su agujero negro es sobrevivir y cuanto más fuera del tiempo, mejor. Ambulan pues desarreglados, sin reglas ni dirección como los zombis, y nadan a diario en un disolvente mar alcohólico mientras en Bondi Beach, los ricos surfean, aunque siempre aislados, sobre su bendita isla del yo.

 

 



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20 de diciembre de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ganapierde alemán

Los liberales perdieron las elecciones y los socialdemócratas han ganado el Gobierno, que es como si hubieran ganado ellos las elecciones y no Angela Merkel. El peso de sus seis ministros y de las carteras que ocupan en el Gabinete es mayor que el que le dieron las urnas. El contrato de coalición, aunque no se sale de las políticas ortodoxas de consolidación presupuestaria, incluye el salario mínimo interprofesional por primera vez en la historia y la doble nacionalidad para hijos de inmigrantes, además de mejoras en el sistema de pensiones y jubilaciones anticipadas que afectarán al gasto. Si al anterior Gobierno de coalición con los liberales le apetecía bajar impuestos, este tendrá la apetencia contraria. En este camino levemente escorado hacia la izquierda, ha quedado bien claro quién manda en la socialdemocracia tras años de incertidumbre y superposición de rostros insuficientemente definidos. Una buena negociación de la coalición y una consulta vinculante con los militantes de su partido, ganada ampliamente con un 78% de los votos, han dado a Sigmar Gabriel el liderazgo indiscutido que ya le sitúa en disposición de aspirar a la cancillería en una siguiente ronda.  No queda descolgado del todo el anterior candidato del SPD, Frank-Walter Steinmeier, que regresa a la cartera de Asuntos Exteriores que ya ocupó en la anterior gran coalición con Merkel de 2005 a 2009. El ministerio de Exteriores alemán ha sido una plataforma extraordinaria donde han brillado personalidades como Hans Dietrich Genscher, Joschka Fischer o el propio Steinmeier, con un radio de acción a veces superior al del canciller, que quizás ahora es más dificultoso. Parte del fiasco liberal ha sido el pobre papel desempeñado por Guido Westerwelle, que no supo aprovechar la oportunidad, arrastrado por la concentración de las relaciones europeas en todas las oficinas del jefe de Gobierno y de los ministros de Finanzas que ha provocado la crisis del euro. Para la canciller queda el grueso de la política europea, con el más que fiable Wolfgang Schäuble de mano derecha, y por supuesto la gloria de la cancillería en su tercer mandato, el que la propulsa hacia el Olimpo de los grandes cancilleres. Merkel ya es una canciller de tres mandatos, con 12 años de perspectiva de no mediar percances. Superó muy pronto a los dos cancilleres menores que fueron Ludwig Erhard (1963- 1966), tres años y una única victoria electoral aunque fuera el padre de la economía social de mercado, y su sucesor, Karl-Georg Kiesinger (1966-1969). Ha superado ya a Willy Brandt (1969-1974), con la apertura hacia el Este comunista que abrió el camino a la caída del Muro; a Helmut Schmidt (1974-1982), con el mérito del sistema monetario europea y la arquitectura de cumbres internacionales; y a Gerhard Schröder (1998-2005), que incorporó a los Verdes al Gobierno y reformó el Estado de bienestar alemán al precio de castigar duramente las bases socialdemócratas. Solo dos cancilleres, de su mismo color conservador, la superan todavía ampliamente en longevidad y envergadura: Konrad Adenauer (1949-1963); y Helmut Kohl (1982-1998). Para ser como ellos debe culminar con éxito su actual periodo y vencer de nuevo en 2017, todo a costa, naturalmente, de sus socios y rivales electorales del SPD, además de realizar la proeza equivalente a la fundación de la República de Bonn del primero y de la unificación del segundo, que en su caso solo podría ser dar a Europa el primer gobierno político del euro.



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19 de diciembre de 2013
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Asuntos metafísicos 29. Ni el fuego ni la palabra

Enfatizaba en la columna anterior el hecho de que la vida es ante todo una emergencia, de ahí su radical irreductibilidad a las formas (inferiores) de la physis, es decir, los etes compuestos  que se agotan en la yuxtaposición de sus componentes. Pero  el pensamiento de lo emergente  tiene aún ante sí un fundamental envite. Los animales intercambian información útil para su vida individual  y para la vida de la especie. Y lo hacen mediante un código, una pluralidad interrelacionada de cosas físicas, sonidos por ejemplo,  que dejan de valer por sí mismas para convertirse en signos (nada extraño puesto que la vida supone ya interconexión e intercambio). Estos códigos pueden alcanzar una  elevada complejidad, que en muchos casos  los estudiosos del comportamiento animal  han llegado a descifrar con elevada precisión.

Hay sin embargo una especie animal (o quizás un género un conjunto de especies, tesis esta cara a Eudald Carbonell)  que tiene un extraño código. Un código que en ocasiones sirve a la vida, pero en otras parece tener como finalidad el enriquecerse a sí mismo, hasta alcanzar   sorprendentes estructuras que a veces carecen de finalidad práctica como es el caso de ciertos  sistemas simbólicos y el del conocimiento puramente teorético, sea éste  filosófico o científico:  Un singular   código cuyo poseedor hace del mármol materia para el Taj Mahal y llega a tener como objetivo vital el mantener la potencia de forjar metáforas y encadenar fórmulas.

Tarea irrenunciable de la paleontología y la filosofía, sustentadas firmemente en la   lingüística y la genética, es intentar establecer el estado de la cuestión sobre ese radical caso de emergencia que en la historia evolutiva supuso  la aparición del complejo hombre-lenguaje, contribuyendo así a determinar dónde reside exactamente  la especificidad humana, y sobre todo  lo que esta especificidad  posee de singular. Se acepta por los neurofisiólogos que el lenguaje es un fenómeno emergente que surge como resultado del ejercicio de los circuitos nerviosos, pero añadiré por mi cuenta que esta práctica es más bien una condición de posibilidad que una condición exhaustiva del tipo de emergencia que manifiesta el lenguaje. 

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19 de diciembre de 2013
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