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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ahora que nos traigan a Machado

Machado escribió a Baroja una carta postrera tan triste, que a éste le hizo mal efecto, y la tiró. Así lo cuenta. Sin duda se sintió comprometido, afeado, esas cosas tan ingrávidas y sutiles de la susceptibilidad literata. Y el pobre Machado quizá convencido, allá en las últimas, de que legaba un documento conmovedor a la posteridad.
Ahora La Junta de Andalucía, inspirada y enardecida con el jolgorio fúnebre dispensado al cajón de Paco de Lucía, quiere montar una procesión de cultureta y jipío con los restos de Machado. Estará bonito, seguro. En España hay tradición de líos sepultureros y tumbales. Cuando el ayuntamiento de Madrid quisó trasladar los restos del músico Gaztambide al panteón de ilustres, el ayuntamiento de Tudela reclamó la fiambrera como propia y decidió levantarle un mausoleo en el cementerio. Llegó el cajón en tren, con gran séquito de diputados y altos cargos, lo pasearon en medio de un gentío hasta el cementerio, y lo dejaron allá, en un panteón prestado, mientras la comisión cultural pertinente se constituía, cosa que tardó treinta años. Cuando la comisión hizo abrir el cajón, se encontraron con metro y medio de señora mayor, bastante desmejorada, y ni rastro de Gaztambide. Se ve que, en el desbarajuste madrileño del desentierro se traspusieron los restos y se envió como Gaztambide a su suegra, o cualquiera sabe a quién. ¡Qué español es todo eso! Ahora ni cenotafio, ni mausoleo, ni panteón de ilustres, españolito que te vas del mundo, te guarde Dios, ninguna de las dos Españas te hará el panteón.


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9 de marzo de 2014
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Mujeres que corren con lobos

No sé hasta qué punto puede marcar en la vida de una mujer de mi generación, y ?de comarcas?, que, siendo niña, la disfrazaran de María Magdalena en la procesión de Semana Santa o de Raffaela Carrà en los festivales de Escala en hi-fi, e incluso le otorgaran el papel de precariamajorette acompañando sobre patines al equipo infantil de hockey ídem. ¿Por qué teníamos que llevar minifalda y mover una ridícula varita, cuando ellos, equipados como vikingos, se disponían a imponer su victoria con su stick? Y aún así tuvimos suerte de que los maestros nos sacaran adelante sin complejos, y empezamos a explorar ese bosque tan sobrevalorado y fascinante llamado ?mundo interior?. Es probable que hoy, si usted es mujer, la feliciten por el suyo. Sin ningún otro mérito que el de su propia condición femenina. Cierto es que no existe un Día Internacional del Hombre Trabajador, pero entonces las estadísticas no serían noticia. Esa es, pues, la percha para hablar de ?la mujer?, recordar la persistente desigualdad, la fea discriminación salarial y reivindicar derechos y lideresas. Una encuesta publicada por The Washington Post ha revelado que Hillary Clinton se coloca en el número de uno de la sucesión demócrata para las presidenciales del 2016 sin apenas mover un dedo. Rotunda, y tan severa como expansiva, con un prestigio inmaculado, Clinton aventaja a todos sus potenciales rivales en una proporción de 6 a 1 representando el perfecto símbolo de una búsqueda de la incompleta igualdad de oportunidades, que no puede ser más norteamericana. A pesar de no ostentar cargo público, está considerada ?uno de los líderes más influyentes del mundo? ?en masculino plural?. Al preguntarle: ?¿Está una mujer cualificada para ser presidenta??, ella respondió: ?Es ridículo que lo preguntes?. Bien lo sabe Yulia Timoshenko, que de oligarca a reformista, pasando por presidiaria, siempre ha procurado mantener su trenza bien atada. La espiga de trigo que evoca a las campesinas ucranianas o a las maestras de escuela, símbolo nacional y herramienta política con la que de nuevo regresa a la escena internacional. Drama y resolución impregnaron su discurso ante el Partido Popular Europeo: ?Actúen porque nos queda poco tiempo. Putin irá tan lejos como le permitan ustedes. Los ucranianos mueren con la bandera europea en sus manos?. La épica tiene orla. Ante el despliegue de tropas rusas en Crimea, Hillary compara a Putin con Hitler, quien, bajo el pretexto de proteger a los alemanes en territorio checoslovaco o rumano, los anexionó a la Alemania nazi. Sin sutilezas. Pero cuando una mujer como ella se viste de rojo, no le teme a nada.Esther Alcocer Koplowitz: Altos respaldos El los ?días de…? siempre se acaba mirando a las plantas ?nobles? de las empresas, ocupadas invariablemente por sillas con un respaldo mucho más alto que el resto. En los consejos de administración sólo 78 pertenecen a mujeres, sobre un total de 392; un 16,6%, bien alejado del 40% que ha marcado Europa para el 2020. Entre ellas, sobresale Esther Alcocer, presidenta de FCC, quien a muchos prejuiciosos sorprende por una inteligencia y una cercanía que llevan la impronta de su madre, Esther Koplowitz, aparte de toda una vida preparándose para ocupar una butaca con respaldo alto. Ella, y otras jóvenes herederas, ambiciosas, con mucha universidad americana, son la cara más visible del lento pero progresivo ascenso de las mujeres al poder. Fernández de la Vega: Varona de Estado Como a la princesa de Éboli, Rubio Llorente llamó ?varona de Estado? a María Teresa Fernández de la Vega cuando se incorporó al Consejo de Estado, una especie de balneario, hasta su llegada. El miércoles, en la presentación de su Fundación Mujeres por África en CaixaForum, De la Vega ofició de ?una de les vostres?. El totus tuus de la política y sociedad catalanas, franqueado por africanas ataviadas con imponentes florituras y algunos bebés, la ovacionaron por su labor. Notas: Barbara Hendricks y Pasqual Maragall se arrancaron a bailar al ritmo de música guineana. Y Trias, Gispert o Lanaspa coincidieron en ensalzar su elegancia y vestuario, demostrando, cómo no, qué diferente es Catalunya de Madrid. Valerie Treirweiller: Del chófer al metro Débilmente han vuelto a ser noticia las dos últimas mujeres que han ocupado las estancias del Elíseo. A Valerie Trierweiler se la fotografió en una estación de metro en París. La objetividad maligna escribió: ?Del coche oficial al vagón?. Valerie, como una periodista francesa más, acudía al desfile de Dior, y llevaba los labios subidos de rouge, olvidando la sentencia de Wilde de que una mujer con poca ropa y demasiado maquillaje siempre indica desesperación. De Carla Bruni ha trascendido la grabación de una charla con Sarko acerca de los dineros. Se quejaba por no poder firmar campañas como modelo, mientras Nicolas asumía el futuro papel de mantenido. La política no da para trajes de Dior (a un salto en el abecedario de Dios).

(La Vanguardia)

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8 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La venganza de la geopolítica

La geopolítica vuelve a estar de moda. Si la economía es la ciencia lúgubre, la geopolítica debería ser considerada como la ciencia de la fatalidad geográfica. Mandan los mapas. El todo radica en la posición de un pueblo en una geografía. En la Alemania genocida de Adolf Hitler se la cultivó a fondo, hasta utilizarla como ideología del régimen. La teoría del espacio vital o Lebenraum se asienta en ideas geopolíticas. Su regreso se debe a muchos factores. El más destacado, los actuales tiempos de grandes transformaciones, que al final nos sitúan ante la realidad tozuda y telúrica de la geografía. Este regreso da título incluso al libro de moda de Robert Kaplan, La venganza de la geografía (RBA, 2013), en el que se propone la recuperación de una "sensibilidad acerca del tiempo y del espacio que se ha perdido en la época de los aviones supersónicos y de la información digital". Pero la mayor fuerza que empuja para que regrese la geopolítica regrese la constituye el resurgimiento del objeto que más ha interesado tradicionalmente a tal ciencia. El inglés Halforld McKinder, hace exactamente 110 años, echó las bases de esta ciencia en un célebre artículo titulado El pivote geográfico de la historia, que luego sintetizó en una sentencia famosa: "Quien domina la Europa oriental domina el Heartland o corazón terrestre; quien domina el Heartland domina el mundo-isla; quien domina el mundo-isla controla el mundo". Pues bien, el pivote y objeto central de la geopolítica en su siglo entero de existencia es Rusia, con Heartland bajo su control y una clara vocación de dominar el continente euroasiático y como consecuencia el mundo. La globalización económica y la revolución digital nos habían dibujado un mundo casi inmaterial, en el que la geografía no contaba. Rusia, derrotada por la Guerra Fría, se hallaba en retroceso y se había desvanecido su dominio imperial. La geopolítica también andaba extraviada en los estantes de las librerías, como si Rusia, su objeto, ya no fuera un imperio continental sin fronteras naturales ni límites donde frenar sus ímpetus pero tampoco defenderse. Ahora la geopolítica regresa con Rusia. Y con ella la necesidad de volver a las lecturas geopolíticas, empezando por McKinder, siguiendo por Kaplan y terminando por George Friedman, director de Stratford, uno de los más destacados think tanks de análisis geopolítico mundial y autor de dos libros, La próxima década y Los próximos cien años (ambos en Destino), llenos de predicciones acertadas sobre el resurgimiento expansionista de Rusia que estamos presenciando. Una frase del segundo basta como muestra: "Rusia no se convertirá en una potencia global en la próxima década, pero no tiene otra alternativa que convertirse en una potencia regional importante, y esto implica que chocará con Europa. La frontera ruso-europea sigue funcionando como una línea de falla".



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8 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Geografía ibérica

 

 

Sostiene el pobre Jiménez que "del Ebro para abajo no se ve la realidad igual que como la vemos aquí”. ¿Para abajo? ¿Aguas abajo? ¿desde el Pilar de Zaragoza? ¿o será para abajo la margen derecha, o sea, Tudela, Cascante, Cintruénigo, Corella, Fitero, Monteagudo, Murchante, Ablitas, Barillas, Ribaforada, Buñuel, Fontellas, Tulebras, estos navarros alucinan y no ven la realidad, Jiménez? Los digo conforme me los imagino, que tampoco soy de aquí, pero sé que todas las fuentes antiguas, del Ebro para arriba y del Ebro para abajo, pobre Jiménez, definen al Ebro como dador de nombre a un pueblo, los íberos, o sea, lo definen como un dios creador, y eso es el padre Ebro, siempre descrito como eje de un país excelente, también para el melonar, donde ronda la pregunta ¿cómo no tiene el socialismo navarro alguien menos acomplejado que Jiménez?

El pobre Jiménez abunda, ya sabemos, en un lugar común del rancismo catalán que tiene a los de la margen derecha del Ebro como infracatalanes, y que a su vez es una melonada de raigambre en el rancismo vasco, pero es que Jiménez es aspirante a mandar  en Navarra en nombre del progreso sobre tierras y gentes que él no sabe, por lo visto, que son Navarra, y luego opinará de Ucrania.

 



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7 de marzo de 2014
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Homo Shopping

En una revista como esta caben hombres que confiesan sin sonrojo: «Ni elijo mi propia ropa. Quiero decir, que son asuntos que no están en mi mundo», como Johan Cruyff. O que aseguran no mirarse al espejo antes de salir de casa, como Eduardo Mendoza, a una página de aquí. «Hace años que no me compro ropa», le confesaba el escritor a Carles Francino en La ventana cuando se lanzó Icon. No sé si usted siente cierta desavenencia ante su postura, o al contrario, si es de los que cree que en realidad las mujeres desconfían de los heterosexuales que se postran en los templos del shopping como ante un altar. ¿Qué pensar, qué decir acerca de aquellos que hacen gala de humildad estética y delegan en otros, sean madres, esposas, hijas o asistentes personales, para que les repongan el vestuario? Usted, por ejemplo, es un director comercial, y a ella solo le encarga la ropa interior en packs. O pongamos que es controlador aéreo y elige personalmente las camisas, conoce perfectamente su talla y destaca por el buen gusto de sus corbatas, que suele mostrar satisfecho a su mujer y a su suegra. Siempre ha despreciado las etiquetas, que si los acicalados metrosexuales,, o los velludos megasexuales, y desdeña tanto exhibicionismo en un mercado insólito en el que hasta Cristiano Ronaldo diseña calzoncillos. ¿Recuerda a Cesc Fàbregas con su bebé sobre su depilada tableta de chocolate? ¿O a toreros de moda, como José María Manzanares, mostrando su piel aterciopelada? ¿O a Brad Pitt con la camisa desabrochada recitando un poema de amor para vender Chanel número 5, pour femme? La masculinidad hace tiempo que recuperó la llave de un lánguido desaliño, en el que la coquetería, al igual que el vigor, debe ser dosificada. Un mandato ?silencioso, pero efectivo? obliga a tener estilo, eso sí, sin esfuerzo. Como un buen constipado. En los manuales del dandismo siempre se recomendó no lucir nunca zapatos nuevos en público y arriesgar silenciosamente, además de procurar el punto medio entre misterio y cercanía. Llevar cualquier cosa de más, o de menos, suele indicar desesperación. Y puede que esta sea la razón de que los hombres sean tan fieles a los mismos productos. Brand guys (Tíos de marca) se titula el libro de Bill Vernick y Claire Farber, dos especialistas en marketing que analizan diez marcas asociadas a los estereotipos de masculinidad contemporánea. Juguemos: ¿es usted hombre Mac o Nike, Listerine o Abercrombie, Comedy Central o Bimmer?? ¿No se produciría rechazo? Los autores aseguran que esa identificación con una firma ofrece ventajas a las mujeres: «La clasificación de estos tipos, que tan a gusto se sienten con los valores de su marca que les define, puede ayudar a las mujeres a decidir si un tipo es el adecuado para ellas.» Deberían clasificar urgentemente este libro como sexista. ¡Cómo osan tratarle a usted de objeto, reducirle a una etiqueta! Aunque, preguntémonos cordialmente por qué, en el fondo, le agrada tanto aceptar que desde hace veinte años le es fiel a algo. (Icon)

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6 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mejor no enemistarse con la compañía del gas

Hillary Clinton nos enseñó a propósito de China que no tenemos que enemistarnos con nuestro banquero. Angela Merkel nos podría ofrecer una enseñanza de porte similar: también es peligroso reñir con nuestra compañía del gas porque nos subirá el precio del metro cúbico o nos puede llegar a cortar el suministro si tan lejos llega su enfado. La dependencia europea del gas ruso es formidable y se resume en tres cifras: una cuarta parte de la energía consumida por los europeos tiene el gas como fuente, un tercio de este gas es ruso y un 15 por ciento de todo el gas europeo llega a través del gaseoducto que atraviesa Ucrania. El humor de la compañía del gas afecta, sobre todo, a Alemania, Italia y Reino Unido, por este orden, y apenas a España, que depende del gas argelino. Pero el gas no es el único problema que plantea la tensión entre Moscú y occidente. El tamaño de Rusia y de su economía y, sobre todo, su integración en la economía mundial, convierte cualquier sanción e incluso una represalia, como la suspensión de la cumbre que tiene prevista el G8 en Sochi para el próximo mes de junio, en un arma de doble filo, que daña tanto a quien la usa como a quien recibe el golpe. Basta con tener en cuenta las inversiones o el turismo rusos en los países de la UE, y más concretamente en España, para imaginar las dificultades y consecuencias de un sistema de sanciones realmente severo, como merecería la acción emprendida por Putin en Crimea si atendiéramos únicamente a criterios morales. Es más fácil en todo caso dictar un rígido listado de sanciones desde Washington, que tiene a Rusia acotada en el uno por ciento de su comercio, que desde las capitales de la UE, que tiene a Rusia como su tercer cliente mundial. Y todavía es más difícil para algunos países, como Reino Unido, donde residen y tienen negocios innumerables oligarcas rusos, o Alemania, que cuenta con políticos jubilados, un ex jefe de Gobierno entre otros, que asesoran a compañías rusas. La novedad es absoluta. Con muy malos modos, el viejo mundo de las naciones y los imperios decimonónicos ha puesto las botas en Ucrania, y más concretamente en Crimea, pero la realidad económica sigue siendo la del siglo XXI. Se lo dijo el secretario de Estado, John Kerry, al presidente Vladimir Putin como reproche, pero debiera decírselo a sí mismo como observación analítica. Esa guerra fría resucitada cuenta con una disuasión nueva como garantía de estabilidad y esta es la amenaza de destrucción mutua asegurada, ya no por el arma nuclear sino por la globalización económica, que impide infligir daños al otro sin infligírselos a uno mismo. Urge contar con doctrina y estrategia para enfrentar esta combinación diabólica de interdependencia económica y poder autocrático. Ahora es Rusia, pero la lección valdrá para el día en que China también actúe como una superpotencia del XIX y nos pille de nuevo a todos con las manos atadas por la globalización económica del siglo XXI.



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6 de marzo de 2014
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La novela ‘real’ de un crimen sin piedad en Guatemala

La muerte de un obispo en extrañas circunstancias puede ser la punta del hilo que desate la madeja de horrores más espantosa de Latinoamérica.  Quienes lean El arte del asesinato político, la apasionante disección de la podredumbre moral de los grupos de poder en Guatemala que Anagrama publicó en España en 2009, entenderán esto y muchas cosas más.

*          *          *

Estoy a punto de emprender otro viaje a Guatemala. Como hace cuatro meses, voy con la Academia de formación de periodistas de la radio-televisión pública alemana Deutsche Welle, y el tema es el Periodismo de Conflictos y Memoria Histórica.

Vamos a trabajar en un lugar hermoso y desasosegante: el Archivo Histórico de la Policía Nacional, hoy convertido en espacio de la memoria y sitio donde un centenar de abnegados investigadores analizan y ponen orden en 80 millones de documentos.

Los documentos cuentan la historia de la burocracia policial en Guatemala. En lenguaje frío y formal, permiten asomarse al horror. Un hombre fascinante, el ex guerrillero y antiguo director de la Fundación Rigoberta Menchú, Gustavo Meoño, dirige ese milagro que es el archivo.

Ahí voy a trabajar junto con un colega alemán y otro guatemalteco para ayudar a un  grupo de jóvenes periodistas locales a escribir sobre el pasado. Su pasado.

Con el tiquete aéreo ya en mis manos, quiero compartirles hoy una reseña que escribí hace unos años para La Vanguardia.

*          *          *

Se trata del gran relato de no ficción El arte del asesinato político, de Francisco Goldman. Mi visión de Guatemala, de Latinoamérica y de la lucha por la justicia y contra el olvido no serán nunca más las mismas después de leer este libro.

El libro fue un faro y una linterna en mi viaje a Guatemala. Y también una invitación a seguir la obra de Goldman. En 2012 me tocó presentarlo en una mesa redonda del encuentro de Nuevos Cronistas de Indias de la Fundación Nuevo Periodismo en México. Después leí su deslumbrante y dolido relato sobre su esposa muerta: Dí su nombre. Este mismo mes me llegó una antología de textos sobre13 países de América Latina a 40 años del golpe de estado de Pinochet: Crecer a golpes, fantásticamente editado por Diego Fonseca. El capítulo de Guatemala está a cargo de Goldman: revisita su investigación del Caso Gerardi y se reúne con los fiscales y la juez que lograron la condena del dictador Efraín Rios Montt por genocidio.

La condena fue luego anulada por la Corte Constitucional por un fallo técnico.

Pero quedan las causas de la condena, duras como piedras.

Pero quedan los miles de testimonios de las víctimas.

Pero queda, para la posteridad, el luminoso libro de Francisco Goldman.     

*          *          *                      

El arte del asesinato político es, entre muchas otras cosas, el relato de una muerte, una investigación, un juicio y sus consecuencias. Combinando las herramientas y la infinita paciencia de un rocoso periodista de investigación con las dotes literarias y la sensibilidad de un gran narrador, el guatemalteco-norteamericano Francisco Goldman se abocó a la tarea de atar todos los cabos sueltos y encontrar a todos los personajes del sórdido ‘caso Gerardi’. Le tomó ocho años. Este libro justifica y premia tamaño esfuerzo.

Este fue el ‘caso Gerardi’: En 1998, tras décadas de abusos militares e impunidad, la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (OHDA) de Guatemala sacó a la luz un pormenorizado informe de los crímenes, cometidos príncipalmente contra la población indígena. Dos días después de la presentación del documento, el obispo Juan Gerardi, quien coordinó la investigación, apareció muerto a golpes en el garaje del arzobispado.

Las usinas de los rumores y la desinformación se pusieron rápidamente en funcionamiento: un crimen pasional entre homosexuales, una banda de delincuentes juveniles… hasta hicieron viajar a Guatemala a un extraño profesor español quien sostuvo la hipótesis de la participación en el crimen del viejo perro del cura.

Tres años más tarde, cuando comenzó el juicio, los acusados no eran ninguno de los ‘sospechosos habituales’: pertenecían a la élite de inteligencia del ejército, una casta nunca tocada por la justicia guatemalteca. Sorprendentemente, los militares y sus cómplices fueron condenados pese a las presiones – a veces violentas – y el ruido mediático. Los condenados apelaron, hubo más presiones, y la corte ratificó la condena. “Durante medio siglo el mundo clandestino militar había parecido inexpugnable”, explica Goldman al final de su libro. “El caso Gerardi abría un camino para penetrar esa oscuridad”. 

*          *          *

Este es, por lo tanto, un drama judicial, donde el tenaz reportero sigue a los investigadores, descubre por su cuenta hechos desconocidos y personajes insólitos, cae en trampas y encuentra finalmente la luz. Su estructura, similar a la de Todos los hombres del presidente, de Bob Woodward y Carl Bernstein, sigue el camino de las entrevistas del autor y de los descubrimientos de los fiscales y de los abogados de la OHDA, todos jóvenes, muertos de sueño y hambrientos de justicia. Es una historia de lucha por llegar a una verdad peligrosa.

Los personajes principales de El arte del asesinato político son los generales, tenientes, cabos e informantes que forman la tenebrosa estructura de un ejército legendario en América Latina por su violencia y su impunidad. Y son los fiscales, abogados, luchadores por los derechos humanos y periodistas que los desafiaron a través de este caso histórico.

El libro– que comenzó como una investigación para la revista New Yorker – se lee como una trepidante novela de investigación, peligro y suspense. En definitiva, explora y explica los abismos y las raíces del país pequeño y trágico donde durante 35 años los ejércitos regulares e informales del poder desaparecieron a 45.000 personas y asesinaron a casi 200.000.

Para las estadísticas son número. Para un gran cronista y escritor como Francisco Goldman, son las huellas de un arte asesino, atroz.  

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5 de marzo de 2014
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Topolinos, niquis y mañanitas

Hace unos días, la articulista Hadley Freeman se preguntaba en The Guardian por qué los excesos de la moda están considerados una frivolidad y las astronómicas cifras del fútbol, no. Freeman, que lleva más de una década escribiendo de moda en el periódico, analizaba el rechazo que sus crónicas desatan a menudo entre los lectores, relacionadas, por lo corriente, con los prohibitivos precios fashion. Pero, claro, no importa que un abrigo de Prada cueste poco más de un 10% del salario diario de Neymar (unos 19.500 euros). “Hay un montón de elementos de la industria de la moda que son repugnantes: el racismo, la discriminación por edad, los trastornos alimenticios, el elitismo. Pero eso no quiere decir que deba ser despreciada; y el hecho de que algunas personas se sienten tan libres de hacerlo indica un fuerte sexismo. El fútbol, vuelvo a la carga, no es la más intelectual de las aficiones y adolece de muchos de los mismos problemas que la moda -añadida la homofobia-, pero al estar dirigido principalmente a hombres, es considerado esencialmente un pasatiempo. La moda está dirigida principalmente a las mujeres, y por tanto se la despacha como frívola”, afirmaba Freeman. “La moda no es frívola, la moda es Dios”, dijo Toni Miró la pasada semana en el Palau Robert, en la presentación de la reedición del Diccionario de la Moda (Debolsillo) de la periodista y escritora Margarita Rivière. Un glosario de términos, nombres propios y fenómenos, donde no faltan palabras cuya sonoridad nos transporta a un tiempo perdido: desde mañanita o niqui a topolino, guardamarina y chubasquero. Miró razonaba que los mejores inventos de la moda no tienen autor, y así son cosa de Dios. Una vez a Yves Saint Laurent le preguntaron qué prenda le hubiera gustado inventar, y su respuesta fue concisa: “los tejanos”. A finales de los noventa, las multinacionales comenzaron a engullir las casas de alta costura arruinadas, apropiándose también de su leyenda. Una vez digerido su glamur, se franquiciarían hasta el infinito. “La moda, tal y como se entendió hasta el final del siglo XX, ha muerto. Pero ha resucitado en su declinación de culto al cuerpo, y no sólo en eso: ¿qué tiene que ver la moda con la creación de la opinión pública? Mucho”, sentenció Rivière. Sus redes se han sofisticado hasta el extremo de que el marketing ha sustituido al talento, lo comercial a lo extraordinario, el holding al atelier. El engranaje de las multinacionales del textil forma un dragon kahn infinito que atraviesa el globo trazando loopings sobre las necesidades de producción e imagen. Una implacable maquinaria que impacta en la piel humana y en la identidad social. ¿Y aún hay quien la considere frívola?

(La Vanguardia)

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5 de marzo de 2014
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Preguntas que no dejan vivir

La idea de ir de un lugar a otro anima a la literatura desde milenios atrás. Tras los diez años que dura la guerra de Troya, Ulises se embarca de regreso a la isla de Ítaca, donde lo esperan su esposa y su hijo. Quiere llegar lo más pronto posible, sin interrupciones, pero son las interrupciones las que hacen que aquel viaje dure otros diez años. Sin los obstáculos que se presentan a cada paso, no habría historia que contar, y no existiría La Odisea.

Para que haya historia, el viaje tiene que empezar. Pompeyo Magno se enfrentaba la situación de que los marineros de su armada no querían hacerse a la mar por la manera tempestuosa en que aquella se encrespaba, y entonces los arengó, y una de las frases de esa arenga ha quedado para siempre: "navegar es necesario, vivir no es necesario".

Ismael, el marinero del barco ballenero el Pequod en Moby Dick, la novela de Herman Melville, explica desde la primera página el porqué de sus ansias de navegar: "cada vez que me encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes...entonces, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda".

Moby Dick es también la historia de un viaje. Cuando el capitán Ahab zarpa del puerto de Nantucket al mando del Pequod, tampoco quiere interrupciones, no porque va en busca de su hogar añorado, sino de la venganza. Quiere llegar cuantos antes a encontrarse con Moby Dick, la ballena blanca, que destrozó años atrás otro barco suyo y le arrancó una pierna. Su obsesión es cazarla. Ismael, cuando se pone melancólico, se detiene a contemplar ataúdes. Tras el naufragio del Pequod, echado a pique por la ballena blanca, se salvará agarrado a un ataúd que aparece flotando a su lado. Si Ismael no salva la vida, no tendríamos quien nos contara la historia.

No pocos de los libros de Joseph Conrad versan sobre la aventura del viaje marino. Y El corazón de las tinieblas narra la travesía de Charles Marlow a través del río Congo, en tiempos de la brutal colonización belga en África, para encontrar a Kurtz, un misterioso personaje que ha enloquecido; pero es a la vez un viaje a las profundidades del alma humana donde campean la ambición de poder y riqueza.

El viajero mira, y escribe lo que mira. Nos trae noticias, viene a satisfacer nuestra curiosidad con sus revelaciones. Y esa relación que se crea entre autor y lector, y que parte de la doble necesidad de informar y ser informado, es la misma para la escritura de invención y para la escritura de hechos reales.

Heródoto, el más antiguo de los cronistas, viajó por todo lo que era el mundo de entonces, conocido para muy pocos, y por tanto exótico. Se ganaba la vida dando conferencias sobre sus viajes, contando lo que había visto y oído. En Atenas le pagaron una vez diez talentos por una de esas conferencias. Un rollo infinito de papiro de trazos continuos, contiene sus Nueve libros de la Historia.

Cuenta Heródoto que Trasíbulo, dictador de Mileto, enseña al principiante Periandro las reglas del poder basadas en el terror, con una parábola visual: lo lleva a un campo de trigo en cosecha, y siega las espigas que más sobresalen para demostrar que así debían segarse las cabezas de los enemigos. Es lo que tantos otros dictadores han aprendido a hacer.

Para Heródoto, "la memoria es defectuosa, frágil, efímera, e incluso ilusoria". El olvido de cada individuo es capaz de borrar la historia humana. Recordar es sobrevivir. "Todo lo que guarda la memoria en su interior puede esfumarse, desaparecer sin dejar rastro...pero sin la memoria no se puede vivir, ella eleva al hombre sobre el mundo animal".

Rodeados de memoria almacenada en nuestra era digital, siempre podemos viajar hasta el corazón de las tinieblas, como Conrad, en busca de quien nos cuente lo que sabe y lo que ha visto, igual que lo hizo Heródoto, porque sólo es así que la memoria no deja nunca de ser creativa e iluminadora.

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5 de marzo de 2014
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El Boomeran(g)
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