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Adicción

Lo decisivo de las adicciones es que habiéndose consolidado se comportan más que como adiciones. No son sumas de lo preexistente sino parte ya de lo existente. Eliminarlas conlleva por ello una suerte de mutilación que hace más que nunca dolorosa la curación. El punto en que la adicción penetra en el organismo la lleva a formar parte de él. Nociva o no, ha ingresado en la circulación, en el proceso biológico, en la circunstancia personal y en la personalidad misma.  La deshabituación no significa por ello tan sólo una ruptura del hábito sino de la misma piel y de la carne que va tras ella.

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3 de diciembre de 2014
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La vida balanceada

Hace unos días saludé a una vieja conocida, una escritora que no ha cumplido los cincuenta, y le pregunté cómo estaba: “Muy aburrida”, respondió. En unos tiempos en los que todo el mundo anda ocupadísimo, abrumado por un sinfín de obligaciones -muchas autoimpuestas-, su comentario bien podía ser una boutade tratándose de una profesional de éxito que publica un libro cada año y medio y que acude a las tertulias. Pero ¿y si fuera cierto?, ¿cuál sería la razón?, y ¿por qué me lo contaba a mí, con quien, a pesar de mantener una buena relación, no coincide más que muy de vez en cuando en actos literarios? ¿Una llamada de atención, una originalidad frente a los miles de quejicas que nunca tienen tiempo? El aburrimiento es una de las cenicientas de la psicología, y, en general, se le reprocha al tedio la escasa habilidad de mantener la atención sobre uno mismo o su entorno. “No entiendo cómo la gente puede aburrirse”, dice Karl Lagerfeld, a quien irritan aquellos pobres de espíritu que han perdido la curiosidad por la vida: descubrir, ya sea un libro o un entorno privilegiado. Pero cabe contemplar que incluso a los antaño hiperactivos un buen día el sinsentido les agarrota la nuca. La repetición ya no posee el encanto de la rutina protectora, sino que agrisa las tardes hasta que todos los días parecen el mismo, e incluso las novedades son más soporíferas. Desde las esperas latosas que impacientan a quien vive atropelladamente hasta los largos viajes en coche o tren donde los niños preguntan diez mil veces cuánto falta, existe un hilo conductor en los variados tipos de aburrimiento: la atención desenfocada. Un déficit que extiende el fastidio por encima del día, como un paté de foie gras. Leí que el aburrimiento tiene más que ver con la respuesta interior que damos a nuestras propias circunstancias que las propias circunstancias. No hay nadie más responsable que uno mismo de su nivel de bostezos, que en las sociedades modernas a menudo se relacionan con la falta de emociones, estímulos y amigos. Una de las causas que conducen y potencian la adicción es el aburrimiento. Su veneno es temible. Por ello nos ocupamos más de la cuenta, hacemos planes y programamos un sinfín de actividades que a menudo incumpliremos, alcanzando una porción de culpa y otra de placer al cancelarlos. Ocupamos a los niños temiendo que se aburran -que, en cambio, es cuando verdaderamente se forma el carácter- o porque nosotros también estamos terriblemente atareados. Pero entre morir de aburrimiento o hacerlo de estrés, existe una duna que bordea las dos orillas del Leteo: la vida balanceada, entre la acción y la contemplación. Si no lo haces tú, nadie lo va a hacer por ti.

(La Vanguardia) Ilustración: Pere Llobera

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3 de diciembre de 2014
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Comer, un asunto de talento

Desde la primera mitad del siglo diecinueve empezaron a aparecer en Francia libros capitales sobre la cocina, con lo que se la consagró como una de las bellas artes, nada menos que declarada "la décima musa", y se le dio así una categoría cultural. La más efímera y suculenta de las artes, destinada a desaparecer en los estómagos.

Entre esos libros, que no fueron pocos, hay que citar el Manual de anfitriones y golosos de Grimod de La Reynière, aparecido en 1808; El arte del cocinero de Antoine Beauvilliers de 1814; o la Fisiología del gusto, de Brillat-Savarin de 1826. Es él quien, entre las musas, da a la cocina el nombre de Gasterea, la que "preside los deleites del gusto".

Y siguen El arte de la cocina francesa del siglo XIX de Marie-Antoine Carême, en 5 volúmenes, publicados entre 1833 y 1834; allí manifiesta con aplomo: "las Bellas Artes son cinco a saber: la pintura, la escultura, la poesía, la música y la arquitectura, la cual tiene como rama principalísima la pastelería", pues para crear la estructura de sus pasteles estudiaba los principios de espacio y volumen de Tertio y Paladio.

También están La cocina francesa, el arte del buen comer, de Edmond Richardin; y Gastronomía, relatos de mesa, de Charles Monselet, de 1874; un poeta de las sartenes y peroles este último, quien fue capaz de decir en el prólogo de ese libro que contiene en sus páginas sus sonetos gastronómicos: "A falta de renombre poético, tan difícil de conquistar, me conformo con un poco de gloria culinaria".

Son libros escritos con estilo literario por cocineros de oficio, como el mismo Carême, que estuvo al servicio de Talleyrand, y de reyes y príncipes en diversas capitales de Europa; o por gourmets  consumados como La Reynière y Brillat-Savarin, capaces de extraer toda una filosofía del gusto por comer; o por profesionales de categoría, como Beauvilliers, el primero en abrir un restaurante de gran cocina en París; y en fin, el de un cronista como el barón de Brisse, que en su Calendario Gastronómica apunta 365 menús, uno por cada día del año, y fue tanto su amor al arte que terminó casándose con la cocinera del compositor Rossini.

Pero los grandes escritores mismos se ocupan de este asunto tan disminuido en otras culturas, y allí está el Gran Diccionario de Cocina de Alejandro Dumas padre, quien imponía su presencia en las cocinas. "Se cuenta que cuando se alojaba en un hotel sobornaba a los empleados para que le dejaran entrar en la cocina par trastear entre fogones y tomar nota de los trucos de los grandes maestros",  dice Javier Coria; y agrega: "Nieto de un maître del duque de Orleans, en su ilimitada curiosidad, la cocina y la gastronomía ocuparon un lugar destacado...en camisa, mete mano a la masa, hace una tortilla fantástica, dora la pularda...Corta la cebolla, remueve las ollas, y les da 20 francos a los pinches".

O las reflexiones de Balzac, admirador de Brillat-Savarin, entre ellas su Fisiología gastronómica, donde define sus sabios Principios generales: "Todos los hombres comen; pero son pocos los que saben comer. Todos los hombres beben; pero menos aún son los que saben beber. Hay que distinguir los hombres que comen y beben para vivir de los que viven para comer y beber. Hay infinidad de matices delicados, profundos, admirables entre estos dos extremos..." Es un homenaje al dictum supremo ya antes pronunciado por Brillat-Savarin: "Los animales pacen, el hombre come; pero únicamente sabe hacerlo quien tiene talento".

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3 de diciembre de 2014
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La pareja

Tener una pareja suele ser una bendición puesto que la solidaridad y la compañía curan de casi todo. Pero, efectivamente, puede convertirse en una maldición si la relación se pervierte, y sea por desentendimiento o por avidez  la interacción va dañando a cada uno y los transmuta en sus peores figuras humanas.  El mal y el bien se relacionan tan estrechamente que con pasmosa facilidad hay quien promueve lo mejor o lo peor de uno mismo dentro de la relación. Si es mejor estar solo que mal acompañado el refrán alude al dolor que una torcida compañía puede imbuirnos mientras la soledad, siendo indeseable, puede comportarse  sin embargo como una cicatriz muy bien cosida y en cuyo interior, aún no siendo felices plenamente, se consigue una consistencia que, con  tiempo y la costumbre, deriva en paz. Hay innumerables gamas de bienestar entre estar benéficamente  acompañado a sentirse podrido en soledad pero es indudable que la pareja, ese artefacto potente y cimero, es un factor decisivo para decidir el color de la combinación entre dos. Del negro al blanco, del violeta al amarillo, del azul al rojo. El cuadro de una relación es un módulo removible que de prestar felicidad naturalmente  llega, mediante inesperadas luces, a constituirse en un demacrado tormento para el indefenso corazón.  

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2 de diciembre de 2014
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Asuntos metafísicos 75: Prioridad ontológica de la diferencia sobre la identidad

Formularé una pregunta clásica: ¿cabe una multiplicidad meramente numérica, es decir, sin notas diferenciales que suponen desigualdad?  Remontémonos una vez más a Aristóteles:  En el nivel de las especies la respuesta es negativa, pues referirse a especies   supone precisamente considerar la diferencia cualitativa en el seno de un género. Hombre y caballo se distinguen en el seno de la animalidad entre otras cosas porque el primero posee la nota racional, de la que el segundo carece. Pero Aristóteles sostiene que hay un dominio en el que en cierto modo hay distinción sin diferenciación cualitativa, pues para el Estagirita las polaridades cualitativas mediante los cuales podemos a distinguir a Sócrates de Calias (bajo-alto, feo- guapo, canoso- cabello negro, etcétera) son contingentes y en consecuencia carentes de peso ontológico.  De ahí su tesis de que no hay ciencia de los individuos y que la ciencia como determinación de diferencias esenciales acaba  allí dónde conseguimos distinguir a una especie de otra especie. Esta contingencia de los rasgos diferenciales cualitativos tratándose no de la especie sino  del   individuo supone que, a la hora de referirse a éste, lo único importante es exactamente lo que la etimología dice: indiviso respecto a sí mismos y dividido respecto a todos los demás (por decirlo en términos de Francisco Suarez) es decir la definición misma de uno. Si hay individuos hay multiplicidad meramente cuantitativa cabría decir respondiendo a la pregunta.

Mas,  ¿cual cual sería el soporte de esta  pluralidad meramente cuantitativa? ¿Dónde se despliega la discreta pluralidad  de los individuos? En  el continuo espacial o temporal sería la primera e inmediata  respuesta. Dos individuos presentes difieren en el espacio, mientras que el presente Sócrates que se dispone a tomar la cicuta difiere del Sócrates maestro del joven Platón en el tiempo. Pues bien, Leibniz vendrá al traste con esta concepción. Lejos de admitir que la diversidad de posiciones en el espacio y el tiempo basta para distinguir a una realidad de otra, Leibniz nos invita a considerar la posibilidad de que sólo se den tiempo y espacio en razón de que las cosas de inmediato se distinguen por rasgos intrínsecos. O en otros términos: tiempo y espacio serían la expresión de la diferencia entre las cosas y jamás un marco previo y subsistente en el cual eventualmente las cosas pudieran venir a insertarse. Transcribo al respecto un  párrafo de los Nouveaux Essais sur l'entendement humain (XXVII).

Un texto de Leibniz.

"Es necesario que además de la diferencia de tiempo y de lugar haya un principio de interna distinción, y aunque haya varias cosas de una misma especie es cierto, sin embargo que no hay cosas absolutamente similares: así, aunque el tiempo y el lugar (es decir, la relación exterior) nos sirvan para distinguir cosas que no distinguimos perfectamente por sí mismas, no por ello las cosas dejan de ser distinguibles en sí. El criterio de la identidad y la diversidad no reside pues en el tiempo y el lugar, aunque sea verdad que la diversidad de las cosas se acompaña de la diversidad de tiempo y lugar que conllevan impresiones diferentes sobre la cosa. Ello por no decir que más bien son las cosas las que permiten discernir un lugar o un tiempo de otro lugar u otro tiempo, pues por ellos mismos son absolutamente similares, lo cual supone que no son substancias o realidades completas"

En suma: el tiempo y el espacio no precederían a las cosas. Las cosas no precederían a sus intrínsecas diferencias. Luego: el tiempo y el espacio no precederían a la diferencia entre las cosas. Y el texto citado se completa con un segundo en el que se explicita ya el principio de los indiscernibles:

"El principio de individualización se reduce en los individuos al principio de distinción del que hablaba. Si dos individuos fueran absolutamente similares e iguales y así (en una palabra) indistinguibles por sí mismos, no habría principio de individualizació; e incluso me atrevo a decir que en estas condiciones no habría distinción individual ni individuos diferentes"

Vemos pues que con Leibniz se da un enorme paso en la vía de la priorización ontológica de la relación diferencial sobre la entidad per se de cada cosa.  Sin relación diferencial intrínseca no habría  especies,  sostenía ya Aristóteles. Sin  relación diferencial intrínseca no habría tampoco individuos, viene a decir Leibniz.  Así pues, sin relación diferencial intrínseca no habría simplemente mundo, puesto que mundo no es otra cosa que orden, es decir precisamente sistema de relaciones entre géneros, entre  especies, en el seno del género, y entre individuos en el seno de la especie.

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2 de diciembre de 2014
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Antígona en Colombia, en Guatemala, en México

En Iguala, los padres buscan a sus hijos. No se resignan a que estén muertos: no han visto sus cuerpos mancillados. ¿Hay peor crimen que no dejar a los padres enterrar a sus hijos?

En Alta Verapaz, Guatemala, decenas de miles de indígenas claman para que los verdugos de sus hijos digan al menos dónde están sus cuerpos.

En un basurero en un barrio pobre y castigado de Medellín, Colombia, las madres exigen que dejen de tirar basura en La Escombrera, donde se sospecha que generaciones de asesinos, sicarios y paramilitares arrojaron cientos de cadáveres.

En España los ancianos hijos de los muertos y arrojados en las cunetas del franquismo piden, al menos, ver antes de morir los dulces huesos de sus padres muertos.

Hoy, en este mundo y este siglo, sigue brillando la tenue y persistente luz de Antígona, la llama de una justicia más fuerte que el más sangriento poder.

*          *          *

En la tragedia de Sófocles, Antígona era la hija que tuvo Edipo con su madre Yocasta, la que pasó su juventud acompañando al angustiado padre ciego por los amargos caminos del destierro.

Creonte, el sucesor de Edipo como rey de Tebas, se convirtió mientras tanto en un tirano, y los dos hermanos varones de Antígona, Etéocles y Polinices, se enfrentaron en el campo de batalla, el primero defendiendo a Creonte y el otro luchando por echarlo del trono.

En el feroz combate las fuerzas del tirano triunfaron, pero ambos hermanos perecieron. Creonte decidió dar “funerales de estado” a Etéocles y dejar a Polinices a merced de las aves de rapiña en el mismo campo de batalla.

La tragedia Antígona – representada de mil maneras en el teatro actual – es la historia de la valiente decisión de la hija de Edipo por cumplir con su deber de hermana: sepultar a Polinices, a pesar de que Creonte haya decretado la pena de muerte para quien homenajeara así a los “traidores”.

*          *          *

Antígona muere sobre el escenario proclamando su libertad de elección y su seguimiento fiel a una ley más poderosa que los dictados del mandamás: el amor filial. Para muchos esta es la base del pensamiento individual del ciudadano libre en la sociedad moderna. Aunque las consecuencias pueden ser graves, el personaje reivindica el derecho a cumplir con su propia conciencia irreductible.

Algo tan antiguo, tan “mítico” como quitar el derecho a las familias a enterrar a los muertos propios volvió a cobrar actualidad en los setenta con uno de los crímenes más abominables de las dictaduras del Cono Sur de América.

Las Madres de Plaza de Mayo de Argentina – que provenían de familias tanto ricas como pobres, de la izquierda más combativa y la más rancia derecha, que eran católicas, o judías, o ateas – se unieron en la exigencia más elemental: el derecho de las madres a que el Estado les entregue los cuerpos de sus hijos muertos, poder enterrarlos, hacer su duelo.

Por supuesto, detrás del atropello inhumano de la “desaparición” se adivinan todos los demás pisoteos.

¿Quién tiene derecho a jugar de esa manera con una de las ceremonias más antiguas y profundas de los seres humanos, el entierro de los “suyos”?

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Estoy trabajando en la formación de periodistas jóvenes de América Latina para que aprendamos juntos a contar las historias de las víctimas: los que no pueden ni empezar a llorar sobre las tumbas de los queridos que fueron secuestrados. En talleres de dos semanas, con periodistas de Argentina, Chile, Perú, Brasil, Colombia, El Salvador y Guatemala, producimos revistas con relatos de memoria histórica. Las llamamos El Retrovisor.

En las historias que traen los participantes en estos talleres de la Academia de la Deutsche Welle (DWA), encuentro un horror mayor que el ver el cuerpo de un hijo despedazado por la tortura: es no verlo nunca, es soñar cada noche con lo que le pueden haber hecho, es pensar sin razón y sin medida que podría estar vivo, y saber que no lo está, y sentirse culpables hasta por saberlo.

Escuchando y leyendo los testimonios de los familiares de los desaparecidos, siento que no habla el militante de tal o cual partido, no habla ni el credo ni la ideología. Habla la sangre mancillada. Habla, hoy más fuerte que nunca, Antígona.

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1 de diciembre de 2014
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Universitarios

Me ha llamado mucho la atención el eco que ha tenido la beca del profesor Errejón. En efecto, un amigo y conmilitón suyo le consiguió una beca sustanciosa (las hay regulares y las hay king size, ésta es de las buenas) tras convocar la ayuda de manera que sólo Errejón podía presentarse y presentóse y ganóla. Entre las bases y condiciones para acceder a la beca sólo faltaba añadir "que gaste gafas de pasta y cuyo apellido empiece con E".

    Pero ¿cuál ha sido el escándalo? Aquellos que conozcan la Universidad española desde dentro (yo he dado clases allí treinta años) saben que este procedimiento no es una excepción, sino la regla, la base misma de su funcionamiento. ¿Cómo creen que se elige a los titulares, al jefe de departamento, a los becarios, al decano, al rector? ¿No han oído hablar de la endogamia universitaria, de las mafias departamentales, de las cátedras hereditarias? En algunas ocasiones estas corruptelas se usan para mantener la coherencia ideológica o teórica de un departamento, lo que es hasta cierto punto comprensible, pero la mayor parte de las veces es simplemente el modo de mantener una clientela vitalicia.

Dicho sin farisaísmos, la universidad está tan corrompida como las finanzas, los partidos o los sindicatos: es una de las instituciones más corruptas del conjunto institucional español. Por esta razón la enseñanza española es la que recoge la más baja calificación en todo el conjunto europeo, un suspenso que se sucede año tras año con gran regocijo de los partidos políticos.

De hecho puede decirse que no hay auténtica competencia en la adjudicación de las plazas, en los tribunales de oposición, en los de tesis doctorales, y lo que es más grave aún, la nuestra es una universidad mineralizada, fosilizada, sin traslados, sin musculatura. Los profesores están atados a su plaza geográfica de por vida. Si a pesar de todo muchos de ellos realizan una labor admirable es gracias a una vocación férrea.

    Ahora bien, ¿han oído a Iglesias, a Errejón, o   a los dirigentes de Podemos en la sombra presentar un programa de limpieza del mundo universitario español? No lo verán. Están allí acomodados como Blesa y sus chicos en Cajamadrid. La universidad es su finca y nadie se atreverá nunca a limpiar esos establos. Los jefes de Podemos pueden lanzar a la calle cien mil individuos en media hora y colapsar una ciudad. ¿Van a decir algo sobre los funestos sindicatos estudiantiles? ¡Cómo van a hacerlo si ellos los controlan! También son ellos quienes deciden quién entra y quién no en su residencia. Cuando revientan actos no lo hacen por ideología (de la que carecen, aparte de un sumario castrismo-leninismo), sino para mostrar quién es el amo de ese mayorazgo. En los reportajes de aquella violenta irrupción en la conferencia de Rosa Díez se puede ver a los jefes y matones del actual Podemos, intercambiando órdenes como si fueran los falangistas de la Complutense de los años 30.

    Es un comportamiento análogo al de Mas y los separatistas, los cuales no se enfrentan al Estado para conseguir la independencia de Cataluña, que saben les arruinaría, sino para dejar claro quién manda en la finca. De modo que no se trata de ganar, sino de humillar al Estado. ¿Tribunales Supremos a mí? ¡Anda ya, españolito alpargatero! ¡Aquí mando yo, o sea, el Pueblo Catalán Carolingio! El comportamiento de los caudillos totalitarios es siempre el mismo, no queda nada por inventar.

    A mi no me escandaliza que Errejón se haya mercado un beneficio estupendo, sobre todo él, que no lo necesita porque es de familia acomodada. Lo que me llama la atención es que esta gente que conoce sobradamente la corrupción universitaria de la que se alimenta aún no haya dicho nada  relevante sobre la futura enseñanza en España cuando ellos manden, como no sean cuatro vaguedades idealistas del tipo "la universidad ha de estar al servicio de los pobres", ya conocen la música. Pero, ¿van a mantener el sistema tal y como está, con sus tribunales amañados y sus convocatorias a medida? ¿Qué haréis con las castas universitarias, camaradas? ¿Y con el feudalismo de las universidades primitivas, donde para ganar una cátedra de física cuántica lo importante es haber nacido en Vic? ¿Mantendréis el sistema de rectores como títeres decorativos? ¿Y los planes de estudio deformados departamento a departamento según el interés de la plantilla?

    Podemos es un partido de profesores universitarios, o lo que es igual, una quimera. Un profesor universitario es un funcionario aún más irresponsable si cabe. La libertad de cátedra le permite explicar al alumnado la vida de Lola Flores o las teorías de Kripke con igual protección estatal y sueldo. Puede fantasear hasta el delirio, por ejemplo reconstruyendo la Unión Soviética en clase, sin que nadie pueda decirle que eso no entra en el programa de Filosofía de la Ciencia. No obedece al menor control, excepto el de sus jefes de departamento (y tampoco mucho) lo que provoca unas relaciones serviles hasta la caricatura que en los estratos inferiores es de pura esclavitud. Un partido de profesores universitarios reproduce el mundo virtual de las aulas, con todos sus delirios y su onirismo, a escala estatal.

    Si ya la universidad española (sector humanidades) es como un cetáceo muerto, imagínense un país construido con los mismos mimbres. Un cementerio de elefantes. Y ratones.

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1 de diciembre de 2014
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