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Asuntos Metafísicos 92: El engrasador del pensamiento.

De ser cierto que la diversidad muda en oposición y finalmente  la oposición se hace contradicción,  la asunción de esta última se convierte en el signo mayor  de  entereza, la cual  se manifiesta ante todo en la fertilidad del pensamiento. Cabe incluso decir que  pensar es la prueba misma de tal entereza, entendiendo por pensar la tensión de  nuestras facultades  a fin de que haya emergencia. Es esta una palabra clave tratándose de pensamiento: emergencia supone indiscutiblemente crisis, pero asimismo novedad, respuesta, que en realidad es el resultado de la activación de los recursos. El asunto no es tanto que lo nuevo suponga contradicción en el edificio de lo  instaurado. Lo importante  estriba   en que  la mente misma sólo es fértil rompiendo  la situación de equilibrio. El  pensar  es precisamente ausencia de reposo; el pensar nada tiene que ver con el control de algo adquirido,  es más bien  la agitación misma del espíritu, confundido éste con el movimiento de las ideas, las cuales no paran, pues propio  de  ellas es precisamente  no parar.

Por eso, como aquí mismo he tenido ocasión de señalar,  pensar es durísimo: pensar  es vencer la inercia que tiende a evitar la emergencia. Pero ésta se impone aunque la subjetividad no siga. Cuando esto ocurre, cuando el sujeto sigue anclado en lo dado, el sujeto se disocia de la razón, el sujeto resiste a su ser, que sin embargo acabará imponiéndose: el pensar no se detiene, sino que se separa y se aleja  del sujeto; el pensar sigue su camino  y el sujeto queda anclado:

 "El  pensamiento especulativo consiste solamente en el hecho de que  el pensamiento retiene en el la contradicción, manteniéndose él mismo en la contradicción, en lugar de   (como hace el pensamiento representativo) dejarse dominar por la misma" escribe Hegel.

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7 de abril de 2015
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Como si estuvieses muerto

A lo largo de la vida, varias veces he escuchado en voz de diferentes autores que “habría que escribir como si estuvieses muerto”.

Como si estuvieses muerto coges la pluma o el ordenador y empiezas a escribir.

Como si estuvieses muerto te haces un café o un té, fumas un cigarrillo, regresas a tu cuarto y redactas algo como si estuvieses muerto.

 

Un hombre muerto escribiendo palabras muertas en un cuaderno de papel muerto que se va deshaciendo como arena sería una buena narración para los amantes del fin de los tiempos. La acción podría desarrollarse en Samarcanda cuando era la capital dorada de las estepas, o mejor en alguna aldea cerca de las montañas de la Locura.

Se supone que mientras dura el proceso de la escritura has de comportarte como un muerto, has de hacer el amor como si estuvieses muerto (siempre queda la esperanza de que a tus amantes les gusten los zombis), levantarte de la cama como si estuvieses muerto y reanudar la escritura como lo haría cualquier escritor muerto que tuviese que entregar en septiembre una novela a su editor muerto.

Sólo acierto a escribir algo cuando me siento vivo. Quizás es un error. Tendré que meditar, tendré que pensar que estoy dentro de un ataúd, en el cementerio de la Ciudad sin Nombre. El espacio es asfixiante hasta para un muerto: hace difícil la escritura, y no solo por el hecho de que la muerte sea la consagración del silencio.

Entonces le doy la vuelta al problema y pienso: escribir sería lo mismo que salir del espacio de la muerte, y toda escritura sólo podría ser gestada desde la vida y para la vida. ¡Fin de las pesadillas y los ejercicios espirituales! Qué alivio, amigos. ¡Acabo de salir del ataúd¡ ¡Ya puedo ponerme a escribir!

Con razón decía Julia Kristeva que el que no ama o no crea está muerto. Dicho en otras palabras: cuando no amas y no creas te instalas en el espacio de la muerte, y si tuviésemos que escribir como si estuviésemos muertos la obra más convincente sería el libro en blanco. César Augusto lo expresó muy bien con unas cuantas palabras que además de proclamar el fin de la vida proclamaban el fin de la escritura. Es sabido que según la leyenda el emperador dijo al morir: “¡Se acabó la comedia, amigos. Aplaudid!”.

Obviamente, se trata de una sentencia que sólo puede formular alguien que ha sido durante bastante tiempo el director del gran teatro del mundo. No son palabras que queden demasiado bien en voz de un vagabundo, un guerrero, un labrador. Para decirlas has tenido que ser el rey del mundo: algo así como el dueño absoluto de la narración. Por eso no sólo indicas que la obra ha finalizado, también ordenas que todos lo presentes lo festejen con aplausos. Como debe ser.

Qué gloriosos los romanos, tan empeñados en hacer teatro clásico hasta el último suspiro. Ahora no cuidamos tanto los papeles y los escenarios, por eso ya nadie muere diciendo frases célebres en parajes legendarios. Estamos perdiendo mucha capacidad dramática. Todavía nuestros abuelos pasaban media vida tejiendo la frase con la que esperaban despedirse de la humanidad. Ahora ya nadie pierde el tiempo preparando su última escena en la opereta del mundo.

 

¿Pero no estaba hablando de escribir como si fueses un difunto? Ah, sí, la feliz pesadilla del hombre muerto escribiendo palabras muertas en un cuaderno de papel muerto que se va deshaciendo como arena. ¡Qué optimismo más radical! ¡Brindemos!

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6 de abril de 2015
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Casa de muñecas

Cuando las niñas juegan con muñecas y les prestan su voz, lo hacen con tonos agudos y cadencias plañideras, al estilo de sus canales temáticos o de los tutoriales que tanto enganchan. En cambio para los muñecos, los Ken de turno, entonan con mayor determinación y gravedad, como si estuvieran enfadados. Al observarlas enfrascadas en sus ficciones, me pregunto acerca del insondable mecanismo -¿o es simple inercia?- por el que se repiten patrones y se perpetúan papeles. Al tiempo que cavilo en las resistencias culturales, una Barbie le pide a Ken que le traiga una bandeja con plátanos y naranjas. Lo hace serio pero encantado. Y no sólo es eso: Ken cocina mientras las sirenas se cambian de outfit, así lo dicen hoy las pequeñas bi-trilingües. En el cuarto de juegos donde espío, las muñecas se van solas al baile, de viaje de trabajo o al parque de atracciones. La generación de madres con permanente cara de velocidad -una especie que se resiste a abandonar la vida estresante, no vaya a ser que luego les quede un sentimiento no sólo vacío, sino de detrito- parece que ha dejado huella en el alma de las muñecas. Las que nos criamos con Heidi -que ahora regresa, con sus cuarenta tacos a la espalda- también jugábamos a cambiarle el outfit a nuestras muñecas recortables, sólo que los llamábamos conjuntos, como magdalenas a los cupcakes. Nuestras series no eran tan de caramelo a diferencia del rosificado mundo de las princess, en el que con siete años ya les hacen la pedicura y les dan masajes. Siempre había un personaje que encarnaba el mal, como la señorita Rottenmeier, que humillaba cada dos por tres a la pobre Heidi, según los criterios biempensantes de hoy una niña maltratada. En la última feria del juguete de Nueva York, Mattel ha presentado a la Barbie espía, que graba a los niños y manda la información a los servidores de la compañía. Sus detractores aseguran que se cruza el límite de la libertad del menor; sus defensores, que puede llegar a protegerlos. Mientras, la imagen de una pequeña refugiada siria que levanta las manos ante una cámara creyendo que se trata de un arma ha sobrecogido a millones de occidentales que tienen en sus casas a preescolares empachados de iPad y videojuegos. Algunos de ellos violentos. Nos llenamos la boca con la educación y progreso, pero persiste una anomia que converge en conductas miméticas: los pequeños acaban reproduciendo la frustración y la agresividad que les trasladan los mayores. Según la macroencuesta de violencia de género, más de un 12,5% de españolas la ha padecido. Y en lugar de ir remitiendo, y a pesar de la sensibilización colectiva, crece. Esta semana han muerto también dos niños en manos de su padre en lugar de estar jugando con sus casas de muñecos, allí donde representan el pequeño teatro del mundo, lo que ven en casa. (La Vanguardia)

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6 de abril de 2015
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La democracia como mentira

Después de padecer largas dictaduras militares a lo largo del siglo veinte, la recuperación, o edificación, del estado de derecho en América Latina pareció ser la meta a conseguir como salvaguarda de un futuro en que democracia y desarrollo pudieran caminar de manera paralela.

La aspiración de finales del siglo veinte fue hacer que la realidad política respondiera a la letra de las Constituciones, un ajuste en el que habíamos fracasado desde los días de la independencia. Ni más ni menos, regresar al siglo diecinueve para poder tener siglo veintiuno, recuperando el cúmulo de ideas que habían fundado las repúblicas liberales.

Las democracias empezaron a funcionar basadas en el regreso al fundamental derecho de elegir, y a partir de allí fue necesario probar la eficacia de las instituciones, como salvaguarda para evitar el temido regreso al arbitrio de una sola persona mandando por encima de las leyes. Esta había sido la persistente realidad impuesta desde el siglo diecinueve, que acabó con el sueño benéfico de la majestad de las Constituciones, algo que a los caudillos siempre les pareció una tontería infantil.

Pronto se descubrió, antes de que se cerrara el siglo veinte, que la institucionalidad democrática era capaz de resucitar de las cenizas de las dictaduras militares solamente donde esa institucionalidad había prosperado antes, como en Uruguay o en Chile; pero donde históricamente había sido débil, o apenas existente, era difícil reinventarla, como en la mayoría de los países centroamericanos.

En otros, como en Venezuela, era el agotamiento del sistema democrático, desprestigiado por la corrupción, el que habría paso a nuevas propuestas que con el tiempo vinieron a probar su dramático fracaso. Pero tampoco el populismo, proclamado con pompa revolucionaria, venía a ser nada nuevo en América Latina; ya lo conocíamos desde tiempos de Perón, Getulio Vargas y Rojas Pinilla.

También aprendimos, o recordamos lo que ya la historia enseñaba: que la “democracia populista” no es más que un seudónimo del autoritarismo, o una etapa previa antes de entrar en la dictadura sin apellidos. Si hay concentración absoluta de poder, cercenamiento de la libertad de expresión; si hay miedo de los ciudadanos, si la corrupción descompone a la autoridad, estamos en los umbrales de la dictadura. De allí a la represión sangrienta no hay más que un pequeño paso. Y el populismo no es más que el celofán en que se envuelve ese regalo envenenado.

Pero otro elemento, para nada sorpresivo vino a sumarse, y se expandió con fuerza de incendio: la corrupción, tan integral a la propia democracia recuperada, como si fuera parte de ella; en muchos sentidos, porque la propia debilidad institucional, que incluye la falta de transparencia y de controles sobre la voracidad de no pocos de quienes suelen ascender al mando, la facilita. Y la fiesta sigue. Sino veamos el caso de Petrobras en Brasil.

El electorado parece padecer de una incurable nostalgia por los gobernantes juzgados y condenados por corrupción. Allí tenemos el reciente regreso triunfal a Guatemala del ex presidente Alfonso Portillo, recibido multitudinariamente en el aeropuerto tras cumplir en Estados Unidos una condena por lavado de dinero, bajo propia confesión.

El panorama se agrava con la incidencia pertinaz del crimen organizado, que alienta la corrupción en todos los estratos, como en México, donde los narcocarteles han minado el estado de derecho. Y en no pocos países envuelven en sus redes a magistrados, fiscales,

policías, ministros, porque los narcodólares tienen un peso desproporcionado capaz de descalabrar el andamiaje institucional. Es una hidra de múltiples cabezas que apenas le cortan una retoñan cien; una hidra capaz de asesinar masivamente, incinerar, desmembrar, decapitar, tan eficaces en crueldad como los sicarios del califato islámico.

Hay que hacer que el estado exista, volviéndolo visible; sino, tiende a ser sustituido, en los barrios por las pandillas juveniles criminales, como en San Salvador o San Pedro Sula, en los municipios y en las áreas rurales por los propios jefes narcos, que actúan como si fueran el estado pero al margen del estado. Es una anarquía concertada, que aparenta orden, pero es un orden impuesto por el miedo y el terror.

Si los narcos establecen escuelas, clínicas, sistemas de agua potable, es porque el estado ha fallado en su función esencial de hacer eso mismo. Pero para que recupere su soberanía interna, debe funcionar primero como un verdadero estado democrático.

Se impone concertar planes a largo plazo, sin interponer identidades ideológicas. El desarrollo estratégico de un país incluye no sólo las inversiones, el crecimiento de la economía y la calidad y la extensión de los programas sociales, sino también la seguridad pública vista como un modelo diferente, no solamente represivo.

Seguridad ciudadana significa crear vínculos activos con la comunidad. Los narcos no son marcianos, nacen y crecen en las comunidades pobres, tienen vínculos afectivos con los suyos, y saben ejerce el populismo. El estado debe vincularse socialmente con esas comunidades. Las fuerzas especiales de tarea, enmascaradas con pasamontañas, seguirán fracasando en la prevención y el control del delito si el estado no piensa primero en la integración, la transformación social y la eliminación de la pobreza crónica.

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6 de abril de 2015
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El azar o la inspiración siamesa

¿He sido copiado o he sido la imprevisible musa de un ensayista francés?

Para empezar, declaro  que siempre me han interesado los ensayos de Gilles Lipovetsky. Unos más y otros menos. Más los primeros, menos los segundos y algo menos los de la última producción. En lugar de mejorar colaborando con otros colegas, sus obras han perdido coraje. Se han hinchado de información y han perdido seducción

Este último, La estetización del mundo (Anagrama, enero 2015) es un caso superlativo. Por cada idea, frecuentemente débil, se vuelca un huracán de alusiones a la vida social, comercial o estética. Pero ¿qué quiere decir  La estetización del mundo?  Quiere decir, en resumidas cuentas, que los objetos producidos por el capitalismo han ido embelleciéndose desde comienzos del siglo XX, justamente al compás del nacimiento de una sociedad de consumo a lo que no bastaba, para ser tal, que los objetos fueran útiles como herramientas sino también encantadores en cuanto experiencias. 

Este planteamiento ya tan incuestionable como obvio no viene a ser otra cosa que la obligada  adaptación del capitalismo a los deseos de los consumidores cada vez más cínicos, cualificados y  convertidos progresivamente en reyes del mercado diferencial.  De este modo, el capitalismo halló su supervivencia en los productos personalizados, su hospedaje en los hoteles con encanto y su glamour en los coches oliendo a lima o en los Victoria's Secret con una melodía sensual.  Miles de artículos diferentes expuestos en incontables temporadas anuales, diseños presentados  en los museos y grandes museos con cocinas artísticas para servir  bodas. La división de la vida en departamentos es ahora un loft convertible y estetizado para crear sensaciones,  ficciones más allá de la función.  

Tan atractivo viene a ser el mundo tratado por  Lipovetsky que impulsa a seguir sus pasos pero, últimamente, se ha mostrado tan apresurado en sus elaboraciones que, como en el plus del  mach 1 se ha dejado el sonido detrás. La estetización... se publicó en Francia en 2013, exactamente diez años más tarde de que -también Anagrama- lanzara mi obra El estilo del mundo (mayo 2003) madre descarada de esta hijuela gorda y sosa.

 Las pruebas de filiación o sabor sucedáneo se hallan impresas y bien documentadas en la escritura de ambos libros. Mi orgullo de autor fue ya exaltado por la  traducción al francés de Le style du monde (Stock, 2005), premiado en el París de 2006. No podría decirse que pasara del todo inadvertido para los escritores afines. Y esta misma circunstancia "afín" me  empuja a consignar dos puntos especiales sobre esta obra de Lipovetsky y mi texto de casi diez años antes.

El  primero se refiere al valor intrínseco de La estetización...  que si no sorprende nada por su tesis arrolla con su desaforada información inútil.  Y, el segundo, punto, el principal para mí, tiene que ver con la maldita casualidad de que, no ya que los conceptos usados por Lipovetsky y Serroy,  sean prácticamente los mismos (aunque desbravados) que los de mi El estilo del mundo varios años antes. Acaso, no por azar, su título, La estetización del mundo se parece mucho al mío (El estilo del mundo) y  encima su subtítulo  Vivir en el capitalismo artístico es casi lo mismo que mi subtítulo  La vida en el capitalismo de ficción. En resumidas cuentas su "capitalismo artístico" sería mi fundacional "capitalismo de ficción". Y todo lo demás es monte bajo.

Como sabemos de sobra,  para un ensayista francés un ensayista español ha contado siempre poco y no iba a ser yo su excepción. Sólo insistiré en el hecho de que la versión de mi obra en francés estaba ya a su  mano  mientras trabajaban en La estetización...y que no citar  El estilo del mundo una sola vez en 400 páginas tan parecidas es, al menos, un vacío de escaso estilo intelectual. Aunque todo puede ser, y no debe descartarse, que se trate de un maldito enredo del azar o una clase de inspiración siamesa.  

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6 de abril de 2015
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Los personajes

Hay un tipo de novela que me parece muy interesante y sin embargo es cada día más infrecuente. Me refiero a esos relatos continuados que apenas tienen hilazón o argumento porque son más bien una vasta galería de personajes, como la sala en donde el fotógrafo profesional muestra su genio artístico. Allí se ve a los niños de primera comunión, a los matrimonios siempre compuestos en diagonal, a las coristas de labios gruesos y oscuros. Cada foto lleva la firma del autor pintada en blanco.

Estoy usando el presente y me sobresalta mi inocencia porque ya no hay salas de fotografía como aquellas en las que los inmigrantes de pueblos lejanos se hacían la foto muy bien iluminada, con el bigotito recto y un repeine de brillos acharolados para enviar a los padres que habían quedado en el pueblo de origen.

Quizás por eso me gusta el género de novela compuesta por decenas de personajes que, como retratos de aparato, van dándonos una idea de múltiples destinos caprichosos y banales. No sólo novelas, hay también películas compuestas de ese modo, con una multitud de personajes que, sin relación entre sí, forman un gran fresco, asíNashville, de Robert Altman.

En nuestra literatura hay casos magníficos, como Las noches del Buen Retiro, de Baroja, aunque la más famosa es La colmena, que aún y siendo de Camilo José Cela me parece una obra meritoria. Le falta, claro, la malevolencia que tenía La ronda, de Schnitzler, en la que también se presentan personajes en sucesión, pero el lector sabe que irán quedando unidos por un hilo mortal y oculto, la sífilis que se van infectando los unos a los otros.

Esta viñeta del viejo fotógrafo y el coleccionista de caracteres me la ha recordado un libro que leo con retraso, Pronto seremos felices, de Ignacio Vidal-Folch, en el que va desfilando personaje tras personaje sin necesidad ninguna de argumento o de unidad, aunque también ellos, como en el libro de Schnitzler, tienen algo en común que nunca se subraya: todos son víctimas de diferentes regímenes comunistas, el soviético, el rumano, el búlgaro, el checo, el húngaro que los machaca sin misericordia. Todos han sido aplastados por sus propios conciudadanos. Un libro para los de Podemos.

Vidal-Folch tiene el talento del verdadero experto en personajes, a los cuales, como Nabokov a sus lepidópteros o Jünger a sus coleópteros, sabe atravesarles el alma con el alfiler de su inteligencia sin quebrarles un élitro. Vidal-Folch ha vivido años en cada uno de los escenarios que describe. Les tiene apego, aun cuando conoce la tortura que suponía vivir en ellos. Sus personajes, buenos o malvados, liados cobardemente con el régimen o luchadores ya desvencijados por la policía, la familia o los vecinos, son siempre tratados con delicadeza.

No es, desde luego, un fotógrafo de bodas y bautizos, más bien todo lo contrario, alguien que, como Cindy Sherman, sabe reconstruir losstills del cine de los años cincuenta de modo que asume su parte ridícula, su parte turbadora, su parte inquietante o desesperada o sublime. Están todos en su corazón a pesar de la objetividad fotográfica de la prosa. Esta novela contiene cien novelas.

 Artículo publicado en El País. 

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6 de abril de 2015
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Democracia africana

Hay muchas dudas respecto al funcionamiento de la democracia representativa como el gobierno del pueblo. Pero basta con que sirva para echar a quien gobierna y además asegure la alternancia entre quienes gobiernan para que quede legitimada, sobre todo si funciona en unas elecciones competitivas en las que opciones políticas e incluso personales se enfrentan en igualdad de condiciones. Nunca hasta ahora se habían producido estas circunstancias democráticas esenciales en Nigeria, el país más poblado de África (174 millones de habitantes), el de mayor producto interior bruto (número 20 mundial) y uno de los más complejos (más de 10 grupos étnicos) y compuestos (36 Estados federados), además de dividido entre una mitad islámica mayoritariamente en el Norte y otra cristiana en el Sur. Así ha sucedido en las elecciones presidenciales celebradas el 28 y el 29 de marzo, después de que el actual presidente en ejercicio, Goodluck Jonathan, aplazó la convocatoria prevista para el 14 de febrero, con la excusa de la inseguridad provocada por Boko Haram, un grupo islamista que rinde obediencia al Estado Islámico de Siria e Irak y siembra el terror en una amplia región del norte del país. Los votantes han querido echar a Jonathan y optar a la vez por cambiar el color del partido presidencial, e incluso el origen regional y la religión del presidente. El actual presidente, Goodluck Jonathan, de 57 años, cristiano del Sur, del Partido Democrático del Pueblo, partido del Gobierno desde que hay elecciones, ha perdido por un amplio margen de nueve puntos y dos millones y medio de votos frente a Muhammadu Buhari, de 72 años, musulmán del Norte, del partido Congreso de Todos los Progresistas. Buhari perdió ante Jonathan las elecciones de 2011, pero esta vez los votantes han preferido al candidato que les ofrecía mayores garantías a la hora de combatir las tres peores plagas que asuelan el país: el desempleo juvenil, la corrupción y Boko Haram. Y eso a pesar de que el vencedor de 2015 ha sido militar, presidente y general golpista entre 1984 y 1985, derrocado a su vez por otro golpe militar, uno más de los ocho que se han producido en el país desde su independencia en 1960. Que la democracia funcione en un país como Nigeria, aunque sea como democracia negativa ?para echar al gobernante y para conseguir la alternancia?, es una excelente señal para el conjunto de África ?e incluso más allá, en un momento en que la democracia representativa plantea tantas dudas en todo el mundo? además de un estímulo para que cunda el ejemplo. También es una nueva oportunidad para combatir a la vez a la corrupción y a Boko Haram, dos fenómenos que en buena parte tienen relación entre sí. El Ejército nigeriano no ha sido capaz por sí solo de terminar con el peligro terrorista y se ha caracterizado por un estilo de represión próximo a los métodos terroristas. Las credenciales de Buhari en cuanto al respeto de los derechos humanos no son precisamente recomendables, pero el premio Nobel de Literatura Wole Soyinka, que le criticó y denunció duramente cuando fue presidente de la Junta Militar hace 30 años, ahora le ha prestado su apoyo en la campaña electoral.

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5 de abril de 2015
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La Francia ?vintage?

La adrenalina concentrada en sus pupilas, que se clavan como chinchetas allí por donde pisa. El mohín de distancia que media entre sus ojos caídos y la nariz aguileña. El pelo abrumado, con remolinos azabache que aún no se han dejado tomar por la canas. Y un taconeo al andar entre Gades y Clouseau. Sarko est de retour. Como el torero que tras un par de años de melancólica retirada, en la que ha aprendido lo largo que es el amor y lo corto que es el olvido, regresa al ruedo en busca de oreja y rabo. Eufórica resurrección la suya, la de un hombre que siempre ha andado erguido como si fuera alto. En verano un bohemian bourgeois sans chaussures, en invierno un ocioso expresidente que le llevaba a Carla la guitarra. Nadie había conseguido una diferencia tan abultada en la historia de la V República: la coalición de centro-derecha obtuvo 64 de los 101 departamentos. “Nunca una mayoría había perdido tantos departamentos. Nunca un gobierno en el poder había inspirado tanta desconfianza. Nunca una política había fracasado tanto”, dijo, con el golpe de efecto de la repetición demagógica en busca de piel y fibra. Los portales web se han puesto las botas. Sarko, a diferencia del hésitant Hollande, tiene estilo propio. En el Elíseo vestía trajes de Dior conjuntado con Carla. El hombre que, según contaba Yasmina Reza, se quedaba embobado ante la portada de Le Monde, no porque atrapara su atención un titular, sino porque le excitaba ese anuncio de Rolex tan dorado, ha vuelto para calmar el hambre de derechona en la otrora libertina Francia. Muchos socialistas decepcionados le votaron como coyuntural freno a la extrême droite Marine Le Pen, una mujer astuta y confiada que habla en nombre de la soberanía nacional y demuestra que la política nunca es un artefacto perfecto, ni falta que hace. Coincide su apoteósico comeback con otro revival derechista que arrasa en Francia y que ha convertido al expresidente Jacques Chirac en icono pop. Su rostro está en las camisetas y bolsas más trendy en París o Marsella. En Tumblr, una página devotamente titulada “Fuck Yeah Jacques Chirac” reúne algunas de sus mejores fotos: saltando un torno como un atleta en el metro, durmiendo impecable con antifaz en un vuelo presidencial o echando una bocanada de humo en un sillón de terciopelo malva. “El Cary Grant francés” y según Les Inrockuptibles, siempre un paso más allá, hipster avant la lettre. Su popularidad cayó como ahora la de Hollande, pero su legado, al menos estético, permanece. Sarkozy, recibido en esta secuela con escepticismo incluso por sus compañeros, se sueña de vuelta. Antes tendrá que salir victorioso del congreso de refundación del partido, demostrar que lo de las departamentales no ha sido solo un castigo a la falta de credibilidad y la división socialista, y vencer en las primarias conservadoras del 2016 para ser candidato. Pero, si la hombría de trajes cruzados, gafas XXL y cigarrillo en la comisura de los labios de Chirac se han impuesto, ¿por qué no van a hacerlo las pupilas hiperactivas y los tacones aflamencados de Sarko? Sin cinta / Rafa Nadal

Es la celebridad española que cae mejor, aseguran varios sondeos, y también el que ha marcado una era en la que el deportista se convirtió en el dios de la ejemplaridad. Sus músculos tan sobrehumanos, su coraje en la cabeza y el corazón. También la humildad. “Necesito la ayuda de mi equipo, pero sobre todo de mí mismo”, confesó tras perder con Fernando Verdasco y enganchar la quinta derrota -por sólo un título- en lo que va de año, el peor arranque en una década impecable. Hay que ser valiente para despojarse de la cinta del pelo y la raqueta de superhéroe y reconocer que la vida son ciclos, que la experiencia no siempre es un grado y que la elegancia se demuestra en las derrotas, así como en el aliento para no cronificarlas. Siempre noticia / Angelina Jolie

Tantos mortales con vidas anodinas, y esta mujer que, además de llamarse Bonita, colecciona azares y desafíos: Brad Pitt, familia multicultural, superheroína a ambos lados de la cámara, viajes a campos de refugiados como embajadora de la ONU, una hija que se viste como un niño. Ahora Angelina confiesa en el NY Times que sufre menopausia, palabra tabú que la mayoría de celebrities prefieren ignorar. Después de su doble mastectomía, se ha sometido a una extirpación de ovarios preventiva, provocando un debate sobre los protocolos médicos. Hace un tiempo anunció que se dedicaría full time a su compromiso social, y que aparcaba la interpretación. Visto en conjunto, es la faceta en la que menos ha destacado. Una grande / Margarita Rivière Se reía como si aún fumara, mujer de carcajada gozosa y mirada fina. Creó un estilo de periodismo con el que fijaba valiosas crónicas de nuestro tiempo, sublimadas en su tesis doctoral, La fama, que terminó a la edad de la jubilación; siempre tan autoexigente. La conocí en una conferencia en la Paeria de Lleida y le mostré mi interés por la moda: “No creas que es tan interesante, hay mucha estupidez”. Debía de tener la edad que yo tengo ahora. Nunca la abandonaron los interrogantes, fue generosa y cáustica, con su eterno pelo a la garçon y una alma bella: “Estoy muy inactiva, sólo ayudo a estudiantes y leo lo que me apetece (bueno, preparo otro libro de moda con calma chicha)”, me escribió hace un mes. Querida amiga, la ausencia quema. (La Vanguardia)

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4 de abril de 2015
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Lenguaje y conducta económica

Un estudio de la Business School CEIBS de Shanghai demuestra que la forma de nombrar el futuro influye en la tendencia al ahorro o al endeudamiento de las personas, las empresas y los países. La diferencia oscila entre el cinco y el treinta por ciento más de ahorro allá donde predomina el presente con valor de futuro (“mañana vamos”) que donde, en cambio, se conjuga el futuro propiamente dicho (“mañana iremos”).
 
El profesor Cheng, de la universidad de Yale, como hijo de emigrantes chinos criado en EEUU, ha comparado la forma de conjugar el futuro de un centenar de lenguas y la divide en ‘weak’ o ‘strong’, según sea del tipo “mañana vamos”, que correspondería al chino de sus padres, o de “mañana iremos”, que sería el inglés. En su tabla, el chino, el japonés o el alemán serían de futuro ‘débil’, o sea, nombrado mediante el presente, mientras el coreano, el francés, el español o el inglés, serían de futuro ‘fuerte’, es decir nombrado con su conjugación específica.
 
La explicación aventurada es que, para los hablantes de futuro ‘débil’, éste se encuentra ya en el presente, así que ahorran y son prudentes. Los hablantes de futuro ‘fuerte’, en cambio, lo distinguen como algo venidero y, en el fondo, irreal, así que ahorran menos y se endeudan más fácilmente.
 
Aunque pueda objetarse que la diferencia es mucho menos estricta que la aparentemente demostrada por las tablas de conjugación (la equivalencia entre "mañana vamos" y "mañana iremos" es patente en el uso de muchas lenguas, como las romances, consideradas con futuro ‘fuerte’), creo que la explicación, más que en una comprensión diferente del futuro, radica en el porqué de la invención de ese tiempo verbal.
 
El futuro se inventó para las leyes y sus derivados allendistas y religiosos. Por ejemplo, en muchas lenguas indoeuropeas, se puede ver que el futuro tiene una formación sigmática temática a partir del presente. O sea, es un presente matizado por el deseo, el temor, la amenaza, el mandato… El futuro expresa un estado visto desde el presente y considerado de antemano como realizado, es la forma que corresponde a la ley, la religión y sus mandamientos, porque, en su invocación mágica, el tiempo que separa al hablante del momento en que el hecho se realizará es cero. Según esto, el hablante de futuro 'fuerte' tendría un presente más fatalista. El ya se encuentra endeudado por otra instancia anterior y más poderosa; el ahorro y el endeudamiento tendrían a sus ojos una relevancia menor.
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4 de abril de 2015
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